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La Encarnación: Doctrina protestante, fundamento católico

Portada: La encarnación, doctrina protestante, fundamento católico

La mayoría de las creencias de católicos y protestantes son comunes, ciertamente todos somos cristianos, y al mismo tiempo… ¿qué es lo que nos hace tan diferentes?

Se dice que lo que diferencia al cristianismo católico de las ramas protestantes son las doctrinas de las llamadas “solas” formuladas por Lutero, y es cierto, pero si profundizamos aún más hallaremos que lo que está en la base de todo es la doctrina de la Encarnación. Curiosamente ambos entendemos la Encarnación del mismo modo, así que no es la doctrina en sí lo que ha originado las diferencias, sino el hecho de que para los protestantes la Encarnación es sólo eso, una doctrina, mientras que para los católicos es además el fundamento de toda la manera de entender nuestra fe. Si logramos comprender bien esto seremos capaces de entendernos mutuamente mucho mejor y al mismo tiempo no caer en discusiones bizantinas condenadas al fracaso.

Qué es la naturaleza humana

Para entender de qué modo Dios se hizo hombre, primero tenemos que entender qué es el hombre.

Dualidad pagana

La creencia común previa al cristianismo es que el verdadero ser era el alma, la cual es espíritu o una especie de emanación del cuerpo. El cuerpo actuaba algo así como un vestido o caparazón que nos permite interactuar con el mundo físico. Al morir, el cuerpo se corrompe hasta desaparecer y el alma muere o migra al Más Allá. Incluso el judaísmo de la época de Jesús dudaba entre la visión materialista de que el alma moría junto con el cuerpo (saduceos) y los que creían en el alma inmortal e incluso la resurrección del cuerpo (fariseos).

Unidad cristiana

Frente a esta noción dual de la persona, en la predicación de Jesús encontramos una concepción del hombre en donde la dualidad cuerpo y alma es como dos caras de una misma moneda. Por eso el cristianismo cree en la resurrección de la carne glorificada, porque el alma, sin cuerpo, es sólo un hombre a medias, de igual modo que el espacio se compone de alto+largo+ancho pero a la vez es un solo e indivisible fenómeno. Un hombre verdadero es, por tanto, cuerpo+alma.

La Tumba vacía
Jesús no dejó su cuerpo en la tumba, resucitó con él

La resurrección, también llamada “la resurrección de la carne”, consiste en que parte de la persona, su cuerpo físico, muere verdaderamente pero luego es resucitada (en estado glorificado) y la persona pasa así a estar completa otra vez. Por eso nos dijo Jesús que también en el infierno es el ser humano completo, cuerpo+alma, el que sufre la destrucción (que no aniquilación):

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No tengáis miedo de los que pueden matar el cuerpo... sino temed al que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno. (Mateo 10:28)

Note que Jesús no dice “al que puede destruir el cuerpo (aquí) y (al que puede destruir) el alma en el infierno”, sino “el alma y el cuerpo” en el infierno. Imposible interpretarlo de otro modo. Si la Resurrección fuese simplemente que el alma sobrevive y va al Más Allá, entonces dicha doctrina no sería novedosa para los paganos, pues eso mismo creían la mayoría de ellos, y además no sería una “re-surrección” (volver a alzarse), sino simplemente inmortalidad del alma, que sobrevive a la muerte física.

RECUERDE: El hombre verdadero es una unidad cuerpo+alma. Es en esa naturaleza humana de doble faceta en la cual Dios se encarnó a través de María.

Qué es la encarnación

Y concebirás y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. (Lucas 1:31)
En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios y era Dios … Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (Juan 1:1, 14)

Anunciación de Giotto

Aun hoy, muchos cristianos, sin pararse mucho a pensar, tienen la idea de que “Dios se hizo hombre” significa algo así como que el Espíritu de Dios se metió en un cuerpo humano. Sin saberlo están cayendo en la antigua herejía del apolinarismo, formulada a finales del siglo IV como reacción a la herejía arriana de principios de ese mismo siglo, que negaba la plena divinidad de Jesús. El apolinarismo decía que el Verbo se había encarnado en un cuerpo humano sin alma, pero eso suponía que su parte humana no era verdaderamente hombre, sino una especie de marioneta de carne y hueso manipulada por Dios, más bien equivaldría eso a decir que Dios se hizo animal, pues eso es un cuerpo humano sin alma. Buena parte de las doctrinas cristianas perdían su sentido ante esa idea por lo que fue condenada en el Primer Concilio de Constantinopla (381). Finalmente el Concilio de Calcedonia (451) aclara ya definitivamente la naturaleza de Jesús del siguiente modo:

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Enseñamos que ha de confesarse a uno solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y el mismo perfecto en la humanidad, Dios verdaderamente, y el mismo verdaderamente hombre de alma racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y el mismo consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad, semejante en todo a nosotros, menos en el Pecado; (…) que se ha de reconocer a uno solo y el mismo Cristo Hijo Señor unigénito en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación, en modo alguno borrada la diferencia de naturalezas por causa de la unión, sino conservando, más bien, cada naturaleza su propiedad y concurriendo en una sola persona y en una sola hipóstasis, no partido o dividido en dos personas, sino uno solo y el mismo Hijo unigénito, Dios Verbo Señor Jesucristo.
Jesus hombre

Esta formulación de Calcedonia es la que hoy aceptamos los católicos (romanos y ortodoxos) y los protestantes por igual. Jesús es Dios, y sin dejar de ser verdaderamente Dios, se hizo verdaderamente hombre (Filipenses 2:6-11), un misterio incomprensible pero que se encuentra en la raíz de todas las creencias cristianas. Como misterio que es, es imposible explicarlo con exactitud, pero sí podemos decir lo que no es. Jesús no es en parte Dios y en parte hombre, ni tampoco una mezcla de ambas cosas, ni dos entes conviviendo en un mismo cuerpo. No es un Dios que entra en un cuerpo vacío pero tampoco un Dios compartiendo espacio con un hombre distinto a él. Es un solo ser pero con dos naturalezas, y la naturaleza humana implica que además de ser Dios-Hijo está al mismo tiempo dotado de un cuerpo y un alma humanos que le pertenecen a Él del mismo modo que mi alma y mi cuerpo me pertenecen a mí sin ser otras cosas distintas a yo mismo.

Siguiendo con la misma analogía, imperfecta pero suficientemente aproximada, podemos decir que si yo bailo es todo mi ser el que baila, cuerpo y alma, y si gozo es todo mi ser el que goza, aunque el baile sea una actividad física y el gozo un estado espiritual. Del mismo modo cuando Jesús actúa, aunque al hacerlo muestre cualidades divinas (emanadas de su ser divino) o cualidades humanas (emanadas de su ser humano), es Cristo entero el que actúa, no sólo una de las dos naturalezas independientemente. Por eso dice Calcedonia que Jesús, aunque tiene dos naturalezas, es indivisible, y por eso en ninguna actuación de Dios podemos ver por separado a Dios o al hombre actuando, pues todo lo que hizo Cristo, y lo que sigue haciendo, es el Dios-hombre actuando.

