En esta nueva entrega sobre el culto católico a las imágenes empezaré con una anécdota que me contó un amigo y que puede decirnos mucho sobre por qué católicos y protestantes tienen problemas en entender la postura del otro.
A modo de introducción
De pequeño, en un viaje a Canadá, conocí a un niño esquimal. Muchas cosas eran las que nos diferenciaban pero una sola es la que se me grabó en la memoria y permaneció. Como hablábamos idiomas diferentes empezamos a enseñarnos palabras como en un juego, y llegamos a los colores. Ante una cartulina roja yo le decía “rojo”, y él me decía el color en su idioma. Yo me sentía superior en ese asunto porque conocía más colores que él (o eso pensaba yo), pero lo que realmente me impactó fue su empeño en usar diferentes palabras para describir el color de las cosas blancas. Para mí eso era prueba de que él no tenía nada claro lo que era o no blanco, o peor aún, creía saberlo cuando en realidad no tenía ni idea, pues todo aquello era blanco pero él se empeñaba en decirme que no, que la paloma era de tal color, la nieve de tal otro y la hoja de papel de otro color distinto. Yo le insistía que eso era “blanco”, y eso otro también “blanco” y lo otro también, y él me miraba a mí pensando lo mismo que pensaba yo de él, que confundía los colores.
Por si alguno conoce algo del idioma esquimal canadiense y su tipología aglutinante advierto que no interesa aquí la naturaleza de sus palabras, sino el hecho de que para aquel niño esos diversos tonos de blanco eran claramente colores diferentes, y sin embargo para mi amigo todo era simplemente “blanco”, y no comprendía las diferencias. Peor aún, no admitía las diferencias que hacía el niño esquimal.
Pues exactamente lo mismo les ocurre a muchos protestantes cuando un católico les intenta explicar la diferencia entre adorar y venerar, y más aún si se mete en tecnicismos para explicarlo con mayor precisión y le dice que:
- El culto a Dios se llama “latría” (= adoración).
- El culto a los santos se llama “dulía” y no es adoración, sino honrar debidamente.
- El culto a María se llama “hiperdulía” porque es un tipo de “dulía” más intenso (por decirlo de algún modo).
- A las imágenes no se las adora ni se les ofrece dulía ni hiperdulía, sólo se las venera y no por sí mismas sino por lo que representan, o sea, en realidad no se venera a la imagen sino al Jesús o santo representado en ella, lo que se denomina “iconodulía”.
Por supuesto el católico de a pie no maneja, y probablemente ni siquiera conoce, esas palabras, pero sí tiene claras esas distinciones y hace en su práctica religiosa esas cuatro diferencias. Cuando una abuelita enciende una vela ante una imagen de San Antonio tiene clarísimo que no está adorando a Dios, sino haciendo otra cosa, independientemente de que sea capaz de explicar o no lo que está haciendo exactamente.
Pero ante estas explicaciones nos encontramos a menudo protestantes que no sólo no se muestran de acuerdo sino que responden que todas esas distinciones sólo son palabrerías para intentar disfrazar la verdad: que los católicos adoramos a los santos y a las imágenes y por tanto somos idólatras. Según ellos, adoración, dulía, hiperdulía, iconodulía, son todo una misma cosa: “adoración”, igual que para mi amigo (y para todos nosotros) todas esas palabras diferentes que usaba el niño esquimal eran en el fondo un solo y mismo color: “blanco”.

Los samis de Finlandia tienen unas 180 palabras para nombrar al agua congelada frente a las 4 del español (nieve, hielo, escarcha y aguanieve) Para un sami, que vive casi siempre rodeado de nieve, distinguir entre las diferentes clases de nieve y hielo no sólo es inevitable, es fundamental, le va en ello la supervivencia incluso. Si un filólogo español discutiera con un sami y le dijera que todas esas palabras diferentes para nieve son sólo charlatanería, y que lo llames como lo llames la nieve siempre es nieve y punto, el sami diría que no, que si hay “mora” no puedes salir con los esquíes porque te hundes, si hay “kaljama” y usas los esquíes o corres, casi seguro que te matarás porque su superficie helada resbala mucho, pero si hay “hanki” es perfecto para esquiar. Para un español o un argentino, si hay “nieve” puede salir a jugar y hacer muñecos de nieve y conducir es peligroso, y punto. Imagina a un español diciéndole al sami que la nieve “es nieve y punto”, que lo mismo da que haya mora, hanki, kaljama o “guachipiruli”, que esas diferencias son tonterías porque todo es darle vueltas para decir siempre lo mismo.
