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La Biblia ¿palabra de Dios?

Portada: La Biblia ¿palabra de Dios?

Los ataques a la Biblia cada vez son más frecuentes por parte de los no creyentes, que con gran convencimiento (incluso a veces buena intención) señalan lo absurdo que es creer que sea palabra de Dios, e indican (a menudo correctamente) contradicciones y todo tipo de malignidades en ella contenidas como prueba de que de divino no tiene nada. En realidad, incluso muchos creyentes encuentran estas cosas difíciles de digerir, y prefieren olvidarse del tema por miedo a que si profundizan acaben perdiendo su fe. Pero Jesús nos dijo que “la verdad nos hará libres”, y mirar para otro lado sólo nos hará presa fácil de los escépticos y de nuestras propias dudas. El cristianismo o es la verdad o no lo es, así que en vez de obviar las dificultades vamos a sumergirnos en ellas y ver qué hay de verdad en tales acusaciones.

Si admitimos que toda la Biblia es «palabra de Dios» nos surgen algunas dudas. Intentaremos aclarar las más importantes definiendo lo que la Biblia es y lo que no es. (las citas usadas serán del documento «Dei Verbum» del concilio Vaticano II, 1965 = Va II, pero todo lo dicho en este artículo vale igual para todos los cristianos)

La Biblia es reflejo del hombre tal como es

¿Por qué aparecen en la Biblia tantas cosas malas y reprobables? La Biblia no es un libro de virtudes y perfección. Es un libro sobre el hombre y su relación con Dios. Se retrata al hombre tal cual es, con todas sus virtudes y con todas sus miserias. Es un libro que habla de la virtud y el pecado, de lo que se debe hacer y de lo que no se debe hacer. Es un libro de enseñanzas, y a través de la actuación humana (sublime y depravada) nos va mostrando el camino a seguir. Los errores forman parte básica del aprendizaje; eliminar del relato los defectos humanos nos daría una imagen totalmente falsa de la vida y perderíamos buena parte de las mejores enseñanzas. Por eso la enseñanza de la Biblia se asienta tanto sobre la virtud como sobre el pecado.

La Biblia es un libro de fe, no de ciencia

¿Por qué contiene errores? Según la Iglesia la Biblia tiene dos cualidades: la inerrancia (no contiene errores en lo que atañe a nuestra salvación) y la veracidad (contiene las verdades necesarias para nuestra salvación). Así pues, se asegura que la Biblia no tiene errores de tipo religioso, pero el resto es obra humana y por tanto falible.

La Biblia es un libro religioso. Nos trae un mensaje de fe, nos habla de Dios y su relación con los hombres y nos muestra su historia de salvación. El que sea «palabra de Dios» no quiere decir que Dios la escribiera o la dictara al oído, sino que Dios la inspiraba. En el corazón del autor surgía la idea, y luego él la expresaba con sus propios recursos, según su mentalidad, estilo y conocimientos. Todos los errores son achacables al escriba. Dios no permite que haya error en la idea subyacente, pero no interfiere en lo demás. Es como si pretendo expresar la belleza de una puesta de sol y digo: mi alma se elevaba mientras el sol descendía entre arreboles; no viene al caso la crítica de que no es el sol el que «desciende», sino la tierra la que «gira», o que mi alma no subió a ninguna parte. Para mi intención eso da exactamente igual porque en mi poesía no pretendo enseñar ciencia sino transmitir un sentimiento, y para eso, mi lenguaje ha sido sumamente eficaz (mucho más que cualquier descripción científica de mis constantes vitales). De igual modo en la Biblia los datos científicos o históricos también son superfluos. Lo importante es el significado de las historias que se narran, no los datos objetivos.

«En la redacción de los libros sagrados Dios eligió a hombres que utilizó usando de sus propias facultades y medios, de forma que obrando Él en ellos y por ellos, escribieron, como verdaderos autores, todo y sólo lo que Él quería» (Vaticano II).

La Biblia recopila y mezcla diversas tradiciones que se complementan

¿Por qué contiene contradicciones? La Biblia no fue escrita por un autor de un tirón, sino por muchos autores diferentes. Muchos libros (incluido el N.T.) provienen de la tradición oral. En algunos libros esa tradición oral se remonta a siglos, algunos elementos incluso quizá a milenios. A veces hay varias tradiciones que han sobrevivido (como en el caso de los cuatro evangelios), cada una procedente de fuentes más o menos diferentes. En el caso de los evangelios, tenemos cuatro libros que hablan de los mismos hechos; en algunos libros del A.T. tenemos también varios relatos pero posteriormente fundidos en un mismo libro, con lo que podemos encontrar fragmentos repetidos de diferente manera (incluso con datos contrarios) en un mismo libro. Esto es producto de un deseo del autor/recopilador por conservar todo sin descartar nada.