Si yo tengo una idea, la tengo yo, pero su origen está en mi alma. Si yo siento un dolor, lo siento yo, pero su origen está en mi cuerpo. Del mismo modo siendo Cristo un solo ser, vemos en él fenómenos que provienen de su naturaleza divina o de su naturaleza humana, aunque en ambos casos es Cristo el que los experimenta o el que los causa. Dos naturalezas, dos voluntades, pero un mismo ser. Eso es lo que permite que Jesús, siendo Dios, sienta hambre o cansancio o nos diga también cosas como estas:

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No he venido a hacer mi voluntad, sino la de Aquél que me envió. (Juan 6:38)

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Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. (Lucas 22:42)

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En cuanto al día y la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solamente el Padre lo sabe. (Mateo 24:36)
Jesús tentado

Eso explica también por qué Jesús lloró ante la tumba de Lázaro, a pesar de que Él mismo lo resucitó a continuación, y también explica cómo Dios pudo ser verdaderamente tentado en el desierto. Por otra parte los milagros, sus profecías y su santidad provienen de su naturaleza divina. Repetidamente vemos cómo la naturaleza divina de Jesús se sirve de su naturaleza humana para realizar curaciones, pues frecuentemente cura tocando (Mateo 8:3) o incluso valiéndose de instrumentos físicos (Juan 9:6-7), aunque evidentemente también era capaz de curar sin tocar ni usar nada (Mateo 8:5-13). Si la circunstancia lo permite, Jesús prefiere el contacto humano, físico, porque sabe que así nos llega más y mejor, no sólo a una parte de nuestro ser (el alma) sino a nuestro ser entero (cuerpo+alma); por eso se nos hizo carne y habitó entre nosotros. Para una relación puramente espiritual no hacía falta encarnación alguna.

Pero no olvidemos que el cristianismo va aún más allá: Dios no sólo se hizo hombre y vino a este plano físico para salvarnos; con su Encarnación, el Hijo divino se convirtió también en hombre para siempre, con lo cual la humanidad se incorporó a partir de ese momento a la divinidad ¿se da cuenta de lo que ello significa? Una de las tres personas que forman la Trinidad, el Dios único, además de ser Dios también es hombre, incluso en este preciso instante, y al igual que nosotros tiene ya por siempre naturaleza humana (alma y cuerpo humanos) además de su espíritu divino. Dios no sólo salvó al hombre sino que también lo dignificó hasta tal extremo que lo incorporó a su propio ser, en cierto modo podemos decir que la naturaleza humana fue exaltada y divinizada por el acto de la Encarnación. Como muy bien dijo Lutero: “mi propia carne y sangre está sentada a la derecha de Dios y gobierna todo. Semejante honor no lo tiene ninguna criatura ni tampoco ningún ángel”.

RECUERDE: Jesús tiene naturaleza divina y naturaleza humana. Cada naturaleza posee su propia voluntad sin que una anule a la otra, pero las dos funcionan en perfecta armonía y con un mismo fin, formando así un solo e indivisible ser que es Dios hecho hombre verdadero.

El ser humano recupera su dignidad

La Encarnación nos obliga a tener una visión positiva del ser humano y del cuerpo ¿Se habría hecho hombre Jesús y, más aún, lo seguiría siendo si el hombre fuera algo indigno y despreciable, incapaz de ser llevado a la perfección? Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios y, aunque caímos, hemos sido redimidos por Jesucristo, por eso el Evangelio significa “la buena noticia”, por eso los apóstoles nos animan constantemente a alegrarnos. La Encarnación hizo que todos pudiéramos estar llamados a la santidad (Mateo 5:48) y ser elevados a la participación de la naturaleza divina por medio de la gracia. Sólo así deja de parecer blasfemo lo que Jesús nos dijo, citando a Salmos 82:6

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¿No está escrito en vuestra Ley que Dios dijo: Vosotros sois dioses? (Juan 10:34)

Que es lo mismo que nos dijo Pedro en 2 Pedro 1:3-4

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…de este modo podréis participar de la misma condición divina, habiendo huido de la corrupción que las pasiones han introducido en el mundo.
Jesús glorificado

Desde su concepción en María hasta su muerte en la cruz, Jesús compartió nuestras limitaciones. Era verdadero Dios aunque con las limitaciones del cuerpo humano, como verdadero hombre. Cuando Jesús resucita es glorificado por el Padre y su naturaleza humana ya no limita, sino que refleja en plenitud, la naturaleza divina.

La Buena Nueva que predicaba el Evangelio cristiano incluía la idea de que Jesús había redimido al hombre y el hombre podía ser como Jesús, podía aspirar a la santidad, a la perfección, incluso a hacer milagros, todo ello no por el poder de su naturaleza humana, sino por la gracia divina que actúa ahora sobre nosotros de modo parecido a como la naturaleza divina actuaba en Jesús, santificándolo. Si el hombre no pudiera aspirar a ser como Jesús, entonces no tendría sentido decir que Jesús fue hombre verdadero.

Igualmente, cuando nos llegue la resurrección, también nosotros seremos glorificados por el Padre y nuestra naturaleza humana alcanzará la plenitud y la perfección, igual que está ahora en Cristo.

La diferencia entre Jesús y nosotros es que la gracia era y es parte de su ser y en nosotros (que sólo tenemos naturaleza humana), la gracia nos viene de Dios y no de nuestra naturaleza. Por eso Jesús podía obrar milagros por su propio poder (Marcos 1:21-28), mientras que cuando el hombre hace milagros, es el poder de Dios el que actúa a través de él (Hechos 3:1-10). Pero es el propio Jesús quien en repetidas ocasiones nos dice que nosotros podemos hacer los mismos portentos que él sólo con tener fe suficiente, es decir, estar abiertos al poder de Dios para que actúe en nosotros:

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si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible. (Mateo 17:20)
RECUERDE: La Encarnación diviniza la naturaleza humana y restituye su dignidad ante Dios. De este modo Jesús, verdadero hombre, es también un verdadero modelo para el hombre y nos es posible aspirar a ser como él.

Las cinco solas: base de todo el protestantismo

Aunque del llamado movimiento de Reforma del siglo XVI surgieron diferentes corrientes cristianas que se han dividido y han evolucionado de maneras diferentes, dentro de su gran diversidad la mayoría aún comparte las tres solas que definió Lutero, divididas hoy en cinco para mayor claridad. Estas cinco doctrinas son:

1- Sola scriptura ⇒ la Verdad está sólo en la Biblia, la cual puede ser interpretada por sí misma. // Rechazo total de la Tradición Apostólica.
2- Sola fide ⇒ Dios nos salva sólo por la fe. // Rechazo al valor salvífico de las buenas obras.
3- Sola gratia ⇒ Nos salvamos sólo por la gracia de Dios. // Rechazo a la idea de que el hombre pueda contribuir a su salvación o hacerse digno ante Dios.
A estas tres iniciales se añadieron implícitamente dos más:
4- Solo Christo ⇒ Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres. // Rechazo a la intercesión de los santos y al papel salvífico de los sacramentos y de la Iglesia.
5- Soli Deo gloria ⇒ Toda la gloria es sólo para Dios. // Rechazo de todo tipo de veneración a santos, incluida María, o imágenes porque todo esto es interpretado como adoración.

RECUERDE: Para los protestantes, en la relación del hombre con Dios no interviene ningún elemento humano ni físico, sólo lo espiritual es verdaderamente religioso, el cuerpo no es relevante. En la práctica esto sugiere un concepto dual del ser humano y se olvida de la Encarnación.

El protestantismo ante la Encarnación

Lutero

Lutero defendía la misma idea que nosotros en cuanto a la naturaleza de Jesús tal como se define en el Concilio de Calcedonia, y así lo vemos en estas palabras suyas:

Pues los cristianos debemos atribuir a la persona de Cristo los idiomata [predicados] de ambas naturalezas, todos por igual. Es decir, Cristo es Dios y hombre en una persona. Por ello, lo que dice de él como hombre, debe afirmarse como Dios, a saber, Cristo murió y Cristo es Dios, por tanto Dios murió, no el Dios separado, sino el Dios unido con la humanidad (Lutero, ML 7, Ed. Aurora, Buenos Aires, 1982, p. 212)

Pero cuando Lutero definió las doctrinas de las solas, la Encarnación no parece tener en ellas ningún papel. Dicho de otro modo, según estas doctrinas de salvación, la Encarnación sencillamente no sería necesaria. Dios eligió ese modo de salvarnos igual que podría haber elegido cualquier otro, por ejemplo manifestándose bajo la apariencia humana pero sin serlo, (tal como decían los gnósticos) y el resultado para el protestantismo habría sido el mismo, todas sus doctrinas seguirían siendo igual de válidas.

