Todos los cristianos parten de la idea de que Jesús es Dios, de que Dios es uno pero trino —Padre, Hijo y Espíritu Santo— y de que Jesús es la encarnación del Hijo, y por tanto Dios mismo, el Eterno, hecho hombre.
Pero hay quienes afirman que la Iglesia primitiva le consideraba solo un hombre, y fue el emperador Constantino quien le transformó en Dios siglos más tarde. Puesto que algunos hoy acusan a la doctrina católica de ser el resultado de la paganización que Constantino hizo del cristianismo en Nicea, vamos a ver qué hay de cierto en todo ello. Este artículo pertenece a la serie CONSTANTINO O LA IGLESIA PRIMITIVA. De los 10 puntos que nos dispusimos a analizar, veremos hoy el 7, punto controvertido solo para ateos y para algunas comunidades paraprotestantes (mormones, testigos de Jehová, etc, que lo consideran “divino” pero no Dios), pero no para los cristianos (católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes, incluidos los evangélicos):
1- La presencia real de Jesús en la Eucaristía
2- La consideración de que la misa católica es un sacrificio
3- Jerarquización de la Iglesia
4- Refuerzo de la autoridad del obispo de Roma
5- Se da el nombre de “católica” a esta nueva iglesia que él fundó.
6- La veneración a la Virgen y a los santos
7- Divinización de Jesús
8- Celebración del día del Señor en domingo
9- Selección del canon bíblico
10- Creación del rito de la misa católica
7- La divinización de Jesús
Uno de los mitos más extendidos hoy entre ateos y admiradores del Código Da Vinci es el de que Jesús fue divinizado en el Concilio de Nicea en el siglo IV, año 325. Según estos, antes de Nicea los cristianos consideraban a Jesús como un maestro iluminado al estilo de Buda, Confucio o incluso Aristóteles, pero no como Dios, y fue Constantino quien, por motivos políticos, consideró que los cristianos serían mucho más fácil de manipular y controlar si adoraban a su Jesús como si fuera el mismo Dios. Según el autor del citado best-seller, la divinidad de Jesús fue el resultado de “un voto bastante reñido” realizado bajo la presión del emperador.
—Querida —declaró sir Leigh—, hasta ese momento de la historia, Jesús era, para sus seguidores, un profeta mortal… un hombre grande y poderoso, pero un hombre, un ser mortal.
—¿No el Hijo de Dios?
—Exacto. El hecho de que Jesús pasara a considerarse «el Hijo de Dios» se propuso y se votó en el Concilio de Nicea.
—Un momento. ¿Me está diciendo que la divinidad de Jesús fue el resultado de una votación?
—Y de una votación muy ajustada, por cierto —añadió Teabing—. Con todo, establecer la divinidad de Cristo era fundamental para la posterior unificación del imperio y para el establecimiento de la nueva base del poder en el Vaticano. Al proclamar oficialmente a Jesús como Hijo de Dios, Constantino lo convirtió en una divinidad que existía más allá del alcance del mundo humano, en una entidad cuyo poder era incuestionable.
(Código Da Vinci, Dan Brown, 2003)
Es lamentable tener que citar una novela de ficción y argumentar contra ella, pero no podemos olvidar que esta novela fue un best-seller mundial de enormes dimensiones, y que cientos de miles de personas por todo el mundo han creído que las supuestas revelaciones de esta novela son la pura verdad, por el simple hecho de que los personajes de ficción de Dan Brown así lo afirman. Además, esta tesis sobre la divinización tardía de Jesús no fue inventada por Dan Brown sino asumida y difundida por él, pero ya en el siglo XIX tuvo bastante aceptación entre ciertos círculos.