Pongamos como ejemplo la elección de David como rey. Se dice que Dios manda a Samuel ungirlo. Poco después se dice que los jefes de las tribus deciden elegirlo como rey. Ambos relatos proceden de tradiciones diferentes (en el Pentateuco hay hasta cuatro versiones mezcladas) y por tanto el recuerdo de los hechos puede variar. Pero lo que no varía es el mensaje subyacente, incluso, al estar ambas versiones, se refuerza: David llegó a ser rey por voluntad de Dios. Dios pudo utilizar a los jefes de las tribus para ejecutar su voluntad. La escena en la que ordena a Samuel ungirlo deja claro el significado de la elección divina.

¿No hubiera sido mejor redactarlo de forma más clara y homogénea? Tal vez sí, pero en cualquier caso vemos siempre que Dios deja al hombre realizar las cosas a nuestra manera, para bien o para mal, y el hombre las hace… como puede y mejor le parece.

La Biblia es Palabra de Dios hablada con el lenguaje de los hombres

¿Por qué no usa la Biblia un lenguaje literario sublime y divino de una belleza arrobadora? Esta pregunta ha quedado ya respondida. Dios inspira la idea, pero es el hombre el que la expresa según su mentalidad, sus conocimientos y sus recursos. El estilo literario no es obra de Dios, sino de los hombres.

Es frecuente oír a gente religiosa calificar de «sublime» e «impresionante» el estilo literario de la Biblia. El Cantar de los Cantares, por ejemplo, es de innegable belleza (y mucho más para su época), pero calificarlo como «la más bella canción de amor jamás compuesta» parece un juicio que procede más del fervor religioso que de una valoración estética real. Sin negar la belleza y profundidad de la mayoría de los salmos, también resulta excesivo calificarlos como «el culmen de la lírica humana«. Desde el punto de vista literario, el mérito de los diversos libros bíblicos surge exclusivamente de la habilidad y el refinamiento cultural de un pueblo oriental, el hebreo, que ciertamente mostró habilidad e inspiración, pero no es un estilo divino. Sin ningún rubor podemos afirmar que algunos libros bíblicos presentan un estilo claramente farragoso y soporífero, pero no fueron escritos para solaz del lector, sino para alimento del alma, y en ese sentido, cuando se saben entender, no tienen nada de superfluos ni aburridos. Del mismo modo el manual de instrucciones del televisor no se caracteriza por su belleza o capacidad de entretenimiento, pero nadie lo lee para divertirse, sino para aprender el manejo del aparato, y resultaría fuera de lugar criticar su valor literario.

Dicho esto, hay que dejar claro que, dentro del contexto histórico en el que surge, la calidad literaria de la mayoría de los libros bíblicos resulta realmente sorprendente, y mucho más si tenemos en cuenta que proceden de una pequeña nación rural y más bien pobre, y sin embargo se iguala e incluso supera a la literatura de gloriosos imperios contemporáneos como Egipto, Babilonia, Asiria, Persia, etc. Además, el idioma es tan diferente a nuestras lenguas modernas que en la traducción se pierde buena parte de su belleza, muy especialmente en el caso de los escritos líricos, por no mencionar que la mayoría de los textos estaban escritos en verso, resultando su estilo literario original incomprensible al trasladarlo a prosa.

La Nueva Alianza actualiza la Antigua: Historia de una escalera

¿Por qué el cristianismo no obedece todas las leyes del A.T.? La Revelación es progresiva, como una escalera que nos va llevando poco a poco desde las tinieblas del sótano hacia la luz del cielo. Cada escalón es un apoyo sólido en el que apoyarse para dar un nuevo paso y seguir subiendo. Cada escalón es valioso y, desde el punto de vista de la Revelación, sagrado. Pero una vez que subimos un nuevo peldaño, el anterior queda definitivamente atrás y no debe volver a ser pisado. Si la escalera nos está llevando de la oscuridad a la luz, cada nuevo peldaño nos sube hacia la luz, y por eso es valioso, pero si volvemos sobre uno de los peldaños que quedaron atrás, el mismo peldaño que antes nos acercaba a la luz ahora nos está acercando a las sombras. Por eso las leyes o normas morales del A.T. que quedaron superadas por el nuevo, se convierten ahora en perniciosas e inmorales, aunque no por ello podemos decir que en su momento fueron malas, simplemente que quedaron atrás. El mero hecho de que ahora las consideremos malas muestra nuestra superior evolución presente.

