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María en la iglesia primitiva

Portada: María en la Iglesia primitiva

Llegó el momento de hablar de María, quién era realmente y qué pensaban de ella los primeros cristianos en los siglos del I al III.

Los protestantes afirman que la veneración de los católicos a la Virgen y a los santos es contaminación pagana y antibíblico, y en ambos casos utilizan su expresión favorita para estos casos ¿dónde está eso en la Biblia? El cristianismo no solo ha sido transmitido a través de la Biblia, también fue transmitido oralmente y custodiado por la Tradición, pero como a los protestantes solo les interesa lo que está escrito en la Biblia, investigaremos también en la Biblia en busca de huellas que esta doctrina haya dejado allí.

Puesto que muchos hoy acusan a la doctrina católica de ser el resultado de la paganización que Constantino hizo del cristianismo en Nicea, vamos a ver qué hay de cierto en todo ello. Este artículo pertenece a la serie: CONSTANTINO O LA IGLESIA PRIMITIVA. De los 10 puntos que nos dispusimos a analizar, veremos hoy la segunda parte del 6:

1- La presencia real de Jesús en la Eucaristía
2- La consideración de que la misa católica es un sacrificio
3- Jerarquización de la Iglesia
4- Refuerzo de la autoridad del obispo de Roma
5- Se da el nombre de “católica” a esta nueva iglesia que él fundó.
6- La veneración a la Virgen y a los santos
7- Divinización de Jesús
8- Celebración del día del Señor en domingo
9- Selección del canon bíblico
10- Creación del rito de la misa católica

6- La veneración a la Virgen y a los santos (2ª parte): María

Aunque muchos protestantes no lo crean así, la veneración a los santos y a María son dos aspectos de un mismo fenómeno, no dos cosas distintas. Se venera a María porque es la más santa de todos los seres humanos; su veneración (hiperdulia) es pues un caso hiperbólico de la veneración a los santos (dulia), algo distinto de lo que es adoración (latría), que solo ha de recibir Dios. Por tanto ambos tipos de veneración se basan en la creencia en la Comunión de los Santos, pero no es ese el tema de este artículo, sino el ver si Constantino fue el causante de esta veneración o ya existía antes de él. Veamos qué había al respecto en la Biblia y en la Iglesia Primitiva, antes del Concilio de Nicea (año 325).

Para entender pues el papel de María en la devoción cristiana es necesario entender qué es la Comunión de los Santos y qué raíces tiene esa creencia tanto en la Biblia como en la Iglesia primitiva, solo así podemos entender por qué los cristianos católicos y ortodoxos creemos en la intercesión de los santos y de María. Pero eso ya lo hemos analizado en la primera parte de este artículo, así que si aún no lo ha leído, sería buena idea empezar por allí: La veneración a la Virgen y a los santos (1ª parte).

Sobre María

Visitation

La Virgen, como la más santa de las creaturas, recibe una veneración especial y también es objeto de peregrinaciones. La veneración a María entra dentro del mismo esquema y lógica que la veneración a los demás santos, pero a ella siempre se la ha considerado como muy por encima del resto por ser el recipiente de la encarnación de Jesús. La propia Biblia da argumentos para considerar que María merece una veneración superior, aunque esencialmente del mismo tipo.

– En el saludo del arcángel Gabriel la llama “llena eres de gracia” (Lucas 1:28)

– Su prima Isabel la alaba diciendo “bendita tú entre todas las mujeres […] ¿De dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a visitarme?” (lucas 1:42 ss)

– María misma profetiza, llena de gozo: “He aquí que me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque el Todopoderoso ha hecho maravillas en mí” (Lucas 1:47)

– También estaba María con los apóstoles en el momento en que nació la Iglesia con la iluminación recibida por el Espíritu Santo en Pentecostés (Hechos 1:12-14+Hechos 2:1), siendo por tanto junto con los apóstoles la roca sobre la que se asienta la Iglesia. Y también estuvo junto a Jesús en los momentos clave: nacimiento, inicio del magisterio, muerte y resurrección, y también en el Apocalipsis, cuando Jesús regresa triunfante.

No es, pues, necesario inventarse una influencia pagana para explicar la gran veneración por María; si los primeros cristianos veneraban a los santos, ¿cómo no iban a venerar aún más a la santa madre que había llevado en su seno a Dios y que lo había criado? La explicación de sus detractores es o bien que Constantino introdujo en Nicea su culto (lo cual es históricamente falso, pues María no fue motivo de discusión en ese concilio) o bien que las multitudinarias conversiones de la época hicieron que numerosos paganos cristianizados mantuviesen sus antiguos cultos a las diosas madres y traspasaran a María esa misma devoción.

Artemisa, diosa madre de múltiples pechos
Artemisa, diosa madre de múltiples pechos

Comparar a María con las diosas-madre de la antigüedad es no entender nada sobre ella. María no pudo reemplazar a Isis o a Astarté o Diana en ese papel porque su papel era más bien el opuesto. Las diosas madre fueron una evolución de la original Diosa Madre, una personificación de la tierra como generadora de fertilidad y origen de todo. María sin embargo no era símbolo de la fertilidad sino de la Virginidad. Ella debía su gracia a ser la madre de Dios, no a haber engendrado a Dios ni creado el mundo, y está a mil años luz de los ritos de sexualidad asociados a las diosas madres paganas. Si lo único que traspasaron a María fue el cariño a una figura materna, más fácil sería explicar el fenómeno recurriendo al amor que sentían por sus propias madres que a la devoción que tenían por una diosa pagana. Pero este argumento sería igual de nocivo para un protestante que para un católico, pues un ateo diría rápidamente que sí, que en María sublimamos nuestro amor por nuestra madre y que igualmente en Dios sublimamos nuestro amor por nuestro padre, y que en realidad ambas figuras son producto de la psicología humana cuando no llega a superar totalmente la fase infantil y necesita seguir agarrándose a las figuras paterna y materna. Si uno piensa que eso no ocurre con su idea de Dios Padre, ¿por qué acusar de eso mismo a otros y decir que sin embargo sí les ocurre a ellos con su idea de María Madre?

Creemos en Dios porque existe, no porque queramos inventarnos un padre eterno, y creemos que María, con su maternidad, no solo fue madre de Jesús sino también de todos nosotros, que somos sus hermanos, y por eso Jesús lo atestiguó en la cruz mediante Juan, con su último aliento (Juan 19:26-30); y si sentimos un cariño especial por María no es por necesidades psicológicas, sino porque María se lo merece. ¿Tan extraño resulta venerar a quien es la madre de Jesús, de Dios? Probablemente la única razón por la que la mayoría de los protestantes (no todos) se despreocupan totalmente de María es como rechazo a lo que ellos consideran la idolatría católica, eso les impide acercarse aunque sea un poco. Se da la paradoja de que sienten, o parecen sentir, más respeto y admiración por los apóstoles de Jesús que por su propia madre, a pesar de que las alabanzas bíblicas a ella dirigidas no tienen parangón.