La teología católica afirma que la naturaleza humana ha recibido por la Encarnación una nueva plenitud. Que somos imagen de Dios y que el que se esfuerza y logra estar en Cristo, aceptándolo e imitándolo, se convierte en un hombre nuevo:

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Quien vive en Cristo es una nueva criatura; lo viejo ha pasado y una nueva realidad está presente. (2 Corintios 5:17)

Para Lutero y Calvino la naturaleza humana está corrupta y es imposible limpiarla. También es incapaz de realizar buenas obras porque éstas sólo serían fruto de motivaciones egoístas e interesadas (doctrina de la depravación total). Como el propio Lutero nos dijo:

«El hombre peca siempre, aun cuando intente obrar el bien. El hombre está tan corrompido que ni siquiera Dios puede rescatarle de su podredumbre: lo único que es posible a Dios es no tener en cuenta sus pecados, no imputárselos legalmente» (L. F. Mateo Seco, Martín Lutero: sobre la libertad esclava, Madrid 1978,18)
hombre pecador

Por eso, en su elaboración de las solas, hay dos ideas que tiene muy claras: la naturaleza humana es esencialmente indigna y por tanto es imposible que el hombre, solo o en comunidad, pueda colaborar en ningún modo en su propia la salvación. De aquí se deduce esa idea protestante de que el hombre sólo puede salvarse aceptando pasivamente la gracia de Dios. Las buenas obras no influyen para nada en la salvación sino, en todo caso, serían una consecuencia de ella. Lutero incluso nos advierte del peligro de las buenas obras en el caso de que nos lleven a pensar que con ellas estamos ganando algún tipo de mérito ante Dios y por tanto minusvalorando su gracia.

Si a esto unimos el que Lutero y Calvino negaban el libre albedrío en materia de salvación (o sea, es Dios quien decide quién va a recibir la gracia de la salvación y quién no), nos encontramos con que ahondando en las “solas” encontramos un profundo pesimismo y hasta desesperanza. Esto ya quedó explicado más a fondo en nuestro artículo El Pesimismo de Lutero. Muchos movimientos modernos surgidos del protestantismo no comparten ya esta negación del libre albedrío, pero esa negación fue decisiva en la elaboración de las solas que sí comparten.

RECUERDE: La Iglesia considera que el pecado deja al hombre herido, pero no corrompido; aleja al hombre del plan de Dios, pero más fuerte que el pecado es la gracia divina, mediante la cual se puede y se debe aspirar a la santidad. Lutero por el contrario considera que el pecado original dejó al hombre corrompido y por tanto incapaz de participar activamente en la salvación, sólo puede aceptar pasivamente la gracia salvadora de Dios, no puede cooperar con ella, y esta idea sigue siendo la comúnmente aceptada por las corrientes protestantes.

El catolicismo ante la Encarnación

Hemos visto que la base del protestantismo, las solas, surgen al margen de la Encarnación. No la niegan, pero sí que la ignoran. Sin embargo si suprimimos la Encarnación, todo el cristianismo podría derrumbarse como un castillo de naipes. La Encarnación es la base de todas nuestras creencias y explica las diferencias esenciales entre el cristianismo católico y el protestante.

Santo Domingo de Guzmán

La doctrina cristiana dice que puesto que Jesús era Dios y hombre verdadero formando un solo ser, Cristo nos salvó como Dios y como hombre al mismo tiempo, todos sus actos humanos son actos salvíficos: su encarnación, su predicación, sus milagros, sus obras, su muerte en la cruz, su resurrección, etc. Como afirma Lutero con palabras atrevidas, Jesús es indivisible y “por tanto Dios murió, no el Dios separado, sino el Dios unido con la humanidad”. En la cruz ambas naturalezas de Jesús actuaron en conjunción, o sea, Dios nos salvó a través de la naturaleza humana y la divina de Jesús, ambas cooperaron pues ambas son en él un mismo ser. La conclusión que sacamos los católicos es que igual que el hombre puede ser santo porque Jesús lo fue, también podemos cooperar en la salvación porque Jesús (como Dios y como hombre) lo hizo, sin por ello negar que la salvación es enteramente gracia divina.

Para nosotros, negar la cooperación humana en la salvación implicaría afirmar que Jesús no fue hombre verdadero sino, al menos en algunos momentos, una marioneta manejada por Dios. Eso mismo nos dice Pablo y nos repite el Concilio de Calcedonia cuando afirma que Jesús es “semejante en todo a nosotros, menos en el Pecado”. Jesús fue puro en esencia, nosotros podemos alcanzar la pureza solo por la gracia de Dios, pero en todo lo demás Jesús fue semejante a nosotros, y nosotros somos semejantes a él. Como hemos explicado en el apartado de la Encarnación, la salvación de Jesús procede de su naturaleza divina, pero es Jesús Dios y hombre quien nos salva; del mismo modo nuestra salvación procede de Dios, pero nuestra naturaleza humana, como la de Jesús, puede recibirla y participar en ella. Para los católicos, el hombre sí puede, y debe, cooperar con Dios en la salvación.

RECUERDE: Jesús, además de Dios, fue en todo como nosotros, por tanto si él pudo alcanzar la santidad y la perfección nosotros también podemos (“Vosotros tenéis que ser perfectos, como es perfecto vuestro Padre celestial” Mateo 5:48), y si él pudo participar en la salvación nosotros también podemos.

Esa es la gran diferencia que para nosotros supone la salvación y de la cual surgen las demás. Al Encarnarse Dios exaltó y redimió la naturaleza humana y todo lo que ella supone: su ser, su hacer y hasta sus instrumentos pueden adquirir carácter sagrado si se ponen al servicio de Dios. Ni las doctrinas católicas, ni la liturgia, ni la forma de adorar tendrían pleno sentido si no las remitimos directamente a la Encarnación.

Teniendo en cuenta el inmenso prodigio que supone que el Dios infinito se transforme en carne finita, que el Creador se transforme al mismo tiempo en creatura ¿sería concebible siquiera pensar que semejante prodigio es irrelevante en todo el proceso de salvación? Dios no necesitaba encarnarse para salvarnos, podría haberlo hecho igual sin necesidad de tener un cuerpo, tan solo con desearlo, pero si eligió el camino difícil, el inconcebible, el que le llevó a experimentar todas las limitaciones y sufrimientos humanos, incluida la tortura y muerte en la cruz, fue precisamente porque sólo así además de salvarnos conseguía dignificarnos, ofrecernos un auténtico modelo a imitar y expresarnos la inmensidad de su amor. Por eso todo el catolicismo gira en torno a tres pilares inseparables: la Encarnación, la Cruz y la Resurrección.

RECUERDE: Para los católicos la relación del hombre con Dios se hace en cuerpo y alma, intervienen elementos físicos y espirituales, y la naturaleza humana como individuo y como Iglesia forman parte activa cooperante en el proceso.

La Iglesia en el protestantismo

Para los protestantes existe una “Iglesia” (con mayúsculas) y múltiples “iglesias” (con minúsculas).

La Iglesia invisible sería el conjunto de verdaderos fieles, aquellos que son salvos, el Cuerpo Místico de Cristo del que nos habla Pablo. Esta Iglesia mística carece de funciones o autoridad alguna por ser algo puramente espiritual, o sea, en la práctica es sólo un símbolo, un concepto.

Fundadores protestantes
fundadores protestantes

Las iglesias visibles están formadas por todos los que afirman ser cristianos, sus ministros o pastores, su organización, sus edificios y, en definitiva, toda la parte humana. En este concepto entra tanto una comunidad (el equivalente a parroquia o diócesis) como una denominación (la iglesia luterana, metodista, evangélicas, etc.). Igual que puede en ellas haber verdaderos o falsos fieles, también ellas mismas pueden ser iglesias verdaderas o falsas dependiendo de si son fieles a las verdaderas doctrinas (y aquí se difiere en cuanto a cuáles son esas doctrinas aunque algunos ponen como base el Credo de Nicea, otros añaden las cinco solas y otros añaden más cosas aún).

