Todos los cristianos afirman que sí excepto los protestantes, que creen que eso no es posible. Aquí vamos a ver de qué modo la Biblia y la Tradición lo respaldan y cómo funciona esta intercesión.
INDEX
- Quienes son los «santos»
- En qué consiste la intercesión
- ¿Para qué dar vueltas si podemos ir directos?
- ¿Dónde está eso en la Biblia?
- Intercesión de los santos en el Antiguo Testamento
- ¿Sólo Jesús puede interceder? La carta a Timoteo
- La intercesión de los santos del cielo
- El mecanismo de la intercesión según el Apocalipsis
- La intercesión en la Iglesia primitiva
- Conclusión
Antes de adentrarnos en este asunto aclaremos el significado de la palabra «santos».
Quienes son los «santos»
En el Antiguo Testamento «santo» significa «consagrado, apartado o reservado para Dios». Por eso se habla de que un lugar es santo o de que un profeta es santo, etc., y todavía hoy lo usamos en ese sentido cuando decimos por ejemplo «la santa Iglesia Católica» (no porque sus miembros sean irreprochables sino porque la Iglesia está reservada a Dios), o cuando hablamos de los santos lugares o llamamos «santero» al que cuida una ermita o llamamos al papa «el santo padre».
Sin embargo en el Nuevo Testamento, partiendo de ese sentido de «consagrado a Dios», se usa a menudo para referirse a todos los bautizados, o sea, todos los miembros de la Iglesia, porque los cristianos, por medio del bautismo, han sido consagrados a Dios y a su servicio.
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Los hermanos que están conmigo os saludan. Recibid el saludo de todos los santos, especialmente los de la casa imperial. (Filipenses 4:21-22)
Hay iglesias protestantes que usan «santo» solo con este significado porque piensan que es el bíblicamente correcto. Con el tiempo se generalizó el uso de «cristianos» en ese sentido, y «santos» fue usándose cada vez más para referirse a los cristianos modélicos que habitan en la tierra o en el cielo, especialmente los del cielo pues solo allí son perfectamente puros, o sea, totalmente santos. Y ese es el uso que hoy sigue siendo el más común entre los católicos y ortodoxos, no tanto para referirse a un estado sino sobre todo a una cualidad de conducta.
Hay protestantes que piensan que este uso católico de «santo» no es bíblico y por tanto lo rechazan y se niegan, por ejemplo, a decir «San Pablo», porque creen que eso sería antibíblico. Sin embargo el uso de «santo» en el sentido de «puro; persona buenísima, sin tacha», es tan bíblico como el otro. En el Nuevo Testamento se dan ambos sentidos y en la Iglesia Católica también. Veamos estos ejemplos:
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y nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor. [...] porque quiso para sí una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada. (Efesios 1:4, 5:27)
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Pero ahora, él os ha reconciliado en el cuerpo carnal de su Hijo, entregándoos a la muerte, a fin de que vosotros pudierais presentaros delante de él como una ofrenda santa, inmaculada e irreprochable. (Colonenses 1:22)
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Así como aquel que os llamó es santo, también vosotros sed santos en toda vuestra conducta de acuerdo con lo que está escrito: Sed santos, porque yo soy santo (1 Pedro 1:15)
Pero hay un tercer uso de esta palabra, que podríamos decir que es un tecnicismo oficial. La Iglesia Católica canoniza a ciertas personas de gran santidad declarando oficialmente que están en el cielo y que son un buen modelo para nosotros. No es que la Iglesia les convierta en santos (pues darles entrada en el cielo es cosa de Dios), sino que simplemente declara que Dios les ha acogido en el cielo. Otros buenos cristianos que están en el cielo pero no han sido canonizados (como mi abuela) son igualmente santos, aunque la Iglesia no tiene pruebas para declararlo así oficialmente.
Dicho de otra manera y supongamos que mi abuela se llama Carmen. Mi abuela es santa porque está en el cielo. Santa Teresa de Jesús es santa porque está en el cielo, pero además la Iglesia ha podido certificar que es así y además la considera un gran modelo para los cristianos, así que la canonizó y ahora los católicos decimos «Santa Teresa» (título oficial) pero no «Santa Carmen». Y aún así, si ambas están en el cielo, ambas son santas, pero Teresa de Ávila tiene diploma oficial y mi abuela no. Verdad es también que Santa Teresa puede ser ofrecida como un ejemplo de santidad para toda la humanidad y mi abuela, aunque siempre fue una santa… pues quizá como modelo no resulte tan aparatoso.