Por eso, como necesitan desacreditar la idea católica de que venerar a María sea correcto, muchos utilizan una vez más la práctica excusa de la paganización del concilio para meter también las doctrinas marianas en este saco y decir que se las inventó Constantino. Pero en cualquier caso podemos probar que esto no es cierto porque tenemos numerosos testimonios de que antes de Constantino los cristianos ya rendían a María una veneración no solo igual sino superior a los demás santos. Veamos algunas muestras.

“Diálogo con el Judío Trifón” (en torno al año 150), del mártir y apologista San Justino, es el primer texto conservado en donde se presenta a María como la nueva Eva (igual que Jesús es el nuevo Adán).  Si por una virgen nos llegó el pecado, por otra virgen nos llegó la salvación gracias a Jesús. Si la primera Eva hizo la voluntad de Satanás, la nueva Eva hizo la voluntad de Dios. Esta doctrina de la nueva Eva es fundamental para entender el desarrollo de la doctrina mariana posterior:

[

Nosotros comprendemos que El [Cristo] se hizo hombre por medio de la Virgen, a fin de que la desobediencia provocada por la serpiente terminase por el mismo camino por donde había comenzado. En efecto, Eva, virgen e intacta, habiendo concebido la palabra de la serpiente, dio a luz la desobediencia y la muerte; en cambio, la Virgen María, habiendo concebido fe y alegría [..] respondió: «Hágase en mí según tu palabra.» (San Justino, Diálogo con Trifón)
San Ireneo de lyon
San Ireneo de lyon

San Ireneo (también en el s.II), que fue discípulo de San Policarpo, a su vez discípulo del apóstol San Juan, nos expone también la doctrina de la nueva Eva, y considera a María nuestra más eminente abogada, o sea, la principal intercesora entre Jesús y los hombres (mientras que Jesús, como bien declara San Pablo, es el único mediador entre los hombres y Dios Padre).

[

Eva se mostró desobediente: desobedeció cuando era todavía virgen. Así como Eva, esposa de Adán pero todavía virgen [...] desobedeció, y por eso atrajo la muerte sobre ella misma y sobre todo el género humano, así María, desposada pero virgen, al obedecer, obtuvo la salvación para sí y para todo el género humano* [*no por sí misma sino por traer a Jesús]. […] Del mismo modo, el nudo formado por la desobediencia de Eva no ha podido ser desanudado más que por la obediencia de María. Lo que Eva virgen ató por su incredulidad, María virgen lo desató por su fe. (San Ireneo, Adversus Haerejes)

Que dos de los primeros padres de la Iglesia hablen de María como la nueva Eva demuestra que esta idea ya estaba extendida a mediados del siglo II, por lo que debía de ser doctrina más antigua y muy probablemente proceda de San Juan evangelista, pues es en sus escritos donde más fácilmente encontramos justificación para esta asociación. No olvidemos que pocos textos se han conservado de la Iglesia clandestina de los siglos I y II, y por tanto cuando vemos que una idea aparece por primera vez en un texto, eso no quiere decir que sea en ese texto donde por primera vez toma forma, sino que probablemente la idea ya estaba extendida e incluso quizá apareciera también en otros textos anteriores que, desgraciadamente, no se han conservado.

El protoevangelio de Santiago

Protoevangelio de Santiago
Protoevangelio de Santiago. Códex Tchacos, pg. 33. Finales del s.II

Así pues vemos que en cuanto comienza a desarrollarse la apología cristiana, la figura de María es mostrada ya como un elemento de máxima importancia. Pero también en del siglo II conservamos ya algunas muestras de devoción popular en imágenes y en escritos. Una prueba de que la figura de María era ya importante es que debido a lo poco que se cuenta de ella en los evangelios, muy pronto aparece un evangelio apócrifo que pretende rellenar ese vacío dándonos información sobre la Virgen. Los estudiosos dan la fecha aproximada del año 150, y la primera referencia a él que encontramos es a principios del siglo III, citado por Orígenes, el mismo que defendía que todo hombre que se asemeja a Cristo se convierte en hijo de María y a la que llamaba Theotokos (Madre de Dios).

Este protoevangelio, según los estudiosos, se basa en tradiciones orales que aún perduraban pero también en la imaginación de su redactor. Lo importante para nosotros ahora no es distinguir qué pueda ser histórico y qué pueda ser inventado, sino el hecho en sí de que la comunidad cristiana sintiera esa necesidad de saber mucho más de María, y también el hecho de que este protoevangelio, aun inventándose lo que quiera, nos muestra una historia de María que resultaba creíble para los cristianos de la época. Dicho de otra forma, la imagen de María que nos da este evangelio es un reflejo de lo que los cristianos de la primera mitad del siglo II pensaban sobre la Virgen, por eso nos resulta tan valioso para comprobar cómo era la figura de María en la devoción popular de los primeros cristianos.

Si la imagen que este libro diera de María hubiera sido innovadora, según la mentalidad de los cristianos de entonces habría sido declarado inmediatamente como peligrosa herejía. Pero vemos justo lo contrario, las afirmaciones de este evangelio apócrifo no solo no encuentran ninguna oposición sino que son recibidas con entusiasmo, lo que prueba que esa visión de María encajaba cómodamente con la ortodoxia establecida. Que este evangelio sobre María despertó un enorme interés en su época lo muestra el inusual hecho de que conservemos una gran cantidad de copias antiguas. Solo en griego conservamos 140 manuscritos, pero también tenemos copias de traducciones al siríaco, etiópico, copto, georgiano, eslavo antiguo, armenio, árabe, irlandés y latín. Es indudable que los cristianos de todas las iglesias tenían un gran interés por saber más de una figura a la que consideraban fundamental en su fe. En este protoevangelio se nos muestra ya a una María muy en línea con la teología católica actual. María es completamente pura y virgen antes, durante y después del parto y un modelo de santidad.