Estas iglesias visibles nunca tienen un papel en la salvación, son como mucho el espacio en el que acontece la salvación, por eso los protestantes pueden fundar en cualquier momento una nueva iglesia, pues al fin y al cabo siendo un organismo puramente humano crear iglesias nuevas sería, en ese sentido, parecido a crear nuevas ONGs.

Esta concepción de Iglesia o iglesias va de la mano de su forma de entender la Salvación y, en definitiva, la Encarnación. Nos salva sólo la gracia porque no tiene importancia lo que podamos hacer o no con nuestro cuerpo. Pero esto significa minusvalorar la muerte de Jesús en la cruz, la Salvación alcanzada por Jesucristo al morir con su cuerpo y en la cruz y por tanto minusvalorar lo que significa que Jesús sea verdadero hombre, la Encarnación.

A pesar de que hoy buena parte de los protestantes admiten que al morir en la cruz las dos naturalezas de Jesús cooperaron en la salvación, esa idea no les ha llevado a modificar su concepción de la Sola gratia; siguen pensando que el hombre sólo puede ser sujeto pasivo de la salvación, abrirse a la gracia divina pero sin poder cooperar con ella. Esa misma idea es la que impregna su concepto de Iglesia (la visible o la invisible), por eso las iglesias, incluida la Católica, en nada podrían cooperar con la salvación.

RECUERDE: Para los protestantes, así como ante la salvación el hombre es pasivo, no puede cooperar en modo alguno, igualmente la Iglesia o iglesias son también pasivas y no pueden cooperar en modo alguno. Igual que la relación del hombre con Dios sólo puede hacerse en el plano espiritual, del mismo modo la verdadera Iglesia es una comunidad sólo espiritual. La Encarnación ni quita ni pone a esto.

La Iglesia en el cristianismo católico

Iglesia católica

La Iglesia es la comunidad de los creyentes en Jesucristo. Es la prolongación de su cuerpo en la historia. Somos miembros del cuerpo de Cristo donde él es nuestra cabeza (1 Corintios 12:27). Para los católicos la Iglesia invisible (Iglesia triunfante + el Espíritu) y la visible (Iglesia militante o peregrina) son una sola y misma cosa. Del mismo modo que en Jesús no se puede separar su naturaleza humana de la divina, en la Iglesia que él fundó tampoco pueden separarse lo espiritual de lo físico. Igual que el fiel se relaciona con Dios con todo su ser, es decir, con su cuerpo y con su alma, del mismo modo la Iglesia es una comunidad con un cuerpo y con un alma, a la vez física y espiritual, pero con un solo e indivisible ser. Por ser el Cuerpo Místico de Jesús es también humana y divina al mismo tiempo, y todo lo que al respecto dijimos de Jesús lo podemos así mismo decir de su Iglesia, pues ésta es por un lado el Cuerpo Místico de Jesús y por otro la continuación de su encarnación en la tierra. Por tanto la Iglesia, como el Dios encarnado, es visible y fue fundada por Jesús y transmitida por sucesión apostólica.

La distinción que hoy hacen muchos entre “la Iglesia” como jerarquía (o “los curas”) y los fieles, es una distinción funcional que nada tiene que ver con su naturaleza y solo crea confusión, pues la Iglesia son todos los cristianos que profesan la fe verdadera, santos o pecadores, clérigos o laicos.

Esta noción de la Iglesia como comunidad visible es la que nos encontramos desde la Iglesia primitiva. Todos los padres de la Iglesia en los primeros siglos se refieren a la Iglesia como una comunidad visible que guarda la Tradición apostólica y basa su autoridad en la sucesión apostólica. Esta Iglesia es la que ya al terminar el siglo primero se empezará a llamar “Iglesia Católica” (universal), frente a las comunidades locales o “iglesias” con minúscula (por ejemplo la iglesia de Éfeso, de Roma, de Mérida o de Antioquía). Pero ya en el siglo segundo “Católica” se empieza a usar para diferenciar a la verdadera Iglesia de Jesús de las sectas heréticas, por tanto es en este sentido en el que el credo de Nicea (año 325) dice “creo en la Iglesia, que es una, santa, católica, apostólica”. Una porque sólo hay una Iglesia verdadera, santa porque aun estando formada por hombres está habitada por el Espíritu, católica porque conserva la verdadera doctrina y apostólica porque mantiene continua la sucesión apostólica:

San Ignacio de Antioquía
San Ignacio de Antioquía

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Donde quiera que está el Obispo, allí debe estar la iglesia, de modo que donde esté Jesucristo, esté la Iglesia Católica. Sin el permiso del Obispo no os es licito celebrar la Eucaristía. (San Ignacio de Antioquía, “carta a la iglesia de Esmirna”, año 107)

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La Iglesia es católica porque está esparcida por todo el mundo; enseña en plenitud toda la doctrina que los hombres deben conocer; trae a todos los hombres a la obediencia religiosa; es la cura universal para el pecado y posee todas las virtudes. (San Cirilo, Catechesis 18:23, s.IV, época del Concilio de Nicea).

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—¿Cómo te llamas?
  Pionio respondió: Cristiano.
  Polemón: ¿De qué iglesia?
  Pionio: De la católica.
 (actas del martirio de San Pionio, año 250)

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Si aparece cualquier herejía que pretenda tener sus orígenes en el tiempo apostólico, de modo que parezca una doctrina entregada por los mismos apóstoles porque son -dicen ellos- de aquel tiempo, podemos decirles: que nos muestren los orígenes de sus iglesias, que nos muestren el orden de sus obispos en sucesión desde los comienzos, de tal modo que su primer obispo tenga como su autor y predecesor a uno de los apóstoles o de los hombres apostólicos que trabajaron codo a codo con los apóstoles. Porque es así que las iglesias apostólicas transmiten sus listas: como la iglesia de Esmirna, que sabe que Policarpo fue puesto allí por Juan; como la iglesia de Roma, donde Clemente fue ordenado por Pedro. Es así que todas las demás iglesias muestran quiénes han tenido ellas como brotes de las raíces apostólicas, habiendo recibido el cargo episcopal de manos de los apóstoles. Tal vez los herejes quieran inventar listas ficticias: después de todo, si han sido capaces de blasfemar, ¿qué les parecerá ya pecaminoso?... Por lo tanto, que le hagan esta prueba, incluso las iglesias que son de origen posterior en el tiempo -surgen nuevas iglesias todos los días- y que no tienen como fundador inmediato un apóstol o un varón apostólico, ya que los que tienen la misma doctrina que las iglesias de origen apostólico son consideradas también ellas apostólicas, por el estrecho parentesco de sus doctrinas. (Tertuliano, Prescripción contra los herejes 32,1, c. año 200)
Tertuliano de Cartago

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La Iglesia es una sola, y así como ella es una, no se puede estar a la vez dentro y fuera de la Iglesia. Porque si la Iglesia está con doctrina del (hereje) Novaciano, entonces está en contra del (Papa) Cornelio. Pero si la Iglesia está con Cornelio, el cual sucedió en su oficio al obispo (de Roma) Fabián mediante una ordenación legítima, y al cual el Señor, además del honor del sacerdocio concedió el honor del martirio, entonces Novaciano está fuera de la Iglesia; ni siquiera puede ser considerado como obispo, ya que no sucedió a ninguno, y despreciando la Tradición evangélica y apostólica, surgió por su propia cuenta. Porque ya sabemos que quien no fue ordenado en la Iglesia no pertenece a ella de ningún modo. (San Cipriano de Cartago, carta 69, año 253)
San Agustín de Hipona

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Hay muchas otras cosas que pueden hacer que con toda propiedad permanezca yo en su seno (dentro de la Iglesia)... Y la sucesión de los sacerdotes, desde la misma sede de Pedro, a quien el Señor, después de su resurrección, encomendó la tarea de alimentar a sus ovejas (Jn 21,15-17) hasta el presente orden episcopal, esto también me mantiene en su seno. Finalmente, el mismo nombre de "Católica" que, no sin razón, se aplica única y exclusivamente a esta Iglesia, siendo que hay tantos y tantos herejes... (San Agustín de Hipona, Contra la carta de Mani, año 397)

Vemos que la concepción que la Iglesia Católica tiene de sí misma se remonta documentalmente hasta pocos años después de la muerte del apóstol Juan y por tanto no tiene sentido suponer que es contraria a la visión que los mismos apóstoles tenían de ella.

