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La Iglesia, perseguidora y perseguida

Portada: La Iglesia perseguidora y perseguida

Este es el artículo que ojalá nunca hubiera sido necesario escribir. Nos gustaría pensar que la Iglesia, protegida por Jesús, pudiera mantenerse santa por los siglos de los siglos, pero eso no encajaría con la sacrosanta doctrina cristiana del libre albedrío. La Iglesia es una comunidad humana, y como tal, sus miembros están tan expuestos a las fuerzas del bien y del mal como cualquier otra persona, y sus elecciones no siempre son las correctas. Jesús vela porque su Iglesia se mantenga en la Verdad, pero no fuerza en sus miembros la santidad, sino que éstos deben luchar por conseguirla, y en esa lucha somos todos iguales, creyentes o no, cristianos o no, católicos o no, y ni el mismo papa lo tiene en este aspecto más fácil que los demás. Bien lo sabían los pintores católicos medievales, que en sus representaciones del infierno no olvidaban meter ahí a algunos reyes, papas y obispos junto con gente del pueblo. He aquí el índice de nuestro artículo:

En busca de una visión más justa de la historia nos veremos obligados a sacar a la luz las peores miserias tanto de católicos como de protestantes, pues hoy es necesario demostrar que ni los unos fueron tan malos como dicen ni los otros tan inocentes como presumen, sino que el barro humano que les resta santidad es el mismo en ambos casos y no por tener la verdad se convierte uno automáticamente en santo, por desgracia. Algo que se puede aplicar igualmente a los ateos y a los defensores de cualquier otra creencia o ideología.

La teoría de «las dos iglesias», que vimos en nuestro artículo anterior, está fuertemente asociada a la idea de que la Iglesia oficial, la Católica, persiguió y masacró a los miembros de la supuesta Iglesia verdadera desde el siglo IV hasta el siglo XVI. No vamos a negar que la Iglesia persiguió a los herejes a menudo de forma cruenta, pero tampoco vamos a aceptar ni exageraciones astronómicas ni la idea de que los protestantes eran almas puras e inocentes en todo ese conflicto. En cuestión de persecuciones, católicos y protestantes mostraron a priori igual saña, todo dependía de quién tenía acceso al poder en cada momento y lugar. Es un dolor comprobar cómo la misma Iglesia cristiana, que cuando minoritaria fue perseguida y azotada, pasó con el tiempo, al ser mayoritaria, a perseguir y azotar también al disidente, pero al mismo tiempo es una realidad que hay que asumir, aunque solo sea para intentar evitarla.

Pero ese mismo comportamiento, tan humano, lo replicarán las denominaciones protestantes en cuanto les llegue a ellas el ser mayoría en un lugar, y los ateos, que igualmente presumen de librarse de la violencia que, según ellos, es consustancial a la religión, también ejercerán esa misma violencia (e incluso más) cuando les llegue a ellos el turno de controlar el poder a partir del siglo XX.

Tesis de partida

La tesis que pretendemos demostrar en este artículo es muy simple: el problema de las persecuciones no es ideológico ni de creencias, es un problema consustancial al ser humano. Católicos, protestantes, paganos, ateos, judíos, musulmanes, etc. todos tienen una cosa en común, son seres humanos y se comportan como tales: las mayorías son poco tolerantes con las minorías disidentes y presionan para asimilarlas o, en su caso, eliminarlas de una u otra forma. Al mismo tiempo todos son hijos de su época, y según la mentalidad de su siglo harán esto de una u otra forma, y dicho principio fundamental sigue vigente, como no podía ser de otro modo, en el hombre actual. Por lo tanto un mismo grupo puede pasar de perseguido a perseguidor a veces con sorprendente rapidez, y viceversa. Observemos ahora cómo este principio se ha ido reflejando a lo largo de la historia desde el momento en que aparece el cristianismo, que es lo que nos interesa a nosotros.

Edad Antigua

La Iglesia nació en Judea, provincia romana donde los judíos eran mayoría, y allí sufrió persecución a manos de los judíos (siglos después los judíos, viviendo como minorías en la Europa católica y protestante, sufrirían persecución a manos de los cristianos).

Martir leones

Más tarde, al extenderse por todo el imperio romano, los cristianos serían minoría entre los paganos, y serán ellos quienes protagonicen las más crueles persecuciones contra los cristianos. Cuando al fin los cristianos sean mayoría en el imperio, se dará la vuelta a la situación y los perseguidos pasarán a ser perseguidores, no tanto de paganos, en rápida retirada, como sobre todo de aquellas sectas herejes que van surgiendo por aquí y por allá (casi todas en la parte oriental del imperio). Su visión era que no había cosa más importante que preservar la verdadera doctrina recibida de Jesús y los apóstoles libre de contaminaciones, y por tanto la persecución, incluso usando la fuerza, estaba para ellos justificada. Y no fue Constantino quien aupó a la Iglesia al poder, sino el emperador Teodosio quien, ya casi en el siglo V, convierte a la Iglesia en la religión oficial del estado, y por tanto prohíbe cualquier otra. La intolerancia es iniciada pues por un emperador, no por un papa. El poder político busca la homogeneidad de sus súbditos con tanto o más empeño que los líderes religiosos y no solo colabora en las persecuciones de las minorías sino que a menudo las instiga y siempre es ese poder político el que pone su espada al servicio de la mayoría religiosa de turno.

En la página web de Amnistía Internacional, tras mencionar las persecuciones cristianas de los primeros siglos y la posterior oficialización de Teodosio nos dice estas palabras:

[

En menos de un siglo, conseguido el poder, los perseguidos se convierten en perseguidores, y a partir de entonces serán ellos, en ocasiones con terrible ensañamiento, los responsables de las persecuciones contra los paganos o infieles, como llamaban a los no cristianos. Lamentablemente, no será una experiencia aislada en la historia; se ha repetido en distintas culturas, bajo el estandarte de distintas creencias, religiosas o laicas. De forma casi cíclica e inevitable. La tentación de imponer por la fuerza las propias convicciones una vez alcanzado el poder ha hecho olvidar a menudo a las nuevas clases dominantes el dolor y la indignidad propios de la condición de personas humilladas y sometidas. (Las persecuciones de cristianos. Amnistía Internacional)

Por otro lado, afirmaciones repetidas en muchas páginas web del tipo de que un millón de los anabaptistas primitivos fueron masacrados por la Iglesia Católica, ni tienen fundamento ni lógica humana. Se calcula que en los siglos IV y V había unos 10-15 millones de cristianos en el Imperio Romano respectivamente. Si consideramos además que los herejes eran poblaciones minoritarias y a menudo locales (como los donatistas de África), la cifra de un millón de muertos es absurda (sería el 10% de todos los cristianos existentes). El propio ejército romano no llegó al medio millón de soldados y eran ellos quienes tenían la exclusividad de matar, no la naciente Iglesia Católica que por esa época no solo no tenía aún poder sobre el Imperio (y menos para matar), sino que ella misma sufrió varias etapas de persecución a manos de algunos emperadores arrianos. Además, tal como nos cuenta Amnistía Internacional, la Iglesia no comenzó a perseguir a minorías hasta casi el siglo VI. Pero eso solo muestra la enorme manipulación de datos que circulan por internet sin base histórica que los demuestre, salvo a veces la cita de algún libro moderno igualmente sin base, escrito por alguno de su misma cuerda.