Lo mismo ocurre con el católico y el protestante. El protestante sólo conoce una forma de relacionarse con el Más Allá: la adoración a Dios, y piensa que cualquier forma de relacionarse con el Más Allá sólo puede ser adoración. Por eso cree que adoración, dulía, hiperdulía y veneración son sólo diferentes palabras para disimular una única cosa, la única que él comprende: la adoración. Y si venerar a un santo o a una imagen es adorar, entonces estamos ante un acto de idolatría o incluso de politeísmo.
De igual modo podría un budista decir que cuando los protestantes dicen “Padre nuestro que estás en el cielo” lo que hacen es negar la presencia de Dios en todas partes, porque creen que sólo está en el cielo y no aquí con nosotros también. Ellos podrían decir que no, que cuando rezan esa oración piensan que Dios está en el cielo pero no sólo en el cielo. El budista puede cerrarse en banda y decir que no se lo cree, que sabe perfectamente que ellos no creen que Dios esté también en la tierra y que no se molesten en dar explicaciones porque lo evidente es evidente. Entonces el protestante, viendo lo testarudo e incluso soberbio que es, sólo puede enfadarse o encogerse de hombros y dar la conversación por terminada.
Sólo si el protestante hace un esfuerzo para profundizar en la visión católica podrá llegar a entenderlo, aunque no por ello tenga que estar de acuerdo, pero al menos no nos acusará de cosas que no son ciertas. Lo que mi corazón hace y siente cuando adoro a Dios es algo totalmente diferente de lo que hace y siente cuando venero a un santo (con o sin imagen de por medio), y esa diferencia, que está dentro de mí, nadie puede negármela, aunque un observador externo no pueda verla. Si alguien se empeñara en explicarme lo que yo siento pretendiendo conocer mis sentimientos mejor que yo, sería ciertamente absurdo, pero eso es lo que algunos (¿muchos?) protestantes hacen con los católicos. Igualmente muchos católicos creen que cuando un protestante ataca el uso de imágenes lo hace por maldad o por ofender a los católicos y también a Dios, pues se meten contra algo sagrado, cuando en realidad la motivación detrás de ese ataque es justo la contraria, ellos intentan defender lo sagrado y evitar que con las imágenes se siga ofendiendo a Dios.

Un último ejemplo más cotidiano. Un fundamentalista islámico considera que hablar con una mujer que no es la tuya sin presencia de su marido constituye un acto de infidelidad. Imagina que eres un hombre que va a la parada de autobús y encuentras sola a tu vecina, y mientras esperáis habláis animadamente. El fundamentalista te acusa de ser infiel a tu mujer, de engañarla, de no amarla. Sin embargo tú le dirás que no, que nunca le has sido infiel, que sólo estás hablando con ella y que nunca la has deseado ni has tenido con ella ningún contacto íntimo ni sentimental, y que sólo amas a tu mujer. El integrista insistirá en que esos “matices” no tienen relevancia, que hablar con tu vecina, besarla, acostarte con ella, amarla… todo ello son variaciones de infidelidad, así que tú le estás poniendo los cuernos a tu mujer y no hay más que hablar. Y tú te quedarás con una sensación entre impotencia y frustración como poco. Exactamente esa misma sensación es la que a mí (y a los católicos en general, supongo) me queda cuando un protestante insiste en que venerar y adorar es lo mismo diga yo lo que diga; realmente no queda margen para dialogar ni explicar.
Frente a esta idea, veamos cuál es lo que realmente enseña la Iglesia Católica. Esto es lo que nos dice el catecismo:
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El honor dado a una imagen se remonta al modelo original. (San Basilio Magno, s. IV)
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El que venera una imagen, venera en ella la persona que en ella está representada. (II Concilio de Nicea, s. VIII)
El honor tributado a las imágenes sagradas es una veneración respetuosa, no una adoración, que sólo corresponde a Dios:
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El culto de la religión no se dirige a las imágenes en sí mismas como realidades, sino que las mira bajo su aspecto propio de imágenes que nos conducen a Dios encarnado. Ahora bien, el movimiento que se dirige a la imagen en cuanto tal, no se detiene en ella, sino que [fluye] a la realidad de la que ella es imagen. (Santo Tomás de Aquino, s.XIII)
Por lo tanto, si alguien le dice a un católico que por qué adora imágenes de madera o yeso, que esas imágenes no tienen vida ni espíritu, el católico se quedará perplejo, igual que si a un protestante le dijeran que por qué adora a las vacas, o le explicara que es tonto porque las mariposas no pueden hablar, sencillamente son acusaciones sin sentido, es disparar fuera de la diana. Los católicos no adoramos a las imágenes, no creemos que tengan vida ni poderes, no creemos que nos puedan escuchar ni hablar ni hacer nada. Si es una imagen de Jesús, adoramos a través de ella a Jesús, no a la madera que lo representa, si es de un santo, veneramos a través de ella al santo representado*.