Pero la principal diferencia entre la concepción de Iglesia para el catolicismo y el protestantismo está en el hecho de que el protestante atribuye poder salvador única y exclusivamente a CRISTO como un ser atemporal e incorpóreo, como si no se hubiese encarnado, como si no siguiera ahora mismo estando encarnado, y el católico entiende que Dios, en su labor salvadora, se sirve de Jesucristo encarnado y corpóreo en el que su cuerpo juega un papel fundamental y desde él también se sirve del universo creado, ejerciendo su poder salvífico dentro del plano físico mediante otras personas y cosas, o sea, mediante la IGLESIA.

Los católicos, como los protestantes, creemos que la salvación nos viene sólo de Dios, pero Él ha querido que igual que Jesucristo encarnado fuese el medio de su Redención, así el ser humano coopere con Él en ella. Por su propio deseo y no por necesidad, Dios ha involucrado al ser humano en el proceso de salvación desde el primer momento en el que eligió realizar la Redención por medio de la Encarnación. Así como Jesucristo encarnado fue sujeto activo en la Redención, los seres humanos no somos sujetos pasivos que nos dejamos salvar, podemos y debemos contribuir a nuestra salvación colaborando con la acción salvadora de Dios. La tarea consiste en acoger la gracia que nos salva, ser continuadores de la salvación alcanzada por Jesucristo y todo esto dentro de la comunidad que Jesús fundó con ese fin: la Iglesia, la cual está formada por personas, ceremonias y cosas, todo eso que los protestantes rechazan dentro de la religión.

RECUERDE: Para los católicos la Iglesia es un organismo visible y fue fundada por Jesús, es la que conserva su verdadera doctrina y su autenticidad se basa en la fidelidad de sus transmisores a través de la sucesión apostólica. Esta visión coincide con la de los primeros cristianos. Es al mismo tiempo una comunidad espiritual y física.

La Iglesia, encarnación de Cristo en la tierra

Según la doctrina católica sobre la Iglesia, la Encarnación de Cristo continúa en la comunidad de sus seguidores (la Iglesia), e igual que el Hijo tomó cuerpo de hombre y se encarnó, de igual modo la Iglesia, formada por humanos, forma parte también del cuerpo místico de Cristo (1 Corintios 12:12-30). Jesús se encarnó en hombre, el que era Hijo de Dios se hizo hombre, y mediante la Iglesia permite al hombre «espiritualizarse» en Jesús, llegar a ser hijo de Dios (el proceso inverso y complementario). De este modo al igual que Jesús es Dios y hombre, también su iglesia es humana y divina al mismo tiempo. Ni en Jesús podemos separar ya sus dos naturalezas ni tampoco podemos hacerlo en la Iglesia. La Iglesia Católica es una organización humana pero simultáneamente e inseparablemente un organismo que nos lleva a lo divino y por ello puede actuar con la autoridad que le concedió el propio Cristo.

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Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado. (Lucas 10:16)

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Y si tampoco quiere escuchar a la Iglesia, considéralo como pagano o publicano. Os aseguro que todo lo que vosotros atéis en la tierra, quedará atado en el cielo y lo que desatéis en la tierra, quedará desatado en el cielo. (Mateo 18:17-18)

Para los católicos sólo hay una Iglesia, y a través de ella nos llega el beneficio de la acción salvífica de Dios; sólo Jesús pudo fundar la Iglesia, ningún hombre podría hacerlo. Para nosotros la Iglesia de Jesús no es una mera organización humana ni un simple entorno social, es también el organismo divino que Dios utiliza para salvarnos, es la encarnación permanente del cuerpo de Cristo que actúa en ella y a través de ella, es la esposa de Cristo (Apocalipsis 21), por lo que ambos se han convertido en cierto modo en una sola carne, un solo ser (Mateo 19:5). Como Cristo fue el sacramento (signo) que hizo visible al Padre en un momento determinado de la historia, así mismo la Iglesia es el sacramento que hace visible a Cristo desde que él no es ya visible en la historia.

La preocupación, legítima, de asegurar el lugar que le corresponde a Cristo como único salvador, lleva a los protestantes a desconocer la voluntad de Cristo de seguir realizando su salvación por medio de la Iglesia, pues al ver a ésta como un órgano puramente humano, considerarla cooperadora en la salvación equivaldría a decir que no sólo Cristo salva sino que la Iglesia también es salvadora. Pero para nosotros la Iglesia no coopera en la salvación por ser humana, sino por ser el cuerpo de Cristo, por ser divina, y no puede haber mayor alabanza que la que en este mismo sentido le dedica a la Iglesia San Pablo:

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Todo lo ha puesto Dios bajo el dominio de Cristo, constituyéndolo cabeza suprema de la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo, y como tal, es la plenitud del que llena totalmente el universo. (Efesios 1:22-23)

Dice ahí Pablo que la Iglesia es la plenitud de Dios por ser el cuerpo de Cristo, así que es Cristo quien actúa a través de ella y por tanto admitimos igual que los protestantes que “sólo Dios salva”, pero al mismo tiempo reconocemos que Dios se vale también de la Iglesia para traernos la salvación (cooperación humana) del mismo modo que cuando Cristo nos salvó en la cruz, también contó para ello con la cooperación de su naturaleza humana.

Para los católicos la Iglesia es una institución espiritual y al mismo tiempo visible, que al prolongar la salvación de Jesucristo en la historia está revestida del PODER de Cristo. Los cristianos católicos de hoy vemos esto claro en citas como estas:

  • Me ha sido dado todo PODER en el cielo y en la tierra. (Mateo 28:18)
  • Llamando a sus doce discípulos, les dio PODER. (Mateo 10:1)
  • Voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre… permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de PODER desde lo alto. (Lucas 24:49)
  • Como el Padre me envió, también yo os envío. (Juan 20:21)
  • Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: RECIBID EL ESPÍRITU SANTO. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. (Juan 20:22-23).
  • Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí, como yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de mí no podéis hacer nada. (Juan 15:5)
  • El que os escucha a vosotros, a mí me escucha; y el que os rechaza, a mí me rechaza; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado. (Lucas 10:16)

Para los protestantes, algunas de estas cosas son atribuidas sólo a los apóstoles, algunas otras a cada cristiano en particular, pero no a la Iglesia, por eso para ellos la sucesión apostólica carece de importancia. Para nosotros, y para la Iglesia primitiva, como ya hemos visto, es principalmente la sucesión apostólica la que garantiza la fidelidad a Jesucristo y que ese poder dado a los apóstoles sigua operando dentro de su Iglesia.

De igual modo la Iglesia primitiva compartía nuestra misma visión de que la Iglesia es una institución visible que custodia la verdadera fe no sólo mediante las Escrituras, sino también a través de la Tradición apostólica. Así San Ireneo en el año 189 nos dice en su libro “Contra los Herejes” (Libro III cap. 1.4):

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Siendo, pues, tantos los testimonios, ya no es preciso buscar en otros la verdad que tan fácil es recibir de la Iglesia, ya que los Apóstoles depositaron en ella, como en un rico depósito, todo lo referente a la verdad… Por eso es necesario evitarlos [a los herejes], y en cambio amar con todo afecto cuanto pertenece a la Iglesia y mantener la Tradición de la verdad.