Concilio de Éfeso

Concilio de Éfeso, pintado por Vasily Surikov
Concilio de Éfeso, pintado por Vasily Surikov

Quienes afirman que María fue declarada madre de Dios en el Concilio de Nicea (año 325) bajo la influencia de Constantino, lo hacen solo por desconocimiento, porque parece que se ha puesto de moda asignar a Nicea y a Constantino todas las doctrinas católicas que rechazaron los protestantes. En realidad fue en el Concilio de Éfeso (año 431). Pero decir que es en ese concilio cuando “se decide” que María es madre de Dios es también un error. Los concilios no eran reuniones parlamentarias en las que los obispos deciden crear una nueva doctrina, eran simplemente reuniones en las que se intenta aclarar algún punto doctrinal que se ha empezado a poner en duda por alguna nueva herejía. Lo que se pretendía al declarar un dogma no era crear una doctrina nueva, sino defender una doctrina de siempre ante un nuevo ataque. Al final del concilio, San Cirilio hizo la siguiente declaración:

[

Te saludamos, oh, María, Madre de Dios, verdadero tesoro de todo el universo, antorcha que jamás se apagará, templo que nunca será destruido, sitio de refugio para todos los desamparados, por quien ha venido al mundo el que es bendito por los siglos. Por ti la Trinidad ha recibido más gloria en la tierra; por ti la cruz nos ha salvado; por ti los cielos se estremecen de alegría y los demonios son puestos en fuga; el enemigo del alma es lanzado al abismo y nosotros, débiles criaturas, somos elevados al puesto de honor.

En realidad, el problema que quiso resolver este concilio no estaba en la naturaleza de María, sino una vez más, en la de Jesús. Comenzó a surgir en el este una teoría que defendía que Jesús tenía dos naturalezas, la divina y la humana, pero eran dos naturalezas totalmente separadas e independientes, “como un hombre que se pone un vestido”. Esta teoría pasó bastante desapercibida hasta que Nestorio fue nombrado patriarca de Constantinopla y a principios del siglo V tuvo que intervenir ante un conflicto provocado por un monje que negaba el que María fuera madre de Dios. La explicación de Nestorio fue doblemente herética, pues no solo le dio la razón al monje, sino que su explicación suponía también un rechazo a la idea de que en Jesús hay dos naturalezas pero un solo ser: Nestorio dijo que María era solo madre de la naturaleza humana de Jesús, pero no de su naturaleza divina, o sea, era Kristotokos, pero no Theotokos.

Ante las acusaciones de heterodoxia, Nestorio, patriarca de Constantinopla, apela al juicio del papa Celestino I. Ante eso, el patriarca de Alejandría, Cirilo, apela también al papa y éste le da la razón, dándole poder para declarar al nestorianismo herético. Pero los acontecimientos se complicaron, Cirilo anatemizó a Nestorio con argumentos que no eran del todo claros y al final la situación se complicó más. Nestorio acudió al emperador y este decidió que lo mejor sería convocar un concilio ecuménico donde los obispos pudieran estudiar el asunto con detenimiento. El papa dio su visto bueno, envió delegados, y el concilio se inició el 22 de junio del año 431 en la ciudad de Éfeso. Y este es el texto principal de la decisión del concilio:

María madre de Dios

[

Por tanto, no decimos que la naturaleza del Verbo, transformada, se hizo carne; pero tampoco que se trasmutó en el hombre entero, compuesto de alma y cuerpo; sino, más bien, que habiendo unido consigo el Verbo, según hipóstasis o persona, la carne animada de alma racional, se hizo hombre de modo inefable e incomprensible y fue llamado hijo del hombre, no por sola voluntad o complacencia, pero tampoco por la asunción de la persona sola, y que las naturalezas que se juntan en verdadera unidad son distintas, pero que de ambas resulta un solo Cristo e Hijo; no como si la diferencia de las naturalezas se destruyera por la unión, sino porque la divinidad y la humanidad constituyen más bien para nosotros un solo Señor y Cristo e Hijo por la concurrencia inefable y misteriosa en la unidad... Porque no nació primeramente un hombre corriente, de la santa Virgen, y luego descendió sobre Él el Verbo; sino que, unido desde el seno materno, se dice que se sometió a nacimiento carnal, como quien hace suyo el nacimiento de la propia carne... De esta manera [los Santos Padres] no tuvieron inconveniente en llamar madre de Dios [Theotokos] a la santa Virgen.

Así pues, el origen del problema no era María, sino la correcta interpretación de la naturaleza de Jesús. El concilio reafirmó que Jesús era un solo ser, no dividido en dos naturalezas independientes, y como resultado lógico se proclamó también que su madre necesariamente había de serlo también de ambas naturalezas, pues no era posible la división, y así fue reafirmada oficialmente como Theotokos (= la que da a luz a Dios). O sea, Éfeso confirma que lo que la mayoría de los cristianos creían sobre Jesús y sobre María era la ortodoxia y declararon herejes a Nestorio y sus seguidores por intentar cambiarlo. Una prueba más de que esa creencia sobre María era la creencia de todo el pueblo la tenemos en las descripciones que se hacen sobre la reacción del pueblo cuando les anuncian que María ha sido confirmada como Theotokos. San Cirilo, asistente al concilio, nos narra esta reacción popular de las masas que de muchas partes habían acudido y acampado alrededor de Éfeso esperando con ansia el desenlace:

[

No se puede imaginar la alegría de este pueblo fervoroso cuando supo que el Concilio había declarado que María sí es Madre de Dios y que los que no aceptaran esa verdad quedan fuera de la Iglesia. Toda la población permaneció desde el amanecer hasta la noche junto a la Iglesia de la Madre de Dios donde estábamos reunidos los 200 obispos del mundo. Y cuando supieron la declaración del Concilio empezaron a gritar y a cantar, y con antorchas encendidas nos acompañaron a nuestras casas y por el camino iban quemando incienso. Alabemos con nuestros himnos a María Madre de Dios y a su Hijo Jesucristo a quien sea todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.

Pero nos estamos yendo ya a tiempos más tardíos. Los testimonios de veneración mariana en los siglos IV y V en adelante son abrumadores, pero a nosotros nos interesan más los orígenes, a pesar de su escasa documentación, así que regresemos al siglo II, ya que del siglo I casi no conservamos escritos o testimonios más allá de los evangelios y poco más.

