Cabecera Apologia 2.1

Principales actores del Concilio de Nicea

Portada: protagonistas de Nicea

Este artículo forma parte de la serie de artículos destinados a esclarecer lo que pasó en el Concilio de Nicea en el año 325 (ver índice). Dentro de nuestro intento de describir el contexto histórico del que parte el concilio, nos fijaremos ahora en quiénes eran sus más destacados protagonistas.

Al Concilio de Nicea acudieron muchos obispos e incluso el mismo emperador Constantino, pero como es normal en estas ocasiones, un grupo de personas se destacan como los que más influencia tuvieron en el desarrollo de los acontecimientos. Lo que hoy sabemos sobre el concilio nos ha llegado de diversas fuentes, y todas ellas están de acuerdo en que al hablar de Nicea tenemos que hablar sobre todo de 5 personas que destacaron muy por encima de los demás. Estas cinco personas, además, representan todas las posturas y posiciones del concilio. Para entender mejor qué pasó allí tenemos antes que conocer un poco a estos actores principales, sus ideas y su contexto.

Los personajes de nuestra historia

Los principales actores del Concilio de Nicea, cuyos nombres conviene recordar, son los siguientes:

1- Constantino I: El emperador que legalizó el cristianismo y convocó el concilio.
2- Arrio: Creador de la herejía arriana, la que provocó la convocatoria del concilio.
3- Osio de Córdoba: Obispo de Córdoba, consejero del emperador y quien presidió el concilio.
4- Atanasio de Alejandría: Principal luchador contra el arrianismo, dentro y fuera del concilio.
5- Eusebio de Cesarea: Obispo de Cesarea, Palestina. Arriano moderado. Gran historiador de la Iglesia.

Veamos ahora a cada personaje con más detalle.

Arrio y el arrianismo

Arrio

Arrio era un presbítero y predicador originario de Libia que ejerció el sacerdocio en Alejandría. Sus grandes dotes oratorias y la claridad de sus exposiciones sedujeron a la gente sencilla y atrajeron el interés de obispos. Pronto entró en conflicto con su obispo Alejandro, en el año 318. El choque se debió a las diferencias sobre cómo expresar la comprensión cristiana de Dios usando el lenguaje filosófico normal para que la gente común pudiera entenderlo bien. Entre finales del siglo II y principios del III habían aparecido diversas teorías heréticas sobre la naturaleza de Jesús con respecto al Padre, así que este era un asunto muy sensible. En general no se negaba su divinidad, pero el origen y la manera de encarnarse generó diversas opiniones. La visión más simple era, además, la mayoritariamente aceptada, que tal como dijo Jesús, Jesús y el Padre son uno, pero a la hora de explicar el hecho de que Jesús es Dios pero a la vez era diferente al Padre, fácilmente se caía en ideas originales que afectaban a la naturaleza de Jesús.

El obispo Alejandro defendía que la Biblia presenta a Jesús eterno, igual que al Padre. Arrio consideraba esta idea herética porque en su opinión daba argumentos a las ideas de un grupo de herejes llamados “sabelianos”, los cuales decían que el Hijo no era distinto al Padre, sino solo un modo diferente de manifestarse. Por el contrario Arrio enfatizaba la diferencia entre el Padre y el Hijo y la basaba en que el Padre es eterno pero, en algún momento, creó al Hijo, antes de todas las cosas. Así que Jesús, aunque es un ser divino, sería una creación del Padre, de diferente naturaleza. Desde el punto de vista de Arrio, considerar a Jesús como Dios significaría caer en el politeísmo de los paganos, por eso su posición era tan firme e inquebrantable como la de los obispos ortodoxos:

“Dios no siempre fue Padre" sino que "hubo un tiempo en que Dios estaba solo y aún no era Padre, pero después se convirtió en Padre”. “El Hijo no existió siempre”; pues, así como todas las cosas se hicieron de la nada, y todas las criaturas y obras existentes fueron hechas, también la Palabra de Dios misma fue "hecha de la nada" y "hubo un tiempo en que no existió" y "Él no existió antes de su origen", sino que Él y otros "tuvo un origen de creación". Pues Dios, dice, "estaba solo, y la Palabra aún no era, ni tampoco la Sabiduría. Entonces, al desear darnos forma, Él hizo a cierto ser y lo llamó Palabra, Sabiduría e Hijo, para que pudiera darnos forma por medio de Él”. (Atanasio de Alejandría citando a Arriano en su obra “Primer discurso contra los arrianos”)