La Revelación es progresiva e histórica y se ha ido perfeccionando

¿Por qué el Yahvé del A.T. es diferente del Dios de Jesús? Toda la historia de salvación que vemos en la Biblia es una historia inspirada por Dios pero realizada por los hombres (excepto la intervención de Jesús). Incluso en los momentos más decisivos, como el paso del Mar Rojo, Dios se vale de la colaboración humana (propuesta, no impuesta) para realizar sus designios, porque Él sabe que sólo mediante nuestro esfuerzo y lucha tiene sentido nuestra salvación. Incluso para el acto supremo, la redención de Jesús, Dios mismo se sirve de la naturaleza humana y se encarna gracias al acuerdo de María.

Por lo tanto no es de extrañar que la Revelación de Dios, que vemos reflejada en la Biblia, sea también esfuerzo de los hombres. La imagen de Dios que vemos en la Biblia no es una imagen perfecta y pura, sin mancha, caída del cielo, es la lucha del hombre, en concreto la de un pueblo, que a través de su historia ha ido aprendiendo a reconocer a Dios y su naturaleza. Dios se ha revelado, pero con la colaboración del hombre. Su Espíritu ha ido inspirando al hombre, pero ha sido éste quien, con su esfuerzo, ha ido aprendiendo a captar ese Espíritu de maneras cada vez más adecuadas. Cada paso que el hombre daba era un punto de partida para los pasos posteriores, y así la imagen de Dios se ha ido perfeccionando a través de los siglos, preparando el contexto para la definitiva Revelación que nos trajo Jesús. El Dios amor que Jesús nos enseñó aparece en el Antiguo Testamento muy contaminado e incluso velado por capas de incomprensión humana, en los libros más antiguos sobre todo, para ir poco a poco limpiándose de toda impureza. El pueblo hebreo no descubre a Dios de repente, lo va aprendiendo día a día. Sólo así podemos entender la Biblia y comprender en su contexto una revelación que es, por su naturaleza, progresiva.

La Revelación de Dios es progresiva e histórica, se adapta al lenguaje y la mentalidad humana del momento y a partir de ella tira hacia arriba. Sólo bajándose al nivel del hombre puede Dios tirar del hombre hacia Él sin tener que forzarlo. Sólo así consigue Dios influir decisivamente en el hombre sin dejar de respetar el sagrado «libre albedrío». Es por ello que la moral que se refleja sobre todo en los libros más antiguos es muchas veces francamente mejorable, y aunque Dios aparezca sancionándolo, no debemos olvidar que se trata de un momento histórico determinado y una fase temprana de la revelación. Sólo con la llegada de Jesús veremos una Revelación madura y completa. Toda moral del Antiguo Testamento que entre en contradicción con la del Nuevo Testamento debe considerarse diseñada para o percibida por un momento histórico que ya fue superado. Tuvo su sentido en su momento, pero eso mismo permitió al hombre elevarse más y dejarla atrás, como las muletas que ayudan al operado del pie durante su convalecencia pero son innecesarias y un estorbo cuando ya es capaz de caminar bien. No podemos criticar las muletas y decir que estorban o que son malas, lo que debemos reconocer es que en su momento fueron una ayuda, pero ya no son necesarias. Algo parecido podríamos decir de la moral del Antiguo Testamento y así mismo de la imagen de Dios que allí se nos da. No es que Dios haya cambiado o mejorado, sino que el hombre ha ido conociéndolo cada vez con mayor claridad, hasta que llegó Jesús y pudo revelarlo tal como es: amor puro.

Esto se ve claramente, por ejemplo, en la llamada «ley del talión«: ojo por ojo y diente por diente*. Esta ley vengativa, que tan bárbara nos parece hoy, fue en su momento un avance, y preparó a la sociedad para poder dar luego otro paso más con la doctrina del perdón de Cristo. En lugar de la antigua arbitrariedad, esta ley imponía un castigo equitativo, no desproporcionado, y protegía al débil frente a las represalias abusivas del poderoso; en su momento fue un gran avance en la dirección adecuada. Esa es la forma que Dios tiene de ir enseñando a su pueblo, poco a poco, peldaño a peldaño. Cada peldaño tuvo su sentido positivo en su momento, pero una vez dejado atrás, volver a él sería un retroceso. Por eso en el Antiguo Testamento aparecen muchas cosas reprobables y, al mismo tiempo, podemos afirmar que son «palabra de Dios». Frente al anterior abuso del poder, la ley del talión trajo justicia, la de Jesús trajo amor.