En las catacumbas

María, catacumbas de Priscila
María, catacumbas de Priscila, s. II

En el arte de las catacumbas, en concreto en la catacumba de Santa Priscila, encontramos la primera representación que aún conservamos claramente de María -segunda mitad del siglo II- al parecer ignorando ya la prohibición veterotestamentaria sobre la representación de imágenes (de lo cual hablaremos ampliamente en este otro artículo). Pero no es una simple imagen de María ni una escena narrativa bíblica, es la representación de un mensaje. Está amamantando a Jesús, con lo cual el centro de atención, más que el niño, es ella. El niño no es un simple “complemento” de María, sino que vuelve la cara y mira de reojo al espectador, haciéndose presente y dotando así a María de la fuerza derivada de ser su Madre, la que le amamantó. Sobre su cabeza una estrella, y a su derecha un hombre, el profeta Balaam, señala con el índice a la estrella. El hombre lleva toga de filósofo, que es la manera normal en el arte de las catacumbas de representar a los profetas bíblicos (por asociación de ideas). Esta escena alude a la profecía bíblica siguiente:

[

Lo veo, pero no ahora; lo contemplo, pero no de cerca: una estrella se alza desde Jacob, un cetro surge de Israel. (Números 24:17)
Theotokos de Priscilla, c. 225
Theotokos de Priscilla, c. 225

Esta es una de las profecías mesiánicas y por tanto se refieren a Jesús, no a María. Pero la forma de representar la escena, con María como figura principal y amamantando a Jesús, indica que ella es la que trajo a Israel esa estrella anunciada, ella fue la que posibilitó con su “sí” la llegada del Mesías, y por tanto su papel en la historia de salvación es central, solo por detrás del de Jesús y ciertamente por delante de apóstoles o cualquier otro santo. Si hubieran querido representar simplemente que Jesús cumplió la profecía, en vez de representar a Jesús como un niño pequeño en el regazo de su madre, casi de espaldas, habrían puesto a un Jesús de pie o entronizado mirando de frente al espectador mientras la estrella brillaba sobre su cabeza, y entonces María habría sido solo un elemento distractor eliminado de la escena. Pero no es eso lo que vemos, toda la gloria de la profecía está aquí refiriéndose a su papel en ella como Madre de ese Mesías anunciado. Esta representación, con su lenguaje simbólico, nos está presentando a María como Madre de Dios, y aunque es la más antigua conservada, tenemos luego otras muchas semejantes.

En la casa de María en Nazaret

Gruta de la Anunciación
Gruta de la Anunciación

Otro ejemplo lo encontramos por esa misma época bajo la actual Basílica de la Anunciación, en Nazaret, construida sobre la casa donde vivió María (aún se conserva el sótano de la vivienda original). La arqueología ha desmentido a muchos que decían que Nazaret no existía en tiempos de Jesús y por tanto María no pudo vivir allí; los textos judíos de la época también citan a Nazaret como el destino de una familia de sacerdotes expulsados de Jerusalén tras la destrucción de la ciudad (año 70). No viene mal recordar que es la misma Biblia quien nos dice que allí se apareció el ángel a María:

[

Al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a Nazaret, un pueblo de Galilea, a visitar a una joven virgen llamada María, que estaba prometida en matrimonio a José, un varón descendiente del rey David. (Lucas 1:26-27)
Xe Mapia

Excavando bajo la actual basílica y en sus alrededores se encontraron los restos de varias iglesias construidas una sobre otra. También se encontraron los restos de una iglesia-sinagoga judeocristiana que debió actuar como centro de peregrinación en los siglos I y II, tal como testimonian los grafiti dejados en sus paredes quizá ya desde finales del siglo I; posteriormente se hizo una iglesia, luego una basílica bizantina (s. V), luego una iglesia de los cruzados (s. XII) y luego una franciscana (s. XVIII), y en 1969 la actual basílica. En los grafiti de la iglesia-sinagoga leemos en varios idiomas cosas como “En el santo lugar de María…” (escrito en el siglo II o principios del III), “hermosa virgen”, o uno en griego que dice simplemente “e Mapia” (pronunciado “je María”), abreviatura de Χαίρε Μαρία (= ¡Ave María!). También apareció una gruta subterránea que fue utilizada como capilla, con un altar, más grafiti y 5 capas sucesivas de yeso en las paredes. En la tercera capa se encontró una moneda de la época de Constantino, lo que demuestra que la primera capa es bastante anterior. Esto, en todo caso, es suficiente para afirmar que ya antes de la época de Constantino, quizá tan antes como finales del primer siglo, los cristianos venían a la casa de María en peregrinación. Si la comunidad local primitiva construyó en ella un lugar de culto (incluido un baptisterio), vemos además que este primitivo lugar santo surgió en una comunidad que hasta el siglo VI fue fuertemente judía, sin influencias paganas que justificaran semejante culto.

María madre de Dios

María, mosaico de Santa Sofía, Constantinopla

Ya vimos en la escena de la visitación como Santa Isabel llamaba a su prima “madre del Señor”. En el nuevo testamento “Señor” significa “Dios”, y hasta los mismos protestantes aceptan que así es, y por eso se encuentra en muchas ocasiones afirmada la divinidad de Jesús, cada vez que se le llaman “Señor”. Y por si no queda suficientemente claro, podemos ver que la versión del Antiguo Testamento que manejan y citan los evangelistas (la Biblia de los Setenta o Septuaginta) en sus citas del Antiguo Testamento sistemáticamente sustituye el nombre de Dios por la palabra “Kyrios” (= Señor). Por tanto la frase bíblica “ μήτηρ τοῦ Κυρίου μου” (ē mētēr tou kyriou mou), “la madre de mi Señor”, significa literalmente “la madre de Dios” en el lenguaje griego neotestamentario.

En varias ocasiones se llama a María “madre de Jesús”, o a Jesús “hijo de María”. Ante esto los protestantes señalan que María fue, efectivamente, madre de Jesús, pero no de Dios, o sea, fue madre de la naturaleza humana de Jesús, pero no de su naturaleza divina. Del mismo modo interpretan la expresión de “madre del Señor” usada por santa Isabel, donde “Señor” se referiría a Jesús, no a Dios. Pero aquí entramos en contradicción. Si separamos la naturaleza humana y divina de Jesús, como hacía Nestorio, entonces solo en su naturaleza divina sería “Señor”, siendo en su naturaleza humana solo un hombre más, o sea, no Señor. Pero resulta que incluso en ese caso, la expresión de santa Isabel se estaría refiriendo explícitamente a la naturaleza divina de Jesús, y por lo tanto estaría declarando que María es la madre de la naturaleza divina de Jesús, o sea, es madre de Dios (con lo que volvemos al mismo sitio y de paso caerían en una herejía mayor de la que supuestamente pretenden evitar).