* Para evitar dispersarnos en mil y un asuntos nos centramos en este artículo en discutir el tema de las imágenes. Si eres protestante y por tanto rechazas no sólo la imagen de un santo sino la propia veneración al santo mismo, no encontrarás en este artículo explicaciones sobre ello, pero puedes ir al artículo donde explicamos ese tema y que puedes leer aquí.
La imagen en sí es sagrada para nosotros en el mismo sentido que define la Biblia “sagrado” refiriéndose a cosas: porque son cosas reservadas para su uso en el culto, y por tanto merecen un profundo respeto. Es igual que Dios en el Antiguo Testamento, que ordena hacer “vestiduras sagradas” (Éxodo 28:2), o los “objetos sagrados” que menciona la Biblia en muchas partes como 1 Reyes 8:4 (“y la trasladaron junto con la Tienda del encuentro y todos los objetos sagrados que había en ella”). Por tanto considerar a una imagen “sagrada” es perfectamente bíblico en el sentido de que es un objeto que se utiliza en el culto, no porque tenga poderes o santidad por sí misma.
La imagen de un santo también es parte del culto a Dios, porque para los católicos un santo es la prueba viviente de la gracia de Dios capaz de llevar a los hombres a la perfección, así que cuando un santo está vivo lo admiramos, pero cuando está en el cielo lo veneramos, y esa veneración es la consecuencia de juntar en él la admiración que como persona merece, junto con la gracia de Dios que ha actuado en él transformándole y perfeccionándole. Es en ese sentido que la Iglesia afirma que la veneración a los santos es, en última instancia, rendir culto a Dios (a través de su acción sobre el hombre).
Qué es adorar

El Catecismo de la Iglesia Católica dice:
La adoración es el primer acto de la virtud de la religión. Adorar a Dios es reconocerle como Dios, como Creador y Salvador, Señor y Dueño de todo lo que existe, como Amor infinito y misericordioso. “Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto” (Lcs 4, 8), dice Jesús citando el Deuteronomio (6, 13).
Nota: Un protestante podrá señalar que ahí dice “culto sólo a Dios”, ¿y entonces el culto a las imágenes? - "Está escrito: al Señor tu Dios adorarás, sólo a él darás culto" (Mateo 4:10). Esa pregunta la acabamos de contestar en el párrafo anterior a la cita, pues la veneración a los santos directamente o a través de imágenes es en realidad una faceta más del culto a Dios (por su acción en el santo), de lo contrario sólo es admiración a la persona, no veneración. Lo realmente fascinante de San Francisco no es que fuese una persona con dotes excepcionales, como pudo ser Julio César, sino comprobar en él cómo cuando una persona se abre totalmente a la acción de Dios puede llegar a transformarse y santificarse hasta ese punto, siendo instrumento suyo y reflejo de su gloria. El carisma de Napoleón es un rasgo admirable de su carácter (independientemente de que hiciera un uso bueno o malo de él); la santidad de San Francisco no es otra cosa que la luz de Dios brillando a través suyo. Cuanto más se despoja un santo de su yo, más podemos ver la gracia de Dios a través de él, por eso los católicos veneramos a San Francisco pero no a Alejandro Magno o a Gandhi, por mucho que a ellos podamos admirarlos por sus rasgos humanos.