Cuando hablamos del tema de la intercesión de los santos, nos estamos refiriendo a que las personas que están con Dios en el cielo (incluidos San Antón, la Virgen y mi abuela) tienen capacidad para pedir a Dios por nosotros por iniciativa propia o por petición nuestra, lo mismo que nuestros hermanos que aún habitan con nosotros. O sea, afirmamos que todos los cristianos, estén en este mundo o en el cielo, pueden interceder por nosotros.
En qué consiste la intercesión
Es muy frecuente que los protestantes entiendan el concepto de la intercesión de los santos de un modo equivocado. A menudo piensan que los católicos adoran a los santos (María incluida) como si fueran dioses, y que estos santos escuchan nuestras oraciones y nos conceden nuestras peticiones si así lo desean, y que por su gran poder pueden obrarnos milagros. Por este motivo piensan que rezar a los santos es idolátrico.
Sin embargo esto no es en absoluto así. Solo a Dios se adora y los santos del cielo (María incluida) no tienen por sí mismos ningún poder ni capacidad de conceder nuestras peticiones o de obrar milagros. Ellos no son personajes que ocupen el lugar de Dios (que es lo que se llama idolatría), sino que su función es la de interceder por nosotros ante Jesús, o sea, hacer de intermediarios. Es un papel similar al de los ángeles, que actúan como mensajeros entre Dios y los hombres (y también interceden), pero que no tienen más poder que el de ser instrumentos de Dios.
El cristiano puede dirigir su oración directamente a Dios, o puede dirigirla a través de un santo para que éste la presente a Jesús. Solo Dios tiene el poder de atender a nuestras oraciones y conceder nuestras peticiones si así lo desea.
¿Para qué dar vueltas si podemos ir directos?
Los protestantes que entienden el papel del santo intercesor suelen decir, con aparente lógica, que si los cristianos podemos hablar directamente con Dios, ¿para qué usar la vía indirecta de hablarle a un santo para que se lo diga a Dios?

El mecanismo de la intercesión es el mismo que lleva a un niño a pedirle a su madre que convenza a su padre para que le lleve con él al fútbol, aunque el niño sabe que podría pedírselo a su padre directamente. Y no es porque tenga miedo de su padre o porque piense que su padre no le ama lo suficiente, sino porque el niño sabe que su madre tiene mayor poder de persuasión que él mismo, más influencia sobre su padre que él. Algo parecido ocurre con los santos, ellos están en el cielo porque Dios les ha considerado dignos de estar con él y han sido purificados de toda mancha:
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Y nada manchado entrará en ella: ningún depravado, ningún embaucador; tan sólo los inscritos en el libro de la vida del Cordero. (Apocalipsis 21:27)
Por tanto los santos del cielo (mi abuela incluida) son gente que poseyeron grandes méritos en vida y que ahora en el cielo se han convertido en seres perfectos. Dios se complace en la santidad, y por eso escucha con mayor benevolencia a los santos del cielo que a los pecadores (y los que habitamos aún la tierra somos todos pecadores). Eso mismo vemos por ejemplo en esta cita del libro de Job:
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Ofreceréis un holocausto por vosotros mismos, y mi servidor Job intercederá por vosotros. Y yo, en atención a él, no os infligiré ningún castigo humillante, por no haber dicho la verdad acerca de mí, como mi servidor Job. (Job 42:8)
Dios está enfadado con esos hombres que fueron malvados. Podía decidir perdonarles, pero quiere que sean ellos quienes soliciten su perdón, por eso les pide que lo hagan de la forma que se hacía en el Antiguo Testamento: ofreciendo un sacrificio (hoy bastaría con una oración). Pero Dios está tan enfadado que esa oración no le basta, quiere que alguien mucho más bueno que ellos, Job, interceda por ellos. Y entonces Dios les perdonará, pero no por el sacrificio que presenten, sino «en atención a él [Job]». O sea, la intercesión de Job, unida al sacrificio de ellos, lograrán de Dios lo que el sacrificio solo no conseguiría.