Pero en cuanto al significado de la expresión “madre de Jesús”, no podemos decir que ahí se está refiriendo solo a la parte humana de Jesús. Lo cierto es que distinguir en Jesús dos naturalezas, una humana y otra divina, como cosas separadas y diferenciables, es como vimos una antigua herejía que se atajó en el concilio de Calcedonia (año 451). Salvo algunas iglesias evangélicas, ni católicos ni protestantes admiten el que en Jesús hubiera dos naturalezas separadas. El credo de Calcedonia, aceptado también por muchos protestantes, afirma que Jesús es “Dios y hombre verdadero” sin separación de naturalezas:

[

[…] engendrado del Padre antes de los siglos en cuanto a la divinidad, y el mismo, en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, engendrado de María Virgen, madre de Dios*, en cuanto a la humanidad; que se ha de reconocer a uno solo y el mismo Cristo Hijo Señor unigénito en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación, en modo alguno borrada la diferencia de naturalezas por causa de la unión, sino conservando, más bien, cada naturaleza su propiedad y concurriendo en una sola persona y en una sola hipóstasis, no partido o dividido en dos personas, sino uno solo y el mismo Hijo unigénito, Dios Verbo Señor Jesucristo, como de antiguo acerca de Él nos enseñaron los profetas, y el mismo Jesucristo, y nos lo ha trasmitido el Símbolo de los Padres. (fragmento de la declaración del Concilio de Calcedonia, año 451)

(*es curioso cómo en muchos libros protestantes se elimina este “madre de Dios”)

Si dice que fue engendrado por María “en cuanto a la humanidad” y por el Padre “en cuanto a la divinidad”, lo hace para evitar el pensamiento de que María hubiera engendrado al Hijo, pues el Hijo es preexistente igual que el padre. Pero eso no significa que la maternidad de María no alcanzara también a la parte divina de Jesús, por eso dice “engendrado por María Virgen, madre de Dios, en cuanto a la humanidad”. Y poco después aclara que aunque Jesús muestra dos naturalezas, la humana y la divina, no se encuentra “dividido en dos personas, sino uno solo”, y la palabra griega “personas” es la misma que se emplea para describir a las 3 “personas” de la Trinidad, así que lo que se dice aquí es que Jesús Dios, ahora hecho también hombre, pasa a ser Dios y hombre sin separación posible ya para toda la eternidad (por eso Jesús está en el cielo en cuerpo y alma, no solo en espíritu). No se puede decir que ahora mismo María es la madre de Jesús pero no de la segunda persona de la Santísima Trinidad, porque Jesús es Jesús, Dios y hombre al mismo tiempo, igual que el papa Francisco es hombre y papa, y no podríamos decir que su madre es la madre del Francisco hombre, pero no es la madre del papa.

Por lo tanto, si en la Biblia pone que María es la “madre del Señor” y que es “la madre de Jesús”, que viene a ser exactamente lo mismo, incluso prescindiendo del tesoro de la Tradición no hay motivos para pensar que los primeros cristianos no consideraran a María como madre de Dios, como ya hemos visto. Y si la consideraban madre de Dios, no es posible creer que no la veneraran con todo el respeto que por ello se merecía.

Lutero

Ni siquiera Lutero se atrevió a cuestionar esta verdad:

(Ella es) la mujer más encumbrada y la joya más noble de la cristiandad después de Cristo... ella es la nobleza, sabiduría y santidad personificadas. Nunca podremos honrarla lo suficiente. Aún cuando ese honor y alabanza debe serle dado en un modo que no falte a Cristo ni a las Escrituras. (Lutero, Sermón, Navidad 1531)

¿Y por qué Lutero pedía veneración especial para María? Dejemos que nos lo cuente él mismo:

…ella con justicia es llamada no solo madre del hombre, sino también la Madre de Dios... es cierto que María es la Madre del real y verdadero Dios. (Ref: Sermón sobre Juan 14. 16: recogido en: St. Louis, ed. Jaroslav, Pelican, Concordia. vol. 24. p. 107)

Sería ya más tarde cuando los seguidores de Lutero y Calvino abandonaran la doctrina de sus fundadores y declarasen que María solo fue madre de la naturaleza humana de Jesús, cayendo así en la antigua herejía nestoriana y agnóstica de que Jesús-hombre y Jesús-Dios son dos cosas que se dan juntas pero que en realidad son diferentes (una especie de caso de posesión). Entonces, si son cosas diferentes tendríamos que negar también la propia Redención y decir que no fue el Hijo quien murió en la cruz para redimirnos, sino solo el Jesús-hombre, pues el Jesús-Dios no puede morir. Así al negar que María sea madre de Dios están negando también todas las bases del cristianismo y nos quedaría que Dios no entregó a su Hijo para morir por salvarnos, sino que el Hijo habitó dentro de un ser humano hijo de María (o tal vez dentro de un cuerpo humano, una carcasa vacía dada a luz por María), y ese ser humano (o ese cuerpo vacío) murió en la cruz, lo cual lo habría convertido en un sacrificio inútil, pues la muerte de un simple mortal no habría podido redimirnos. Esta afirmación echaría por tierra toda la teología protestante al igual que la católica, pues la Redención se basa en que el Hijo, Dios mismo, murió por nosotros. Si Jesús era al mismo tiempo y de forma única Dios y hombre verdadero cuando murió en la cruz, del mismo modo fue Jesús Dios y hombre verdadero cuando estaba en el seno de María. No podemos hacer que Jesús cambie de naturaleza según la ocasión nos acomoda.

Los protestantes tienen pues un grave problema con su doctrina sobre María, pero los católicos de la Iglesia primitiva, como los actuales, nunca mostraron ningún problema con ello. Ahora y siempre hemos venerado a María porque es la Madre de Dios y, como dice también Lutero, madre nuestra.

María Intercesora

Ya vimos en nuestro artículo anterior cómo se puede justificar el poder intercesor de los santos, reflejado tanto en la Biblia como en la Iglesia primitiva. Sobre la intercesión en particular de la Virgen María, hemos de pensar que si Jesús escucha las oraciones de los santos, cuánto más no escuchará las de su propia madre. La misma Biblia nos da un precioso ejemplo de la intercesión de la Virgen ante Jesús en auxilio de otras personas. Es ni más ni menos gracias a su intercesión que Jesús comienza su magisterio y realiza su primer milagro, comenzando así su misión. Puede leerlo en las bodas de Caná.