Este problema era frecuente, por intentar combatir una herejía acababan enfatizando demasiado su contrario y terminaban cayendo en otra. Esto apenas ocurría en Occidente donde, mucho más prácticos, les bastaba aceptar el misterio de que el Padre es Dios, y Jesús es Dios y el Espíritu Santo es Dios y aún así no hay más Dios que uno sin que por ello se confundan los tres. Es lo que más tarde se llamaría el misterio de la Santísima Trinidad. Pero los cristianos orientales, herederos de los filósofos clásicos, preferían indagar en el misterio, de ahí la cantidad de herejías que surgieron. Sin embargo esta nueva herejía, la defendida por Arrio, adquirió una relevancia especial porque pronto se sumaron a él obispos de diversas ciudades y parecía que su avance sería rápido. Fue el primer gran cisma dentro del cristianismo, solo comparable al de la Ruptura Protestante.

El emperador buscaba cohesionar su recién unificado imperio con un cristianismo sólido y homogéneo, y ahora que lo había legalizado resulta que empieza a dividirse. Decidió mandar a su amigo, el obispo de Córdoba, Osio, a mediar en la polémica de Alejandría. No fue posible reconciliar las partes así que se convocó un concilio y allí se declaró a Arrio herético y fue expulsado de Egipto. Le acogió sin embargo el obispo de Nicomedia, Eusebio, el cual sería su principal valedor en Nicea.

Como la influencia de Arrio siguió creciendo, la Iglesia se alarmó y la tensión aumentó. Aconsejado por Osio de Córdoba, el emperador Constantino convocará a todos los obispos cristianos a un concilio ecuménico donde pudieran reconciliar sus diferencias.

Eusebio de Cesarea

Eusebio de Cesarea

Eusebio era obispo de la ciudad Palestina de Cesarea Marítima y arriano moderado (de los que buscaban un consenso entre ambas doctrinas). Su principal mérito fue ser el primer historiador de la Iglesia, recopilando en su extensa Historia Eclesiastica toda la información disponible desde la época de los apóstoles hasta sus días. No era un gran teólogo ni un gran pensador, pero sí demostró ser un gran historiador y compilador. Gracias a su sistemática costumbre de citar las fuentes originales literalmente, tenemos hoy acceso a muchos fragmentos de textos que han desaparecido. Sus descripciones de Constantino, no obstante, parecen excesivamente cargadas de subjetividad. Por fortuna disponemos de otras fuentes más objetivas que nos narran igualmente lo ocurrido en el concilio.

El Concilio de Nicea, desde su primera fase de preparación –antes de la llegada del emperador- hasta su clausura, constó de reuniones diarias. San Atanasio (la figura más destacada allí) nos dice que las actividades no se vieron en modo alguno perturbadas por la presencia del emperador a partir del día de su llegada. Las opiniones de que el emperador dirigió y controló todas las cuestiones, incluidas las doctrinales, se basan en exagerar las narraciones de Eusebio de Cesarea.

Eusebio era un gran admirador del emperador y pronto logró caerle en gracia. En su filosofía personal sobre cómo debía ser la Iglesia, estaba la fusión de Iglesia y Estado como la forma ideal de poder construir el Reino de Dios en la tierra. Cuando Constantino legalizó y después apoyó activamente a la Iglesia, Eusebio creyó ver llegado el momento en que esa fusión tendría lugar, y estaba entusiasmado, convencido de que Constantino sería esa figura mesiánica que su filosofía necesitaba. Hoy dicen incluso que Eusebio calificaba a Constantino como “obispo de los obispos” (cita falsa, dicho sea de paso) lo que en la práctica le otorgaría las funciones de papa, pero papa ya existía y Constantino nunca dio muestras de querer tal papel y tampoco de ejercerlo.