Del mismo modo consideramos nosotros que si a nuestra oración se añaden los méritos de los santos del cielo, esa oración será mejor recibida por Dios que si la presentamos directamente. Pero entonces nos iríamos a la pregunta contraria, si nuestra oración es reforzada por los santos, ¿para qué rezar a Dios directamente cuando podemos lograr más eficacia si la enviamos siempre a través de un santo?
También en esto podemos usar la comparación con el niño y su padre. El niño sabe que si su madre habla con su padre por él, tiene más posibilidades de conseguir de su padre lo que desea. Pero si el niño nunca hablara con su padre sino a través de su madre, entonces la relación padre-hijo sería casi nula. Un hijo no solo quiere que su padre le conceda sus deseos, también y sobre todo necesita el amor de su padre, y para ellos hace falta una relación directa. Por eso el niño buscará una relación directa con su padre (que también es lo que agrada al padre), pero de vez en cuando usará a su madre como intermediaria para aumentar sus posibilidades de éxito. De igual modo los cristianos cultivamos una relación directa con Dios pero también utilizamos la intercesión de los santos para aumentar las posibilidades de éxito de algunas de nuestras oraciones.
¿Dónde está eso en la Biblia?

Son múltiples los casos en los que encontramos en la Biblia ejemplos de intercesión, citaremos unos cuantos además del ya citado caso de Job. Abraham intercedió por Dios intentando salvar a los habitantes de Sodoma (Génesis 18:16-33), Moisés muchas veces intercedió ante Dios por su pueblo (Éxodo 32:12-14), Daniel intercede por su pueblo en Babilonia (Dn 9,18-19), y en estos y otros muchos casos, esa intercesión logra que Dios perdone a quienes le han ofendido, y lo hace por causa del justo que pide por ellos. También Judas Macabeo y los suyos rezan a Dios intercediendo por sus soldados muertos, dando muestra de la oración de intercesión por los difuntos:
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Entonces encontraron debajo de las túnicas de cada uno de los muertos objetos consagrados a los ídolos de Iamnia, que la Ley prohíbe tener a los judíos. Así se puso en evidencia para todos que esa era la causa por la que habían caído. Todos bendijeron el proceder del Señor, el justo Juez, que pone de manifiesto las cosas ocultas, e hicieron rogativas pidiendo que el pecado cometido quedara completamente borrado. (2 Macabeos 12:40-42)
Igualmente en el Nuevo Testamento tenemos casos de intercesión. La Iglesia pide a Dios por la liberación de Pedro, preso en la cárcel (Hechos 12:5), María intercede ante Jesús por los esposos de Caná (Juan 2:1-5), y San Pablo menciona la oración de intercesión en multitud de ocasiones:
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para ello contamos con vuestras oraciones a nuestro favor, así, siendo muchos los que interceden por nosotros, también serán muchos los que dan gracias por el don concedido a nosotros. (2 Co 1, 9-11)
Santiago añade también que no solo es bueno interceder por otros sino que esa intercesión, cuando procede de un santo (el justo) tiene una gran fuerza:
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Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. (Santiago 5:16)
Intercesión de los santos en el Antiguo Testamento
La revelación en el Antiguo Testamento es progresiva e imperfecta por lo que no nos puede sorprender encontrarnos en muchos pasajes con una concepción del alma y del cielo bastante diferentes a las del Nuevo Testamento e incluso confusa. Pero aquí y allá van surgiendo ideas que irán madurando hasta alcanzar la plenitud de la revelación traída por Jesús. Uno de esos atisbos se refiere a la intercesión de los santos del cielo. En época de Jeremías el pueblo pecó gravemente y Jeremías intentó interceder ante Dios, pero Dios rechazó la intercesión:
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Me dijo el Señor: No intercedas por el bien de este pueblo. (Jeremías 14:11)
Ante la insistencia de Jeremías, Dios fue aún más contundente y dijo lo siguiente:
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Me dijo el Señor: Aunque se presentaran ante mí Moisés y Samuel, no me sentiría bien dispuesto hacia este pueblo. Échalos de mi presencia y que salgan. (Jeremías 15:1)
Lo que Dios le está diciendo al profeta es que rechaza su intercesión, y que rechazaría incluso una intercesión superior a la suya, como sería la de Moisés y la de Samuel, dos personas santas que llevan siglos muertas. De aquí podemos sacar dos ideas; por un lado se nos presenta la intercesión de los vivos (el profeta Jeremías) como posible, y por otro lado se nos presenta la intercesión de los santos del cielo (Moisés y Samuel) no sólo como igualmente posible sino incluso como de mayor eficacia que la de los vivos.