Igualmente hay muchas citas en las que vemos como Jesús aplica a sus discípulos (su Iglesia) afirmaciones que también aplica a sí mismo, resaltando esa identidad entre ambos:

esquema: Cristo - Iglesia.jpg

Que la humanidad, como individuo o como Iglesia, es cooperante en la salvación se ve claramente en citas bíblicas como estas, en donde se nos dice que el hombre puede también hacer cosas que en principio corresponden a Cristo:

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Pablo: Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros, y en mi carne, completando lo que falta de las aflicciones de Cristo, hago mi parte por su cuerpo, que es la iglesia. (Colosenses 1:24)

[

Jesús: Os aseguro que el que crea en mí hará también lo que yo hago, e incluso cosas mayores. (Juan 14:12)

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Pablo: Presentaos a vosotros mismos como ofrenda viva, santa y agradable a Dios. Ese ha de ser vuestro auténtico culto. (Romanos 12:1)

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Los apóstoles en el Concilio: El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido… (Hechos 15:28)

Cristo tiene las llaves del Reino… se las da a Pedro. Cristo es la piedra angular… y le dice a Simón que él es la piedra (Mateo 16:18-19)

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Jesús a los apóstoles: A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; a quienes no se los perdonéis, les quedarán sin perdonar. (Juan 20:23)

Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre (1 Timoteo 2:5)
PERO TAMBIÉN Y todo esto hacedlo orando y suplicando sin cesar bajo la guía del Espíritu; renunciad incluso al sueño, si es preciso, y orad con insistencia por todos los creyentes. Efesios 6:18

Desde luego, el único cimiento válido es Jesucristo, y nadie puede poner otro distinto. (1 Corintios 3:11)
PERO TAMBIÉN: Así pues, ya no sois extraños ni extranjeros, sino que sois conciudadanos de los santos y sois de la familia de Dios, sois piedras de un edificio construido sobre el cimiento de los apóstoles y los profetas. Y Cristo Jesús es la piedra angular (Efesios 2:20)
Y ADEMÁS la Iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad (1 Timoteo 3:15) Incluso cuando su parte humana cae en el pecado y la corrupción: Vete de nuevo y ama a una mujer amada por otro y adúltera, porque así también el Señor ama a los israelitas, aunque ellos se vuelven a otros dioses y saborean los pasteles de pasas. (Oseas 3-1)

Para nosotros la Encarnación y la Iglesia son cara y cruz de una misma moneda. Sin la Encarnación, nuestro concepto de Iglesia tendría que ser el mismo que tienen los protestantes.

RECUERDE: Para los católicos la salvación viene sólo de Dios, pero el hombre puede y debe colaborar con ella pues con la Encarnación y muerte en cruz, Dios se valió también de la naturaleza humana junto con la divina para salvarnos. Del mismo modo la Iglesia, posee también una doble naturaleza, humana y divina, y tal como ocurrió con Jesús, su parte divina (el Espíritu Santo) hace que toda ella, cristianos vivos y santos del cielo, pueda cooperar para transmitir la salvación. La Iglesia es el instrumento mediante el cual la gracia salvífica de Dios nos alcanza.
Pensamiento disyuntivo

Disyuntiva o copulativa

Los protestantes establecen una oposición entre lo divino y lo humano en la obra de salvación:

La fe o las obras
Biblia o Tradición
La gracia o la naturaleza
En una palabra: CRISTO O LA IGLESIA

Pero la Encarnación nos muestra que no hay oposición, sino colaboración. Cuando Jesucristo asume la condición humana sin dejar de ser Dios, su humanidad colabora en la Redención y vemos que no hay que elegir entre lo humano y lo divino. Por eso frente a las disyuntivas de los protestantes, los católicos resolvemos esas aparentes contradicciones con una “y”:

La fe y las obras
Biblia y Tradición
La gracia y la naturaleza
En una palabra: CRISTO Y LA IGLESIA

Conclusión

¿Por qué ha elegido Dios encarnarse y hacerse hombre para salvarnos? ¿Por qué le parece tan importante respetar nuestro libre albedrío?

No por necesidad, sino por amor.

Decimos que la gracia salvífica de Dios nos alcanza a través de la Iglesia pero ¿Necesita Dios de la Iglesia para salvarnos? No. ¿Hubiera necesitado Dios que su Hijo se encarnara y muriera en la cruz para salvarnos? No. Más aún, ¿Necesita Dios salvarnos? No. Todo esto es así no por necesidad, sino porque Dios así lo quiere, y la razón de por qué así lo quiere es porque nos ama. Por amor, que no por necesidad, Dios quiso encarnarse, y por amor, que no por necesidad, quiere Dios que los hombres, por sí mismos y en Iglesia, cooperen con su obra de salvación.

ENCARNACIÓN: Con Jesús la naturaleza humana quedó no solo reconciliada sino íntimamente asociada a la divinidad; Jesucristo es la unión total e indisoluble entre Dios y el hombre, entre el amante y el amado. Dios nos ama tanto que quiso ser uno de nosotros y padecer como nosotros e incluso sufrir la tortura y la muerte como lo sufriríamos cualquiera de nosotros, sólo así podemos sentirnos realmente amados y comprendidos en nuestras tribulaciones y sólo así su vida nos sirve de modelo a imitar.

COOPERACIÓN: Por otro lado sin libre albedrío nuestro amor por Dios no sería tampoco libre. Quien ama desea por encima de todo que la persona amada le corresponda por propia voluntad, no forzada, de lo contrario ese amor sería pura apariencia pero estaría vacío. Dios nos ama y desea que le correspondamos de forma auténtica, por eso no nos impone su amor sino que nos lo ofrece y al mismo tiempo desea que nosotros le ofrezcamos libremente el nuestro. Al fin y al cabo la salvación tiene el objetivo de llevarnos a vivir con Él eternamente, es amor lo que el Amor busca, y el amor sólo es amor cuando se entrega libremente y cuando se participa en él activamente.


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ANEXOS

Dizán Vázquez, de quien hemos tomado algunas citas, nos ofrece una sencilla presentación de diapositivas con la esencia del tema aquí presentado en un enfoque parecido: haga clic aquí para descargarla.

Anexo A

Resumen de cómo las «solas» protestantes ignoran la Encarnación

Las 5 solas
Sola scriptura

Si la Iglesia es reflejo sólo del Hijo, mas no del Verbo encarnado, sólo puede ser espiritual e invisible. Por tanto la Iglesia Católica, que es visible, sería una mera asociación de hombres. Al negar que la Iglesia tenga nada de divino, la Tradición apostólica que ella ha recibido no es de fiar, pues toda transmisión puramente humana tiende a contaminarse, diluirse y mezclar la verdad con el error. Por el mismo motivo el Magisterio de la Iglesia carece de valor, pues serían solamente decisiones humanas y por ello falibles. Esto hace que sólo las Escrituras, divinamente inspiradas y por tanto infalibles, contengan con seguridad la Verdad, el resto sólo sería interesante como testimonio histórico, pero no como fuente de doctrina. Esto genera dos grandes problemas.

A- Si negamos la Tradición y el Magisterio la mismísima Sola scriptura queda sin fundamento. Buena parte del Nuevo Testamento fue rápidamente aceptado por consenso en todas las iglesias, pero una parte importante no tuvo consenso, fue la Iglesia, recurriendo a la Tradición pero también ejerciendo su Magisterio, quien declaró de modo infalible por inspiración del Espíritu Santo que ciertos libros eran Palabra de Dios y ciertos libros no. Si la Iglesia fuera meramente humana, lo que es y no es Escritura sería en buena parte una mera opinión humana y por tanto las Escrituras tampoco serían de fiar.