Esa visión tan subjetivamente ideológica de Eusebio tiñó sus textos sobre el emperador y sobre el Concilio de Nicea, realzando el papel de Constantino muy por encima de lo que otras fuentes nos cuentan, dando pie a que los modernos detractores usen sus textos, exagerándolos e incluso torciéndolos, para apoyar sus teorías. Pero incluso ateniéndonos a lo que dice Eusebio y sin añadir deducciones e imaginaciones ajenas, no es posible decir que Constantino impuso al concilio su nueva doctrina. En cualquier caso la filosofía de Eusebio era suya y solo suya, no era compartida por el resto de los obispos, que estaban más interesados en defender su autonomía en asuntos de fe que en permitir que el poder estatal les influyera, y eso lo demostraron en muchas ocasiones que pronto surgirían.

Esa profunda admiración mesiánica que sentía el arriano Eusebio por el emperador la podemos ver en la descripción que hace de la entrada del emperador en la sala del concilio el primer día que se incorpora:

[

Cruzó la sala atravesando la asamblea como un mensajero enviado por Dios, cubierto en vestiduras que brillaban como si fueran rayos de luz reflejando el fulgor radiante de su túnica púrpura y adornado con el brillante esplendor del oro y las piedras preciosas. (Historia Eclesiastica, IX)

Como podemos imaginar por este comienzo, lo que Eusebio nos cuenta de Constantino no parece ser precisamente objetivo, parecen mucho más fiables las narraciones que otros obispos nos hacen. Pero incluso Eusebio, en toda su admiración, no nos presenta a un emperador que dirige el concilio e influye en sus decisiones de manera decisiva, nos lo presenta como velando por el concilio como un observador discreto, sin intervenir en las votaciones, lo que no encaja con ese título de “obispo de los obispos” que equivocadamente dicen hoy que el propio Eusebio le atribuye.

Al principio del concilio Eusebio hace un discurso defendiendo a los arrianos, creyendo que sería fácil convencer a los demás de lo razonable de sus ideas. El rechazo fue tan fuerte que rápidamente dio marcha atrás, aunque durante todo el concilio ejerció una posición mediadora buscando la reconciliación de ambas partes con la esperanza de llegar a un punto común de entendimiento, una doctrina que todos pudieran aceptar. Cuando se convenció de que tal punto medio no sería posible, acabó aceptando el consenso mayoritario y firmando los acuerdos finales. Sin embargo más tarde persistió en su herejía y volvió a defender el arrianismo, aunque intentando hacer equilibrios para no ser declarado hereje. Aún así, en el siguiente concilio, el de Constantinopla, Eusebio perdió el título de “defensor de la fe” por sus doctrinas poco ortodoxas, y no fue convocado.

Por tanto, aunque como historiador eclesiástico Eusebio ha demostrado ser un gran cronista, como miembro del Concilio de Nicea no podemos olvidar que tenía una visión personal que le hacía considerar el concilio como algo muy diferente de lo que buscaban los demás, y que además era un hereje, precisamente representante de la herejía que el concilio buscaba destruir. Considerar que la visión que Eusebio tenía del concilio es la correcta y que la visión que nos dan otros obispos está distorsionada es tanto como decir que la minoría arriana era la representante de la verdadera doctrina y que todos los demás, la gran mayoría, incluido todo Occidente, eran herejes que siempre habían estado equivocados. Pero eso es precisamente lo que defienden algunas iglesias protestantes y paraprotestantes (como mormones o testigos de Jehová) cuando afirman que la doctrina de Nicea es herética y que los arrianos y otros grupos posteriores eran la verdadera Iglesia. A esas iglesias habría que recordarles que si tuviesen delante a un obispo arriano del año 325, lo que se encontrarían, para su disgusto, sería a un perfecto obispo católico con ciertas ideas heréticas sobre la naturaleza de Jesús, pero que en todo lo demás sería tan católico como pueda serlo hoy el arzobispo de Toledo.

Atanasio de Alejandría

San Atanasio de Alejandría

Obispo de Alejandría, donde se originó la controversia arriana, y principal defensor de la doctrina ortodoxa frente a la herejía de Arrio. No acudió al concilio como obispo, sino como joven diácono acompañante de su anciano obispo, Alejandro de Alejandría, aunque después de la muerte de este, tres años después del concilio, ocuparía el cargo él mismo. A pesar de su juventud y de no ser aún obispo, se convirtió por méritos propios en uno de los principales oradores en los debates. Nos dejó narraciones del concilio. Era uno de los confesores, superviviente de la tortura y la persecución, y eso le confería también un aura de respetabilidad que vencía a su joven edad.