En tiempos de Jeremías, Raquel, la esposa de Jacob, llevaba siglos muerta, y sin embargo la vemos intercediendo con su llanto por los israelitas que van camino del exilio hasta el punto de que consigue que Dios se apiade de su pueblo y prometa que el exilio será temporal, y un día Israel regresará a su tierra.
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Así habla el Señor: ¡Escuchen! En Ramá se oyen lamentos, llantos de amargura: es Raquel que llora a sus hijos; ella no quiere ser consolada, porque ya no están. Así habla el Señor: Reprime tus sollozos, ahoga tus lágrimas, porque tu obra recibirá su recompensa –oráculo del Señor– y ellos volverán del país enemigo. (Jeremías 31, 15-16)
Es imposible no leer este pasaje en clave de intercesión, pues Dios no consuela a Raquel diciéndole, no te preocupes que van a regresar, sino que le dice «Reprime tus sollozos… porque tu obra recibirá su recompensa… y ellos volverán«. Ese regreso es la recompensa de su obra, el fruto de su intercesión. Pero fíjense que Raquel murió hace siglos, se dice que su llanto se oye en Ramá porque allí es donde está su tumba, y sin embargo Raquel está consciente, ve lo que le está pasando a su pueblo, sufre por ellos e intercede, y su intercesión de frutos.
Lo mismo veremos varios siglos después. Aparece Jeremías, esta vez ya muerto, intercediendo por los vivos. Se trata de una visión que tuvo el Macabeo antes de una batalla, y se la contó a su ejército para animarlos, dejándolos convencidos a todos de que ese sueño era una realidad y Jeremías realmente estaba intercediendo ante Dios por ellos, lo cual les daría la victoria:
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De esa manera, armó a cada uno de ellos, no tanto con la seguridad que dan los escudos y las lanzas, cuanto con la confianza que infunden las palabras de aliento. Además les expuso un sueño totalmente fidedigno, que los alegró a todos. El había visto lo siguiente: Onías, el que había sido Sumo Sacerdotes, hombre cabal, de trato modesto, de carácter afable, de hablar mesurado, ejercitado desde niño en todas las prácticas virtuosas, oraba con los brazos extendidos por toda la comunidad de los judíos. Luego apareció también un personaje que se destacaba por sus cabellos blancos y su prestancia, revestido de una dignidad soberana y majestuosa. Entonces Onías tomó la palabra y dijo: «Este es Jeremías, el profeta de Dios, que ama a sus hermanos, y ora sin cesar por su pueblo y por la Ciudad santa». Después Jeremías extendió su mano derecha y entregó a Judas una espada de oro, diciendo mientras se la daba: «Recibe esta espada santa como un don de Dios: con ella destruirás a tus enemigos». Reconfortados con estas bellísimas palabras de Judas, capaces de llevar al heroísmo y de robustecer los corazones juveniles, todos decidieron no quedarse a la defensiva, sino lanzarse valerosamente a la ofensiva, y decidir la situación luchando con la mayor valentía, porque estaban en peligro la Ciudad, las instituciones sagradas y el Santuario. (Macabeos II, 15:11-17)
En el Antiguo Testamento vemos en muchas ocasiones a los vivos pidiendo a Dios justicia:
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¿Hasta cuándo me tendrás olvidado, Señor? ¿Eternamente? ¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro? [...] ¿Hasta cuándo mi enemigo prevalecerá sobre mí? (Salmo 13, 2:3)
Y también lo vemos en el Nuevo Testamento, pero esta vez son los muertos, los santos del cielo, quienes claman a Dios pidiendo justicia en la tierra, lo cual es también una forma de intercesión.