* La ley del talión busca establecer un castigo proporcional y justo, y entre otras cosas protegía al más débil evitando que los poderosos pudieran ejecutar castigos enormemente desproporcionados sobre ellos, como era lo habitual entre otros pueblos de la época. Pero cuando la Biblia habla de "ojo por ojo y diente por diente", lo cual encontramos escrito repetidamente, tenemos que saber que no tenía un significado literal, sino que era una manera metafórica de expresar una justa proporción. La mutilación corporal (una oreja, nariz, pecho, lengua, mano, etc.) sí era corriente entre otros pueblos incluso por delitos menores, pero cada vez que en la Biblia se invoca el "ojo por ojo" el castigo se reduce a una mera compensación económica considerada justa, e incluso a veces el castigo se desequilibra en favor del más débil si es él el perjudicado; ni en una sola ocasión vemos que literalmente se ejecute una venganza al estilo "ojo por ojo". Por ejemplo vea en Éxodo 21:23-27, empieza invocando la ley del talión: "Pero si hay otras lesiones, entonces se exigirá vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe." y a renglón seguido pone un ejemplo práctico con la pena que merece: "Si uno deja tuerto de un golpe a su esclavo o a su esclava, les dará la libertad en compensación por el ojo. Si le rompe un diente, también le concederá la libertad en compensación por su diente." Si de un puñetazo a tu esclavo le rompes un diente, la pena no es que te rompan a ti un diente (ojo por ojo y diente por diente) sino que le des la libertad a tu esclavo. El esclavo sale ganando. Cuando leamos sobre las leyes del Antiguo Testamento tenemos que tener muy presentes dos cosas: 1- las leyes usan una retórica enfática y destinada a asustar, pero en la práctica las cosas suelen ser bastante más suaves. 2- No podemos interpretar esas leyes en el contexto de nuestras sociedades occidentales modernas, sino en el contexto de un pueblo del Oriente Próximo en una fase en la que la humanidad está caminando desde la barbarie y la ley del más fuerte hacia la civilización. En ese contexto vemos que la moral que se impone a Israel, sin perder de vista sus circunstancias, es muy superior y más clemente que las leyes de los pueblos que le rodean, y tienen la peculiaridad de que se valora más a las personas que a las posesiones. Por ejemplo en Deuteronomio 25:1-3 se establece que en el castigo por latigazos (o más bien varazos) tendrá un máximo de 40 golpes. Ahora nos puede parecer una barbaridad pero si lo comparamos con lo que se hacía por entonces en Egipto vemos que allí el mínimo son 100 golpes. Mínimo. Mientras que los 40 de Israel eran un máximo que sólo se cumplía en las faltas más graves. En una época en la que los hombres están acostumbrándose a la ley, ser excesivamente clementes provocaría el caos social y el regreso a la barbarie, por eso las leyes tienen a menudo vocación de ser ejemplarizantes de modo que no sólo se castiga una falta sino que se intenta asustar para que otros no caigan en la tentación de cometerla. Dios sabe mejor que nadie cómo equilibrar clemencia y justicia según las circunstancias; nuestras leyes en aquellos pueblos hubieran destruido la civilización incipiente. Incluso hoy en día la tendencia a suavizar las leyes y eliminar los castigos está conduciendo a un aumento de los delitos, de modo que los débiles e inocentes quedan más desprotegidos ¿es eso más justo? Cuando la civilización estuvo más asentada pudo ya venir Jesús a predicar clemencia y perdón (sin por ello borrar la justicia), pero primero fue necesario ir abriendo camino. Criticar las leyes del Israel de hace 4.000 años con nuestra mentalidad moderna y sin conocer a fondo el contexto de la época y el carácter de sus gentes sólo es chovinismo e ignorancia.