[

Dios existe desde la eternidad: y si el Padre existe desde la eternidad, también existe desde la eternidad lo que es su resplandor, es decir, su Verbo. Además, Dios, «el que es» (ὁ ὤν), tiene de sí mismo el que es su Verbo: el Verbo no es algo que antes no existía y luego vino a la existencia, ni hubo un tiempo en que el Padre estuviera sin Logos (ciencia) (ἄλογος). La audacia dirigida contra el Hijo llega a tocar con su blasfemia al mismo Padre, ya que lo concibe sin Sabiduría, sin Logos, sin Hijo... (Oraciones contra los arrianos I, 25-26)

Su firme oposición al arrianismo causó posteriormente que fuera arrestado y desterrado cada vez que el emperador se inclinaba por los arrianos, lo que ocurrió cinco veces, una con Constantino y el resto con sus sucesores arrianos y uno pagano (Julián el Apóstata). Por todos los medios intentaron hacerle claudicar y aceptar el arrianismo, pero siempre se mantuvo fuerte y defensor de la ortodoxia, lo que le granjeo la admiración e incluso el fervor popular. Fue gracias al enorme apoyo popular como se salvó de cosas peores, y una y otra vez el emperador acababa restituyéndole en su cátedra… para volver a arremeter contra él en cuanto sus enemigos arrianos en la corte le presionaban. Finalmente, ya anciano y aún firme en su fe primera, el emperador le permite regresar a su sede, donde vivirá en paz sus últimos días.

Es venerado por las iglesias católica, ortodoxa y anglicana como santo confesor.

Osio de Córdoba

Osio de Córdoba

Obispo de la ciudad hispana de Córdoba desde el 294 hasta el 356. Originario de una familia de buena posición, era culto y muy bien formado, un líder nato. Durante las persecuciones padeció tormentos por no renunciar a su fe y fue desterrado. Asistió al concilio de Elvira, Hispania, cerca de la actual Granada. Este concilio influiría en el de Nicea porque algunos cánones allí aprobados se copiaron luego en el otro, lo cual sería una prueba más de la influencia que tuvo Osio en dicho concilio.

Después del concilio de Elvira marchó a Roma, donde se convertiría en consejero y hombre de confianza del emperador. Desde esa posición contribuyó a la conversión de Constantino. En defensa de la ortodoxia fue un firme combatiente contra las herejías donatistas y arrianas. Enviado por el emperador, viajó a Alejandría buscando resolver el conflicto arriano pero al no tener éxito aconsejó al emperador que convocara un concilio ecuménico, que sería organizado ese mismo año en Nicea. Presidió dicho concilio, donde también destacó defendiendo la ortodoxia, y según Atanasio fue él quien recurrió a la famosa palabra “homo-ousios” (de la misma naturaleza) para fijar de forma comprensible y clara la doctrina tradicional sobre Jesús (de la misma naturaleza que el Padre).

Sus enemigos arrianos finalmente lograron que el emperador se volviera contra él. Constancio II intentó obligarle mediante amenazas y presiones para que condenase a San Atanasio y declarase el arrianismo como doctrina conforme a la ortodoxia, pero Osio se opuso a las presiones del emperador con la misma fuerza que siempre se opuso a la herejía, con lo cual el ya anciano obispo fue azotado, atormentado y, al negarse a firmar la condena, finalmente depuesto y exiliado en el 356, muriendo al año siguiente, a los 101 años de edad.

Entre sus obras figuran las resoluciones sometidas a los concilios de Nicea y Sárdica, y dos libros perdidos: De laude virginitatem, y De interpretatione vestium sacerdotalium. Es venerado como santo confesor por la Iglesia ortodoxa griega.

