La Sola Scriptura es la base de todo el protestantismo, si ella cae se derrumba entero. Por ello es comprensible que algunos protestantes no sólo la usen como fundamento de su fe, sino que con igual o mayor entusiasmo la utilicen como ariete contra la fe católica, intentando demostrar con ella que tales o cuales doctrinas católicas no están en la Biblia y por tanto, según su razonamiento, son antibíblicas, o dicho de otro modo, no sólo son erróneas sino que son malignas.
Recordemos qué dice esta doctrina:
Sola Scriptura: doctrina protestante que afirma que la verdad y toda la verdad del cristianismo se encuentra únicamente dentro de la Biblia.
Esto se opone a la doctrina católica que afirma que las enseñanzas de Jesús se transmitieron por vía oral y por vía escrita, y por tanto la Biblia no contiene toda la verdad del cristianismo, sino parte de ella. En este artículo vamos a poner dicha doctrina a prueba y ver si es tan sólida y fiable como sus defensores creen, y a modo de introducción, vamos a copiar aquí un mensaje que escribió a esta página un protestante acusándonos, de buena fe, de ser una falsa iglesia fundada por Constantino:
Me gustaría me señalara algunas citas Bíblicas donde los apóstoles llevaban consigo imágenes al momento de predicar el Evangelio, donde enseñaban sacar esas imágenes en procesiones encender candelas y veladoras ante ellas. Simplemente no existen en la Palabra de Dios. [...] Lamentablemente estas prácticas y otras de igual gravedad demuestran que las doctrinas de la Iglesia Católica se han alejado de la Santa Palabra de Dios. [...] La perversión de algunas doctrinas del catolicismo se inicia desde que se oficializó el cristianismo por el emperador romano Constantino, porqué se introdujo doctrinas y prácticas paganas en la Iglesia.
Ahí vemos que para este remitente “Palabra de Dios” y Biblia son una misma cosa. Para que su razonamiento tenga mínima validez primero habría que estar de acuerdo con él en que ambos conceptos son intercambiables. Por otro lado, aunque eso se sale de nuestro tema, cae en el común error histórico de creer que el cristianismo se hizo oficial con Constantino. Constantino lo hizo legal, no oficial, eso no ocurriría hasta más tarde con el emperador Teodosio.
Esta carta, de la cual sólo hemos citado sus partes clave, es un muy buen ejemplo del razonamiento que a menudo hacen muchos protestantes: tenéis doctrinas que no están en la Biblia, por lo tanto os habéis alejado de la verdad para caer en la perversión, y eso ocurrió en época de Constantino. Sobre la absurda idea de que Constantino cambió en modo alguno las doctrinas de la Iglesia ya hay en esta web escrito toda una serie de artículos que puede leer aquí. La otra idea, la de que si no está en la Biblia no es verdad, no suena tan absurda, y de hecho parece ser un argumento que a muchos católicos poco formados puede dejar confusos o incluso convencer (la mayoría de los protestantes de habla española son católicos a quienes convencieron con ese argumento), de ahí la enorme necesidad de aclarar este asunto, no tanto por atacar a los protestantes (que Dios tenga en su mano) como por defender a los católicos de falacias erradas. Analizaremos ahora cuál es el verdadero razonamiento que se oculta detrás de esa carta.
Pura cuestión de lógica
Empecemos dando una mínima noción de cómo funciona la Lógica (no nos referimos simplemente al “sentido común” sino a la ciencia del razonamiento). En cualquier razonamiento la premisa o premisas se tienen que aceptar como verdaderas sin necesitar demostración alguna, pero si no se aceptan entonces cualquier razonamiento, sea correcto o incorrecto, se rechaza.
Premisa 1: Todos los hombres son mortales Premisa 2: Xenón es un hombre ____Conclusión: Xenón es mortal
La conclusión se basa en este caso en dos premisas, y aunque el razonamiento sea correcto, la conclusión sólo será verdadera en el caso de que las dos premisas sean verdaderas. Rechazar una o más de las premisas impediría aceptar la conclusión. Rechazar la premisa 1 sería realmente difícil, pero rechazar la premisa 2 es muy fácil: xenón no es un hombre, es un gas noble (elemento químico), y por tanto no puede morir. Rechazando una premisa he declarado falsa la conclusión, aunque el razonamiento en sí sigue siendo correcto; por eso si donde pone “xenón” ponemos “mi primo”, tendremos que aceptar la conclusión como verdadera (si somos sensatos). Otro ejemplo:
P1 La Biblia es Palabra de Dios P2 La Biblia dice que Dios es amor ____C: Dios es amor
El razonamiento es correcto, pero sólo si alguien acepta las premisas 1 y 2 como verdaderas podría verse obligado a aceptar la conclusión como verdadera. Si un ateo niega la P1 entonces la conclusión no sirve para nada, pues la única forma de poder aceptar P1 y P2 es aceptando otra premisa oculta que diría “Dios existe”, y el ateo lo niega. Si no hay Dios no tiene sentido decir que Dios es amor ni ninguna otra cosa. Al debatir con un ateo, antes de argumentar sobre la naturaleza de Dios habría que argumentar sobre su existencia.