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Cuando el Cordero abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido inmolados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que habían dado. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? (Apocalipsis 6:9-10)
Pero hay más ejemplos de intercesión en el Antiguo Testamento, de vivos y muertos, y quién más neutral en esta disputa que los propios judíos explicándonos por que su Biblia enseña la intercesión de los santos, lea sus explicaciones y sus citas en este artículo de 321.Judaismo.com
¿Sólo Jesús puede interceder? La carta a Timoteo

Hay una cita estrella que es la más usada para negar la intercesión de los santos, y es una afirmación de Pablo en la que se dice que no hay más mediador que Jesús, y por tanto se supone que los santos no pueden mediar:
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Porque uno solo es Dios y uno solo es el mediador entre Dios y la humanidad: el hombre Cristo Jesús (1 Timoteo 2:5)
Para sacar esa conclusión, los protestantes tienen que mezclar los conceptos de «mediador» y de «intercesor» como si fueran una misma cosa. Pero antes de comentarlo, mejor veamos el fragmento completo:
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Así pues, recomiendo ante todo que se hagan rogativas, súplicas, peticiones y acciones de gracias por toda la humanidad: por los reyes y por todos los que tienen autoridad para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada, plenamente digna y religiosa. Es este un proceder hermoso y agradable a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos se salven y conozcan la verdad. Porque uno solo es Dios y uno solo es el mediador entre Dios y la humanidad: el hombre Cristo Jesús, que se entregó a sí mismo como rescate por todos, como testimonio dado en el tiempo prefijado. (1 Timoteo 2:1-6)
Pablo empieza recomendando que hagamos oración de intercesión (pidiendo a Dios por el bien de la humanidad y sobre todo por los gobernantes), dice que ese proceder es «hermoso y agradable a los ojos de Dios» y seguidamente dice que solo Jesús es el mediador entre Dios y la humanidad. Según la interpretación típica protestante, Pablo estaría contradiciéndose a sí mismo en un solo párrafo, pues si solo Jesús puede interceder por nosotros, ¿por qué nos recomienda Pablo rezar por los demás y dice que eso agrada a Dios? Para no caer en tal contradicción hay tres posibilidades:
1- Pablo está hablando de cosas distintas. Al principio habla de la intercesión y luego habla de la mediación. Intercesión sería pedir a Dios por otros, mediación sería equivalente a conciliación, o sea, Jesús, y solo él, logró mediar entre Dios y los hombres para resolver el gran problema causado por la Caída y que mantenía un abismo entre ambas partes, por eso menciona lo de mediador (= reconciliador) justo cuando acaba de introducir el tema de la salvación de los hombres.
2- Otra posibilidad. Pablo no dice simplemente que Jesús es el único mediador, dice extrañamente «el único mediador es… el hombre Cristo Jesús». Muchos teólogos, católicos y protestantes, interpretan que esa palabra «hombre» que Pablo incluye en realidad es para enfatizar que la mediación de Jesús se hace no en cuanto a su naturaleza divina (pues Dios no media ante sí mismo), sino en cuanto a su naturaleza humana, que es la que -muriendo- medió en la cruz, frente a los cristianos influidos por el gnosticismo que negaban la humanidad de Jesús (su cuerpo era pura apariencia) y creían que si Jesús había salvado a la humanidad era por su naturaleza divina. Pablo afirma que no, que si Jesús nos salvó es porque se hizo hombre y en su naturaleza humana sufrió en la cruz y murió por nosotros, por eso usa aquí la expresión de que el mediador es «el hombre Cristo Jesús». En ese sentido Pablo podría estar diciendo que únicamente la naturaleza humana de Jesús (y no la divina) es la que media, y no que únicamente Jesús medie y no nadie más.
3- Si cuando Pablo habla de «mediación» está realmente hablando de «intercesión», entonces tenemos que suponer que está haciendo aquí lo mismo que hace en otras partes, afirmar la exclusividad pero sin negar la colaboración. En una monarquía absoluta todo el poder está en manos del rey, y podríamos decir que solo el rey tiene el poder. Pero eso no niega la posibilidad de que el rey tenga colaboradores que se encarguen de ejercer también ese poder en su nombre (aunque nunca en el suyo propio, pues por sí mismos no tienen poder). En ese caso el decir que Jesús es el único intercesor no impediría que acepte la colaboración de los santos en ese papel, porque eso le resulta «hermoso y agradable», como dice San Pablo. Y seguro que en estos momentos más de un protestante estará pensando que esta interpretación está muy traída por los pelos y muy forzada, pero es que Pablo a veces se expresa así de regular. Veamos otro caso en el que ha hecho exactamente lo mismo:
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Desde luego, el único cimiento válido es Jesucristo, y nadie puede poner otro distinto. (1 Corintios 3:11)
Dice claramente que el cristianismo se basa en las enseñanzas de Jesús y únicamente en ellas. Pero en otra carta parece decir lo contrario:
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sois piedras de un edificio construido sobre el cimiento de los apóstoles y los profetas. Y Cristo Jesús es la piedra angular. (Efesios 2:20)

Ahora los cimientos no son Jesús y solo él, sino que son los apóstoles, y Jesús aparece como la piedra angular. Y no es un problema de traducción, pues en ambos casos el griego original utiliza la misma palabra (themelio) para decir «cimientos».