B- Sin Tradición ni Magisterio nos encontramos también con que las interpretaciones de las Escrituras pueden ser múltiples y nadie puede afirmar con rotundidad que su interpretación es la correcta. La Verdad, en la práctica, se convierte en una simple opinión. Esta consecuencia extrañamente imprevista le llevo ya a Lutero a lamentarse de esta forma:

Este no quiere saber del bautismo, aquél niega el sacramento, otro pone al mundo entre éste y el último día; algunos enseñan que Cristo no es Dios, otros dicen esto y aquellos dicen lo otro. Existen tantas sectas y credos como cabezas. Ningún patán es tan rudo como cuando sueña y fantasea que ha sido inspirado por el Espíritu Santo y debe ser profeta. (De Wette III, citado en “Los Hechos de Lutero”, por O’Hare, p.208)
Hombres de alcurnia, ciudadanos, campesinos, todas las clases entienden el Evangelio mejor que yo o San Pablo; ahora son sabios y se piensan más educados que todos los ministros. (mismo libro, p.209.)
Sola fide

Si la naturaleza humana no puede colaborar con la salvación (como sí ocurrió en la Encarnación) es inútil esforzarse por alcanzar la santidad, ya que las buenas obras de nada sirven y por el mismo motivo rezar por los demás (vivos o muertos) tampoco puede servir de nada, o al menos no influye para nada en su salvación ni directa ni indirectamente (por ejemplo sería inútil rezar para que alguien tenga fe o se convierta). En tal caso lo único que nos puede ayudar a salvarnos es tener fe en Dios y aceptar a Jesús como nuestro salvador. Para las ramas protestantes fieles a las doctrinas de “la total depravación” y “la gracia irresistible” defendidas por Lutero y Calvino, la fe es una gracia que Dios envía sólo a quienes Él decide, por lo que el destino final de cada uno está totalmente sellado, hagas lo que hagas será inútil, si Dios te ha elegido te salvarás sin remedio, si no te ha elegido no podrás tener fe y te condenarás sin remedio. Lo único que te salva es tener fe pero ni siquiera eso depende de ti.

Sola gratia

Esto está relacionado con lo dicho para Sola fide. La salvación nos viene por pura gracia divina, no por nada que nosotros individualmente (el hombre) o colectivamente (la Iglesia) podamos hacer. El hombre nada puede hacer por su salvación, ni siquiera puede aspirar a hacerse digno ante Dios pues siempre será en esencia un pecador (negación de la santidad).

Solo Christo

Esto es consecuencia de las tres solas anteriores. Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres. Como la cooperación humana es descartada, no tiene sentido hablar de la intercesión de los santos o la contribución salvífica de los sacramentos o de la Iglesia.

Soli Deo gloria

Sólo a Dios se puede adorar. Esta es la única sola que compartimos también los católicos. El problema es que los protestantes, al rechazar el papel de los santos y de cualquier persona, acto o cosa en la salvación, no honran ni veneran a nada más, al menos en teoría. Por eso no entienden el concepto de “veneración” y lo equiparan al de “adoración”, considerando que honrar a los santos o a las reliquias, como hacían los cristianos ya en el siglo primero, es en realidad un acto de adoración y por tanto de idolatría.

Vemos pues que las 5 solas niegan que el hombre pueda tener ningún papel en la salvación. Sin embargo nosotros creemos que en la Encarnación Jesús demostró que la naturaleza humana puede colaborar en ella. Si afirmásemos que la naturaleza humana de Jesús sí pudo colaborar en la salvación pero la naturaleza humana de los hombres no puede, entonces ya no podríamos decir ni con San Pablo ni con el Concilio de Calcedonia que Jesús era verdadero hombre, pues su naturaleza humana tendría algo tremendamente importante que nuestra naturaleza no tiene, poder colaborar con Dios, y por tanto Jesús sería un superhombre, pero no un hombre verdadero.

Tal vez se nos escape algo pero en nuestra opinión esta contradicción situada en la base misma del protestantismo anula las solas y hace que todos sus cimientos se vengan abajo.

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Anexo B

Ejemplos de doctrinas católicas basadas en la Encarnación

María, Madre de Dios
María madre de Dios

Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre, pero además se trata de “dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación” (Calcedonia). Por lo tanto no es posible decir que María es madre de Jesús (Jesús-hombre) pero no es madre de Dios (Jesús-Dios). Eso, y no otra cosa, es lo que queremos los católicos afirmar cuando llamamos a María “Madre de Dios”, traducción del concepto griego “Theotokos” (la que dio a luz a Dios). De hecho cuando se declaró este dogma oficialmente no fue a causa María, sino por defender la verdadera naturaleza de Jesús. Ni Lutero se atrevió a negar este dogma, pero sí lo hicieron posteriormente sus seguidores.

El pecado original

[

Vosotros tenéis que ser perfectos, como es perfecto vuestro Padre celestial (Mateo 5:48)
Jesús y mujer pecadora.jpg

Si el hombre es pecador pero Jesús nos dice que podemos alcanzar la perfección, o sea, ser santos, entonces ¿por qué la Biblia nos dice que Jesús era en todo como nosotros salvo en el pecado? Si nosotros podemos también llegar a ser perfectos entonces la ausencia de pecado no sería una diferencia entre Jesús y nosotros, sería sólo la muestra de lo que nuestra naturaleza puede alcanzar. Lutero creía en el pecado original, los protestantes modernos no, pero entonces la afirmación de San Pablo, repetida en la declaración de Calcedonia, se vuelve incomprensible: “semejante en todo a nosotros, menos en el Pecado”. Aunque el hombre pueda llegar a ser santo, como nos pide Jesús, lo que le es imposible al hombre es nacer sin el pecado original, y es ahí en lo que la naturaleza humana de Jesús y la del resto de nosotros se diferencian, en eso y en nada más

[

Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. (Romanos 5:12)
Las imágenes
Jesús muerto

Los protestantes rechazan las imágenes de culto porque interpretan literalmente y eternamente la prohibición al respecto que encontramos en el Antiguo Testamento. Pero allí también se nos dice que Dios no es un hombre, sólo espíritu. La Encarnación lo cambió todo, Dios se hizo hombre, se hizo visible y por tanto representable. El Decálogo establece la prohibición diciendo:

[

No te harás escultura alguna o imagen de nada de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra, o en el agua debajo de la tierra. (Éxodo 20:4)

En Deuteronomio nos explica la razón:

[

El día que el Señor os habló desde el fuego en el Horeb, no visteis figura alguna. Por lo tanto, cuidaos muy mucho de no pervertiros haciéndoos estatuas en forma de ídolos: sean imágenes de hombre o de mujer; de animales terrestres o de aves que vuelan por el cielo; de reptiles que se arrastran por el suelo o de peces que viven en las aguas, debajo de la tierra. (Deuteronomio 4:15-18)

A Dios no se le podía ver, por eso tampoco se le podía representar. Sin embargo compara esta situación con el giro de 180º que supone la Encarnación. San Pablo nos dice que Jesús, en cuanto hombre, “es imagen de Dios invisible” (Colosenses 1:15). Por eso Jesús dijo a Felipe: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.” (Juan 14:8). Si el motivo de la prohibición desaparece, la prohibición también desaparece. Eso explica que Jesús nunca hablara en contra de las imágenes y que las únicas veces que los apóstoles las critican se refieran siempre expresamente a los ídolos paganos, no a las imágenes por sí mismas.

Las buenas obras, la Iglesia visible, la intercesión de los santos, etc.
Teresa de Calcuta curando a un pobre.jpg

Ya hemos visto que la Encarnación, tal como la entendía la Iglesia primitiva y quedó claramente definida en Calcedonia, supone aceptar que la naturaleza humana (de Jesús y de los demás) ha sido y es utilizada por Dios como instrumento de salvación, aunque la salvación en sí sólo de Dios procede. Por lo tanto si admitimos que sí podemos cooperar, los textos bíblicos que hablan de que las buenas obras son necesarias para la salvación no necesitan interpretación alguna. Así nos dice Jesús en el Juicio Final: “venid a mí, benditos de mi padre, porque tuve hambre y me disteis de comer”, etc. (Mateo 25:31-46) o Santiago en su epístola: “Resulta, pues, que las obras, y no solamente la fe, intervienen en que Dios restablezca al ser humano en su amistad… la fe sin obras está muerta en su raíz” (Santiago 2:14-20).