Como vemos, por muy bien elaborado que esté un argumento, la conclusión sólo puede ser válida para quien acepta todas las premisas de las que se parte. En la mayoría de los casos las premisas se dan por sentadas y ni siquiera se mencionan, así que es cosa nuestra el localizar las premisas o adivinarlas si están ausentes. De este modo cuando nuestro amable lector nos dijo en la citada carta que las imágenes son antibíblicas porque en ningún sitio de la Biblia dice que las tenemos que usar, su razonamiento en realidad sería el siguiente:
P1 Dios existe P2 La Biblia es Palabra de Dios P3 La Palabra de Dios sólo está en la Biblia y en ningún otro sitio P4 Toda creencia que no está en la Biblia va en contra de Dios P5 El uso de imágenes de culto no está ordenado en la Biblia ____C: El uso de imágenes de culto va en contra de Dios
Como vemos, el razonamiento de nuestro lector parte de 5 premisas, y puesto que son premisas (punto de partida del razonamiento, no el razonamiento en sí), las 5 se dan por sentadas sin ninguna demostración y se pide al oyente o lector que las acepte todas para así poder aceptar también la verdad de la conclusión.
Un protestante las aceptaría todas, tal como hace él. Un católico tiene que aceptar como verdaderas las premisas 1 y 2 (y la 5 con matices), pero jamás puede aceptar las premisas 3 y 4. Por lo tanto, al no aceptar todas las premisas, tampoco puede de ningún modo aceptar la conclusión. Las personas que siendo católicas han aceptado la conclusión (que son muchos miles) son personas que en realidad no eran católicas (o no tenían la formación básica para serlo bien) o que no funcionan con lógica, lo cual da peso al dicho popular de “católico ignorante, futuro protestante” (o ateo). Al que se podría añadir en este caso “católico que no razona, posible protestante”, por cubrir los dos supuestos, aunque este no rime.
Recordemos esta importante idea: para aceptar una conclusión primero hemos de aceptar la verdad de todas las premisas, las cuales se ofrecen sin demostración alguna. Y otra idea más: para los protestantes, la Sola Scriptura es siempre la premisa base de todos sus razonamientos doctrinales. Cualquier argumento protestante sólo tiene sentido si aceptamos su doctrina de la Sola Scriptura, algo que un católico nunca puede hacer sin dejar de serlo.
Un razonamiento católico sería semejante al protestante, sólo que partiría de premisas diferentes.
P1 La Palabra de Dios fue transmitida por la Tradición apostólica P2 Parte de esa Tradición apostólica quedó luego escrita en textos bíblicos P3 La doctrina X no aparece en la Biblia pero naparece en la Tradición apostólica ____C: La doctrina X es verdadera
Un protestante no aceptaría la premisa 2 (la palabra “parte” sería el problema) y por tanto no puede aceptar la conclusión. La Iglesia utiliza la Biblia y la Tradición, junto con el propio poder que Jesús le concedió para interpretar y discernir correctamente. Pero los protestantes interpretan los textos bíblicos según lo que ellos consideran una iluminación individual, y consideran que nada fuera de la Biblia puede ser doctrina, y que la Iglesia católica no tiene nada de divino, por lo tanto sólo podrían aceptar el uso litúrgico de las imágenes si dicho uso estuviese ordenado en la Biblia. Como no lo está, fin del asunto.
Partiendo de premisas diferentes, se llega a conclusiones diferentes. Lo que es totalmente absurdo desde el punto de vista de la Lógica es pretender que alguien acepte tu conclusión sin aceptar tus premisas, y además sorprenderte de que sea tan tonto como para no aceptarla. Pero eso en la vida diaria ocurre constantemente, usamos unas premisas, llegamos a una conclusión lógica, y luego creemos que todos deberían aceptar esa conclusión porque es lógica, sin darnos cuenta de que “logica” lo es sólo si aceptan nuestras mismas premisas. En lugar de pretender imponer nuestra conclusión, primero tendríamos que convencer de nuestras premisas. Y a eso vamos ahora.
¿Una partida en tablas?