La Iglesia católica fue, desde el mismísimo siglo primero, dura contra los herejes, pero hasta el siglo VI, y sobre todo ya en el VII, no tuvo influencia política como para poder organizar persecuciones y movilizar soldados y guardias del poder civil. Todas las disputas contra herejes entre los siglos I y VI (época en la que existieron casi todas las herejías anteriores a la Reforma) fueron disputas verbales, presiones, excomuniones, y cuando hubo persecuciones fueron organizadas por los emperadores y reyes, no por la Iglesia. La misma Iglesia católica sufrió persecuciones por parte de los emperadores, no hasta el siglo III, sino también en varias ocasiones durante el siglo IV. Por tanto las afirmaciones de que la Iglesia Católica asesinó a miles o cientos de miles de herejes en aquella época son sencillamente infundadas.

Edad Media

Cruzada contra los albigenses
Cruzada contra los albigenses

Es en la Edad Media y hasta el siglo XVI cuando la Iglesia tiene poder secular en mayor o menor medida en toda Europa, y ahí tenemos que agachar la cabeza y lamentarnos de los horrores que a veces se cometieron contra los grupos que disentían de la ortodoxia oficial, especialmente por la masacre de los cátaros (albigenses) del sur de Francia, aunque en esa masacre, como en casi todas las demás, incluyendo las cruzadas, es difícil separar los intereses de la Iglesia de los intereses del estado. Cruzadas, genocidio cátaro y posterior persecución de los caballeros templarios (católicos ellos) fueron maniobras orquestadas todas ellas por el rey de Francia, con la colaboración cómplice del papa, que debería haberse enfrentado al rey en lugar de colaborar con él. Es justo que la Iglesia pida perdón por los excesos de aquella época, tal como ha hecho.

De las atrocidades cometidas antes del siglo XVI, los protestantes tienen las manos limpias solo por un motivo: porque aún no existían. Los herejes de estos siglos también tienen las manos limpias también por un motivo nada más: porque siempre fueron minoría. Pero en cuanto los protestantes logran ser mayoría en un solo territorio, veremos cómo se lanzan en el acto a practicar el mismo juego cruel que los demás, reprimiendo al disidente con tanta saña como si llevaran siglos haciéndolo. Es lógico que la Iglesia Católica presente un historial de crueldades más largo que los protestantes, pues nosotros llevamos 20 siglos pecando, y ellos solo han tenido 4 siglos de margen para pecar, aunque como veremos, en esos 4 siglos se han mostrado tan dignos del pecado como nosotros. También influye en la comparación el que los católicos hayan controlado siempre mucho más territorio y población que los protestantes. Para una comparación justa no podemos pues mirar hechos y cifras absolutas, sino que tenemos que ver cómo se comportaban con las minorías tanto unos como otros en aquellas épocas y lugares donde ellos eran la mayoría. Y si lo comparamos así, veremos que el comportamiento en el tema de tolerancia religiosa y crueldad es semejante en unos y otros, aunque si comparamos ambos con la tolerancia y crueldad política mostrada por los estados, veremos que la estatal era aún peor. No se puede culpar solo a un grupo de mostrar la mentalidad que poseía por entonces la sociedad entera.

Durante toda la Edad Media, puesto que la Iglesia Católica fue la mayoritaria en toda Europa, es también ella la protagonista de las represiones y persecuciones. Pero en el siglo XVI en el norte de Europa las mayorías cambiarán de bando, y automáticamente serán otros quienes protagonicen allí las nuevas persecuciones. La regla de que las mayorías reprimen a las minorías se sigue cumpliendo inexorablemente, independiente de raza, religión o ideologías.

La historiografía moderna está dominada por los países protestantes, especialmente los anglosajones, así que no es de extrañar que la imagen que nos dan esté muy inclinada a su favor, presentándose la Edad Media como una época oscura dominada por una despiadada Iglesia Católica y presentando luego la Reforma protestante como el triunfo de la libertad y la tolerancia. Pero veremos ahora que la realidad está muy lejos de semejante imagen.

Edad Moderna

Guerra de los 30 años
Guerra de los 30 años

Con la Reforma, la guerra estalla por toda Europa. A contar de muchos protestantes pareciera que el conflicto consistió en que los protestantes protestaron y las hordas católicas del papa se abalanzaron sobre ellos masacrándolos mientras ellos huían a esconderse buscando solo la paz. La realidad no fue así, y en el conflicto que estalló vemos, una vez más, cómo todas las fuerzas políticas del momento se lanzan a avivar el conflicto intentando sacar provecho de él, los unos para poder separarse del Imperio Germánico o librarse de la influencia española, los otros para aumentar su influencia o para intentar no perderla. Católicos y protestantes prendieron la mecha y los reyes y gobernantes trajeron rápidamente toneladas de pólvora para que todo explotara. Para bochorno de todos los cristianos, católicos y protestantes por igual, todos se comportaron de forma totalmente indigna.

Tanto unos como otros persiguieron, torturaron y asesinaron a los contrarios en batallas o en arrestos. La crueldad dependía solo del nivel de poder que un grupo tenía en una zona, y ni católicos ni protestantes desaprovecharon sus ocasiones. Si los protestantes pueden presentar sus víctimas, también los católicos podemos presentar las nuestras. En los territorios dominados por los protestantes, los católicos fueron tan cruelmente perseguidos como lo fueron los protestantes en territorios católicos. Las diferentes facciones protestantes, además, pusieron mucho celo en purgar sus filas de sus propios herejes, torturando y asesinando a otros protestantes, por lo que tenían que luchar contra los católicos por un lado y entre sí por el otro lado.

Sangre

Mencionaremos ahora varios ejemplos que a menudo aparecen en páginas webs de corte protestante, e incluso en los libros de historia, pero que manipulan la historia real. Miguel Servet, el español descubridor de la circulación de la sangre, era un protestante que fue torturado y asesinado por sus creencias, pero al contrario de lo que se afirma en muchos sitios, no fue la Inquisición española quien lo hizo, sino… el mismísimo Calvino (uno de los padres de la Reforma) en Suiza. Lo mataron por ser panteísta, anabaptista y librepensador (y no por ser científico, como afirman hoy algunos ateos).

María Tudor

Otro caso típico, con sangre también, son las críticas a la reina inglesa María I (María Tudor), esposa del rey español Felipe II. Al llegar al trono de Inglaterra, María abolió las leyes protestantes de su padre Enrique VIII e intentó devolver al país al catolicismo por la fuerza, persiguiendo a quienes se opusieron. Esto le dio luego muy mala fama entre los historiadores anglicanos, que la apodaron Bloody Mary (que podemos traducir por María la Sangrienta, o también la Maldita María), a pesar de que durante su reinado fue muy querida por la mayoría del pueblo, de mayoría católica, que recuperó con ella su libertad religiosa.