Una página católica explica la adoración de forma más clara diciendo:
Adorar a Dios es el culto supremo que solamente está debido a Él. Es amar a Dios hasta el extremo. La adoración se reserva sólo para Dios y ninguna otra criatura, ni siquiera la Virgen María, tiene derecho a este homenaje. La adoración es un estado espiritual contemplativo en el que el espíritu del hombre sobrecoge maravillado estableciendo una comunión íntima con Dios. El hombre puede adorar a Dios con los labios, alabándole por lo que es y dándole las gracias por lo que ha hecho (Ef. 5:19-20), pero siempre hay que adorarle con todo nuestro ser, en cuerpo y alma, obedeciendo su voluntad (Romanos 12:1-2). Los judíos ya tenían como norma adorar solamente a Yahvé y no a ningún ser creado, como los ángeles o humanos. El cristiano debe hacer de la adoración una forma de vida, en su trabajo, en el hogar, o en su entretenimiento. Dado que adoración es la actitud o la intención interna del corazón del hombre para Dios, implica obediencia, el servicio, la rendición, el amor, etc. Es decir, implica una forma de vida que permite tener comunión con el Espíritu Santo (Juan 4:24). En la adoración a Dios ha sido y es fundamental la oración. Los métodos son variados: expresiones de alabanza, oración, cantos, o de manera más formal y ritualista, haciendo uso de inciensos, velas y otros objetos litúrgicos [siguiendo la tradición del culto en el Templo de Jerusalén]. El acto principal de adoración se realiza en el sacrificio de la misa. (blog: religioncatolicaromana.blogspot.com.es]
Todos los cristianos estamos de acuerdo en la mayor parte de lo que aquí se define como adoración, supongo que en todo excepto en el último párrafo. Fíjense que esta es la definición católica de adoración, esto es lo que nosotros creemos. Si los protestantes y similares asumieran que esto es lo que creemos, la mayoría de sus acusaciones al respecto desaparecerían. Es absurdo empeñarse en criticarnos por creencias que no son las nuestras. Es también absurdo pensar que nosotros defendemos unas creencias pero en el fondo tenemos creencias distintas ¿Por qué motivo habríamos de hacer eso? A los protestantes les escandaliza que digamos que María es madre de Dios y sin embargo ningún católico lo niega ¿por qué habríamos de adorar a las imágenes y al mismo tiempo negarlo? Si realmente fuésemos idólatras y creyésemos que las imágenes merecen adoración, lo diríamos, igual que decimos todas las demás cosas con las que nuestros hermanos protestantes no están de acuerdo. Otra cosa diferente es que ellos no entiendan bien nuestras creencias o no entiendan bien los conceptos que nosotros usamos al hablar de ellas, por eso aquí intentamos explicarlo lo mejor posible.
Si el protestante le preguntase a algún católico de poca formación si adora a las imágenes y éste respondiese que sí, habría que pensar que estamos ante un problema lingüístico, que ese católico en concreto no entiende bien la diferencia de significado entre las palabras “adorar” y “venerar”. Pero si a ese mismo cristiano católico le explicásemos bien qué significa “adorar” y qué significa “venerar”, entonces estoy convencido de que casi el 100% (siempre es bueno dejar un pequeño margen de duda por si acaso) diría que sólo adoran a Dios, lo de las imágenes es… otra cosa, aunque ellos mismos no supieran explicar bien la diferencia, pero sí saben bien que lo que sienten frente a Dios y frente a un santo son cosas bien distintas.
Y como nos comunicamos en español, no está mal ver cuál es la definición que la Real Academia que la Lengua Española da para los términos “adorar” y “venerar”:
- Venerar (Del latín venerari)– Respetar en sumo grado a alguien por su santidad, dignidad o grandes virtudes, o a algo por lo que representa o recuerda.
- Adorar (Del latín adorare)– Reverenciar con sumo honor o respeto a un ser, considerándolo como cosa divina.
Simplificado, pero básicamente de acuerdo.
Arriba, hablando de culto, diferenciamos entre “admirar” y “venerar”, siendo el primero cosa mundana y el segundo cosa divina (relacionada con Dios). Ahora vamos a dejar un poco a un lado ese lenguaje técnico de culto y hablar de “venerar” en el sentido en que los hablantes de español lo usamos normalmente, pues así será más fácil que católicos y protestantes nos entendamos.