Un ateo no aceptaría ni el razonamiento católico ni el protestante, pues no cree en Dios y por tanto niega que exista algo que pueda llamarse “Palabra de Dios”. Un católico no acepta el razonamiento protestante porque no cree que la Verdad sólo exista dentro de la Biblia. Un protestante no acepta el razonamiento católico porque no cree que la Iglesia tenga origen divino ni tenga poder de Jesús ni inspiración del Espíritu Santo. Cada uno está sencillamente siendo coherente con sus propias premisas, y si vamos hacia atrás en la cadena de razonamientos, en última instancia tenemos que ateos, católicos y protestantes parten de una o varias ideas básicas que son indemostrables, y por tanto sólo pueden aceptarse por medio de la fe. Incluso el ateo necesita tener fe para estar seguro de que no existe Dios, ignorando la acumulación de indicios que se derivan incluso de la ciencia. La misma ciencia moderna se basa en premisas indemostrables, como la idea de que una ley natural es inmutable y por tanto se puede aplicar en cualquier punto del espacio y el tiempo con igual certeza (¿cómo podríamos demostrar que hace 1000 millones de años la luz viajaba al otro extremo del universo a la misma velocidad que hoy aquí?). Por lo tanto, cualquier sistema de creencias parte en última instancia de un acto de fe en el que todo el sistema se fundamenta.
Ahora bien, podemos quedarnos en tablas y dejar que los protestantes crean una cosa y los católicos la otra, sin esperanza de saber dónde está la verdad. O podemos intentar una pequeña cosa, y es razonar cuál de las dos posturas, aunque indemostrables, tiene más probabilidades de ser cierta. Y es lo que haremos a continuación.
(en cuanto al razonamiento ateo, vea este otro artículo: Fe y razón en el Nuevo Ateísmo)
El conjunto de premisas que usan los protestantes por un lado y los católicos por otro son el fundamento de todas sus creencias, en el sentido de que son la herramienta que ambos grupos usan para decidir cuál es o no verdad, y tienen estos nombres:
MAGISTERIO DE LA IGLESIA: Los católicos creen que toda creencia debe salir del Magisterio de la Iglesia, el cual se basa en la autoridad que la Iglesia obtiene de Dios (mediante el Espíritu Santo) para poder interpretar infaliblemente la Verdad a partir de los textos sagrados (Biblia) o los de la predicación oral de los apóstoles (Tradición). Jesús no va a abandonarnos ni a consentir que su Iglesia caiga en el error, tal como nos prometió. [Nota: También tiene poder para establecer una nueva doctrina de tipo utilitario (que no es una nueva verdad, sino un nuevo uso o actuación) siempre que no contradiga a la Palabra de Dios, lo cual permite adaptar el cristianismo a nuevas circunstancias sin pervertir la Verdad ni un ápice]
SOLA SCRIPTURA: Los protestantes creen que toda creencia únicamente puede salir de la Biblia interpretada individualmente con la ayuda de la inspiración del Espíritu Santo. En la práctica el concepto suele ampliarse hasta creer que si no es bíblico es antibíblico.
Para que estas dos doctrinas fundamentales o premisas sean verdaderas deberían cumplir varias condiciones de la Lógica y también del sentido común:
1- Esa premisa tiene que haber sido establecida por Jesús, pues no tendría sentido que viniendo Jesús a traernos la verdad se fuera sin haber dejado muy clara la base en la que toda la verdad debía estar apoyada.
2- Por pura cuestión de lógica, ni esta premisa ni sus razonamientos derivados de ella pueden caer en la contradicción.
3- Siendo la verdad sólo una, esa premisa debe servir para llegar a esa única verdad, y no a enunciados incompatibles o diversos.
Apliquemos ahora estas tres condiciones a las dos premisas que estamos viendo para ver en cada caso si es verdadera o ha de ser falsa. En algunos países nos entenderán mejor si llamamos a esto “la prueba del algodón”.
Test a la Sola Scriptura
La Sola Scriptura es una doctrina establecida por Jesús.
FALSO
Jesús no estableció la Sola Scriptura, nunca dijo que sus discípulos sólo debían fiarse de lo que años más tarde algunos de sus seguidores dejarían por escrito ni tampoco en esos escritos se dice tal cosa. Los libros del Nuevo Testamento no se completaron hasta finales del siglo primero, pero se tardó aún mucho más (de hecho siglos) hasta que todas las comunidades cristianas aceptaron por Palabra de Dios los mismos libros que hoy consideramos serla. Hasta principios del siglo tercero las comunidades cristianas no sólo no coinciden del todo en cuáles libros de nuestro Nuevo Testamento son realmente inspirados, sino que casi todas, por no decir todas, están aceptando como palabra de Dios otros libros que hoy no forman parte de la Biblia (como la Didaché, el Apocalipsis de Pedro, la epístola del papa Clemente a los corintios, El Pastor de Hermas, etc.). Así que según la doctrina de la Sola Scriptura, hasta el siglo III todas las comunidades cristianas no sólo eran heréticas, sino que era imposible no serlo, pues Jesús y los apóstoles «nos abandonaron» y ni siquiera nos dijeron qué textos eran aquellos en los que en ellos y solamente en ellos se contenían la palabra de Dios. Es más, no será hasta finales del siglo VII, en el año 681 cuando por fin la cristiandad entera reconozca como sagrados a los mismos libros que hoy los protestantes aceptan como parte del Nuevo Testamento. Es en ese momento, y no antes, cuando ya tenemos una scriptura sobre la que poder aplicar el test de la Sola Scriptura, por lo que hasta entonces nadie tendría ni siquiera las herramientas para poder llegar a conocer la verdad. (lea aquí más sobre la construcción del canon del Nuevo Testamento).