La acusan de haber asesinado a miles de protestantes, «cientos de miles» se nos dice en algunas páginas webs, con razón la llaman «Sangrienta». La cifra más cercana a la realidad, sin embargo, nos la ofrece una crónica de la época, escrita por John Foxe, que sitúa en 284 las personas que murieron por causa de su fe en aquel reinado. Foxe era protestante así que la cifra real pudo ser esa o incluso menor, pero no mayor. No es que fueran pocas, pero esa cifra está lejísimos de las que solemos encontrar, y puesto que en aquella época enfrentarse a los deseos del monarca suponía peligro mortal, tal número de asesinatos no convertían a María ni mucho menos en una reina más cruenta de lo habitual. Como comparación, su hermano Eduardo VI masacró a 5.500 católicos en Cornualles. Su padre, Enrique VIII, había matado alrededor de 60.000 católicos y nadie le llama «Enrique el Sangriento». El calificativo de Sangrienta, por tanto no es en absoluto merecido, sino una manipulación histórica posterior.

Isabel I de Inglaterra

Al llegar después al poder su hermana Isabel I, Inglaterra era aún un país mayoritariamente católico, pero Isabel abolió por segunda vez el catolicismo y reinstauró las leyes protestantes endureciéndolas aún más. En 1585 aprobó una ley que condenaba a muerte a todos los sacerdotes católicos que hubieran sido ordenados después de su coronación, y comenzó una discriminación legal y social que convertiría a los católicos en minorías parias hasta entrado el siglo XX. Promulgó una ley en la cual prohibía la misa católica y (tal como antes había hecho ya su padre) obligaba a sus súbditos a reconocerla a ella como líder espiritual de la Iglesia en lugar del papa. Los católicos se veían así obligados a abandonar al papa y aceptar a la reina y sus creencias, o sea, esa ley, de facto, obligaba a los católicos a renunciar a su fe y hacerse protestantes so pena de quedar fuera de la ley. Y no solo fuera de la ley, sino que quienes permanecieran fieles al papado sufrían una fuerte multa, si persistían eran sentenciados a cadena perpetua, y si persistían aún, podrían incluso ser condenados a muerte por alta traición, a elegir entre la horca, ser arrastrado por caballos o descuartizado. Si eras mujer te trataban con «mayor delicadeza» pues ellas eran quemadas en la hoguera. De un plumazo todos los católicos del país, que recordemos era la mayoría de la población, tuvo que elegir entre arriesgarse a morir cruelmente o apostatar antes o después. Las zonas remotas del país mantuvieron mucha población católica aún, pero en poco tiempo los católicos pasaron de ser mayoría a ser una pequeña minoría semiclandestina. Y sin embargo Isabel I pasará a la historia con el sobrenombre de «Good Queen Bess» (La Buena de Isabelita) mientras su hermana María es hoy para todos “la Sangrienta”.

Uno de los episodios más sangrientos entre los enfrentamientos de católicos y protestantes fue la matanza de hugonotes de la llamada «Noche de San Bartolomé», en la que miles de calvinistas fueron asesinados por toda Francia. Hecho lamentable, y más lamentable aún el que muchos católicos de toda Europa lo celebrasen. Pero esos hechos no fueron debidos a la crueldad inherente de los católicos, sino a que Francia se hallaba en guerra civil, una guerra que además había sido iniciada por los protestantes con el objetivo de dominar toda Francia y abolir el catolicismo al igual que había ocurrido en Inglaterra poco antes. Por lo tanto el asesinato de hugonotes debe encuadrarse en una guerra donde, no lo olvidemos, de haber ganado los protestantes hubieran sido los católicos los perseguidos. Francia e Inglaterra muestran dos caras opuestas de una misma realidad, la crueldad e intolerancia en la que tanto unos como otros pueden caer. Aún así, frente a los 60.000 católicos muertos en Inglaterra con Enrique VIII (sin sumar los miles causados por sus hijos Eduardo e Isabel), la matanza de hugonotes se saldó con 5.000 muertos en toda Francia (otros suben hasta 10.000 pero no más), y sin embargo las persecuciones inglesas casi no tienen ninguna repercusión mientras que la de los hugonotes se enarbola siempre como una de las grandes atrocidades de la historia europea. Está claro que la parcialidad en contra de la Iglesia Católica es espectacular.

En los países nórdicos, hubo matanzas de católicos en Delecarlie, Suecia. En Dinamarca todos los obispos fueron encarcelados y los de Noruega huyeron antes de correr la misma suerte. En general, los protestantes lo pasaron muy mal en los países católicos y los católicos lo pasaron muy mal en los países protestantes, pero las cifras varían. En el sur de Europa, en países como Portugal, España o Italia, el número de protestantes perseguidos o asesinados fue muy pequeño por la sencilla razón de que había muy pocos. Como ejemplo, en España durante las guerras religiosas del siglo XVI solo fueron asesinados unos 50 protestantes. ¡50! Sin embargo en los países protestantes el asesinato de católicos se cuenta por miles y decenas de miles. De nuevo esto no es porque los protestantes sean más crueles, sino porque en esos países la población era mayoritariamente católica hasta que los protestantes llegaron al poder, así que mientras los países católicos solo tenían que reprimir a unas pequeñas minorías, los países protestantes tenían que doblegar a la mayoría de la población y después perseguir a todos aquellos que no se doblegaran tan fácilmente; sus potenciales víctimas, por tanto, eran incomparablemente más numerosas, y por eso sus represiones y masacres también fueron mucho mayores. Y aún así, han logrado retratarse en la historia como las principales víctimas en un proceso en el que ellos solo buscaban terminar con la intolerancia y abrir Europa a la diversidad.

La Guerra de los 30 años (entre católicos y protestantes) finalizó con la Paz de Westfalia en 1648. Allí se estableció el principio de Cuius regio, eius religio (de quien es la región, de él es la religión), que establecía que un país sería católico o protestante según la religión de su rey o gobernante. En la práctica, ante el ambiente general de intransigencia, esto supuso que los súbditos de diferente religión al estado tuvieron que convertirse, exiliarse o pasar a la clandestinidad, de lo contrario sufrían discriminación, persecución y a veces incluso la muerte, y tal situación afectó por igual a unos y a otros, pues a partir de ese momento la religión pasó a ser un asunto interno de cada estado y se prohibían las injerencias externas.

Los padres fundadores ¿tolerantes?

Lord Acton demuestra ampliamente que la “intolerancia” católica fue meramente defensiva. mientras que los protestantes habían adoptado “el principio de la intolerancia agresiva, nueva en aquella época en el mundo cristiano y favorable tanto al despotismo como a la revolución” (The History of Freedom and other Essays, Londres, 1907, pgs. 168, 170, 181, 255, etc.). Según los reformistas la libertad de conciencia era una invención diabólica: libertas conscientiarum diabolicum dogma, dice Teodoro de Beza. Por lo cual la guerra contra los católicos fue a muerte, y éstos reaccionaron a la defensiva.