Coliridianismo

Pero aunque muchos teólogos protestantes entiendan cómo es la veneración católica a María, los protestantes de a pie, y de no tan a pie, están convencidos de que lo que hacen los católicos es adorar a la Virgen como si fuera una diosa pagana. Esa es la acusación continua sobre el tema, y nos recuerdan, como si no lo supiéramos, que solo a Dios se puede adorar. Resulta paradójico, pues ya la propia Iglesia Católica tuvo que combatir esa herejía en el siglo IV. Al parecer en algunas zonas de Siria y Arabia había una secta gnóstica formada principalmente por mujeres que realmente adoraba a María como una diosa, mezclando elementos cristianos y paganos. San Epifanio de Salamis combatió esta herejía en su libro Panarion (año 375). Aunque parece que esa herejía ya había desaparecido en tiempos de Mahoma, algunos creen que el recuerdo de ello hizo que Mahoma creyera equivocadamente que María formaba parte de la Trinidad cristiana. Tal parece que a estas alturas algunos protestantes mantienen el mismo error de percepción que Mahoma.

El radar contra las herejías

María madre

Hay otro argumento que resulta poderoso para quienes conocen bien los primeros siglos de la Iglesia. Fueron aquellos tiempos de asentamiento de la doctrina y en ese proceso es normal que apareciese gente con sus propias interpretaciones sobre algún aspecto determinado. Lo que hoy nos gusta llamar “diferentes puntos de vista”, por aquella época purista eran considerados herejías, y no había herejías grandes ni pequeñas, todas eran de suma importancia y todas eran atacadas enérgicamente por los primeros padres de la Iglesia, que hacían de la pureza de la fe una prioridad. Cualquier pequeño detalle que se salga de la ortodoxia provocaba un enorme revuelo que hoy, con nuestra mentalidad, puede parecer a menudo desproporcionado, pero ¿qué clase de verdad nos podrían transmitir a las generaciones futuras si ya desde sus inicios quedase desvirtuada?

Si la nueva doctrina era producto de una reflexión sobre las escrituras (siempre a la luz de la tradición recibida), dicha doctrina era analizada con lupa y solo se aceptaba si resultaba lógica y no se detectaba en ella nada sospechoso. Así vemos los grandes conflictos que se originaron en esos primeros siglos, sobre todo del II al V, incluso por pequeños matices sobre la naturaleza de Jesús. Pero es precisamente en esos siglos cuando vemos surgir toda la teología mariana. Y si algo sorprende de esa teología es que a pesar de estar configurando unas afirmaciones realmente transcendentales sobre María y su repercusión en el cristianismo, no vemos por ningún lado ni en ninguna parte la más mínima polémica hasta la ya mencionada nestoriana en el siglo V, que en el fondo es también una disputa cristológica.

Conociendo el clima de la época es verdaderamente sorprendente que el fuerte desarrollo de estas doctrinas pase prácticamente desapercibido y sin levantar ninguna oposición, como si a todo el mundo le pareciera lógico y natural. Cuando empezamos a ver a escritores cristianos llamar a María “madre de Dios” o “madre nuestra”, por ejemplo, no vemos que ningún teólogo se alce indignado a gritar “blasfemia!”, como a menudo ocurría por otros detalles incluso nimios. Es cierto que esas doctrinas tardaron en obtener el reconocimiento oficial, pero es igualmente cierto que cuando van surgiendo son tan ampliamente aceptadas que ya desde el siglo II funcionan de facto como doctrinas oficiales, desarrollándose sin ninguna oposición.

Virgen con el niño

Esto nos indica claramente que la actual visión sobre María ya debía de alguna manera estar impregnada en las primeras comunidades apostólicas, de manera que cuando más adelante se reflexiona sobre ella y se la declara madre de Dios, entre otras cosas, el caldo de cultivo estaba ya sembrado en toda la cristiandad para aceptar eso como perfectamente razonable. Los teólogos fueron descubriendo en las escrituras todas las conexiones que demostraban que la figura de María resultaba clave en nuestra fe, pero da la sensación de que el pueblo todo eso ya lo sabía sin necesidad de tanto análisis. Es lo mismo que ha ocurrido con los recientes dogmas de la Inmaculada y la Asunción, aunque se han declarado oficialmente hace poco, esas creencias ya se encontraban plenamente establecidas en la Iglesia Primitiva y han sido y son creencia común en la Iglesia Católica y en la Ortodoxa desde aquellos tiempos hasta el día de hoy, aunque solo alcanzaran sanción oficial recientemente, y solo en la Iglesia Católica.

No es de extrañar que el pueblo venerara ya a la Virgen si tenemos en cuenta que los últimos libros del Nuevo Testamento (los de Juan), son los que muestran más claramente toda la simbología que nos permite entender el papel de María. Al fin y al cabo fue Juan quien vivió con ella sus últimos años, y es normal que sea sobre todo cuando alguien muere cuando más nos paramos a hacer un análisis de lo que realmente ha significado esa persona. Pasó con Jesús (comparemos la visión que los apóstoles tenían de Jesús mientras estaba vivo con la imagen que tenían de él tras la resurrección) y pasó también con María, por eso en los otros evangelios y en Hechos o las epístolas de los apóstoles encontramos pocas referencias a María, pero cuando escribe Juan, ya tras la muerte de María, vemos en él cómo empieza a comprender que María era mucho más de lo que su humildad parecía dar a entender.

¿Por qué las doctrina marianas no están claramente expuestas en la Biblia?

Nativity

En realidad acabamos de responder a esa pregunta. A muchos católicos les gustaría que en la Biblia se dijese con total claridad todo lo que María representa y es. Es comprensible, pero a menudo las cosas no funcionan así. Igualmente se podría haber expresado con total claridad la naturaleza de Dios y de Jesús y así nos habríamos ahorrado todas las controversias que vinieron después. Si el credo de Nicea hubiera sido escrito por San Juan en su evangelio, no hubiera sido necesario convocar el concilio de Nicea ni hubieran existido todas las controversias arrianas. Lo cierto es que el Nuevo Testamento es pequeño y en su mayor parte preocupado por transmitir lo más fundamental de nuestra fe, raramente se deleita en los matices ni en los detalles, que es donde luego surgirán las polémicas. De igual modo vemos cómo los tres evangelios sinópticos están más preocupados por mostrarnos los hechos y palabras de Jesús que por desvelarnos a las claras todo su significado, pero pasados los años, cuando los discípulos han tenido tiempo de reflexionar sobre esas cosas (y la ayuda del Espíritu Santo para hacerlo), vemos cómo San Pablo nos muestra una elaborada teología sobre cómo Jesús murió para salvarnos y el significado cósmico de su resurrección. Y más tarde aún, tenemos el evangelio de San Juan en donde ya el desarrollo teológico es aún mayor, y por ejemplo vemos muy desarrollado el significado de la eucaristía con el sermón sobre “el pan vivo bajado del cielo”, frente a la sucinta descripción de la Última Cena dada en los evangelios anteriores. Y ese desarrollo teológico será aún más amplio y profundo en el último libro de todos, el Apocalipsis de San Juan (que es quien más información nos da sobre María). Así que es normal que la reflexión posterior permita ver con más claridad las implicaciones de las cosas.