Pero la cosa se complica aún más, porque ¿quién fue aquella autoridad que decidió cuáles libros eran y cuáles no eran Scriptura? Nada más y nada menos que la Iglesia Católica, que ya en el concilio de Roma del 382 da la actual lista de libros de la Biblia católica, sancionada en el concilio de Hipona del año 393, y que posteriormente en el Concilio ecuménico de Constantinopla III del 681, dejó fijado exactamente qué libros comprendía el canon sagrado. Esa misma Iglesia que los protestantes dicen que no es divina sino asociación humana y pagana creada por Constantino, y por tanto herética y errada, es la que decidió cuáles serían esas escrituras sagradas sobre las que los protestantes, siglos más tarde, edificarían todo su sistema de creencias. Si los cimientos de un edificio están podridos, toda la edificación es inestable y se caerá. No pueden los protestantes defender que su sistema de creencias es sólido y al mismo tiempo atacar la Iglesia que ha sentado los fundamentos sobre los que se asienta todo su sistema.
Para evitar caer en esta tremenda contradicción, ciertos protestantes afirman que la Iglesia, en ese concilio, se limitó a declarar oficialmente como sagrados los mismos textos que ya todos los cristianos consideraban sagrados. Pero quien tal cosa afirma sólo puede decir eso ignorando totalmente la historia. Es cierto que la mayoría de los libros eran aceptados por todas las comunidades, pero había aún libros que hoy son canónicos y por entonces no eran aceptados por todos, y también al contrario, libros no canónicos tan arraigados en grandes zonas de la cristiandad que existía una enorme resistencia a dejar de considerarlos sagrados. El ejemplo más claro fue el Apocalipsis, que era fuertemente rechazado por la mayor parte de las comunidades orientales. Por tanto si el Nuevo Testamento es hoy exactamente como es, fue por decisión de la Iglesia católica, la cual actuó bajo la protección del Espíritu Santo.
Los protestantes no aceptan que el Espíritu Santo sea el que guía en todo momento las decisiones doctrinales de la Iglesia, pero la mayoría hace ciertas excepciones, para evitar caer en la contradicción que estamos comentando: están dispuestos a admitir que el Espíritu Santo verdaderamente guió a la Iglesia Católica en determinados concilios. Entonces el III Concilio de Constantinopla, que fijó el canon bíblico, estaba inspirado por el Espíritu Santo. Algunos otros concilios también fueron inspirados, pues en ellos se establecieron doctrinas fundamentales que son hoy comunes a católicos y protestantes (como el Credo de Nicea). Pero otros concilios no estuvieron inspirados por el Espíritu Santo y por tanto no sólo generaron doctrinas falsas sino que según muchos estuvieron inspirados directamente por el Diablo, como por ejemplo el II Concilio de Nicea en donde se defiende el ya común uso de imágenes en el culto.
El problema de esta última opción, que es la más extendida, es que para saber si una doctrina es falsa o verdadera ellos utilizan siempre las Escrituras, que según ellos es un criterio claro; pero para decidir si un concilio es inspirado o no ¿qué criterio se puede emplear que sea igualmente claro e infalible? ¿cómo es posible que la misma Iglesia sea en unos casos instrumento de Dios y en otros instrumento del Diablo? Y si así fuera ¿cómo podría un cristiano saber en qué decisiones es divina y cuándo diabólica? Si la Iglesia no tiene la verdad ni es de fiar ¿cómo puede un protestante estar seguro de que el canon que la Iglesia decidió es verdaderamente la Palabra de Dios? y si eso no es seguro, ¿qué sentido tienen entonces todas las doctrinas que surgen de aplicar la Sola Scriptura? Pues si la base es dudosa, más dudoso aún ha de ser todo lo que de ella se derive.
La Sola Scriptura no cae en la contradicción.
FALSO
Acabamos de ver que sí. Esta doctrina dice que toda la verdad está en los textos sagrados y la Iglesia católica es falsa y anticristiana por no sostener esta misma doctrina. Pero la autoridad que ha decidido cuáles son esos textos sagrados es esa misma Iglesia que ellos dicen ser falsa y anticristiana. Por tanto no sería posible saber si la Biblia que tenemos contiene todos los textos sagrados, o sólo parte o mezcla textos sagrados con textos heréticos, de modo que no se podría afirmar que las Escrituras contienen toda la verdad y nada más que la verdad, que es lo que esta doctrina afirma. Como hemos visto también, los otros intentos de resolver esta contradicción caen a su vez en otras contradicciones. Sólo esto bastaría para dar la Sola Scriptura por inválida.
La Sola Scriptura llega a una sola verdad.