Pero esos cristianos (algunos hay) que hoy en día acuden a la ley del talión alegando que está en la Biblia y sancionada por Dios, no comprenden que esa ley fue superada por la de Jesús de poner la otra mejilla, y aunque pisan sobre un escalón sagrado, lo están usando para bajar las escaleras, no para subirlas, y por lo tanto están en el error. Si tomamos el A.T. como guía de moral, en lugar de verlo como un camino de evolución ya superado, podemos retroceder siglos e incluso milenios, pues lo mismo que para aquellos hebreos fue alimento, para nosotros sería a veces veneno. Este contrasentido (¿la palabra de Dios puede ser veneno?) lo vemos también en Jesús cuando dijo: “No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolirlos, sino a darlos cumplimiento” (Mateo 5:17). Es evidente que con Jesús la ley y la moral del Antiguo Testamento queda en gran medida anulada o superada, y aún así Jesús niega que la venga a abolir. “La Ley y los Profetas” era la forma habitual de referirse a lo que hoy llamamos el Antiguo Testamento, así que Jesús dice que su mensaje no sustituye al del A.T. sino que lo da cumplimiento. En esto los valida, pero también está reconociendo que todo ese mensaje anterior era como la escalera que comentábamos antes: si la escalera nos ha llevado hasta la luz, el mensaje de Jesús supone la culminación de la escalera, la luz, pero el haber llegado al destino no invalida la escalera, sino que al contrario, le da sentido, de modo que podemos reivindicar la escalera y la luz al mismo tiempo, pero teniendo bien claro que debemos aspirar a la luz, no a la escalera. La escalera es sagrada porque cumple la función de acercarnos a Dios, pero ay de aquel que valorando tanto la escalera decida bajar a uno de sus escalones, pues estará alejándose de la luz y descendiendo a las tinieblas.

En esta dinámica progresiva de la Revelación, el hombre percibe a Dios según sus límites y capacidades del momento. Un niño de tres años no puede concebir un Dios sin cuerpo. Si le hablan de que Dios le ama, se imaginará a Dios como un hombre adulto, y estará convencido de que tiene brazos y piernas y duerme por las noches. Un adulto es capaz de concebir un Dios sin forma. Digamos pues que cuando el hombre tenía espiritualmente «tres años», Dios se mostraba a él «con brazos y piernas» y con las cualidades que esos hombres consideraban buenas y justas, pues sólo de esa manera el hombre iba a considerarlo un Dios justo y bueno. Podemos decir que Dios se mostraba al hombre así, o que el hombre percibía a Dios así, pues a efectos prácticos ambas cosas vienen a ser lo mismo. El mensaje fundamental del principio era que Dios nos ama, y que es justo y bueno (muy lejos de los dioses caprichosos y despóticos de la época). Ese mensaje fue recibido por el pueblo hebreo con total fidelidad, y expresado según su mentalidad. Para ellos, un Dios bueno y justo que los amaba implicaba necesariamente que ese mismo Dios despreciaba a los enemigos de Israel y buscaba su destrucción y castigaba las faltas de sus hijos con la misma severidad que en esa sociedad un padre castigaba las faltas de sus hijos. Si Dios se hubiese mostrado de otra forma en aquella época, su mensaje habría sido malinterpretado (de la misma manera que hoy malinterpretamos su mensaje del A.T. si perdemos el contexto histórico y cultural del momento). Igual que un cristiano moderno se alejaría de Dios si creyera que es tal cual se lo describe en Éxodo (ahogando ejércitos, fulminando disidentes, arrojando serpientes venenosas sobre su pueblo), del mismo modo un hebreo antiguo se alejaría de Dios si creyera que era tal cual lo describe Jesús (un Dios que ama a todos por igual, incluido pecadores y enemigos, sería sencillamente un Dios blandengue, absurdo, afeminado, mentalmente retrasado e infantil, ingenuo y terriblemente injusto; un Dios blando no era lo que un pueblo siempre amenazado por sus enemigos esperaba de un verdadero Padre celestial). Así pues, podemos decir que desde el primer momento Dios se reveló con sus mismos tres atributos principales: Amor, Justicia y Bondad, pero el pueblo no podía verle cara a cara, sino a través del poderoso e ineludible filtro cultural que cada época imponía, porque el ser humano no puede hacerlo de otra forma (incluso hoy). El terrible Yahvé del peor momento de la Biblia (la conquista de Canaán), es descrito ordenando aquellas cosas que los hebreos de aquel momento consideraban una muestra de amor, justicia y bondad… para su pueblo (pues no fue hasta los profetas y Jesús que vimos que Dios es Padre de todos).