Lutero
No se debe entrar en disputa con los herejes, sino que deben ser condenados sin oírlos, y hacerlos perecer en el fuego. El fiel debería perseguir la maldad a sus raíces, y bañar sus cabezas en la sangre de los obispos Católicos, y del Papa, quien es el diablo en disfraz. [...] Si creen que esta respuesta es demasiado dura y que su solo fin es hacerles callar por la violencia, respondo que esto es verdad - un rebelde no merece que se le conteste con razones, porque no las acepta. La respuesta adecuada es un puñetazo que le haga sangrar la nariz. Los campesinos no quieren escuchar... hay que abrirles los oídos con balas hasta que salten sus cabezas. El que no quiere escuchar la Palabra de Dios cuando se le dice con bondad ha de escuchar al verdugo cuando este llega con su hacha. No quiero oír ni saber nada de misericordia. (Lutero, carta a los nobles y carta abierta contra los campesinos católicos, 1525)

Con estas declaraciones del líder de la Reforma no nos resulta tan sorprendente la cifra de 100.000 labriegos católicos asesinados en centroeuropa. ¿Cifra inflada? es posible, pero en ese caso no sería más de lo que están las suyas. El Diccionario de Oxford de la Iglesia Cristiana, una obra protestante, nos dice: «Los Reformadores como Lutero, Beza y en forma especial Calvino, fueron tan intolerantes al disentimiento, como la Iglesia Católica Romana lo fue.» (Cross, 1383).

Los católicos fueron perseguidos o expulsados o forzados a cambiar su fe mediante el uso de la fuerza, la tortura y también el asesinato. Como dijo el mismo Lutero, «Si tuviera a todos los frailes franciscanos en una sola casa, le prendería fuego. ¡Al fuego todos ellos!» o también «Matad cuantos campesinos [católicos] podáis: Hiera, pegue y degüelle a quien pueda. Feliz si mueres en ello, porque mueres en obediencia a la Palabra Divina«.

protestantes matan catolicos

Otro de los fundadores protestantes, Zwinglio, declaró que la masacre de obispos era necesaria para el establecimiento del Evangelio purificado. Los mismísimos anabaptistas del XVI, al igual que otras sectas disidentes, fueron perseguidos por orden de Lutero.

Lo realmente contradictorio es que el protestantismo surgió defendiendo el libre derecho del individuo a interpretar las Escrituras por sí mismo, pero desde el momento que los principales dirigentes protestantes llegan al poder, ese derecho es negado a todos aquellos que, interpretando las Escrituras individualmente, llegan a conclusiones diferentes a las que ellos poseen.

Mientras Lutero estuvo encerrado en el castillo de Wartburg traduciendo la Biblia al alemán, algunos de sus partidarios, fieles a su idea de la libre interpretación de las escrituras, comenzaron a interpretar sus doctrinas de una forma que Lutero no había previsto. Era la lógica consecuencia de lo que el propio Lutero predicaba. Sin embargo Lutero se escandalizó de esas nuevas interpretaciones. Lutero les rechazó considerándoles “reformadores radicales”. Estas nuevas corrientes, como los anabaptistas, fueron perseguidas por Lutero con más empeño aún que la Iglesia Católica.

Persecuciones, asesinatos y torturas son, desgraciadamente, patrimonio de todos los bandos, y solo aquellas denominaciones que son minoritarias sufren pacíficamente y piden tolerancia, mientras que incluso ellas mismas cuando en una zona adquieren predominancia, pasan a ser intolerantes con los que no aceptan sus creencias. Un enorme listado de citas que apoyan esta intolerancia protestante puede leerse en este enlace.

Estados Unidos ¿el país de la libertad religiosa?

Otro mito alimentado por los protestantes es la idea de que Estados Unidos, país nacido con las migraciones protestantes, fue un paraíso de tolerancia religiosa donde todos los perseguidos por sus creencias religiosas hallaron refugio. Nada más lejos de la realidad.

El nivel de tolerancia allí fue mayor, cierto es, pues sus primeros pobladores llegaron allí huyendo de las persecuciones europeas y lo que ansiaban era vivir en paz y ejercer sus creencias. Hay que aclarar que eran refugiados religiosos procedentes de los países protestantes (sobre todo Inglaterra y Centroeuropa), lo que ya nos dice mucho sobre la tolerancia que mostraban los protestantes europeos no solo frente a los católicos, sino frente a sus propios correligionarios de creencias diferentes. Los católicos que huían buscaron refugio en países católicos, como Francia, Italia o España; los protestantes que huían lo buscaron en Estados Unidos. En este país las diferentes denominaciones protestantes convivieron con cierta armonía, aunque no sin conflictos. Hasta que llegaron denominaciones más innovadoras, como los testigos de Jehová, que sí fueron duramente perseguidos en sus inicios por ser considerados demasiado diferentes, demasiado poco protestantes.

Pero la principal persecución fue contra los católicos. Frente a los católicos, todos los protestantes, incluidos evangélicos y paraprotestantes, hicieron frente común. El anticatolicismo norteamericano se basaba en dos pilares:

1- La peculiar interpretación bíblica de que la Iglesia Católica era la Gran Ramera de Babilonia y el papa era el Anticristo. Esta creencia se fue debilitando con el tiempo aunque todavía perdura, sobre todo entre muchos evangélicos y paraprotestantes (ver nuestro artículo desmontando dicha interpretación: «El Apocalipsis: la Gran Ramera de Babilonia y el Papa«).
2- La absurda idea política de que la Iglesia Católica tenía como objetivo sumergir a todo el planeta en una nueva y despótica Edad Media controlada por ella.

Esto permitía a la gente rechazar enérgicamente a los católicos basándose en principios religiosos o políticos o ambos a la vez, lo cual les convertía en un peligro y en unos apestados, además de que eran una pequeña minoría disidente (hasta el siglo XX). Cuando las migraciones católicas aumentan grandemente en el siglo XIX, la mayoría protestante se alarma y se vuelve aún más intolerante. John Highham describe al anticatolicismo como “la más lujuriosa y persistente tradición de agitación paranoica en América” y el historiador Arthur Schlesinger ha denominado al anticatolicismo como “el más profundo prejuicio en la historia del pueblo americano”. Las cartas y leyes de la época colonial contenían proscripciones específicas contra los católicos. Monseñor Ellis señaló que el común odio hacia los católicos logró unir a los clérigos anglicanos y ministros puritanos a pesar de las diferencias y conflictos que existían entre ellos.

El sentimiento anticatólico floreció en los Estados Unidos con especial intensidad durante todo el siglo XIX y se multiplicaron los actos de violencia contra la minoría católica, como los hechos que se produjeron el 11 y 12 de agosto de 1834 en Charlestown (Massachusetts) que fueron conocidos como los «Disturbios del convento de las Ursulinas». En esa ocasión, una turba protestante, inflamada por el libro anticatólico «The Awful Disclosures of María Monk» (las horribles confidencias de María Monk) escrita por una supuesta monja, incendió un convento de monjas ursulinas quienes de milagro lograron escapar de ser linchadas. Quema de iglesias y monasterios, palizas, linchamientos, discriminación social e incluso legal fueron cosas a las que a menudo tuvieron que enfrentarse los católicos en Estados Unidos, algo que dice muy poco del paraíso de tolerancia del que presumen.