FALSO
No hace falta ningún acto de fe para reconocer la cruda realidad de que los protestantes están divididos en numerosas ramas e innumerables iglesias que se diferencian unas en algo, otras en mucho y otras en muchísimo. Todas ellas afirman con igual contundencia y convicción que sus doctrinas son las verdaderas. Y la manera en la que un protestante crea una doctrina es pedirle al Espíritu Santo que le guíe en la recta interpretación de la Biblia, y a partir de ahí, cualquier interpretación que hagan les puede parecer correcta a condición de que su autoestima se lo permita. De este modo miles de personas han llegado a miles de conclusiones diferentes partiendo de los mismos textos; muchos se han quedado su «nueva verdad» para sí, y otros se han sentido lo suficientemente fuertes o vanidosos como para crear su propia iglesia y llevarse tras de sí a otras personas que no tienen tanta fe en sí mismos como para confiar en sus propias revelaciones y prefieren confiar mejor en las de otros con más carisma. Si verdaderamente fuese el Espíritu Santo quien guía a estas personas hacia una correcta interpretación, en ese caso todos llegarían a la misma conclusión y descubrirían las mismas verdades, pero eso no ocurre.
Las ramas protestantes beben todas ellas, al menos en gran parte, de dos fuentes fundamentales: Lutero y Calvino. El hecho de que Lutero y Calvino, aplicando la Sola Scriptura, llegaran en muchos casos a conclusiones diferentes demuestra que no es posible que ambos contaran siempre con la inspiración del Espíritu Santo. O bien uno fue siempre inspirado y el otro no, o bien ambos fueron inspirados en unas ocasiones sí y en otras no. Según el caso esto nos da dos panoramas:
- Si ambos fueron inspirados a veces, pero no siempre, ¿cómo podemos estar seguros de que cuando Lutero “descubrió” la doctrina de la Sola Scriptura lo hizo bajo la inspiración del Espíritu Santo. (No podríamos basar todo nuestro sistema de creencias en una simple posibilidad.)
- Veamos ahora el caso de que uno de los dos fuera inspirado siempre. Tendría que ser Lutero, que fue quien proclamó la doctrina de la Sola Scriptura. Si Lutero siempre estuvo inspirado, la Sola Scriptura sería correcta, pero entonces Calvino nunca tuvo la inspiración divina y por tanto sus doctrinas son falsas, excepto cuando coinciden con las de Lutero.
Pero este segundo caso plantearía otro problema. Si defendemos esta idea de que Lutero siempre dio con la verdad (y por tanto la Sola Scriptura sería con seguridad verdadera) tenemos que defender con igual ahínco que Calvino sólo tenía razón cuando coincidía con Lutero, y se equivocaba siempre que disentía de él, o sea, Calvino sería irrelevante. Como todas las ramas protestantes actuales tienen una mezcla desigual entre Lutero y Calvino, rechazar a Calvino y quedarse sólo con Lutero equivaldría a abandonar sus creencias y hacerse todos luteranos, pero de los del siglo XVI, pues incluso los luteranos actuales tienen en parte influencia calvinista. Y eso supondría igualmente aceptar TODAS las doctrinas de Lutero, incluyendo por ejemplo la idea de que María es Madre de Dios y madre nuestra, que fue Virgen antes durante y después del parto y que no tuvo más hijos que Jesús. Salgamos por donde salgamos saldremos chamuscados. Porque aunque rechazaras todas las ideas calvinistas, si de Lutero tomas unas doctrinas sí y otras no, ¿cómo sabes tú cuáles son las verdaderas y cuáles las equivocadas? Y si no tienes ningún medio infalible para saberlo ¿cómo puedes saber si su doctrina de la Sola Scriptura era o no verdadera? ¿Con qué criterio aceptas su doctrina de la Sola Scriptura y rechazas su doctrina de María Madre de Dios? ¿por qué no rechazas los mismos libros del Nuevo Testamento que él rechazó? Tomar y dejar lo que nos interesa no es criterio alguno para tener la verdad.
Y es nuestra opinión que cualquiera de estos tres puntos aquí tratados, por sí mismos serían suficientes para probar que la Sola Scriptura no sólo carece de fundamento, sino que por todas partes cae en contradicción tanto en cuanto a sí misma como en cuanto a todo el sistema de creencias que en ella se basa.
Pero veamos ahora de qué modo resiste la Iglesia idéntico test.
Test al Magisterio de la Iglesia
Esta doctrina o concepto se basa en la idea de que la Palabra de Dios se transmitió primero de forma oral, y posteriormente también de forma escrita (¿quién podría negar esto?) y por tanto ambas fuentes de información son complementarias y no se pueden contradecir. Desde el punto de vista protestante podríamos explicar esto diciendo que las creencias católicas se basan en la Biblia, como ellos, pero además también hay creencias que no están en la Biblia pero se conservaron mediante la tradición oral (que poco a poco también fue poniéndose por escrito). Y no está tampoco de más recordarle a más de un católico este mismo punto. Así mismo la Iglesia recibió de Jesús el poder para decidir y la infalibilidad para acertar en sus decisiones doctrinales y generar también doctrinas utilitarias, como ya hemos comentado (el uso de imágenes no sería una nueva verdad, sino una nueva doctrina utilitaria, un asunto práctico).