Constantino

Constantino

Constantino I, también conocido como Constantino el Grande, subió al trono imperial en el año 306, siendo uno de los cuatro emperadores (tetrarquía romana). En el 312 vence a Majencio en la batalla del Puente Milvio, a las afueras de Roma, y se convierte en emperador de Oriente, junto con Licinio, que será emperador de Occidente. Según contó el propio Constantino, antes de la batalla vio en el cielo el símbolo de la cruz y bajo ella la inscripción In Hoc Signo Vinces (con este signo vencerás). A causa de esa visión, según él, se convirtió al cristianismo. Con visión o sin ella, parece que el obispo Osio de Córdoba tuvo mucho que ver con su conversión, aunque no quiso ser bautizado hasta el final de su vida. Muchos ponen en duda la sinceridad de su nueva fe, o al menos la profundidad de ella, pero no resulta misterioso pensar que, siendo su madre la muy devota Santa Elena, su hijo terminase abrazando su misma fe. De lo contrario, parece más probable que si quería favorecer a una religión particular hubiera elegido el mitraísmo, igualmente extendido por todo el imperio y con más adeptos que el cristianismo, y también más similar a la cultura clásica y a su propia religión anterior (el culto al Sol Invicto), con lo que la asimilación de la ciudadanía hubiera parecido ser más sencilla y rápida.

A los pocos meses, en el 313, también por incitación de Osio, firmó el Edicto de Milán (o edicto de tolerancia) por el cual se legalizaba el cristianismo como un culto permitido más y se ponía fin así a las severas persecuciones contra la Iglesia. Es importante recalcar que este fue un edicto que legalizaba al cristianismo, no que lo hacía oficial y mucho menos que lo convertía en obligatorio. Algunos opinan que al convertirse el cristianismo en obligatorio en pocos años se degradó porque los nuevos conversos forzados seguían siendo paganos de corazón y contaminaron la Iglesia, pero esto no es cierto, aunque Constantino favoreció a la Iglesia, fue tolerante con todas las religiones y nadie fue perseguido por su fe (salvo arrianos o católicos según las inclinaciones de los sucesivos emperadores).

Constantino compartirá el imperio con Licinio hasta el año 324, cuando Licinio será derrotado y queda así el imperio finalmente unificado bajo un solo emperador, Constantino I. Era un gran estadista y pareció entender que en un mundo decadente que se resquebrajaba por todas partes, el cristianismo, con toda su fuerza y pasión, podía ser un buen aglutinante que renovara las esperanzas de una era agotada. Por eso se alarmó cuando la herejía arriana levantó en la Iglesia Oriental tanto revuelo. Lo último que necesitaba Constantino es que, recién unificado su imperio, esa Iglesia se rompiera antes de empezar a cohesionarlo. No estaba Constantino tan interesado en los detalles finos de la doctrina como en el hecho de que la Iglesia se mantuviese en paz y unida. La pobre formación doctrinal y filosófica que reflejan sus escritos hace casi imposible que él pudiese intervenir en discusiones doctrinales muy sutiles tal como algunos afirman hoy. Él mismo escribió una carta donde decía:

Mi designio era, entonces, primeramente traer los diversos juicios encontrados por todas las naciones con relación a la Deidad a una condición, por así decirlo, de uniformidad acordada; y, en segundo lugar, restaurar un tono saludable al sistema del mundo . . . 

Algunos interpretan este texto como la prueba de que en el concilio había gentes de todas las religiones para poder llegar a una fusión de todas las creencias del imperio, resultando en el catolicismo. Pero eso es simplemente incompatible con toda la documentación histórica: el concilio convocó solo a obispos cristianos, y suyas son las actas y las firmas de los acuerdos. No estamos ante una fábula o un antiguo recuerdo, se conservan documentos y datos en qué basarnos y testimonios de algunos de los allí presentes. No se puede coger un fragmento aislado, interpretarlo a capricho e ignorar todos los demás textos, aunque esta metodología es la habitual en algunas iglesias. Lo que sí vemos aquí claro es que la intención del emperador no era condenar la herejía arriana, como al final hizo el concilio, sino simplemente buscar un acuerdo que satisficiera a todos. Si en algún momento hubiera soñado con controlar el concilio, que no parece el caso, entonces este se le fue claramente de las manos.