El lector moderno preferiría ver en todo momento una descripción de Dios que se adaptase mejor a su actual mentalidad, pero afortunadamente Dios sabe mejor cómo hacer las cosas bien. En cada momento se reveló de la manera que en esa época y sociedad resultaba apropiada, pues era a ellos en ese momento a los que tenía que llegar. La historia de salvación no se fue desplegando durante siglos pensando en la edificación del hombre europeo, canadiense o japonés actual, sino que en cada momento trabajaba con los hebreos de esa época, pues eran ellos los actores de esa historia. Si pudiéramos hacer una descripción de Dios que nos pareciera ahora maravillosa, podemos estar seguros que dentro de 1000 o 20.000 años resultaría tremendamente criticable a los lectores del futuro. Imagina una sociedad futurista donde se ha logrado un suero alimenticio sintético maravilloso y poco a poco se ha ido considerando cruel comerse a otros seres vivos, bien sean animales o vegetales. Si ellos leyeran tu descripción de que Dios es un padre bueno que se encarga de dar a los pobres pan y carne en abundancia, sin duda pensarían que Dios no puede ser tan cruel como para entregar seres vivos inocentes para satisfacer a otros seres vivos crueles. Pensarían que los escritores del siglo XXI eran brutos primitivos sin corazón, que habían hecho una descripción de Dios según sus mismos instintos brutos y primitivos, y por tanto esa descripción no podía ser ni correcta ni de inspiración divina. Esa es la misma perspectiva que muchos ateos, e incluso algunos cristianos, tienen al leer ciertos pasajes del Antiguo Testamento. Consideran que esos pasajes no pueden de ninguna manera reflejar la verdad ni ser por tanto palabra de Dios. Pero si Dios quiere describirse a sí mismo ante el hombre actual, sería muy adecuado por su parte la mencionada descripción, y sin duda sancionaría con su bendición a aquellos que se dedicaran a repartir pan y carne entre sus pobres, aunque dentro de siglos esa acción se viera como algo cruel. De nuevo nos encontramos ante el hecho de que Dios se nos revela en la historia, por la sencilla razón de que es imposible revelarse al hombre fuera de ella. Si queremos ver la naturaleza de Yahvé, tendremos que mirarlo a través de los ojos de los hebreos de su época, no a través de los nuestros. Si logramos hacer eso, no solo captaremos mucho mejor la verdadera naturaleza de Dios que se esconde tras esos paños culturales, sino que además podremos apreciar mejor de qué modo Dios estaba no solo acoplándose a los esquemas de la época, sino también mejorando esos esquemas y apuntando en cada ocasión hacia un nuevo escalón que les permitiera poco a poco dar un nuevo paso hacia arriba. Es el Dios que baja hasta el nivel del hombre para que el hombre pueda subir hasta el nivel de Dios.

Si sacamos a «Yahvé» de su contexto histórico, el cristianismo debería declarar el Antiguo Testamento herético, pero los cristianos no hablamos de que Jesús vino y nos explicó todo como si la salvación fuera un acto singular y repentino, impuesto desde arriba, sino que creemos en «la historia de la salvación«, un proceso que culmina en Jesús pero que se ha ido desarrollando desde el principio de los tiempos. Dios baja hasta la mentalidad de su pueblo y, a partir de ahí, le va ayudando poco a poco a ir subiendo. Este sistema pedagógico es reconocido por la ciencia actual como el más eficaz. El psicólogo brasileño Doctor Lear Ribeiro, autor de muchos libros sobre la comunicación, ha escrito:

«A veces, al explicar las cosas, buscamos más el deslumbrar, el demostrar lo mucho que sabemos, que el que los demás nos entiendan. Hay que ponerse en el mismo nivel que el que nos oye y ayudarle, desde ahí, a subir con nosotros

Y eso es lo que ha hecho Dios a través de la historia de salvación. Cuando llega Jesús ya se ha recorrido mucho trecho y se puede dar el gran salto. La novedad de la moral cristiana es precisamente la que hace palidecer y ver como malvada parte de la moral del Antiguo Testamento. Jesús nos dará una idea de Dios bastante nueva, y toda la idea anterior de Dios queda superada, pero no invalidada. No hay realidades de Dios diferentes, hay diferentes niveles de comprensión de esa realidad que van subiendo poco a poco. No es Yahvé lo que va evolucionando, es la percepción humana de Yahvé lo que va cambiando.

