En nuestros anteriores artículos ya hemos respondido a algunas acusaciones sobre la paganización del cristianismo que se hizo en un artículo de Internet (ver: La Iglesia surgida del Concilio de Nicea). Ahora vamos a continuar en la misma línea respondiendo a acusaciones similares que cada vez se difunden más sobre la idea de que Constantino paganizó el cristianismo dando como resultado la Iglesia Católica, la mayoría de ellas popularizadas enormemente por el bestseller mundial “El Código Da Vinci”. Vamos a demostrar que los rasgos que hoy son propios de la Iglesia Católica son anteriores a Constantino y, en realidad, son la pura esencia del cristianismo que muchos siglos después serían desechados por algunas o todas las iglesias protestantes y/o paraprotestantes. Continuaremos nuestra inmersión en la historia del cristianismo de los primeros siglos para descubrir las raíces de nuestra fe.
Estos son los temas que veremos en esta nueva miniserie:
Índice de la serie
1- La presencia real de Jesús en la Eucaristía
2- La consideración de que la misa católica es un sacrificio
3- Jerarquización de la Iglesia
4- Refuerzo de la autoridad del obispo de Roma
5- La iglesia de Constantino recibe el nombre de “católica”
6- La veneración 6A- a la Virgen y 6B- a los santos
7- Divinización de Jesús
8- Celebración del día del Señor en domingo, no en sábado
9- Selección del canon bíblico
10- Creación del rito de la misa católica
En las próximas semanas iremos publicando estos artículos y analizando punto por punto en qué medida se manifestaba esa cuestión en la Iglesia primitiva anterior a Constantino. No nos limitaremos a dar explicaciones, sino que acudiremos a las fuentes históricas originales para que nuestras ideas no sean fruto de una opinión, sino una evidencia.
La esencia anticatólica del protestantismo (con perdón)
Lo primero que se preguntará un católico es ¿por qué tanto empeño en desacreditar nuestra Iglesia? La respuesta es sencilla: un católico puede vivir su fe ignorando completamente la existencia del protestantismo, pero un protestante, por bienintencionado que sea, necesita creer que la Iglesia Católica es apóstata para poder justificar su fe, pues sus creencias se originan en la ruptura con ella; por eso tienen que argumentar que las creencias católicas no son las de Jesús, y la intervención de Constantino les da la ocasión perfecta. Como siempre, las tesis protestantes no nos ofrecen una opinión homogénea, por eso en estos artículos normalmente tendremos que generalizar y exponer las opiniones más corrientes entre los protestantes (salvo cuando especifiquemos alguna denominación en concreto). A este respecto, la tesis más común es que en el siglo IV el emperador Constantino, principalmente en el Concilio de Nicea, modificó en gran medida la doctrina cristiana hasta dejarla casi irreconocible, mezclándola con sus propias creencias paganas y fabricando así una especie de cristianismo paganizado que resultara más atractivo para todos sus súbditos. Esa nueva religión pagana y sincrética con superfluos ropajes cristianos sería, según muchos protestantes (y prácticamente todos los paraprotestantes), lo que llamamos hoy “Iglesia Católica”.

Cuando hablo de la esencia anticatólica del protestantismo no lo hago en tono “bélico”, sino intelectual. Hay protestantes anticatólicos, que les gusta atacar a la Iglesia Católica, y protestantes que se muestran tolerantes con el catolicismo o incluso que consideran a los católicos hermanos en Cristo aunque no estén de acuerdo con ellos. Lo que quiero decir aquí es que el protestantismo como sistema de creencias (no hablo de cada protestante en particular) surge de la ruptura con el catolicismo y por tanto ideológicamente es esencialmente anticatólico, pues como dije antes, basa sus creencias en la idea de que la Iglesia Católica pervirtió el cristianismo original y por eso la Ruptura Protestante (o “La Reforma” como ellos la llaman) fue necesaria para regresar a las raíces cristianas originales. Lo que vamos a demostrar en esta serie de artículos es que esas raíces cristianas originales perviven en la Iglesia Católica, mientras que las innovaciones protestantes, aunque traídas con la mejor intención del mundo, suponen una ruptura no con la Iglesia Católica del XVI o de hoy, sino con la Iglesia cristiana de Jesús y de los apóstoles y de los primeros cristianos.