Constantino I

Siendo su único interés el de que los obispos se pusieran de acuerdo y finalizasen sus divisiones, en diferentes momentos apoyó a diversas partes en temas teológicos según qué lado pensaba él que le sería más útil para lograr que se restableciera la paz. Sin duda minusvaloró la tozudez con la que los obispos curtidos en la persecución y la tortura defenderían sus doctrinas. En cualquier caso, al comienzo del concilio dijo que defendería y haría cumplir los acuerdos allí tomados y fue fiel a su palabra. Sin embargo sus simpatías parecían luego estar con los arrianos, a los que intentó favorecer, siendo bautizado poco antes de morir por el obispo arriano Eusebio de Nicomedia.

Muchos dicen que este bautismo en su lecho de muerte es la prueba de que en realidad nunca fue cristiano y solo utilizó el cristianismo como base para crear una religión estatal a su conveniencia. La realidad es que no eran pocos los cristianos orientales que posponían su bautismo al final de sus días, y lo hacían por una consideración teológica muy importantes: el bautismo es un sacramento que purifica y limpia los pecados. La confesión necesita un auténtico arrepentimiento y un sincero propósito de enmienda, el bautismo no. Si uno se bautizaba en su lecho de muerte la salvación estaba así garantizada sin necesidad de esfuerzos ni requisitos.

Pero además, Constantino tenía otro motivo político para esperarse al final: si no estaba bautizado se encontraba fuera del control de la Iglesia. Un bautizado podía ser excomulgado, un no bautizado no. De haber estado bautizado, al inclinarse de nuevo por los arrianos el resto de obispos le habrían excomulgado y en esa situación habría quedado deshonrado y habría perdido el apoyo de la población cristiana. De este modo, tenía las manos libres para hacer lo que quisiera sin que la Iglesia le pudiese repudiar por ello. Años después, el emperador Teodosio I, bautizado, reprimió una revuelta en Tesalónica con la muerte de 7.000 personas. El arzobispo Ambrosio de Milán le excomulgó por ello y Teodosio tuvo que hacer penitencia pública para pedir perdón. Eso no le hubiese ocurrido nunca a Constantino.

En nuestro próximo artículo hablaremos de qué fue el primer Concilio de Nicea y cómo se desarrolló:

El Concilio de Nicea

Este artículo pertenece a la subserie:

línea - separadorConstantino
[Haga clic sobre el banner para acceder al índice de la serie completa]
línea - separador

Esta subserie pertenece a los artículos sobre el tema:

línea - separador[Haga clic sobre este banner para acceder al índice de la serie completa]

Fin

Publicado el

en las categorías:

,

por

Etiquetas:

tiempo de lectura estimado:

20 minutos

Comentarios

Por favor, sea educado, los comentarios que muestren malos modales o se escriban todo en mayúsculas serán ignorados. Si tiene la amabilidad de empezar diciendo cuál es su religión/denominación, eso nos ayudará mucho a estar mejor enfocados en la respuesta en caso de que se necesite contestar.

Deje su comentario (será publicado aquí tras ser revisado)

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.

6 respuestas a “Principales actores del Concilio de Nicea”

  1. Avatar de Fontamur

    Acostumbro cada tarde buscar articulos para pasar un buen rato leyendo y de esta forma he localizado vuestra web. La verdad me ha gustado el articulo y pienso volver para seguir pasando buenos ratos.