Qué es venerar

Una persona puede “venerar” a su anciano padre, al himno nacional, a su profesor, a cantantes, a estrellas de Hollywood, a los héroes… y a los santos, incluida María. La diferencia es que unos son personas o símbolos que están en este mundo físico y los santos están en el mundo espiritual (según nuestra creencia, vivos, no “dormidos”). Si un protestante entiende el concepto de honrar profundamente a un padre o al himno, debería poder entender que nosotros honremos igualmente a un santo del cielo (aunque ellos rechacen hacerlo). Todos los cristianos estamos de acuerdo en que si el apóstol Pedro estuviera vivo con nosotros le mostraríamos un profundo respeto, admiración y reverencia. Eso es venerar. La diferencia es que los católicos seguimos profesando esa misma veneración a Pedro aunque ahora esté en el cielo. Es más, precisamente por estar en el cielo esa veneración se eleva a culto en el sentido más arriba explicado, porque San Pedro ahora, convertido en un ser perfecto, es muestra de la increíble obra transformadora de Dios en el hombre.
Nota: La cuestión de si realmente los santos del cielo pueden escucharnos y relacionarse con nosotros es un tema diferente y puede leerlo aquí: ¿Pueden los santos interceder por nosotros?
Una web evangélica nos dice:
Mientras que la Iglesia Católica Romana dice que hay una gran diferencia entre la adoración que dan a Dios, y la reverencia que dan a los santos y a María, el efecto es lo mismo. Se inclinan en frente de una imagen, ponen flores y velas (que son sacrificios), y hacen servicio, honra, y respeto a imágenes que es prohibido.
Este razonamiento, muy frecuente entre ellos, se basa en dos premisas:
- Los católicos creen que adorar y venerar son dos cosas diferentes, pero en realidad son una misma cosa…
- …porque lo importante no es lo que una persona pueda sentir en su corazón, sino los actos externos que realiza.
Según esto, una atea que es actriz y en una obra de teatro hace de católica y se inclina ante una imagen de un santo está cometiendo, aún sin saberlo, el nefando pecado de idolatría, pues sus gestos externos son un acto de adoración a una imagen. Pero si lo que de verdad importa son los gestos externos ¿no estamos yendo en contra de todo el espíritu del evangelio, que nos dice más bien lo contrario? (“porque misericordia quiero, y no sacrificios”, parábola del publicano y el fariseo, etc). Es igual que cuando algunos evangélicos critican a los católicos por rezar de rodillas basándose en alguna cita bíblica ¿entonces criticamos también a Jesús por rezar de rodillas en el Huerto de los Olivos? Sinceramente, no creo que a Dios le importe mucho si rezamos de rodillas, de pie o sentados en un sillón, lo que Dios mira es el corazón del hombre, su intención, así que definir “adoración” en términos exclusivamente físicos externos (arrodillarse, encender velas, poner flores, besar, etc.) y no en términos de lo que hay en el corazón de esa persona, encaja mucho mejor con el antiguo paganismo (basado en ritos más que en sentimientos) que con el mensaje de Jesús, que cita a Isaías cuando dijo:
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Este pueblo se acerca a mí con la boca y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí, y el temor que me tiene no es más que un precepto humano, aprendido por rutina. (Isaías 29:13)
Vemos que lo que Dios valora no son “las fórmulas aprendidas por rutina” que están vacías, sino lo que hay en nuestro corazón, así que afirmar lo contrario (que la adoración a Dios no depende de lo que hay en el corazón sino de las fórmulas rutinarias que se realizan, como “inclinarse, poner flores y velas”) es claramente contradecir a la Biblia.
Pero los católicos, además de adorar a Dios, no sólo veneramos a los santos del cielo, sino que también veneramos a las imágenes que los representan. Para algunos esto ya sí que es claramente blasfemo, postrarse ante una imagen y adorar a un ídolo es para ellos la misma cosa. Ya aclaramos en otro artículo de esta serie sobre imágenes la diferencia bíblica entre “postrarse” y “adorar”, aquí seguiremos explicando el concepto de “venerar”, aunque por lo pronto la cita de Isaías nos sirve para entender que el acto ritual de postrarse no es lo que realmente Dios valora, sino la intención que hay en el acto.
Un protestante de Estados Unidos (y de otros muchos países) tal vez lo entienda mejor si le hablamos de un caso en el que muy probablemente realiza veneración. Si es el americano típico, sentirá un profundo respeto hacia la bandera y el himno de su país. Ante esos símbolos a menudo se pone en pie y con gesto serio de profundo respeto se lleva la mano al pecho, incluso algunos se emocionan y les cae la lagrimita. Pues bien, eso entra dentro del mismo concepto que nosotros llamamos “veneración”, y arrodillarse, postrarse, es un gesto físico equivalente a ponerse de pie y llevarse la mano al pecho, son sólo formas externas de manifestar el profundo respeto que sentimos en nuestro interior.