Pero este proceso de reflexión y discernimiento no se terminó con San Juan. La revelación sí, el discernimiento y profundización sobre la revelación no. Tras Pentecostés, será la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, apoyada en las Escrituras y arropada por la Tradición oral de los apóstoles, la encargada de custodiar la doctrina de Jesús y seguir profundizando en su comprensión. Los mismos protestantes no pueden negar la validez de este razonamiento, pues según ellos mismos creen, el Espíritu Santo les da aún hoy discernimiento para entender bien las implicaciones de lo que leen en la Biblia, así que no les puede parecer absurdo la idea de que sobre todo los cristianos de los primeros siglos se esforzasen por comprender mejor las implicaciones de todo lo que la historia sagrada les había dejado.

Y este proceso, que también se da con Jesús, se da con especial intensidad en el caso de María. Todo lo que necesitamos para conocer el papel de María está ahí, en las escrituras, pero hace falta un profundo análisis y comprensión posterior para sacarlo a la luz, aunque como hemos ido viendo en los diferentes apartados anteriores, la tradición oral de los apóstoles (al menos la de San Juan) debió haber dejado ya un desarrollo mayor que el que vemos en los escritos bíblicos, pues mucho antes de que los teólogos comprendan la justificación, lo cierto es que la veneración a María ya estaba extendida entre el pueblo, demostrando que la fe que habían recibido de sus mayores sí que incluía a María de forma mucho más explícita que lo que la Biblia recoge. Esto sugiere que el papel de María estaba más claro en la tradición oral que en la tradición escrita, aunque en ambos casos las raíces son las mismas y no puede haber contradicción entre ambas tradiciones.

Dicho esto, lo cierto es que casi todo lo que la Iglesia dice sobre María está en las Escrituras, aunque no de forma explícita sino implícita y velada. La clave para desvelarlo se llama «typologia«, que es una técnica de interpretación bíblica muy usada por la Iglesia primitiva porque es la que enseñó San Pablo y la que se usa a menudo en los evangelios, empezando por el mismo Jesús. Esa técnica permitió entender mejor quién era Jesús, pero también quién era María, y al usarla vemos que no es cierto que la Biblia hable poco de María. Habla bastante y, sobre todo, dice de ella grandes cosas. Puede leerlo en este otro artículo que hemos dedicado expresamente para hablar de ello: María en la Biblia: La Nueva Eva.

Sub tuum praesidium

Sub Tuum Praesidium

Otra prueba de que María ya era considerada madre de Dios e intercesora nuestra ante Cristo mucho antes del concilio de Éfeso (año 431) nos la ha dado recientemente la arqueología. Una tradicional oración a la Virgen utilizada ampliamente tanto en la Iglesia católica como en la ortodoxa ha aparecido en un papiro egipcio hallado en el siglo XX cerca de la ciudad de Oxirrinco fechado en el año 250, lo que no impide que esa oración fuese incluso mucho más antigua. El papiro muestra también que esa oración ha sido transmitida por la Iglesia con total fidelidad durante todos estos siglos.

Esta oración aparece en el papiro en griego clásico, y es exactamente igual que la que rezamos hoy:

Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas
que te dirigimos
en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!

Resulta impresionante rezar esta oración, sabiendo que los cristianos la rezaban ya por lo menos en el año 250, que es la fecha en la que se ha datado el papiro en el que se encontraba. Nosotros no la hemos recibido de los arqueólogos, sino de la tradición de la Iglesia, a través del latín en el caso de la Iglesia Latina o del griego y el eslavonio antiguo en Oriente. Resulta agradable, sin embargo, que la arqueología nos muestre una vez más que la tradición no es algo inventado, sino que verdaderamente nos transmite con fidelidad la herencia que los primeros cristianos recibieron de Cristo y de los Apóstoles. También nos muestra cómo la doctrina verdadera estaba en el pueblo antes ya de ser recogida por los teólogos o de ser declarada dogma.

Y ahí tenemos una prueba más de que la Iglesia perseguida de las catacumbas ya veneraba a la Virgen María como madre de Dios (Theotokos) y como intercesora nuestra (y como siempre virgen). Y por supuesto, todo esto sucedió mucho antes del Concilio de Nicea, como mínimo un siglo antes según este papiro, y dada la escasa supervivencia de los textos de entonces, casi con seguridad mucho antes. Así que dejemos al emperador Constantino una vez más fuera de las doctrinas católicas, que no son constantinianas sino cristianismo en estado puro.

Jesús y su madre

Conclusión

Ya hemos visto cómo la consideración de la Virgen como Madre de Dios, madre de los hombres e intercesora tiene raíces bíblicas y en los siglos I y II las comunidades cristianas ya daban muestras de entender que el papel de María era fundamental. Pero hasta llegar al siglo III no vemos a María ocupando un lugar tan preeminente en la devoción popular como ahora, y aún faltarán uno o dos siglos más para que ese lugar sea plenamente reconocido en la doctrina oficial.

Sin embargo este proceso es comprensible y normal. El Nuevo Testamento no es un manual de instrucciones ni una recopilación de doctrinas, es una colección de libros donde se nos despliega la historia de salvación y de construcción de la Iglesia de forma que nos sirva de revelación. Pero a partir de ahí, la Iglesia tendrá que ir poco a poco profundizando en las escrituras para entender todas las implicaciones ahí encerradas. Algunas doctrinas están claramente explicadas (y aún así hay quienes las niegan) como por ejemplo la filiación divina de Jesús, la transubstanciación, la encarnación, la muerte redentora, la resurrección, el demonio, la virginidad de María o el rechazo al divorcio etc. Otras doctrinas no están totalmente explícitas pero son fácil de inferir si sumamos 2+2, como la Trinidad o  la comunión de los santos. Pero otras necesitan una reflexión más profunda para darse cuenta de sus consecuencias; entre estas se encuentran las doctrinas sobre María, cuyas semillas están ya todas en la Biblia pero hace falta reflexionar despacio para darse cuenta de lo que implican. Por eso en los primeros años el énfasis está solo en Jesús y nada más, porque lo prioritario era proclamar la buena noticia de que Dios se había hecho hombre y había muerto por nosotros para salvarnos; todo lo demás (incluida la doctrina de la Trinidad o la verdadera naturaleza de Jesús o del Espíritu Santo o María) era secundario. No es que no fuera importante, que lo era y mucho, pero primero es lo primero.