Y por el mismo motivo también es posible colaborar en la salvación de los demás (como hizo Jesús), y ahí tienen pleno sentido la Tradición y las citas bíblicas que avalan la creencia en la intercesión de los cristianos entre sí:

[

Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. (Santiago 5:16)

[

Pero no sólo el sumo sacerdote [Jesucristo, ora por aquellos que oran sinceramente, sino también los ángeles… así como también las almas de los santos que ya se han dormido. (Orígenes, Tratado sobre la oración 9:2 y 11, año 233)

E igualmente desaparecen las objeciones teológicas protestantes que niegan a la Iglesia y sus sacramentos la posibilidad de ser instrumento de salvación, tal como hemos visto anteriormente.

La idea de que con la Encarnación Dios mismo ha penetrado en el universo físico y ha retenido para su propia naturaleza una parte de él es lo que justifica más plenamente aún que el hombre, que es cuerpo+alma, pueda relacionarse con Dios en cuerpo y alma, de modo que en lugar del culto totalmente espiritualizado que propugna el protestantismo como ideal, nosotros pensamos que todos los elementos físicos y externos del culto son también parte integrante de ese “culto total” que Dios merece, y en ese contexto es donde cobra pleno sentido cosas que la mayoría o algunos de los protestantes (según de qué cosa hablemos) rechazan: liturgia, sacramentos, presencia real en la Eucaristía, vestiduras sacerdotales, reliquias, medallas, imágenes, velas, etc. Aunque a decir verdad, la mayoría de estos elementos se hallaban ya en el Antiguo Testamento desde antes de la Encarnación.

Y al igual que estos ejemplos, si analizamos la mayoría de las doctrinas católicas rechazadas por los protestantes, veremos que casi todas ellas son producto no de la contaminación pagana, como muchos protestantes aún hoy suponen, sino de una creencia total en la Encarnación de Dios y la completa aceptación de todas sus consecuencias. CRISTO Y LA IGLESIA.

Fin

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Comentarios

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10 respuestas a “La Encarnación: Doctrina protestante, fundamento católico”

  1. Avatar de julian Gutiérrez
    julian Gutiérrez

    No tienes un estudio sobre el tema de los solo Jesús? en relación a qué Jesús es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo?

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    1. Avatar de Christian M. Valparaíso

      No entiendo tu pregunta. Jesús es la encarnación de la segunda persona de la Santísima Trinidad, es decir, el Hijo. No sé si va por ahí tu pregunta.

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      1. Avatar de Julian
        Julian

        Si Christian soy catolico y se que Cristo es la segunda persona, a lo que me refiero si has realizado o tienes en esta pagina un estudio por ejemplo de los unicitarios ya que ellos dicen que Cristo es el Padre, y toman textos como el de Isaias 9,6 Isaias 35,4 y 43,10 Ezequiel 34,11 mal interpretados claro, porque ven que dice Dios y ellos inmediatamente dicen que es el Padre.

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      2. Avatar de Christian M. Valparaíso

        madre mía, mira que he oído herejías de todas clases, pero nunca había escuchado semejante barbaridad (por no decir otra cosa). No, lo siento, no tenemos nada de eso, lo siento.

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  2. […] El catolicismo por el contrario se basa en que el hombre puede y debe cooperar con Dios, no porque Dios necesite nuestra cooperación sino porque así lo desea Él, pues entre el rey y su esclavo no puede haber un amor verdadero, para eso se necesita un mínimo de relación “codo con codo”, un trabajar juntos y no un simple obedecer o sufrir las consecuencias de una voluntad ajena. No es que el hombre pueda ganarse su salvación, sino que Jesús murió por todos y a todos ofreció la salvación… siempre que cada uno responda a ese ofrecimiento y se ponga camino del cielo que nos abrió. Pero no profundizaremos más en este asunto de la cooperación porque ha sido tratado más a fondo en nuestro artículo: La Encarnación: doctrina protestante, fundamento católico. […]

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  3. Avatar de Los protestantes ante la eucaristía | Apología 2.1

    […] El catolicismo por el contrario se basa en que el hombre puede y debe cooperar con Dios, no porque Dios necesite nuestra cooperación sino porque así lo desea Él, pues entre el rey y su esclavo no puede haber un amor verdadero, para eso se necesita un mínimo de relación “codo con codo”, un trabajar juntos y no un simple obedecer o sufrir las consecuencias de una voluntad ajena. No es que el hombre pueda ganarse su salvación, sino que Jesús murió por todos y a todos ofreció la salvación… siempre que cada uno responda a ese ofrecimiento y se ponga camino del cielo que nos abrió. Pero no profundizaremos más en este asunto de la cooperación porque ha sido tratado más a fondo en nuestro artículo: La Encarnación: doctrina protestante, fundamento católico. […]

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  4. Avatar de Juan Pablo
    Juan Pablo

    Felicidades de nuevo por este magnífico e interesante artículo. Sobre la sola fide y sola gratia de los protestantes nunca entenderé esa forma de pensar, ya que como bien habéis explicado no tendría sentido la Encarnación. Pero es yo creo que tampoco le veo sentido a la vida entonces. Si somos ya creados con un destino que es la salvación o condenación, ¿de que sirve vivir aquí en la tierra?. Y por supuesto tampoco tendrían sentido los mandamientos, ni todas las palabras que dijo Jesús sobre nuestros actos y obras.
    Yo pienso que precisamente nuestra vida en la tierra es lo que nos deparará nuestro futuro. Si nos dejó el mandamiento de amar al prójimo es porque en él vemos reflejado a Jesús y según actuemos en nuestra vida y con nuestro prójimo así seremos juzgados. Así tiene sentido todo, como nos lo da a conocer nuestra Iglesia fundada por Cristo.
    Un saludo.

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  5. Avatar de carlos canosa

    gracias por el comentario. Cuando lei:

    «Curiosamente ambos entendemos la Encarnación del mismo modo, así que no es la doctrina en sí lo que ha originado las diferencias, sino el hecho de que para los protestantes la Encarnación es sólo eso, una doctrina, mientras que para los católicos es además el fundamento de toda la manera de entender nuestra fe. Si logramos comprender bien esto seremos capaces de entendernos mutuamente mucho mejor y al mismo tiempo no caer en discusiones bizantinas condenadas al fracaso»

    senti que ese era el carozo. Permanecer en la Encarnacion y todas sus infinitas consecuencias es lo que divide hasta culturalmente ambas formas de entender el evangelio y la iglesia. Los evangelicos -o protestantes- «pasan de puntillas» por la doctrina de la encarnacion sin profunduizar en ella. Sin valorar que el cuerpo de Jesus le fue otorgado por María y eso tiene consecuancias eternas hacia atras y hacia adelante. El misterio mismo de la encarnacion es inagotable.

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  6. Avatar de Bindex
    Bindex

    En realidad, las diferencias entre religiones, vas mas allá de lo expresado, en primer lugar al hablar del ser dual, en otras religiones se entiende que el alma es el todo y que ésta – esta compuesta por un cuerpo físico y el espíritu; en segundo lugar la forma de orar marca diferencias, puesto que algunos oran en una dirección y otros en otras direcciones; en tercer lugar, las ordenanzas que se practican en cada religión – marcan diferencias – comenzando por la forma del bautismo; etc.- Por lo que lo mejor es acudir a Dios – tal como se sugiere en Pedro 1: 5 y 6.

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    1. Avatar de Christian

      Supongo que te refieres a religiones cristianas? En este artículo hablamos de la base fundamental de las diferencias, no entramos en la gran cantidad de detalles en los cuales esa diferencia se expresa. Pero gracias por el comentario Bindex, servirá de aclaración. Un saludo.

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