Si queremos ser consistentes con esta premisa, al igual que lo fuimos con la Sola Scriptura, tenemos que intentar demostrarla según su propia doctrina, recurriendo a las fuentes de la Biblia y de la Tradición por igual, lo que nos obliga en este caso a realizar un doble test. Miremos primero si en la propia Tradición se recoge la idea de que la Verdad no está limitada a la Biblia:
Porque he oído a ciertas personas que decían: Si no lo encuentro en las escrituras fundacionales (antiguas) [o sea, el A.T.], no creo que esté en el Evangelio [o sea, el mensaje de Jesús]. Y cuando les dije: Está escrito, me contestaron: Esto hay que probarlo. Pero, para mí, mi escritura fundacional es Jesucristo, la carta inviolable de su cruz, y su muerte, y su resurrección, y la fe por medio de Él; en la cual deseo ser justificado por medio de vuestras oraciones. (San Ignacio de Antioquía, Carta a los Filadelfios 8, finales del siglo primero)
Junto con las interpretaciones [de los evangelios], no vacilaré en añadir todo lo que aprendí y recordé cuidadosamente de los ancianos, porque estoy seguro de la veracidad de ello. A diferencia de la mayoría, no me deleité en aquellos que decían mucho, sino en los que enseñan la verdad; no en los que recitan los mandamientos de otros, sino en los que repetían los mandamientos dados por el Señor. Y siempre que alguien venía que había sido un seguidor de los ancianos, les preguntaba por sus palabras: qué habían dicho Andrés o Pedro, o Felipe, o Tomás, o Santiago, o Juan, o Mateo o cualquiera otro de los discípulos del Señor, y lo que Aristión y el anciano Juan, discípulos del Señor, estaban aún diciendo, porque no creía que la información de libros pudiera ayudarme tanto como la palabra de una voz viva, sobreviviente (Papías de Hierapolis, discípulo de San Juan, año 100, citado por Eusebio de Cesarea en su obra Historia eclesiástica III, 39)
Porque al usar las Escrituras para argumentar, la convierten en fiscal de las Escrituras mismas, acusándolas o de no decir las cosas rectamente o de no tener autoridad, y de narrar las cosas de diversos modos: no se puede en ellas descubrir la verdad si no se conoce la Tradición […] Y terminan por no estar de acuerdo ni con la Tradición ni con las Escrituras. (San Ireneo de Lyon, discípulo de San Policarpo, que era discípulo de San Juan. Contra las Herejías. III 2, 1-2. Año 130)
…pero la fuerza de la Tradición es una y la misma. Las iglesias de la Germania no creen de manera diversa ni transmiten otra doctrina diferente de la que predican las de Iberia o de los Celtas, o las del Oriente, como las de Egipto o Libia, así como tampoco de las iglesias constituidas en el centro del mundo (San Ireneo de Lyon, Contra las herejías I,10,2. Año 130)
Siendo, pues, tantos los testimonios, ya no es preciso buscar en otros la verdad que tan fácil es recibir de la Iglesia, ya que los Apóstoles depositaron en ella, como en un rico almacén, todo lo referente a la verdad, a fin de que «cuantos lo quieran saquen de ella el agua de la vida» […] Entonces, si se halla alguna divergencia aun en alguna cosa mínima, ¿no sería conveniente volver los ojos a las Iglesias más antiguas, en las cuales los Apóstoles vivieron, a fin de tomar de ellas la doctrina para resolver la cuestión, lo que es más claro y seguro? Incluso si los Apóstoles no nos hubiesen dejado sus escritos, ¿no hubiera sido necesario seguir el orden de la Tradición que ellos legaron a aquellos a quienes confiaron las Iglesias? (San Ireneo de Lyon, Contra las herejías III,4,1. Año 130)
No creería en el Evangelio si a ello no me moviera la autoridad de la Iglesia católica […] Si tú dices, No creas a los Católicos: Tú no puedes con rectitud utilizar las Escrituras para traerme a la fe en [el hereje] Maniqueo; porque fue bajo la autoridad de los Católicos que yo creí en las Escrituras. […] (San Agustín de Hipona, Contra la epístola fundamental de Maniqueo, cap V - Siglo IV)
Todo lo que observamos por transmisión (Tradición), aunque no se halle escrito; todo lo que observa la Iglesia en todo el orbe, se sobreentiende que se guarda por recomendación o precepto de los apóstoles o de los concilios plenarios, cuya autoridad es indiscutible en la Iglesia. (San Agustín de Hipona, Carta a Jenaro, Ep 54,1-2 – siglo IV)
Pues vemos que sí, que esta doctrina fundamental está contenida en la Tradición. Veamos ahora si la Biblia también nos da fundamento para creer que la Iglesia tiene el poder (dado por Dios) y la autoridad (por ser de Dios) de establecer la doctrina correcta y de decidir qué es y qué no es verdad de fe, y con ella en la mano aplicaremos el mismo test que aplicamos antes a la Sola Scriptura:
El Magisterio de la Iglesia es una doctrina establecida por Jesús.