virgen maria

Cuando empezamos a contar con comunidades consolidadas es cuando empezamos a ver cómo esas comunidades reflexionan sobre el mensaje que han recibido. Es así cómo en relativamente muy poco tiempo la gente empieza a darse cuenta del papel de María y a valorarlo como se merece. Por la misma razón, será cuando la Iglesia salga de las catacumbas, al final de las persecuciones, cuando tenga por fin la tranquilidad de ahondar en el mensaje recibido a un nivel ya más teológico. Por eso no es de extrañar que sea el siglo IV cuando los obispos y apologetas se dediquen a fondo a aclarar y fijar la doctrina. Empezarán una vez más por lo más básico, cosas como la naturaleza de Jesús y del Espíritu Santo a un nivel más profundo. Es cuando esas cosas estén aclaradas cuando pasan a lo siguiente: María. Así en el siglo V vemos cómo le toca el turno a la Virgen en cuanto a fijación doctrinal oficial, pero al igual que los cristianos creían que Jesús era verdadero Dios y verdadero hombre mucho antes de que los concilios de Nicea, Constantinopla o Éfeso lo ratificasen, igualmente vemos que las doctrinas marianas estaban ya presentes en el pueblo mucho antes de que Éfeso lo declarase o de que los padres de la Iglesia empezaran a prestar al asunto toda la atención que merecía.

Aunque el papel de Jesús es central desde el primer instante, se tardan varios siglos en desarrollar todas sus implicaciones y doctrinas (lo que no ha impedido que la mayoría de los protestantes las asuman igual). Igualmente el papel de María se ha ido desplegando, aunque como es lógico, con algo más de lentitud. Este despliegue y profundización de algunas doctrinas no debería sorprender a nuestros hermanos protestantes, pues ellos llevan cuatro siglos haciendo lo mismo sin cesar, con la diferencia de que en su caso no se trata de entender cada vez mejor las implicaciones de sus doctrinas, como les ocurrió a los primeros cristianos, sino que su continua investigación y desarrollo doctrinal les está llevando en la mayoría de sus denominaciones (no todas) a cambiar doctrinas o producir escisiones. La naturaleza disgresiva del pensamiento y razonamiento humano, dejado a su propio albedrío, tiende siempre a comportarse así, y aunque ellos dicen estar siempre dentro del marco de la inspiración del Espíritu Santo cada vez que interpretan o reinterpretan la Biblia, su enorme diversidad de interpretaciones muestran con toda claridad que el Espíritu Santo no parece estar asistiéndoles en ello. En el caso de los primeros cristianos esto no ocurrió porque siempre contaban con el tesoro de la tradición recibida de los apóstoles para diferenciar entre lo que era profundización y comprensión mayor y lo que sería simplemente salirse de la ortodoxia y caer en el error y la confusión.

Asunción de la Virgen

Los fragmentos de los evangelios que hablan explícitamente de María son escasos, pero junto con los implícitos, de una importancia clave en la historia de la Salvación. Con esos fragmentos, las enseñanzas de los apóstoles, y la reflexión sobre todo ello, los primeros cristianos pronto descubrieron que María era un elemento fundamental en su relación con Dios. Incluso los dogmas marianos más modernos se encuentran ya definidos dentro de la devoción popular de los primeros siglos: Inmaculada Concepción y Ascensión, con numerosos testimonios históricos.

Sin embargo, tampoco podemos negar que, como en todas las religiones y todas las épocas, hay gente que cae en excesos o que entiende mal el papel de María. Esto, sin embargo, no es un fallo de la verdad, pues la verdad no falla, sino un exceso que la Iglesia tiene que intentar corregir allí donde se produzca. Si alguien se centra tanto en María que deja a Jesús o a Dios en un segundo plano, evidentemente se está saliendo de la ortodoxia católica. Pero negar que María tiene un papel fundamental dentro del cristianismo sería no entender la Biblia ni la fe de aquellas primeras comunidades cristianas que transmitieron a la historia las creencias que ahora profesamos y que católicos y ortodoxos hemos custodiado y preservado durante estos 2.000 años de historia de la Iglesia de Jesús. Solo así se entiende la emoción que ha llevado a escribir alabanzas tan bellas como esta:

Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.

A Ti Celestial Princesa,
Virgen Sagrada María,
Yo te ofrezco en este día
alma, vida y corazón.

Mírame con compasión,
no me dejes Madre Mía.

línea - separadorConstantino
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Fin

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Comentarios

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72 respuestas a “María en la iglesia primitiva”

  1. Avatar de Lorenzo
    Lorenzo

    María a sido venerada desde los primeros siglos del cristianismo,si hasta el dia de hoy la tumba de Raquel esposa de Jacob es venerada por los judíos con mucha mas razón los primeros cristianos (que procedían doctrinalmente del judaísmo) veneraron a María siendo ella la madre del Mesias Hijo de Dios


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  2. Avatar de Lorenzo
    Lorenzo

    Proverbios 31:29-30 pero la mujer que teme al Señor, esa será alabada.

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  3. Avatar de Manuel Arevalo.
    Manuel Arevalo.

    Dato importante: Hasta dónde he sabido, los primeros cristianos nunca dijeron que María no tuvo pecado (sino que, Agustín de Hipona, el cual también nego el hablar en lenguas [don o carisma que la Iglesia Primitiva si aceptaba, no solo para monjes o sacerdotes o ciertas personas, sino para todos los «perfectos», esto es, cristianos que viven en comunión con DIOS] afirmó).

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    1. Avatar de Christian M. Valparaíso

      Ahora mismo no sabría confirmarte todo lo que San Agustín dijo o no dijo, pero sí existía la idea de que puesto que María era la Nueva Eva (la de antes de la caída), no tendría mancha alguna, pues de lo contrario Eva, que antes de la manzana era virgen sin mancha, sería superior a María, la Nueva Eva, y en la teología cristiana los tipos del A.T. prefiguran a los del N.T. pero nunca son superiores, así como Adán fue el tipo (prefiguración) de Jesucristo pero muy inferior a él. Mira por ejemplo esta cita de San Efrén de Siria, que es anterior a San Agustín: «Tú solo, ¡Oh Jesús!, y tu Madre, sois puros bajo todos los aspectos, y vuestra pureza supera la de cualquier otro, pues en Ti no hay mancha alguna, ni tampoco en tu Madre« (Carmina Nisibena 27.8)

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