Con Jesús, la Revelación acaba. «No hay que esperar ya ninguna revelación pública hasta la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo [2ª Venida de Cristo]», Vaticano II. Sin embargo la Revelación de Jesús deberá ser permanentemente actualizada y adaptada a los tiempos (esa es misión de la Iglesia), de lo contrario terminaremos por no entender su significado. Si nuestra concepción de «un padre bueno» es diferente hoy que hace 2000 años, es lógico que nuestra manera de concebir a Dios sea también diferente para un cristiano de hoy que para uno del siglo primero. En una sociedad en la que el castigo está tan mal visto, nos resistimos a aceptar un Dios que castiga. Pero todas estas cosas no son problemas de Dios, sino del hombre y nuestra forma de percibirlo. Tenemos que tener cuidado de no adaptar a Dios tanto a nuestra mentalidad como para transformarlo en lo que mejor nos convenga. Ahora que la revelación está completa, cualquier «actualización» (aggiornamiento) debe tener mucho cuidado en no transformarse en una «tergiversación».

NOTA: cuando hablamos de que la Biblia muestra una revelación progresiva no debemos suponer que ese progreso se va dando linealmente desde el primer libro, el Génesis, hasta el último del A.T., Macabeos, para culminar en el N.T. No es la Biblia un libro escrito de un tirón y consecutivamente. Unos libros se escribieron en unas épocas, otros en otras, otros sufrieron transformaciones y reelaboraciones posteriores. Por poner un ejemplo, los relatos del Génesis trabajan con tradiciones muy antiguas, pero en su redacción actual fueron escritos en la época del Exilio, cuando estaban en Babilonia (por eso aprovechan también mitos sumerios adaptados). Por lo tanto el Dios que vemos en el Génesis es un Dios ya más cercano al Dios cristiano que el terrible Dios de la conquista en el libro de Josué (escrito siglos antes), sin duda el que muestra una imagen de Dios más distorsionada.

La Biblia no es un anal de historia ni un archivo de biografías piadosas

¿Cómo es posible que algunas historias bíblicas no sean reales? Ya vimos antes que lo importante no es la historia en sí, sino el mensaje que nos transmite. Si la enseñanza que sacamos de la historia de Adán y Eva o del Diluvio Universal es una enseñanza de provecho, ¿qué más da si existió Adán o venimos de la evolución de primitivos primates? El mensaje de que el hombre es obra de Dios está por encima de los medios que Dios usara para crearnos, pero ciertamente la historia de Adán nos explica la verdad de que Dios es nuestro Creador mucho mejor y más pedagógicamente que la teoría de Darwin. La ciencia trabaja con un tipo de verdades y la religión con otro tipo, no hay incompatibilidad, sólo diferentes objetivos y pedagogías. Un cristiano que sabe por la Biblia que Dios nos creó, puede aceptar la teoría de la evolución sin problemas. En este caso la Biblia nos dice qué hizo Dios, la ciencia nos cuenta cómo lo hizo.

Dicho esto, en la Biblia se usan muchos estilos literarios. No todo lo que se cuenta es historia, también hay mitos, cuentos y parábolas, e incluso los relatos históricos no están presentados con objetividad historicista, sino de tal forma que su significado sea obvio y comprensible.

Citando a Vaticano II:

«Habiendo, pues, hablado Dios en la Sagrada Escritura por hombres y a la manera humana, para que el intérprete de la Sagrada Escritura comprenda lo que Él quiso comunicarnos, debe investigar con atención lo que pretendieron expresar realmente los hagiógrafos [escritores sagrados] y plugo manifestar con las palabras de ellos.

Para descubrir la intención de los hagiógrafos, entre otras cosas, hay que atender a los géneros literarios. Puesto que la verdad se propone y se expresa de maneras diversas en los textos de diverso género: histórico, profético, poético o en otros géneros literarios. Conviene, además, que el intérprete investigue el sentido que intentó expresar y expresó el hagiógrafo en cada circunstancia según la condición de su tiempo y de su cultura, según los géneros literarios usados en su época. Pues para entender rectamente lo que el autor sagrado quiso afirmar en sus escritos, hay que atender cuidadosamente tanto a las formas nativas usadas de pensar, de hablar o de narrar vigentes en los tiempos del hagiógrafo, como a las que en aquella época solían usarse en el trato mutuo de los hombres.

Porque las palabras de Dios expresadas con lenguas humanas se han hecho semejantes al habla humana, como en otro tiempo el Verbo del Padre Eterno, tomada la carne de la debilidad humana, se hizo semejante a los hombres».
[Vaticano II]

Fin

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Comentarios

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6 respuestas a “La Biblia ¿palabra de Dios?”