    Me gusta

  2. Avatar de Elzevierg@gm
    Elzevierg@gm

    Està es una clara manipulacion de la iglesia católica romana que dió persecucion a Arrianos que huyerron a los paises bajos a la muerte de Costantino y Nestorianos que se refugiaron entre los monasterios pre-musulmanes de la Mecca, Medina , Persia, la India y China, etc. Y por igual con los cristianos en Grecia. En ese tiempo no les molestaba la presencia judaisante a la iglesia católica en busca de màs poder legal que pudieran resivir de Costantino.
    Constantino nombró a un sucesor Arriano antes de su muerte y la iglesia católica no lo pudo excomulgar por no ser católico.
    Costantino no unificó el catolicismo-Estado pagano, el 31 de Marzo de 321del Edicto de Milàn y la evidencia esta en el Vaticano cuando la iglesia catolica occidental exige obediencia absoluta a la iglesia oriental ortodoxa que coexiste por pocas centurias con la iglesia católica romana hasta que el papado de Roma en envestidura de Pontifex Maximus de la dinastia papal a semejanza de la dinastia de Czesares que eran Pontifex Maximus en el templo de Tuscany dedicado a Jupiter no se consolida en Constantinopla si no en Roma, utilizando a los cristianos Romanos como escaparate de intrigas.
    Los católicos estaban en las graderias en la audiencia del espectaculo del circo del Coliseo Romano disfrutando la muerte de los martires como hisieron con los judios en Europa y testigos del triangulo purpura, gitanos, homosexuales mediante ayudar al católico Hitler a llegar al poder, no exterminó a los católicos NO JUDIOS, NO CRISTIANOS!😲😲😲😲😲😲😲😲😲😲😲😲😲😲😲😲😲
    EL Edicto de Milàn del 321se les reconoce su presencia como OTRA MÀS DE LAS RELIGIONES TRINITARIAS PAGANAS en el Imperio de Constantino NO COMO RELIGION OFICIAL DEL IMPERIO y del Concilio de Nicea de 325 en el que la ambicion de la iglesia católica no resolvió resolver la enemistad de culto DENTRO DE ESTA por lo que Costantino no cedió las riendas de su imperio a Roma y toleró diferentes cultos paganos ya establecidos en el imperio hellenico-romano. Constantino para la población pagana Griega era hijo de Zeus y vivió como pagano, asi como Augusto Czesar era hijo de Jupiter en Roma y la iglesia católica no era parte del paganismo Estado-religioso del Emperador Romano , con templo en Tuscany, donde las familias burguesas Romanas de mayor influencia politica asistian y los católicos codiciaban.

    Católico y cristiano son dos terminos muy diferentes.
    Durante el cristianismo verdadero en el imperio de Costantino, los Arrianos católicos y los católicos Romanos luchaban por reconocimiento y poder sobre el estado.
    Los cristianos verdaderos no tenian deseos de desobedecer a Cristo quièn dijó «Mi Reino no es de esta fuente», de estè sistema terrenal mundano.
    Jamàs los cristianos primitivos tenian discucion sobre la divinidad monoteista a adorar a YHWH Y la persona del principe heredero al Reino a obecer como APOSTOL enviado por su Padre como PROFETA REDENTOR (Hebreos 1:1,2), dos personas espirituales definidas DISTINTAS unidas por el amor FAMILIAR y la segunda sujeta a obedecer a la primera tanto en su pre-existencia celestial (Marcos 12:1-12) como el hijo del hombre prefigurado por Isaias.
    Hasta satanas que conocia a Jesus en su
    pre-existencia celestial como Miguel Arcangel , El prefigurado PRINCIPE (Salem) a favor del pueblo de Daniel.
    Satanas lo sabia distinguir entre ‘El Guibbhor(Isaias 9:6) de ‘El Shaddai (YHWH) y Elyõn (YHWH) (Salmo 97:5,9 y Salmo 83:18) para decirle «Si eres Hijo (Ben monogenes) de Dios (ha ‘Elohim) di a estas piedras…» (Mateo 4:4, 5)
    La vida espiritual de millones de personas està en la balanza por tantas divisiones de la iglesia católica en otras iglesias trinitarias que no reconocen su autoridad como el Reino, Estado-religioso del Reino en la tierra, que no es dotrina cristiana extraida de la Biblia.

    Me gusta

    1. Avatar de Christian M. Valparaíso

      Sinceramente Elzevierg, no sé de dónde has sacado esos supuestos datos históricos que viertes aquí pero la mayoría son tan fantasiosos que para replicar a todos ellos tendría que contarte la historia del cristianismo desde la ascensión de Jesús hasta el día de hoy practicamente. Por favor, no te creas cada panfleto y novela anticatólica que encuentres y procura informarte bien de las cosas, la salvación de tu alma depende en parte de ello. Rezaremos por ti.

      Me gusta

      1. Avatar de Juan Gómez
        Juan Gómez

        Me da risa que cuando no hay argumentos, se escudan en la imagianción. El gran ejemplo es Elzevierg. Saludos y Bendiciones.

        Me gusta

  3. Avatar de Jesus
    Jesus

    Sencillamente los concilios son Guiados por el Espiritu Santo en la iglesia.

    Me gusta

Contenido relacionado:

Crea una web o blog en WordPress.com