Si nos perdonan la rotundidad diremos claramente que esta afirmación es históricamente absurda. El concilio de Nicea se convocó no para discutir si Jesús era Dios, sino de qué forma lo era, y la ortodoxia ganó por goleada (300 contra 3). La mayoría sostenía, como siempre habían hecho los cristianos, que Jesús era Dios igual que el Padre era Dios. La recientemente aparecida minoría arriana decía también que Jesús era Dios pero que había sido creado por el Padre “al principio de los tiempos”, y ya no hubo más posturas en el concilio que esas dos, nadie negaba su divinidad, cero. La anterior herejía gnóstica llegada de Persia, dentro de su gran variedad, estaba casi de acuerdo en que Jesús era Dios, aunque su divinidad era vista de diferentes formas, o bien como el espíritu de Dios enviado bajo apariencia humana o bien como un ser humano divinizado por el Padre, o incluso como un dios creado por Dios. Y aún en el siglo I, antes del fin de la era apostólica, tenemos una herejía, el docetismo, que no solo reafirmaba la divinidad de Jesús, sino que lo que negaba era precisamente su humanidad, diciendo que su cuerpo humano era solo apariencia, como un fantasma. Es a esta herejía a la que el apóstol Juan combate en su epístola:

Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado y tocado con nuestras manos en relación con la Palabra de la vida,—se trata de la vida eterna que estaba junto al Padre y que se ha manifestado, que se nos ha hecho visible y nosotros la hemos visto y damos testimonio de ella y os la anunciamos—, eso que hemos visto y oído…(1 Juan 1:1-3)
Para negar a los docetas que decían que Jesús era Dios mas no hombre, Juan escribió eso, y así afirma que “la Palabra de la vida… que estaba junto al Padre” era algo que se podía ver y tocar, algo verdadera y realmente encarnado, y no solo con apariencia humana. Y al comienzo de su evangelio nos habla igualmente de esa Palabra o Verbo que está junto al Padre y que es Dios mismo:
En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios y era Dios. (Juan 1:1)
Así que para el apóstol Juan, el que más tiempo vivió, el peligro de herejía no venía de una negación de la divinidad de Jesús, sino de una negación de su humanidad. En sus escritos Juan nos deja bien claro que Jesús era verdadero Dios y también verdadero hombre, y no le hizo falta ninguna votación de obispos para definir este punto.
QUÉ NOS DICEN LOS GNÓSTICOS
Sin embargo Dan Brown, igual que algunos otros antes que él, se apoya –dice– en los textos gnósticos descubiertos en 1947 en Nag Hammadi, Egipto, para “demostrar” que los herejes gnósticos creían que Jesús era solo un hombre. Esa afirmación de que los textos gnósticos nos muestran a un Jesús plenamente humano puede que le funcione para su intrigante trama en la novela, pero nadie puede utilizar ese argumento en la vida real. Dichos textos no se encuentran ocultos en arcas secretas sino que están publicados y se pueden incluso leer en internet. Y aunque D. Brown solo nos ofrece algunas citas sueltas de ellos, si leemos los textos completos (tampoco son demasiadas páginas) lo que nos encontraremos es con frecuencia justo lo contrario, un Jesús divino, como corresponde a la creencia gnóstica, aunque su divinidad es diferente a la de los Evangelios y su naturaleza “divina y humana” se explica de manera diferente. De hecho, si varios de esos textos niegan que Jesús muriera en la cruz es precisamente porque consideran que Cristo-Dios no podía morir de ninguna de las maneras. Veamos algunas citas de ejemplo:
Pues el nombre del Padre es el Hijo. (El Padre) primeramente le dio nombre a quien emergió de él y es él mismo. Y él lo engendró como un Hijo. Él le confirió su propio nombre.
(El Evangelio de la Verdad, versículo 45)
El Hijo de Dios era el Hijo del Hombre. Él abarcaba ambos aspectos, poseyendo la humanidad y la divinidad.
(El Tratado de la Resurrección, párrafo 2º)
Tal como el Padre existe por sí mismo, sin que nadie lo precediera, siendo el único no engendrado, igualmente el hijo tiene existencia propia, sin que nadie lo precediera y sin que ningún otro Hijo le sucediera.
(Tratado Tripartito, apartado 3)
Yo soy el que está con vosotros siempre. Soy el Padre, soy la Madre, soy el Hijo. Soy el puro e incorruptible.
(Evangelio Apócrifo de Juan, párrafo 5)
Dijo Jesús: «Yo soy la luz que está sobre todos ellos. Yo soy el universo: el universo ha surgido de mí y ha llegado hasta mí. Partid un leño y allí estoy yo; levantad una piedra y allí me encontraréis».
(Evangelio de Tomás, 77)
Todas estas citas muestran, en modos diferentes, a un Jesús divino. De todas formas, mientras que Dan Brown (y otros) nos presentan estos manuscritos gnósticos como si fuesen una sola doctrina coherente, la realidad es que son una amalgama de doctrinas diferentes, incluso contradictorias, de orígenes e influencias diversos. En modo alguno podrían presentarse como una “verdad alternativa” a la ortodoxia aunque quisiéramos, pues la verdad no puede estar en continua contradicción consigo misma. Frente a este batiburrillo de creencias diversas, los evangelios canónicos ortodoxos sí nos ofrecen una unidad doctrinal y se muestran como ramas de una misma tradición y una misma Iglesia.