  1. Avatar de Luciano Tanto
    Luciano Tanto

    Es una fábula. Creíble si eres ingenuo (aun sin saberlo), motivado por tu miedo a la muerte y la infantil promesa de esa exageración llamada «vida eterna»). Ustedes, de la página, revisen y censuren. Grcs.

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    1. Avatar de Christian M. Valparaíso

      Tal vez el que peca de ingenuo (sin saberlo) estés siendo tú. Uno puede creer en estas cosas por pura fe, corroborado luego por sus vivencias, pero te aseguro que somos muchos los que hemos hecho profundos estudios sobre nuestra religión y hemos necesitado una sólida línea de razonamientos y pruebas. Podrías empezar por estudiar a fondo todo lo que la ciencia nos dice sobre el origen del universo y de qué modo eso implica necesariamente la existencia de Dios. A partir de ahí hay también argumentos y pruebas históricas convincentes para asumir que ese Dios es el mismo que se hizo hombre hace 2000 años. Si estudias a fondo todo eso tal vez puedas decidir si la palabra «ingenuo» es más exacta dirigida a nosotros o dirigida a ti. ¿De verdad crees que con decir «yo solo creo en lo que se puede experimentar físicamente» ya has resuelto todos los enigmas del universo? No te lo digo como reproche, te lo digo para que reflexiones un poco sobre si la visión que tienes de la realidad tiene que ser necesariamente la correcta o no. Antes de ser católico yo me planteé esa pregunta seriamente y por eso estoy hoy aquí. Quienes nunca se lo plantean en serio, o se lo plantean pero no investigan, se quedarán como están. Lo del miedo a la muerte es un cliché, no es buen argumento. Así que si de verdad quieres profundizar sobre la realidad y las pruebas que existen sobre la existencia o no de Dios y la razonabilidad del cristianismo, sería buena idea empezar por un libro que condensa todo eso: «Fe Razonable», por William Craig.
      Saludos

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  2. Avatar de Gustavo
    Gustavo

    Seria correcto decir que la Biblia en si no es Palabra de Dios.? Palabra de Dios viene a ser toda vez que haga una Lectio por ejemplo y la interprete a la luz del Magisterio de la Iglesia, de lo contrario caeriamos en la libre interpretación con todo su resultado que ya sabemos, de modo que no sería Palabra de Dios.

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    1. Avatar de Christian M. Valparaíso

      No Gustavo, en ese caso podríamos llamar Palabra de Dios igualmente a los escritos de Santa Teresa si la Iglesia los lee e interpreta a la luz de su Magisterio.

      La Biblia es Palabra de Dios porque Dios inspiró a esos escritores de modo que, aunque se expresaran según sus recursos, escribieran todo lo que Dios quería que escribieran y nada más. Lo que ocurre es que el lenguaje humano no es inequívoco como el humano sino interpretable según el contexto (cultural, histórico, situacional, personal, etc.) y por eso cualquier texto, por muy bien expresado que esté, tiene que ser interpretaddo correctamente, y en el caso de la Biblia la interpretación debe tener todas las garantías de ser correcta, y para eso Jesús invistió a la Iglesia de poder para ello.

      El hecho de que necesite una interpretación correcta no supone que la Palabra de Dios no sea la escrita en la Biblia, sino la interpretación. La Palabra de Dios es la de la Biblia, pero sólo podemos comprenderla fielmente a través de la interpretación de la Iglesia.

      Si no sabes inglés, leer las obras de Shakespeare no significará nada para ti, será necesaria una buena traducción al español para que las comprendas. Pero eso no significa que las auténticas palabras de Shakespeare sean la traducción española, no, las palabras de Shakespeare son las inglesas, y la traducción es la herramienta que te permite comprenderlas correctamente. Del mismo modo la Palabra de Dios es la Biblia, y la interpretación de la Iglesia es lo que te permite a ti entenderlas correctamente.

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  3. Avatar de Juan Pablo
    Juan Pablo

    Muy buen artículo y muy bien explicado. Muchas felicidades

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  4. Avatar de maria

    La biblia como libro inteligente esta bien, tratar de decodificar el mensaje de Dios con nuestro corto entendimiento es complicado, cuando observas que la gente que habla mucho de ella luego no pone en práctica nada de lo que ahí hay escrito es aun mas difícil de entender, obrar con el ejemplo sería lo mas convincente, amar a Dios de obras y no tan solo de palabras. Como quiera que sea la Biblia es un libro interesante.

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