Ku Klux Klan anticatólico

Un gran trabajo en la persecución de católicos desarrolló el Ku Klux Klan, quienes convencían a la gente de que las desgracias morales que vivían los Estados Unidos eran permitidas por Dios debido a la presencia de hijos de la «Gran Ramera de Babilonia» entre el pueblo escogido que representaban los protestantes de raza blanca. Entre los más sonoros asesinatos de católicos por parte del Klan destaca el de Viola Liuzzo, en cuyo asesinato incluso estuvo involucrado un agente del FBI. Para ellos, los católicos eran tan despreciables como los negros y las palizas y linchamientos de católicos se sucedieron, aunque ahora parezca que nunca existieron.

La Inquisición española

En el repertorio de crueldades que habitualmente se recita contra la Iglesia Católica nunca puede faltar una de las menciones estrella: la cruel y despiadada Inquisición española. Sobre este tema quisimos dar tantos detalles que finalmente terminamos por desgajar toda esa sección de este artículo y publicarla como un artículo independiente; puede leerlo en este enlace: La Inquisición española, verdad y mito.

La Inquisición esapañola-

Tras leer ese artículo su visión de la Inquisición cambiará radicalmente a menos que se nos acuse de inventarnos todos los datos, pero el documental de la BBC que incluimos en ese artículo le hará la información mucho más creíble. Lo triste es que se mantenga aún una mentira nacida de la propaganda antiespañola y anticatólica del siglo XVI hasta el punto de que hoy en día (cuando el ateísmo controla buena parte de los medios de comunicación) incluso los mismos españoles e hispanoamericanos han acabado tomando ese mito por la verdad histórica. Lo cierto es que la justicia de la Inquisición fue mucho más benévola y menos cruel y sanguinaria que la justicia civil, y también mucho más suave que los tribunales religiosos equivalentes de los países protestantes, tal como demostramos con hechos y cifras en el mencionado artículo.

La Edad Contemporánea

A partir de la Ilustración (s. XVIII) el ateísmo comienza a imponerse en las clases intelectuales primero y dirigentes después, con lo que a pesar de ser una minoría muy pronto empiezan a hacerse con el poder y a utilizarlo en su provecho. Su proyecto de sociedad pasa por el laicismo y el destierro de la religión, no solo del cristianismo sino de cualquier creencia en Dios. Parte de su propaganda consistirá en el desprestigio del cristianismo, resaltando todos sus defectos y velando sus virtudes. Como la principal rama cristiana era, y es, el catolicismo, será este el principal objetivo de sus ataques, en los cuales contarán con la ayuda, a menudo entusiasta, de los protestantes, poco conscientes de que la tumba que los ateos pretendían cavar estaba también destinada a ellos mismos.

La separación Iglesia-Estado, uno de los principios fundamentales de la Ilustración, es algo muy positivo para la Iglesia también, pero tiene el efecto de darles a ellos manos libres para reescribir la historia y manipularla. Al mismo tiempo, al controlar el poder, tenemos el caso excepcional de que en muchos casos ahora será una minoría la que comience a perseguir a la mayoría, y así hasta el día de hoy.

Las mártires de Compiége
Las mártires de Compiége

Las primeras persecuciones se desatan con la Revolución Francesa. La excusa primera es que la Revolución no va contra los cristianos, sino contra los poderosos (reyes, nobleza y jerarquía eclesial por igual), y así se pasa por la guillotina a obispos y sacerdotes. Pero ese solo será el principio. En seguida la presión llega al cristiano de a pie también. Los revolucionarios ponen en marcha un proceso que se llamará «descristianización de Francia«. El objetivo confeso es acabar con el poder de la Iglesia (la Iglesia Católica, pues estamos en Francia), pero el objetivo más amplio será acabar con el cristianismo en general y contra toda religión, o sea, imponer el ateísmo al pueblo. Se confiscan los bienes de la Iglesia, se intenta destruir todos los símbolos religiosos y de culto (cruces, campanas, imágenes, altares, etc.), se prohíben las misas y el culto cristiano. Se condena a muerte a todos los sacerdotes que no presten juramento al estado laico, que en la práctica suponía renunciar a sus creencias. Miles de sacerdotes sufren la deportación (30.000 en solo una década), torturas e incluso la muerte, y las monjas y frailes tampoco escapan a la locura. De todos los grupos sociales, el clero católico fue el que más sufrió en los años posteriores a la Revolución Francesa, cuando la Revolución se extiende a otros países de Europa la persecución a la Iglesia también forma en mayor o menor medida parte del paquete. Como la casi totalidad del pueblo es cristiana, esa condena no se extiende automáticamente al cristiano de base, pero para ellos comienza un programa de descristianización que va poco a poco minando sus creencias y alejándoles de la religión, un programa de bastante éxito que, unido al laicismo institucional allí nacido, ha convertido a la muy religiosa Francia de entonces en uno de los estados con mayor proporción de ateos del mundo (aún así solo un 32%).

Y por no extendernos mucho más pasemos a la otra gran revolución moderna, la revolución comunista de Rusia de 1917. Aquí vemos algo parecido a lo que ocurrió en Francia, una nación profundamente religiosa como Rusia cae bajo el dominio de una élite comunista de ideología atea que no duda en imponer su ateísmo a las masas a golpe de represión y sangre, aún con más saña que los franceses y también en nombre de los mismos grandes valores: la libertad, la igualdad y la solidaridad, solo que llevados a extremos aún más altos.

Pocos meses después de que los bolcheviques accedieran al poder comenzaron ya las matanzas a sacerdotes cristianos, aunque lo peor comenzará 5 años después. Casi todas las iglesias fueron cerradas o destruidas, se organizó una Iglesia estatal, sometida enteramente al Partido, y los sacerdotes que no se sometían a ella eran perseguidos, formando de nuevo una Iglesia de las catacumbas en la clandestinidad. Al llegar la II Guerra Mundial casi todos los obispos y sacerdotes habían sido asesinados o estaban internados en campos de concentración, o sobrevivían como podían en la clandestinidad, casi la totalidad de los monasterios habían sido clausurados. A todos los niveles se suprime cualquier formación religiosa y se substituye por el adoctrinamiento ateo. Se organizan procesiones laicas en las que se ridiculiza con escenas escandalosamente blasfemas lo más sagrado. Al principio se toleran las creencias individuales pero se prohíbe cualquier tipo de manifestación o transmisión de las mismas, por lo que transmitir tu fe a tus hijos era considerado un acto de traición al Estado castigado con prisión o internamiento en campos de concentración. Como ejemplo, solo durante la década de Nikita Krushchev (1955-1964, 9 años) 50.000 sacerdotes fueron asesinados, y eso que llegó al poder anunciando una relajación de las medidas de represión. Las matanzas y represiones del comunismo hicieron empalidecer las de la Revolución Francesa, algo que parecía difícil de conseguir.

A medida que la revolución comunista se va trasladando a más países, todos los nuevos gobiernos asumen igualmente el exterminio de la religión («opio del pueblo» como la declarara Marx) como uno de sus principales objetivos. Igual de cruel y tajante con la religión será China y las dictaduras comunistas de Asia, como a día de hoy lo sigue siendo Corea del Norte, tal vez el único estado comunista puro que queda.