Pero además hay un detalle que no podemos perder de vista: atacar al cristianismo utilizando los textos gnósticos como verdaderos tiene el mismo sentido que si atacamos al cristianismo utilizando el Corán o los Vedas como verdaderos; sencillamente, son sistemas de creencias diferentes, por mucho que el llamado “cristianismo gnóstico” utilice la figura de Jesús en la narración de sus ancestrales creencias. Tampoco tiene sentido la afirmación de D. Brown de que esos textos gnósticos son los evangelios auténticos, pues dichos textos fueron casi todos redactados en el siglo III o más tarde (excepto el de Tomás), y los evangelios canónicos fueron escritos en el siglo primero (el más tardío, el de Juan, fue escrito en los años 80 o 90 del siglo I).
QUÉ NOS DICE LA IGLESIA PRIMITIVA
Los textos de la Iglesia primitiva también nos muestran a un Jesús que, aun siendo hombre, es claramente Dios. Taciano, un escritor cristiano que vivió en el siglo II, escribe:
No actuamos como locos, ¡oh griegos!, ni contamos historias vanas, cuando anunciamos que Dios nació en forma de hombre (Oratio ad Graecos, p. 21)
También del siglo II tenemos el testimonio de San Justino Mártir que dice:
siendo el unigénito Verbo de Dios, es incluso Dios (Justino cap 63)
Incluso algunos enemigos de Cristo del siglo segundo dan testimonio del hecho de que los cristianos consideraban a Jesús como divino mucho antes del año 325. En una carta que Plinio el Joven (gobernador romano en la provincia de Bitinia del Asia Menor alrededor de 115 d.C) escribió al Emperador Trajano, declaró:
Ellos [los cristianos] tienen el hábito de reunirse en un cierto día fijo antes del amanecer, donde ellos cantan en versos alternados un himno a Cristo, como a un dios, y se comprometen en juramento a no cometer ninguna obra mala… (Plinio, 10:96)

Y a finales de ese mismo siglo, San Ireneo nos explica quién es Jesús con estas palabras:
…este es Cristo, el Hijo del Dios viviente. He mostrado por las Escrituras que nadie de los hijos de Adán es en ninguna manera, y en absoluto, llamado Dios o Señor. El hecho que Él mismo es en Su propio derecho, por encima de todo hombre que haya vivido, Dios, Señor, Rey Eterno y el Verbo Encarnado, proclamado por todos los profetas, apóstoles y por el mismo Espíritu Santo, puede ser visto por todos los que han obtenido incluso una pequeña parte de la verdad. Ahora, las Escrituras no hubieran testificado estas cosas acerca de Él, si, como otros, Él hubiera sido un simple hombre. Pero del hecho que Él tuvo, como ningún otro, un nacimiento preeminente que es del Padre Supremo, y que también experimentó esa procreación preeminente que es de la Virgen, las Escrituras divinas sí testifican acerca de Él en ambos aspectos:…que Él es el Santo Señor, el Maravilloso, el Consejero…y el Dios Fuerte, viniendo en las nubes como el Juez de todos los hombres;—las Escrituras profetizan todas estas cosas acerca de Él. (Ireneo, Libro III, Capítulo 19).
He aquí otro claro ejemplo aún más antiguo. El discípulo de Juan, San Ignacio de Antioquía, en su primera carta a los Efesios (año 100) dice textualmente:
por voluntad de Dios Padre y de Jesucristo nuestro Dios.
Lo más habitual era decir “Jesucristo nuestro Señor”, pero si alguien duda de qué significado le dan realmente los cristianos a ese título de “Señor”, San Ignacio lo deja aquí bien claro, “nuestro Dios”. Por eso los judíos acusaban a los cristianos de politeístas, porque tenían dos o tres dioses según ellos. Otro testimonio significativo se encontró en la iglesia de Meggido, Israel, que es el edificio más antiguo conservado que se construyó expresamente como iglesia (antes los cristianos se reunían en casas particulares, las domus-ecclesiae). Esta iglesia del siglo III (un siglo antes de Constantino) tiene un mosaico donde aparece la inscripción del donante en estos términos:
La piadosa Aceptous ha ofrecido la mesa (el altar) a Dios, Jesucristo, como memorial.