Si en la época de Lutero hubiéramos tenido tantos documentos del siglo I al IV como tenemos hoy en día, muchas de las nuevas doctrinas protestantes no habrían sido nunca desarrolladas, o habrían sido rápidamente rechazadas. Los nuevos textos y libros cristianos primitivos que se han ido descubriendo sobre todo a partir del siglo XIX han arrojado nueva luz sobre aspectos de la Iglesia Primitiva que antes eran tema de especulación, pero que ahora tienen ya una base histórica y documental en la que apoyarse. Es también en esa base histórica proporcionada en el último siglo y medio por la arqueología y los nuevos documentos encontrados en perdidas bibliotecas de Oriente en donde nos apoyaremos para defender que la única iglesia actual que sigue siendo fiel al cristianismo predicado por los apóstoles es precisamente la Iglesia Católica-Ortodoxa.
La Tradición y la exégesis bíblica
No solo tenemos nuevos hallazgos arqueológicos y una comprensión mucho más profunda de los primeros siglos de nuestra era, más los libros, cartas y documentos de la Iglesia primitiva que han sido descubiertos por Occidente últimamente; también tenemos hoy un conocimiento mucho mayor de la sociedad y cultura de la Palestina del siglo I (y de siglos anteriores), con lo cual podemos entender mucho mejor lo que realmente dice la Biblia. Donde antes había solo especulación sobre si lo que Jesús en realidad quería decir era esto o aquello, ahora resulta bastante más claro de entender, porque entendemos mucho mejor el contexto histórico-cultural-literario en el cual vivieron Jesús, los apóstoles y los evangelistas, y esos extraordinarios frutos de la exégesis bíblica, todo hay que reconocerlo, han sido aportados principalmente por la Iglesia Luterana (dicho sea de paso, la más “católica” de las iglesias protestantes, junto con la anglicana).

La exégesis bíblica católica ha ido ganando en calidad y comprensión en las últimas décadas, pero fueron nuestros hermanos separados de la Iglesia Luterana los pioneros y los que han dado muchas de las más brillantes figuras de la exégesis bíblica desde sus mismos inicios. Es justo agradecerles su valiosa aportación a la mejor comprensión de la Biblia para que un cristiano del siglo XXI pueda entender mucho mejor cómo vivían, pensaban y se expresaban quienes, junto con Jesús, pusieron las bases de nuestras actuales creencias. Pero también es de justicia reconocer que la Iglesia Católica es la mejor situada para añadir a los frutos de la exégesis moderna su profunda comprensión de la Tradición heredada, con lo cual está en una posición aún más ventajosa para hacer exégesis bíblica a la luz de la Tradición, la cual a menudo nos aporta la clave decisiva para interpretar correctamente lo que un pasaje expresa.
Por decirlo de una forma más sencilla, tomemos una frase de Jesús en la que dice “Yo soy el pan vivo bajado del cielo, quien coma de este pan vivirá para siempre”. Podríamos especular sobre si lo que Jesús estaba diciendo ahí era una simple metáfora, refiriéndose a su doctrina, que trae vida, o estaba realmente expresándose de manera literal y por tanto refiriéndose a su presencia real en la eucaristía. Ambas interpretaciones, en principio, podrían ser correctas. Los católicos interpretan esas palabras en sentido literal (Jesús es físicamente el pan de la eucaristía), pero sin embargo interpretan metafóricamente las palabras de Jesús cuando en Juan 10:9 dice «Yo soy la puerta» (no hay ninguna puerta física que podamos tocar y decir que esa puerta es Jesús). De hecho muchas de las divergencias doctrinales entre católicos y protestantes (y entre protestantes entre sí) se deben a la interpretación literal o figurada de muchas frases o pasajes bíblicos. La exégesis (estudio del contexto) nos puede aclarar lo que para un judío de esa época significaba el pan, las tradiciones, creencias y ritos asociados con el pan, etc. pero generalmente no nos puede aclarar si esas palabras son literales o metafóricas. Es ahí cuando la Tradición juega un papel decisivo.