Los Testigos de Jehová tienen prohibido honrar al himno y la bandera porque ellos llevan al extremo la idea de que venerar y adorar es lo mismo (así que al menos son consecuentes con su errónea conclusión), y por tanto consideran que honrar esos símbolos sería una forma de adoración (¡estarían adorando a la bandera!). Los protestantes no van tan lejos, así que no les resultará tan difícil entender que cuando un católico se arrodilla ante una imagen puede estar haciendo y sintiendo parecido a lo que ellos hacen y sienten ante sus símbolos nacionales, y si a un católico se le cae la lagrimita ante una imagen pues estaríamos ante el mismo caso que ellos. Lo importante es entender que para el católico la imagen no es un ídolo, o sea, un dios vivo o un falso dios (parece mentira que sea necesario hacer esta aclaración), sino sólo un símbolo físico que representa una realidad mayor: a Jesús o al santo que está en el cielo. Y aquí hay otra idea que puede servir mucho para entendernos: si el patriota americano se emociona ante la bandera de su país no es porque la bandera tenga un inmenso valor por sí misma, sino por lo que esa bandera representa: su país. Si el vendaval rompe esa bandera, ellos harán otra y la pondrán en el mástil, y seguirán emocionándose con ella, porque la emoción la provoca en realidad el país al que esa bandera representa. Si la iglesia de mi pueblo se quema y arde la imagen del crucificado, compraremos otro y seguiremos emocionándonos ante él, porque es el mismo y único Jesús al que estamos adorando a través de ella.
Pero el símbolo adquiere también honra por ello. Por ejemplo si alguien quema la bandera americana está cometiendo un delito y puede ser castigado ante los tribunales. ¿Es eso porque la ley americana protege enormemente a un trozo de tela pintado de colores? No, es porque el símbolo suele recibir en parte la honra de aquello que representa, y quemar la bandera no es delito porque se queme un pedazo de tela pintada, sino porque la acción hecha con el símbolo (respeto o desprecio) es interpretada como hecha a la cosa simbolizada (o sea, respeto o desprecio hacia la patria), y eso es lo que realmente la ley castiga.
Por ello los americanos frecuentemente tienen un rito al izar la bandera y al bajarla: suena el himno, todos miran la bandera en pie, mano al pecho, uniendo sus emocionadas voces al himno, y cuando la bandera se baja es luego recogida con gran respeto y doblada de una curiosa manera establecida mediante un ritual (no vale doblarla de cualquier forma y menos descuidadamente). Veneración, emoción, ritual, todo eso suena muy católico y sin embargo los americanos protestantes lo hacen igualmente con su bandera.
Muchos protestantes, como hemos visto, confunden los términos y creen que el católico que se arrodilla lleno de emoción ante una imagen está adorando. Igualmente los testigos de Jehová creen que los protestantes que hacen todo eso ante su bandera están también adorando. Si el protestante es capaz de entender que su respeto hacia la bandera no tiene nada que ver con la adoración, con un poco de buena fe podría comprender por el mismo razonamiento que el respeto de un católico hacia la imagen que venera tampoco es adoración.