VERDADERO
[
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo. (Mateo 16:19)
En esa escena Jesús anuncia la fundación de su Iglesia (que se hará realidad en Pentecostés) erigiendo a Pedro como cabeza de ella, prometiendo que la mantendrá libre de error y dando a esa Iglesia el poder de atar y desatar, o sea, la autoridad para actuar en la tierra con la autoridad del mismísimo Jesús. Sabemos que los protestantes dan a esta escena un significado diferente, pero para ello tendríamos que aceptar la Sola Scriptura, y si ya hemos visto que la Sola Scriptura es una doctrina falsa y contradictoria en esencia, entonces lo que ella diga sobre este asunto no tiene validez. De todas formas las interpretaciones de los protestantes (diversas como siempre) son refutadas en este artículo sobre el primado de Pedro y en este otro artículo sobre si tal primado era en su naturaleza hereditario, y este otro sobre si los papas son sus legítimos sucesores. Para los que dudan de si Jesús realmente quiso fundar una Iglesia tenemos también este otro artículo. De este modo nadie podrá decir, como algunos dicen, que para tan enorme asunto los católicos nos basamos únicamente en esta breve cita de Mateo, pues además de muchas otras citas nosotros nos basamos también en las abundantes y explícitas pruebas de la Tradición, aunque para ellos tal cosa no cuente y prefieran probarnos según sus parámetros y no los nuestros (lo cual sería como criticar al mirlo por no saber ladrar correctamente).
El Magisterio no cae en la contradicción.
VERDADERO
No tenemos ningún caso en el que la Iglesia haya establecido oficialmente doctrinas contradictorias. Pero muchos protestantes dirán aquí que la contradicción está precisamente en que una de sus dos patas, la Biblia, rechaza la Tradición. Tampoco esto es cierto, todos los casos en los que la Biblia rechaza las “tradiciones humanas” está hablando precisamente de eso, de tradiciones de hombres (algo que el protestantismo en sí mismo vendría a ser, por ser doctrinas humanas, tal como nosotros lo vemos, aunque véase de nuevo el mirlo ladrando). Pero también hay ocasiones en las que la Biblia habla de la tradición oral de la fe, y en esos casos no sólo no la rechaza sino que la reivindica:
[
Os alabo porque en todas las cosas os acordáis de mí y conserváis las tradiciones tal como os las he transmitido. (1 Corintios 11:2)
[
Hermanos, os mandamos en nombre del Señor Jesucristo que os apartéis de todo hermano que viva desordenadamente y no según la tradición que de nosotros recibisteis. (2 Tesalonicenses 3:6)
[
Así pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta. (2 Tesalonicenses 2:15)
Pero aún podrían los protestantes hallar contradicción en una cosa. Si una doctrina de la Tradición contradice a lo que dice la Biblia o viceversa, entonces caemos en contradicción pues ambas cosas no pueden ser verdad. Y como ejemplo podrían poner el que ellos piensan ser el más evidente: las imágenes.
Cuando ellos encuentran este tipo de contradicciones, en realidad no son tales, pues contradicción sólo existiría si los católicos interpretaran la Biblia del mismo modo en que lo hacen ellos, que sería lo mismo que pretender corregir una frase inglesa aplicando las reglas gramaticales del castellano. Cuando un protestante dice que la Tradición católica de usar imágenes en el culto contradice la prohibición bíblica de no hacer imágenes, dicha contradicción se da sólo desde la propia “gramática”protestante, según su peculiar manera de interpretar esos textos. Para los católicos la Biblia siempre rechaza las imágenes usadas como ídolos, no las representativas, las cuales de hecho no sólo permite sino que a veces ordena, por tanto no se puede adorar a una imagen pero sí usarla como representación de otra realidad, por lo que no existe en este punto contradicción entre Biblia y Tradición. Y lo mismo ocurre en otros casos donde ellos ven una contradicción pero nosotros no.
(si quiere profundizar en el tema de las imágenes católicas puede ir a este artículo)
El Magisterio llega a una sola verdad
VERDADERO
Jesús estableció una Iglesia jerárquica, en cuya cúspide están los obispos, encima el papa y por encima de él, Jesús, que actúa en ella por medio del Espíritu Santo. De este modo la verdad, enviada por Jesús por medio del Espíritu, es siempre una y única. Si alguien no la acepta queda de facto fuera de esta Iglesia, por tanto la Iglesia profesa una única verdad, y quien quiere ser plenamente católico sólo puede aceptar esa verdad, no por ser la opinión de los papas, sino por ser la verdad de Jesús. Durante mil años todos los católicos (ortodoxos y romanos) mantuvieron una única y misma doctrina, y sólo cuando ambas ramas se separaron surgieron algunas pequeñas diferencias, y aun pocas, precisamente por renunciar a la figura del papa. Por contra los protestantes en menos de cinco siglos han logrado crear millares de sistemas doctrinales diferentes.