La actualidad

Si queremos ser optimistas podemos decir que ese principio fundamental que siempre ha acompañado al ser humano, el de la intolerancia a las minorías diferentes, ha llegado por fin hoy a su fin. Sobre todo las personas que viven en las ricas sociedades occidentales tienen la percepción de que esas cosas pertenecen al pasado, que nosotros ya somos de otra manera, somos tolerantes, hay libertad, ya no se mata al prójimo por creer diferentemente… ¿o sí?

Guerra cristera, México
Guerra cristera, México

Pues para bien y para mal la naturaleza humana cambia de formas, pero no de esencia. Por desgracia el principio de intolerancia al distinto sigue activo. Para comprobarlo no hay más que mirar a países donde una ideología (atea o religiosa o del tipo que sea) mantiene un férreo control del poder: Corea del Norte persigue a los creyentes, China les reprime y en parte tolera a voluntad, muchos países islámicos persiguen, torturan y asesinan a cristianos y ateos por igual (mientras al mismo tiempo exigen libertad de culto para los musulmanes en el resto del mundo), en el África negra, estados y milicias islámicas asesinan, secuestran y reprimen a los cristianos sin cesar.

El siglo XX no supuso una mejora de la situación, sino un recrudecimiento nunca antes visto. Además de las persecuciones de cristianos a manos de las dictaduras comunistas y del nazismo tenemos también otros episodios, como las leyes y persecuciones contra católicos promulgadas en México a principios de aquel siglo, las severas limitaciones impuestas al cristianismo en Cuba, o también en la muy católica España, donde entre 1934 y 1939 fueron asesinados unos 10.000 católicos por motivos religiosos, de los cuales según los archivos 6.832 eran del clero (entre obispos, sacerdotes y religiosos).

Estado islámico mata 21 cristianos
El Estado Islámico organiza frecuentes asesinatos en masa de cristianos y otras minorías

De hecho el siglo XX es el siglo con más mártires cristianos de la historia, pero lo peor es que el siglo XXI va por el mismo camino; solo en el año 2001 se calcula en más de 160.000 el número de cristianos muertos por su fe en todo el mundo. Según unas declaraciones de Mario Mauro en agosto 2010, que ejercía entonces como representante de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) contra la discriminación de los cristianos, de 100 personas que mueren al año por persecución religiosa, 75 serían cristianos, y se calcula que ese mismo año 200 millones de cristianos vivían en situación de persecución y limitación de derechos. Mención expresa merecen las feroces y masivas persecuciones contra cristianos en las zonas bajo el control del supuesto Estado Islámico, que están llevando a la práctica eliminación del cristianismo en gran parte de Oriente Medio. En realidad, en la mayor parte de los países donde el cristianismo no es mayoría, sufre persecución. Y ahí estamos de nuevo igualados los católicos y los protestantes, pero ahora ambos como víctimas.

Las democracias occidentales

Los ciudadanos occidentales piensan que si esos países son intransigentes con las minorías es porque siguen bajo esquemas humanos del pasado. Las democracias modernas parecen haber puesto fin a la intolerancia, proteger a las minorías y permitir el florecimiento de la diversidad en todos sus aspectos, o al menos esa es la retórica que machaconamente se intenta transmitir, y la que forma parte esencial de todo el ideario y del imaginario político y social de nuestras actuales democracias. Y ciertamente la tolerancia florece en estas sociedades con mayor brillo de lo que jamás se ha visto (posiblemente). Pero no dejemos que su luz nos ciegue, porque junto con una mayor tolerancia (bienvenida sea) también coexiste la intolerancia de siempre, solo que ahora no se puede hacer gala de ella porque está muy mal vista, así que arrastra su existencia en la clandestinidad, casi como si no existiera, pero en realidad sigue tan viva como siempre.

Ingeniería social
Ingeniería social para erradicar la fe

La gran diferencia es que las actuales generaciones que viven en las democracias ricas de hoy son sociedades que en general se han visto liberadas de la guerra y la barbarie, y de la extrema necesidad, así que son personas mucho más pacíficas y abiertas, que en general rechazan con horror las antiguas formas de violencia. Por lo tanto la presión de las mayorías sobre las minorías se ejecuta de formas más sutiles, más adaptadas a la mentalidad actual, mucho menos cruentas, pero en realidad incluso más efectivas que antes.

Lo impactante es que en casi todos estos países los creyentes, aunque a menudo ya descafeinados, siguen siendo mayoría, pero los ateos controlan el poder y los medios de comunicación. En el nombre de la libertad y la pluralidad reprimen con mayor o menor intensidad las manifestaciones religiosas en el ámbito público de modo que en poco tiempo han logrado que sus sociedades tengan toda la apariencia de ser, sin serlo, mayoritariamente ateas. En ese contexto, ser cristiano (o creyente en general) se percibe ya como una anomalía, algo que es mejor ocultar o mantener en un muy bajo perfil, lo que a su vez contribuye a aumentar la percepción general y personal de que creer en Dios es una anomalía. Se puede atacar a Dios en público, pero intenta defender la religión en público y sufrirás el rechazo y la mofa de unos pocos y el incómodo silencio del resto. Así se llega a la paradójica situación de que la minoría atea puede expresar libremente sus creencias mientras que la mayoría creyente tiene que callarse avergonzada.

Burla a niño cristiano

Sentirse diferente genera ya de por sí una presión interna adaptativa que empuja al ser humano (social en su esencia) a querer ser «normal», como todos. Esta presión interna se ve muy reforzada por las consignas oficiales que presentan a la religión como algo nocivo, un peligro para la convivencia, o sencillamente un anacronismo absurdo supuestamente desmontado por la ciencia. Los cristianos (católicos o protestantes) se ven continuamente desacreditados y, lo que es mucho peor, ridiculizados por la sociedad. No hay arma más poderosa para una creencia que el ridículo social. La persecución, a menos que sea de una intensidad exagerada (y a menudo a pesar de ello) tiene el efecto de reafirmar a la gente en sus creencias, pero el ridículo es el mayor temor de la gente. Si asumes que tus creencias son ridículas, y eso es fácil de asumir cuando percibes que casi todos así lo ven, entonces esas mismas creencias se debilitan y pueden fácilmente terminar por desaparecer. Es en la adolescencia cuando la gente es más sensible al ridículo. Puedes trasmitir la fe a tus hijos con bastante libertad y eficacia, pero cuando esos hijos llegan a la adolescencia, su miedo visceral al ridículo hará que la mayoría de ellos reniegue de esas creencias o las destierren muy debilitadas a un ámbito oculto personal del que tal vez no vuelvan a salir, rompiéndose la cadena de transmisión.

Y una vez que las bases cristianas han sido debilitadas se pone en marcha la fase de discriminación política. A medida que los estados van sacando leyes que se oponen a las enseñanzas del cristianismo, el ser cristiano y ejercer como tal no solo va encontrando obstáculos, sino que puede conllevar pérdida de empleo, multas y hasta cárcel. Leyes como la del matrimonio homosexual, la eutanasia, el aborto, etc. hacen que cualquiera que se oponga a ello pueda ser perseguido judicialmente. Y normas de ese estilo seguirán proliferando. Por ejemplo, en muchos países occidentales la moral sexual católica empieza a ser vista como una forma dañina de educación de la cual hay que defender a los niños. No solo no se permite su trasmisión en las escuelas sino que se lucha activamente contra ella, intentando así contrarrestar la educación “dañina” que sus padres les inculcan en casa.