Por mucho que ahora tengamos mejores “herramientas” para comprender cómo eran, cómo vivían y cómo pensaban aquellos del siglo primero, está claro que esos cristianos del siglo I lo comprendían mejor que nosotros, y además ellos recibieron las doctrinas directamente de Jesús y de los apóstoles, así que si dudamos de si un pasaje es literal o metafórico, ¿qué mejor forma de saberlo que preguntándoselo a ellos? Evidentemente ya no están ellos aquí para responder a nuestras preguntas, pero nos dejaron escritos, y nos dejaron sus propias creencias, que fueron heredadas y custodiadas por las generaciones siguientes. Si vemos que los cristianos del siglo I y II, por ejemplo, interpretaban ciertas palabras de Jesús de forma literal, entonces podemos tener la seguridad de que esa fue la intención de Jesús. Pensar lo contrario sería afirmar que los apóstoles malinterpretaron las palabras de Jesús (y por tanto habría que negar entre otras cosas la iluminación del Espíritu Santo en Pentecostés), o que las primeras generaciones de cristianos malinterpretaron las enseñanzas de los apóstoles (y por tanto habría que considerar que la misión de Jesús fue un fracaso y que su promesa de estar con nosotros hasta el fin de los tiempos no se cumplió). Es por eso que una buena exégesis tiene que ir siempre de la mano de la Tradición, especialmente de la Tradición más primitiva, y la custodia de la Tradición no es otra que la Iglesia Católica (y la Ortodoxa). Los recientes descubrimientos arqueológicos y documentales no nos aportan a los católicos nuevos datos doctrinales, pero nos dan una base histórica con la que defender con mucha más eficacia las doctrinas fundamentales que siempre hemos defendido que son las correctas, y que no han sido tergiversadas con el paso de los siglos.
¿Doctrinas cristianas o nicenas?
En esta miniserie nos centraremos sobre todo en defendernos de las acusaciones de que fue Constantino quien paganizó el cristianismo creando la actual doctrina católica. Para eliminar esa supuesta paganización constantiniana los protestantes “depuraron” la doctrina y estudiaron minuciosamente la Biblia para poder regresar a las raíces, y tomaron como modelo las creencias y funcionamiento de la Iglesia Primitiva tal como ellos interpretaron que era realmente, antes de que Constantino la desvirtuara. Nosotros haremos ahora lo mismo, estudiaremos minuciosamente la Bíblia (con la ayuda de la exégesis moderna) y analizaremos cómo era la doctrina y funcionamiento de esa Iglesia Primitiva, pero usando la Tradición y los nuevos documentos descubiertos.
Con todos los nuevos datos históricos que actualmente poseemos, la gran sorpresa para muchos es que esos mismos rasgos de la Iglesia Católica que sus detractores afirman ser imposición de Constantino en realidad pertenecían a la Iglesia Primitiva desde mucho antes de Nicea (año 325) y son, por tanto, apostólicos. Además, casi todas las innovaciones doctrinales que esas fuentes atribuyen a Nicea no fueron ni siquiera tratadas en el concilio, como ya hemos visto en los artículos anteriores. Entonces, si esas doctrinas no vienen de Nicea, ¿dónde surgen realmente? Vamos a irlo viendo poco a poco en los próximos artículos de esta serie e iremos añadiendo en el índice inicial los enlaces a esos artículos a medida que los vayamos publicando.
Hagamos una inmersión histórica en las raíces del cristianismo de la mano de los primeros cristianos, avanzando entre las brumas de la historia de la mano de la Tradición y la Exégesis. No se pierdan los próximos artículos.
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