Volvamos de nuevo a la página católica que citamos anteriormente y veamos cuál es la definición que da sobre lo que es para la Iglesia Católica venerar:
Los católicos veneramos las imágenes porque nos ayudan a acordarnos de Jesucristo, de la Virgen María, y de los santos, es decir, no estamos dando culto al yeso, a la madera o al cartón, sino a la persona allí representada que nos ayuda desde el cielo. Es lo mismo que sucede cuando le damos un beso a la foto de alguien muy querido: no es nuestra intención besar al papel ni estamos adorando esa foto, simplemente es un acto de cariño que le queremos dar a la persona ausente que vemos en esa imagen. La Biblia dice "No fabricarás imágenes ni les darás culto" y esto quiere decir que no podemos creer que una imagen es un dios y que esa imagen nos va a conceder favores. O sea, no se pueden hacer imágenes para adorarlas como si fueran dioses, y eso es lo que hacemos, no las adoramos, simplemente les damos honor como representación de los protectores que tenemos en el cielo. No está mal usar una cruz con devoción, pero sí lo estaría por ejemplo llevar una cruz magnética de gran poder para tener suerte, ya que eso es pecado de idolatría, porque estás creyendo que un objeto de metal te va a conceder un milagro. La veneración es la forma de honor o de culto relativo dado, ya sea a las reliquias, o a las imágenes de Cristo, de la Virgen o de los santos. El Concilio de Trento ha formulado y justificado la veneración de las imágenes y de las reliquias, que los adeptos de la Iglesia reformada miraban como supersticiosa, pues es bien evidente que esta clase de honor no significa de ningún modo que imágenes o reliquias poseen un poder en ellas mismas, sino que la reverencia que le manifestamos se dirige a Cristo y a los santos que ellas representan o evocan. En conclusión: se debe tener cuidado, por lo que se refiere a las imágenes de los santos, las reliquias, etc., para no ceder en una superstición que podría contaminar el culto: ciertas personas creen que tocando o besando los pies de la estatua de algún santo o de la Virgen o de Jesús serán mejor atendidos en sus ruegos, o que llevando determinada medalla como si fuera un amuleto serán mejor protegidos o preservados de accidentes. Las medallas, estatuas o cualquier tipo de imágenes no pueden ser adoradas, simplemente sirven al hombre como un recuerdo o una representación, del mismo modo que la foto de un ser querido nos es útil para tenerlo presente, pero obviamente esa foto, al igual que las estatuas y medallas, no es el ser querido, no es lo que se ama, es simplemente un papel que nos sirve para recordarlo. (religioncatolicaromana.blogspot.com.es)

A esto añadiría yo, por aclarar más las cosas, que cuando un católico dice (con un lenguaje ligero y muy impreciso) que una imagen ha hecho un milagro, tenemos bien claro que el milagro no lo ha hecho esa talla de madera o yeso, sino el Jesús o el santo que representa. Más aún, cuando un santo vivo en vida o en el cielo nos hace un milagro (como por ejemplo los milagros de Pedro en la Biblia), no es él por su propio poder quien lo hace, sino Dios a través de él, así que cualquier milagro o favor nos viene de Dios, aunque sea por intercesión de un santo. Este tema de las “imágenes milagrosas” puede resultar muy confuso para el protestante que lo observa desde fuera, pero aunque normalmente no nos preocupe la forma de expresarlo, para los católicos está muy claro. El Cristo de mi pueblo era milagroso. Lo rompieron en la Guerra y compraron otro, y sigue teniendo la misma fama de milagroso, y los milagros de antes se le siguen atribuyendo igual, porque a la gente en realidad no le ha importado que la madera cambie, lo que le importa es que esa imagen sigue representando al mismo Jesús, que es nuestro patrono. Si la gente pensara que es esa talla la que tiene poderes, al ser destruida se habrían quedado sin la fuente de sus milagros. Eso demuestra que incluso la gente más sencilla y menos instruida, los que hablan de que “esa imagen hace milagros”, en el fondo lo tienen igual de claro que los entendidos que nos sabemos explicar con más precisión. Y si alguien piensa que una estatua milagrosa es antibíblica, que se lo piense mejor y recuerde la estatua milagrosa más famosa que tenemos en la Biblia: la serpiente de bronce de Moisés, ante la cual quienes se postraban quedaban curados del veneno mortal de las serpientes.
Conclusión
Esto es lo que los católicos creemos, cualquier acusación que no se base en estas creencias nuestras será una acusación falsa y por tanto inútil. Si yo le pregunto a un protestante por qué está convencido de que la doctrina de la “sola scriptura” es correcta, tendremos un debate enriquecedor, si le pregunto que por qué creen que María no era madre de Jesús sino que lo adoptó en un orfanato, tendremos probablemente a un protestante mirándome con cara de asombro y tardará un momento en reaccionar y echarse a reír o mandarme al infierno. Eso mismo me pasaba a mí cada vez que me acusaban de adorar imágenes y de cosas semejantes. Ya no me pasa, porque uno se acostumbra a todo, pero a veces me sigue pareciendo frustrante e irritante toparme con mentes tan obtusas como una pared.
Así que el verdadero debate entre católicos y protestantes, para que tenga sentido, tiene que evitar discutir sobre cosas que nadie cree y centrarse en cosas que sí son creencias reales, principalmente el asunto de si usar imágenes está o no está prohibido por la Biblia. Eso sí que es disparar a diana, y eso lo trataremos en otro de los artículos de esta serie.

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