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Pero ¿debería llamarse Jesús o Emmanuel?

Portada: pero debería llamarse Jesús o Emmanuel

Cuando los ateos señalan contradicciones bíblicas, una de ellas suele ser el asunto del nombre de Jesús. Los cristianos creemos que la siguiente profecía mesiánica hecha en Isaías se refiere a Jesús:

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Por eso el Señor mismo os dará un signo: mirad, la virgen está encinta y dará a luz un hijo, y lo pondrá por nombre Emanuel. (Isaías 7:14)

Pero el ángel que se aparece a José siete siglos más tarde parece haber olvidado por completo la antigua profecía o ¿acaso Dios se lo pensó mejor y buscó un nombre diferente? El caso es que cuando José descubre que María está embarazada, un ángel se le aparece en sueños y le dice:

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Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados. (Mateo 1:21)

«Jesús» en hebreo es Yehoshua (= Josué), que significa «Yahvé salva». En el siglo V a.C. el nombre se acortó a «Yeshua», de donde viene el griego “Iesous” (ou= u), transcrito en latín «Iesus» (con terminación «-us» de nominativo singular) y de ahí sale nuestro «Jesús» (= Dios salva). Pero si se profetizó que el Mesías se llamaría Emmanuel ¿por qué el ángel le dice a José que le ponga por nombre Jesús?

En la Biblia se considera que el nombre define a una persona, de igual manera que hoy en día hay psicólogos que opinan que el nombre o apellido de una persona, cuando tiene significado, tiene una profunda influencia en el desarrollo del individuo. Así pues, es frecuente entre los hebreos que se ponga al niño un nombre según lo que se cree que es o que será. De esto hay en la Biblia innumerables ejemplos. Lía pone a su hijo «Simeón», que significa literalmente «Dios escuchó», porque considera que el hijo es el resultado de que Dios haya escuchado sus súplicas: «Concibió otra vez y dio a luz un hijo, y dijo: «el Señor ha oído que yo era aborrecida y me ha dado también a éste». Y le llamó Simeón.» (Génesis 29:33). Cuando Lamec tuvo un hijo lo llamó «Noé», que significa «descanso», porque pensó que tener un hijo le permitiría algún día descansar del duro trabajo: «Lamec tenía 182 años cuando engendró un hijo, y le puso por nombre Noé, diciendo «Este nos consolará de nuestros afanes y de la fatiga de nuestras manos»» (Génesis 5:28-29).

Segunda Venida

Por tanto, el nombre que se le pone a una persona, según la mentalidad hebrea, nos está explicando quién es o qué función tiene. Pero los israelitas iban más allá, no solo daban al niño un nombre que explicaba su cualidad, sino que también podían expresar cualidades de la persona como si fuesen también sus nombres. En el Apocalipsis aparece Jesús victorioso cabalgando sobre un caballo blanco “y está vestido con un manto teñido de sangre. Su nombre es: «La Palabra de Dios»” (Apocalipsis 19:13).

Por todo esto, al decir Isaías que el Mesías se llamará «Emmanuel» (= Dios con nosotros), no está profetizando sobre el nombre de pila que tendrá, sino sobre quién será, cuál será su cualidad: el niño será Dios mismo habitando en medio de los hombres. Del mismo modo, el ángel de José sabe que el niño será Dios entre nosotros (definición), pero le pide a José que le ponga por nombre «Yeshua», que significa «Dios salva» (función). La profecía anuncia que el niño será Dios encarnado (Emmanuel), el ángel pide a José que le ponga el nombre que describirá su función: el niño es nuestro Señor que ha venido para salvarnos: «tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mateo 1:21).

Un israelita no encontraría ningún conflicto en este relato, pues sabe que en muchas ocasiones se ponía a alguien un nombre que en realidad era simplemente una «etiqueta» definitoria, sin significar necesariamente que ese era su nombre de pila. Este estilo hebreo sería como si, hablando de Juan el Bautista, dijésemos: «y delante de Jesús vino un hombre que se llamó Tormenta, porque sacudió las conciencias de las muchedumbres«. Tal tipo de figura literaria es también común en la Biblia, sin ser interpretado literalmente, como cuando Jesús llama a Juan y Santiago “Boanerges” (= hijos del trueno)

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Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno. (Marcos 3:17)

Sin embargo en otros casos el sobrenombre no se limita a ser algo descriptivo o simbólico y cuaja hasta el punto de que el nuevo nombre sustituye al original. De eso tenemos muchos ejemplos en la Biblia como cuando Jesús llama a Simón “Pedro” (= roca) porque será los cimientos sobre los que construirá su Iglesia (Mateo 16:18) o cuando Dios le da a Jacob el sobrenombre de “Israel” (= el que lucha contra Dios), porque ha luchado contra Dios y ha vencido (Génesis 32:29). Por tanto vemos que en la mentalidad bíblica el nombre de una persona define su naturaleza, pero además se le pueden aplicar otros sobrenombres descriptivos bien de modo puntual o de modo duradero. También forma parte del estilo expresivo hebreo el expresar la cualidad de alguien mediante la fórmula “su nombre es…”

El mismo Isaías, dos capítulos después de decirnos que el niño se llamará Emmanuel, nos dice que se llamará de varias otras formas, quedando así claro que no está hablando de cuál será su nombre de pila real, sino que simplemente está hablándonos de cómo será el niño, qué características tendrá:

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Pues ha nacido un niño para nosotros, y se nos ha dado un hijo, el cual lleva sobre sus hombros el principado, y tendrá por nombre  Admirable Consejero, Dios Fuerte,  Padre del Siglo Venidero, Príncipe de la Paz. (Isaías 9:5)
Virgen con niño Emmanuel

Igual que antes dijo Isaías: «y lo llamará con el nombre de Emmanuel» (=Dios con nosotros), ahora nos dice: «tendrá por nombre Zeruel» (=Dios Fuerte), etc. Así pues, respetando el mismo estilo con el que suele traducirse el versículo 9:5, y para no crear malentendidos, la traducción más clara del versículo 7:14 de Isaías sería: «la virgen encinta dará a luz un hijo, al cual llamará Dios con Nosotros«, que dicho con nuestro lenguaje moderno sería: «una virgen embarazada dará a luz un hijo y lo proclamará como Dios hecho hombre«.

Esto explica el hecho de que para el evangelista Mateo no suponga ninguna dificultad el mencionar a Emmanuel y a Jesús al mismo tiempo, pues no ve en ello ninguna contradicción:

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[dijo el ángel a José:] «Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: "La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emmanuel", que traducido significa: «Dios con nosotros». Al despertar, José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa, y sin que hubieran hecho vida en común, ella dio a luz un hijo, y él le puso el nombre de Jesús. (Mateo 1:21-25)

En tiempos de Jesús abundaban el nombre de Judas y el nombre de Simón. Esto se debió a los hermanos Judas y Simón Macabeo, caudillos militares y héroes libertadores, y los judíos creían que el mesías esperado sería alguien como ellos; por esa esperanza nombraban así a sus hijos. Si los judíos hubieran interpretado literalmente a Isaías, abundarían los nombres de Emmanuel por la misma razón y no hay evidencia de que así fuera.

Así pues Jesús es “Emmanuel”, porque Jesús es Dios habitando entre nosotros. Una traducción más exacta para nuestro estilo de expresión sería decir que “Jesús es Dios con nosotros”, la misma estructura que si decimos “Pablo es Apóstol de los gentiles” o “María es Madre de Dios” (= y el nombre de la doncella será Theotokos= Madre de Dios). Como suele ocurrir, los problemas de interpretación de la Biblia no son el resultado de la imperfección de esta, sino de la falta de conocimiento de quien tropieza en ella.

Pero por encima de dificultades lingüísticas, no dejemos de maravillarnos por lo que Isaías nos anuncia y lo que los evangelistas nos confirman como cumplido: Dios se hace hombre (Emmanuel) para salvarnos (Jesús); el Dios infinito, puro espíritu, eterno, perfecto, invisible, inconcebible e inabarcable, va a hacerse carne, va a ser al mismo tiempo creador y creatura, infinito y limitado, espíritu y materia, eterno y mortal, perfecto a nivel material solo hasta donde el plano físico permite, y de este modo se nos hará visible, concebible y abarcable para nuestra mente y nuestro corazón; y esta humanización de Dios no será un gesto puntual y pasajero, será un cambio radical y permanente en la naturaleza de Dios.

Tras resucitar, Jesús subió al cielo con su cuerpo glorioso de resucitado, y desde entonces una de las personas de la Trinidad es, y por siempre será, no solo divina sino también humana. Con la encarnación de Jesús, Dios no solo se sacrificó para salvarnos, también cambió su esencia para poder llegar hasta nosotros y permitirnos a nosotros llegar hasta él. Dios no solo habitó entre nosotros sino que se hizo por siempre uno de nosotros, y lo hizo por amor.

En la Nochebuena no levantes los ojos para mirar a Dios en el cielo, baja los ojos al pesebre y mira el milagro de ese indefenso niño dormido que es tu Dios y tu salvador y siente la grandeza de su milagro y la inmensidad de su amor.

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El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz: sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín. Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián. Porque todas las botas usadas en la refriega y las túnicas manchadas de sangre, serán presa de las llamas, pasto del fuego. Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: «Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz». Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto. (Isaías 9:1-6)
anunciación pastores

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En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Angel les dijo: «No temáis, porque os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto os servirá de señal: encontraréis a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres que ama el Señor». (Lucas 2:8-14)

¡ FELIZ NAVIDAD !

Nacimiento del Niño Dios
Fin

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86 respuestas a “Pero ¿debería llamarse Jesús o Emmanuel?”

  1. Avatar de Pablo Castagna
    Pablo Castagna

    Dios con nosotros no significa que yo o tu seamos Dios mismo, significa que Dios obra a través nuestro

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    1. Avatar de Christian M. Valparaíso

      Por supuesto, «Dios con nosotros» no significa que somos Dios, sino que Dios está con nosotros. Jesús es Dios con Nosotros porque es Dios hecho carne para habitar entre nosotros.

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  2. Avatar de Fernando
    Fernando

    Muy interesante la explicación, aunque lo que dice sobre el ejemplo de Pedro que el es la roca, porque la roca es Cristo, no Pedro.

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    1. Avatar de Christian M. Valparaíso

      La roca es Pedro, por eso Jesús le cambió el nombre y le llamó así. Hay argumentos de varios tipos que si te interesa puedes leer en nuestro artículo https://apologia21.com/2012/11/01/el-primado-de-pedro/
      Dios te bendiga

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