Y para finalizar, la prueba más evidente de todas:
Conclusión
La Biblia reconoce el Magisterio de la Iglesia, y por tanto niega la Sola Scriptura.
Según la Sola Scriptura, la verdad está entera y solamente en la Biblia, así que la doctrina de la Sola Scriptura, para ser verdad, tiene que estar en la Biblia. Y sin embargo en ningún sitio de la Biblia encontramos nada semejante. Según Scott Hahn, cuando era catedrático presbiteriano de teología un compañero teólogo le explicó: “En realidad no se puede demostrar la Sola Scriptura desde las Escrituras. La Biblia no declara expresamente que sea la única autoridad cristiana. En otras palabras, sola scriptura es, en esencia, la confesión histórica de los reformadores en contraste y oposición a la afirmación católica de que es la Escritura junto con la Iglesia y la Tradición. Para nosotros, por tanto, es una presuposición teológica [una premisa], nuestro punto de partida, no una conclusión demostrada” (“Rome Sweet Home” p. 53). Pero poco después, citando una conversación con otro teólogo protestante nos dice “Pregunté a otro teólogo —¿Para usted cuál es la columna y el fundamento de la verdad? Él respondió —¡La Biblia, por supuesto! —Entonces ¿por qué dice la Biblia en 1 Timoteo 3:15 que la Iglesia es la columna y el fundamento de la verdad? —Ahí me ha pillado usted, Scott —Soy yo el que se siente pillado. —Pero Scott, ¿de qué Iglesia estaríamos hablando? —¿Cuántos pretendientes hay para eso? Quiero decir, ¿hay alguna otra Iglesia que diga de sí misma que es la columna y el fundamento de la verdad? —¿Significa eso que se está usted volviendo católico romano? —Espero que no.” (Ibidem p. 53-54)
En efecto, tal como afirmó ese teólogo presbiteriano, la Biblia no afirma en ninguna parte que sea el único fundamento de la verdad. De hecho afirma explícitamente lo contrario:
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Por si me retraso, quiero que sepas cómo debes comportarte en la casa de Dios, es decir, en la Iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad. (1 Timoteo 3:15)
Los razonamientos y pruebas que aquí traemos son muy claros en el veredicto: la Sola Scriptura no es doctrina válida, pues no encaja ni con el cristianismo ni con la Lógica; el Magisterio de la Iglesia (su autoridad, emanante de Jesús y basada en la Biblia y la Tradición apostólica) sí es compatible con el cristianismo y con la Lógica (con la fe y con la razón). Por supuesto, sólo podemos llegar hasta ahí, demostrar si es o no compatible, pues para dar el salto y aceptarlo como verdad ya se necesita fe, la cual no obstante se puede apoyar en otras razones externas que al caso aquí no vienen. Resumiendo por tanto podríamos decir que para aceptar el cristianismo católico se necesita tener fe, para rechazar el protestantismo basta con tener lógica.
Pero recordemos de nuevo que la finalidad de este artículo no ha sido la de despreciar las creencias de nuestros hermanos protestantes que con toda su buena fe y convicción las asumen teniéndolas por verdaderas. La finalidad es acallar a esos otros protestantes que tan de continuo critican nuestra fe de falsa y blasfema, para que vean que nuestra fe se asienta en terreno sólido y no en mentiras ni engaños, como ellos parecen creer. Pero por encima de todo, la finalidad principal de este artículo es dar a los católicos argumentos para saber defenderse de una doctrina, la Sola Scriptura, que por usar la Biblia como herramienta hace a muchos dudar de sus creencias cuando no las encuentran en ella o cuando los protestantes la interpretan de tal modo que pareciera que no están en ella. Es sobre todo en ellos en quienes hemos pensado al redactar este artículo, y si algún hermano protestante llega a reflexionar con esto, bendiciones redobladas, por poco probable que sea.
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Un eunuco etíope, ministro del tesoro y alto funcionario de Candace, la reina de Etiopía, había ido en peregrinación a Jerusalén y se volvía, sentado en su carruaje, leyendo al profeta Isaías. El Espíritu Santo dijo a Felipe: «Acércate y camina junto a su carro». Felipe se acercó y, al oír que leía al profeta Isaías, le preguntó: «¿Comprendes lo que estás leyendo?». El respondió: «¿Cómo lo puedo entender, si nadie me lo explica?». Entonces le pidió a Felipe que subiera y se sentara junto a él. [...] Entonces Felipe tomó la palabra y, comenzando por este texto de la Escritura, le anunció la Buena Noticia de Jesús. (Hechos 8:27-35)
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