No tardará el día en que la Iglesia Católica reciba presiones legales para admitir a las mujeres en el sacerdocio lo desee o no, y en Bélgica, liberales y socialistas presentaron (afortunadamente sin éxito aún) un proyecto de ley que estipulaba penas de hasta dos años de cárcel para aquellos que “abusen de la credibilidad con el fin de persuadir de la existencia de hechos falsos, un poder imaginario o la historicidad de acontecimientos que nunca sucedieron”, lo cual, de haber prosperado, supondría la prohibición de transmitir la fe y el fin del culto religioso en general, pues tal declaración, proveniente de ateos, está claramente dirigida contra los creyentes.

Estado laico
Estado aconfesional vs Estado laico

Frente al estado aconfesional, que tolera la diversidad de creencias religiosas o ateas en su seno, ahora se promueve el estado laico, al estilo francés, que pretende eliminar la religión de todo ámbito público hasta hacerla casi invisible, de modo que en la práctica el estado y la plaza pública se convierten de nuevo en confesionales, con el ateísmo como única religión oficial. Es esta quizá la mayor y más poderosa falacia que se está imponiendo en las democracias modernas, pues con el argumento de que así se aumenta la tolerancia y la diversidad, en realidad se está imponiendo el pensamiento único laicista, o sea, ateo. En lugar de una sociedad en la que cabemos todos y todos tenemos derecho a mostrarnos y a defender nuestras creencias, se está pasando a una sociedad en donde, en la práctica, todas las creencias deben ser calladas salvo las creencias del ateísmo. Y esto se hace con el absurdo argumento de que el ateísmo no es una ideología, sino una “ausencia de ideología”. Se puede discutir sobre qué modelo aconfesional es mejor y más justo en cada sociedad en concreto, pero lo que nunca será justo es decir que en lugar de buscar un espacio para todo el mundo es mejor sacar a todos fuera de la calle para que al menos por fuera quede todo tal como a ellos, los ateos, les gusta. Dicho un poco en crudo, la ideología laicista sería algo así: si tú eres cristiano o budista, etc. me parece muy bien, pero mientras lo seas encerrado en tu casa, sin molestar; aquí fuera procura reprimir todos tus instintos trascendentes para que vuestra religiosidad no me ofenda ni pervierta a mis hijos, no sea que les podáis dar un mal ejemplo y alguno caiga en vuestras retrógradas redes. Hace 50 o 100 años (según el lugar) un ateo podría haberse quejado de los creyentes con idéntico razonamiento simulado. De nuevo vemos que la rueda gira pero siempre sigue siendo redonda.

El ejemplo de España

De esta forma por ejemplo en el estado aconfesional que es aún hoy España, un político con bastante probabilidades de lograr el poder en el 2016 ha asegurado que una «prioridad política» de un gobierno presidido por él sería convertir a España en un «Estado laico«, cuyo objetivo fuera «garantizar la laicidad en su sistema educativo, en las ceremonias públicas, y dejar en el ámbito privado las creencias religiosas«. Dicho de otro modo, sacar a la religión del espacio público aún más de lo que ya está, y rellenar todo su espacio por el ideario ateo que proclama la inexistencia de Dios, pues en ese estado laico enseñar a un alumno que Dios creó el universo sería (como de hecho es ya) considerado propaganda religiosa y parcialidad subjetiva y dañina, mientras que enseñarle que el universo es eterno o surgió por sí solo de la nada, sin la existencia de un Creador, resulta ser, al parecer según ellos, una forma objetiva de explicar las cosas sin que ninguna creencia se cuele en la formación de los estudiantes, siempre siguiendo la falacia de que no creer en Dios no es una creencia por sí misma, sino una ausencia de creencia y por tanto el espacio ateo sería el lugar de encuentro en donde todas las creencias quedarían niveladas y en igualdad de condiciones, donde todos nos sentiríamos cómodos por igual (?). Por eso mismo se pretende suprimir la asignatura de religión (hoy voluntaria) incluso de los colegios religiosos, pero se obligaría a todos a estudiar una asignatura de educación cívica que en muchos aspectos atacaría de frente ciertos preceptos morales católicos, intentando desmontar en la escuela parte de lo que los padres católicos intentan construir en casa. Lo que los alumnos de verdad necesitarían sería una asignatura para el estudio de la lógica y que de ese modo no pudieran ser manipulados a golpe de falacias y propaganda laicista.

Nota: no es esto una crítica a un partido concreto, sino a un punto de su programa político que se mueve en una línea que es, a nuestro modo de ver, totalmente errónea y nociva para la sociedad y para la democracia.

El razonamiento de los defensores del laicismo a menudo es algo así como esto: una procesión católica puede ofender a los musulmanes, un rezo musulmán en la calle puede ofender a los católicos, una cruz puede ofender a los budistas, una sinagoga puede ofender a los islámicos… por tanto si suprimimos sinagogas, cruces, rezos, procesiones, etc. del espacio público eliminaremos todo conflicto y nadie se ofenderá. Y sin embargo no saben o quieren ver que una sociedad en la que nuestros hijos puedan moverse sin que nunca les hablen de Dios ni vean símbolos religiosos ni rezos ni templos, será una sociedad sin Dios, atea, y eso puede ofender a todos los creyentes, musulmanes, cristianos, judíos o budistas, pero claro, no les ofenderá a ellos, que en el fondo es el quid de la cuestión. De su cuestión.

Pero ofender a un creyente no parece ser ningún problema, el problema es, aunque sea implícito y no se exprese en voz alta, que la religión al parecer ofende a una parte de los ateos y ellos prefieren ofender a todo el mundo con tal de imponer su modelo social que acaba siendo ideológicamente totalitario e intolerante. Digámoslo bien alto y claro, un estado aconfesional encaja perfectamente con la naturaleza de una democracia sana, un estado laico es una imposición atea encubierta más propia de las dictaduras que de una democracia que realmente lo sea. Permitir a un creyente practicar su fe en las sombras pero sin dejarle actuar y expresarse con normalidad en la plaza pública es una sutil pero poderosa forma de represión y una buena forma de dificultarle enormemente la posibilidad de transmitir a sus hijos sus propias creencias, un principio que debería ser sagrado en cualquier sociedad sana. Difundir desde las instituciones y medios propaganda atea y al mismo tiempo silenciar o ridiculizar los mensajes de las diferentes religiones es adoctrinamiento estatal, imposición del pensamiento único, y eso va en contra de la democracia y de los derechos humanos.

Y así es cómo las ricas democracias occidentales actuales están luchando contra el cristianismo. El mismo principio básico de siempre: destruir al diferente, aunque con las delicadas y sofisticadas formas de la época y la sociedad en la que ahora vivimos, pero con un enorme agravante, que ahora ni siquiera es la mayoría la que se impone a las minorías, sino que es una minoría atea la que, controlando el poder, está consiguiendo a través de la ingeniería social modificar a las mayorías sociales hasta irlas remodelando y llevando a su terreno. En lugar de matar a los curas y poner trabas a los fieles, ahora basta con ridiculizar sus creencias, limitar su margen de acción público, interferir en la formación religiosa de sus hijos y dejar que sea la gente, por voluntad propia, la que vaya abandonando a la Iglesia. Mismo objetivo aunque diferentes medios. El principio de intolerancia sigue activo.