Y por mostrar que son innumerables los testimonios en tal sentido dejados por la Iglesia primitiva pondré varias citas más pertenecientes a los siglos I y II:
Pues nuestro Dios, Jesucristo, fue según el designio de Dios, concebido en el vientre de María, de la estirpe de David, pero por el Espíritu Santo.
(Carta a los efesios de San Ignacio de Antioquía, c.35-c.107)
Si hubieses entendido lo escrito por los profetas, no habrías negado que Él [Jesús] era Dios, Hijo del único, inengendrado, insuperable Dios.
(Diálogo con Trifón, San Justino Mártir, c.100-c.165)
Él [Jesucristo] es el santo Señor, el Maravilloso, el Consejero, el Hermoso en apariencia, y el Poderoso Dios, viniendo sobre las nubes como juez de todos los hombres.
(Contra los herejes, libro 3, San Ireneo de Lyon, c. 130 -200)
Sólo Él [Jesús] es tanto Dios como Hombre, y la fuente de todas nuestras cosas buenas.
(Exhortación a los griegos, de San Clemente de Alejandría, año 190)
Sólo Dios está sin pecado. El único hombre sin pecado es Cristo, porque Cristo también es Dios.
(El alma 41:3, por Tertuliano, año 210)
Aunque [el Hijo] era Dios, tomó carne; y habiendo sido hecho hombre, permaneció como era: Dios.
(Las doctrinas fundamentales 1:0:4; por Orígenes, c.185-c.254)
La acusación de que Jesús se divinizó en Nicea también tiene otra pega: los escritos judíos anteriores a Nicea acusan a los cristianos de que al divinizar a Jesús están rompiendo el monoteísmo ¿Se puede acusar también a Constantino de manipular los textos judíos de dentro y de fuera de su imperio en provecho de su versión del cristianismo?
QUÉ NOS DICE LA BIBLIA
Todos los evangelios y epístolas están redactados de manera que dejan clara la divinidad de Jesús, y por ello se refieren a él como Señor, que en la cultura judía era la forma de llamar a Dios y únicamente a Él. Pero es que incluso el Antiguo Testamento ya profetizó que el Mesías futuro sería Dios, tal como nos dice Isaías:
Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz (Isaías 9:6)
O cuando dijo que su nombre también sería Emmanuel (Isaías 7:14), que como nos dice Mateo (en 1:23) significa “Dios con nosotros”.
Así que decir que la divinización de Jesús es una invención del siglo IV impuesta por Constantino a los obispos en Nicea, es claramente falso y sobreabunda la evidencia en contra de forma tan contundente y numerosa que casi resulta ridículo tener que estar escribiendo un artículo para demostrar su falsedad. Por supuesto el Nuevo Testamento está también repleto de testimonios sobre la divinidad de Jesús, como en la confesión de Tomás cuando se le aparece el Jesús resucitado y abrumado exclama:
“¡Señor mío y Dios mío!” (Juan 20:28)
O la propia predicación de Jesús, que afirma su divinidad en muchos pasajes, como en este:
«El Padre y yo somos una sola cosa». Los judíos tomaron piedras para apedrearlo. Entonces Jesús dijo: «Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear?». Los judíos le respondieron: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios». (Juan 10:30-33)
Ni el mismo Dan Brown se atreve a usar la Biblia para demostrar que los primeros cristianos no creían en un Jesús-Dios, pues sería como querer usar la Biblia para demostrar que Dios no existe. Pero no citaremos más textos bíblicos porque esta creencia de que Jesús fue divinizado en Nicea se apoya inexcusablemente en la idea de que Constantino no tuvo más remedio que modificar la Biblia para incorporar en ella toda esa multitud de afirmaciones sobre la divinidad de Jesús. Ese asunto de la manipulación de los textos bíblicos lo analizaremos más despacio en un próximo artículo para demostrar su imposibilidad. Mencionemos aquí solamente el comentario que al respecto hizo un estudioso bíblico. Lamento haber conservado la cita sin el nombre de su autor, pero en cualquier caso los datos que ofrece son contrastables. Recordemos que Constantino es del siglo IV:
Ningún original de la Biblia ha sobrevivido, como es lógico, pero las copias más antiguas del Nuevo Testamento completo se remontan al siglo IV (codex sinaiticus y codex vaticanus). En ambos códices encontramos también la versión más antigua del Antiguo Testamento completo, pero la multitud de fragmentos del Antiguo Testamento encontrados en los manuscritos del Mar Muerto (o manuscritos del Qumrán), que datan de entre el año 2 a.C y el 68 d.C., nos confirman la asombrosa fidelidad con la que los copistas medievales transcribieron las Escrituras.