Conclusión

intolerancia

Repasando un poco la historia de la humanidad desde que nació el cristianismo hasta hoy, hemos visto que el principio de intolerancia siempre ha guiado a las sociedades, que las mayorías (o las minorías que controlan el poder) reprimen a quienes piensan diferente, independientemente del ideario o religión que posean. Ese mismo principio ha guiado a todos, católicos, protestantes, ateos o de cualquier otra creencia o ideología. Por lo tanto pensar que la Iglesia Católica ha perseguido a los protestantes con crueldad y los protestantes han sido gente pacífica que solo quería vivir su fe en paz, es una imagen tan idílica como alejada de la realidad.

La diferencia es que las atrocidades cometidas por el bando católico han sido bien documentadas y magnificadas mientras que las cometidas por el bando protestante son minimizadas y mucho menos conocidas, lo que dice mucho sobre qué élites han dominado el mundo durante los dos últimos siglos. No se trata tanto de si son católicos o protestantes, musulmanes, judíos, ateos o paganos; en la historia de la humanidad vemos continuamente que la ideología dominante (o simplemente la que se hace con el poder) reprime a las discordantes e incluso intenta eliminarlas, a veces físicamente también. Lo vemos con los judíos, que de minoría perseguida han pasado en Israel a mayoría perseguidora en solo una generación (les bastó tener un pedazo de tierra bajo su control), lo vemos con los musulmanes, que piden tolerancia y libertad en donde son minoritarios pero se muestran intransigentes o incluso cruelmente despiadados con los demás en los países que controlan, y también con los ateos, que donde son minoría exigen su derecho a disentir pero persiguen a los creyentes en aquellos regímenes en los cuales acceden al poder, o buscan la creación de estados laicos con los que eliminar la religión de forma incruenta pero eficaz.

Desgraciadamente es una tendencia humana que todos, por ser humanos, compartimos, no es cuestión de creencias. Si en algo se parecen los católicos y los protestantes de la historia es en que ambos se convertían en perseguidores de los otros en cuanto accedían al poder. Cristianos contra cristianos en lo que supone tal vez el capítulo más vergonzoso de la historia del cristianismo, pero que habla menos del cristianismo en sí que de la naturaleza humana, como demuestra el hecho de que el ateísmo siga los mismos patrones.

Sin embargo esto no puede ser excusa para justificar intolerancias del pasado o del presente, los cristianos tenemos la obligación de superarnos a nosotros mismos, trascender nuestra naturaleza humana y convertirnos en referente moral de la sociedad dando ejemplo de tolerancia y aportando en nuestras vidas personales lo que al resto le falta. Si la historia demuestra que no es fácil, el Evangelio nos impulsa a la superación y la esperanza.

Terminemos con estas palabras de un historiador agnóstico belga para hacernos reflexionar:

Léo Moulin

Haced caso a este viejo incrédulo que sabe lo que dice: la obra maestra de la propaganda anticristiana es haber logrado crear en los cristianos, sobre todo en los católicos, una mala conciencia, infundiéndoles la inquietud, cuando no la vergüenza, por su propia historia. A fuerza de insistir, desde la Reforma hasta nuestros días, han conseguido convenceros de que sois los responsables de todos o casi todos los males del mundo. Os han paralizado en la autocrítica masoquista para neutralizar la crítica de lo que ha ocupado vuestro lugar… Feministas, homosexuales, tercermundialistas y tercermundistas, pacifistas, representantes de todas las minorías, contestatarios y descontentos de cualquier ralea, científicos, humanistas, filósofos, ecologistas, defensores de los animales, moralistas laicos: habéis permitido que todos os pasaran cuentas, a menudo falseadas, sin discutir. No ha habido problema, error o sufrimiento histórico que no se os haya imputado. Y vosotros, casi siempre ignorantes de vuestro pasado, habéis acabado por creerlo, hasta el punto de respaldarlos. En cambio, yo (agnóstico, pero también un historiador que trata de ser objetivo) os digo que debéis reaccionar en nombre de la verdad. De hecho, a menudo es cierto. Pero si en algún caso lo es, también es cierto que, tras un balance de veinte siglos de cristianismo, las luces prevalecen ampliamente sobre las tinieblas. Luego ¿por qué no pedís cuentas a quienes os las piden a vosotros? ¿Acaso han sido mejores los resultados de los que han venido después? ¿Desde qué púlpitos escucháis contritos ciertos sermones?
Léo Moulin, sociólogo belga (1906-1996)

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Fin

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Comentarios

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4 respuestas a “La Iglesia, perseguidora y perseguida”

  1. Avatar de Zak
    Zak

    Al principio de la entrada se hace una distinción entre cristianos y católicos como si fuese algo distinto. ¿Acaso los católicos no somos cristianos? Se que es para referirse a las iglesias separadas, pero es una distinción que se acostumbra a hacer. Los católicos no solo somos cristianos sino que es la Iglesia misma fundada por Jesús.

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    1. Avatar de Christian

      Totalmente de acuerdo, nosotros nunca presentamos a «cristianos» y «católicos» como dos cosas diferentes, supongo que te refieres a la frase «católicos o no, cristianos o no», pero ahí lo que queremos decir que es lo mismo hacen los católicos que los que no lo son (o sea, los protestantes), y lo mismo hacen los cristianos (o sea, da igual si son católicos que protestantes) que los que no son cristianos (o sea, musulmanes, judíos, hinduístas, etc.). Con esa idea lo escribimos aunque entiendo que al leerlo se pueda interpretar de la otra forma. También menciono «creyentes o no», y en creyentes incluyo a cristianos y no cristianos como opuestos todos a los ateos, así que nosotros entraríamos dentro de la categoría de: creyentes, cristianos, católicos, participando de las tres, no solo de la última.

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  2. Avatar de Pamomarq
    Pamomarq

    Gracias por el artículo, y enhorabuena una vez más. Creo que haces una magnifica presentación de la situación actual en el mundo occidental, y de la de España en particular. Sin embargo, lo que más me ha llamado la atención ha sido la reseña del agnóstico belga, y de la frase que recoges:¿ “porqué no pedís cuentas a quienes os las piden a vosotros?”. A este respecto, me gustaría saber si los valdenses pidieron perdón al Papa Francisco cuando él se lo pidió a ellos; y si dichos valdenses besaron la Biblia Católica, al igual que el Papa besó la valdense. Que yo sepa, ese hecho no se produjo, ¿o es que no lo informó la prensa?. Finalmente añadir que creo que los valdenses, en Turín (donde eran hegemonía) fastidiaron bastante a los católicos, y especialmente a S. Juan Bosco.

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    1. Avatar de Christian

      Sí, yo también creo que hay que pedir perdón por nuestros errores pero tampoco fustigarnos creyendo que somos los únicos que hemos hecho cosas mal. La frase que citas de Moulin también me parece a mí digna de resaltar, no como revancha sino para tomar consciencia de que a menudo quienes nos acusan de no ser perfectos son en realidad más imperfectos que nosotros.

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