En cuanto al Nuevo Testamento, de antes del siglo IV tenemos 88 fragmentos de papiros, algunos de los cuales se remontan al año 150 (muy cerca de la fecha de su composición) o antes. El fragmento más antiguo que se ha encontrado del evangelio de San Juan está datado en el año 120 (conservado en la biblioteca John Rylands). Un evangelio de San Lucas completo del año 175 se encuentra entre los papiros de Bodmer. Los llamados papiros de Chester Beaty ya contienen el Nuevo Testamento casi completo y datan del 250 d.C.
También hay 247 manuscritos griegos escritos con letra uncial y 2.770 manuscritos en letras griegas cursivas, además de numerosas versiones en otras lenguas antiguas, como el latín, siríaco, copto y armenio. También hay cerca de 5.000 testimonios manuscritos, contando los antiguos leccionarios litúrgicos, y muchísimos más si tenemos en cuenta las citas bíblicas realizadas por los escritores de los primeros siglos de nuestra era. Todos estos fragmentos nos permiten también comprobar que los escritos originales no fueron modificándose con el paso del tiempo.
Los apóstoles fueron comprendiendo muy poco a poco el mensaje de Jesús, algunos tardaron mucho en aceptarlo realmente como Mesías, y los evangelios nos ofrecen amplias pruebas de la confusión reinante entre ellos acerca de su verdadera naturaleza. Pero tras la resurrección las dudas se disipan y todos sus seguidores lo aceptan ya sin dudas como Dios. Todos los textos bíblicos del Nuevo Testamento están ya escritos desde ese convencimiento, y la Buena Noticia (en griego “evangelios”) que los apóstoles comienzan a predicar por todas partes se resume en esto: Jesús, que es Dios hecho hombre, ha muerto por nosotros y ha resucitado, trayendo la salvación a todos.
CONCLUSIÓN
El Código Da Vinci, junto con otros libros y personas, pretende hacernos creer que los primeros cristianos seguían a Jesús porque era un maestro sabio al estilo de Buda, pero toda la evidencia histórica niega tajantemente esa pintoresca idea. Los miles de cristianos que dieron su vida por no querer negar a Jesús lo hicieron porque creían firmemente que Jesús era Dios y que negándole ponían en peligro la salvación de su alma. Nadie hubiera preferido los leones si Jesús hubiera sido simplemente un maestro de sabiduría que propagaba un código ético. De esos maestros ya había muchos en el mundo judío y en el griego, y nadie eligió dar su vida en honor a su memoria.
Jesús fue reconocido como Dios desde la era apostólica y no hay investigación histórica que pueda demostrar que los cristianos primitivos no lo creyeran así, al contrario, la evidencia es aplastante. Solo una novela puede permitirse el lujo de afirmar lo que quiere sin tener que demostrar nada, lo triste es que tanta gente haya aceptado la afirmación de un best-seller sin ninguna reflexión. Probablemente la explicación esté en el hecho de que hoy en día cualquier ataque a los cimientos de la Iglesia Católica encuentra entusiastas seguidores que lo aceptan encantados sin más, o bien porque ello refuerza su ateísmo o simplemente porque hoy eso está de moda.
Lamentablemente son también muchos los protestantes que se suman a esta crítica barata sin pararse a ver que cuando avivas las llamas que atacan a la Iglesia Católica, el fuego se extiende fácilmente y termina por socavar igualmente las bases del cristianismo en general. Este caso es un claro ejemplo de cómo las tesis anticatólicas pueden dañar también las bases mismas del protestantismo, pues en este asunto, ciertamente, coincidimos por igual todos los cristianos, católicos y protestantes y esa es la base de nuestra común fe y hermandad. Eso explica que las tesis de la novela de ficción “El Código Da Vinci” hayan sido rebatidas y desmontadas con idéntica pasión tanto por católicos como por protestantes (evangélicos incluidos).
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