Es evidente que el cristianismo se basa en las enseñanzas de Jesús, no en las creencias ideadas por Pedro o por Pablo, pero sabemos que los apóstoles fueron los encargados de transmitir las enseñanzas de Jesús, así que actuaron como colaboradores, como intermediarios de esa doctrina que era exclusivamente la de Jesús. Del mismo modo Jesús es el intercesor entre Dios y los hombres pero los santos pueden colaborar con Jesús en esa tarea, no por su poder, sino por el poder de Jesús, como ayudantes suyos. Y por poner otro ejemplo más sorprendente aún citaré este:
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Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia. (Colosenses 1,24)
¿Está realmente Pablo afirmando que la redención de Jesús en la cruz no fue suficiente para nuestra salvación y es necesario que sus propios sufrimientos completen esa tarea? Evidentemente no, pues en otras partes nos dice bien claro que el sacrificio en la cruz fue único y definitivo (Hebreos 10:12), y por tanto deja completa la tarea de redención. Así que podemos asumir que cuando San Pablo habla de exclusividades se refiere a la titularidad, mas no necesariamente excluye con ello la colaboración.
Pero en realidad esto ocurre muchas veces en la Biblia, por ejemplo el mismo Jesús nos dice que solo Dios es bueno (Lucas 18:19) pero en muchos otros pasajes se nos habla de que hay gente buena (1 Pe 2:18), o nos dice Jesús que solo a Dios podemos llamar Padre (Mateo 23:9), pero en numerosas partes en la Biblia se llama padre en el sentido espiritual a otras personas, como a Abraham, también por boca de Jesús (Lucas 16:27-29). Y lo mismo ocurre con otras apelaciones aparentemente exclusivas como que Jesús o Dios es el único pastor, el único maestro, el único sumo sacerdote, el único santo, el único sabio, el único justo, etc., y en otros pasajes se nos dice de otros hombres que son justos, sabios, maestros, pastores, sumos sacerdotes, jueces, etc. Por lo tanto deberíamos considerar esto un recurso bíblico, una manera de hablar, que sirve para enfatizar el papel de una persona más que señalar su exclusividad, y en otros casos para señalar el papel supremo de esa persona pero sin negar que otros puedan colaborar con él en esa función.
Así pues, elijamos la interpretación que elijamos, la afirmación de que Jesús es nuestro único mediador no sirve para excluir la intercesión de los santos (de la tierra o del cielo). Si interpretamos literalmente que solo Jesús intercede, los numerosos ejemplos bíblicos de intercesión supondrían una contradicción. Los protestantes afirman que en este mundo todos podemos interceder por todos, pero que en la otra vida ya no se puede interceder por nadie. Sin embargo la cita de Timoteo no dice que Jesús es el único mediador «del cielo», dice simplemente, y en términos absolutos, que Jesús es el único mediador. Punto. Así que quien quiera interpretar eso literalmente debería negar la intermediación de los santos del cielo y también la de nuestros hermanos en la tierra, y por tanto afirmar también que los muchos ejemplos bíblicos de intercesión contradicen a Timoteo y en consecuencia la Biblia se contradice a sí misma. Frente a una cita concreta, es necesario entender el mensaje bíblico total o correremos el riesgo de sacar conclusiones precipitadas y erróneas.
Si Jesús es nuestro único mediador, eso significa que solo él es el camino a Dios, ni Buda, ni Mahoma ni el yoga ni la secta Moon pueden llevarnos a Dios, pero al igual que veíamos en el caso de los cimientos de la fe (Jesús, pero también los apóstoles), también podemos decir que la intercesión de los santos cristianos, hecha por medio de Jesús, colaborando con él, entra dentro de esa única mediación de Jesús en lugar de rivalizar con ella.
Ahí también está la clave del asunto, no hay que confundir “mediador” con “intercesor”, pues tal como dice la Biblia todos podemos interceder por todos (pedir por los demás), aunque sólo Jesús es mediador, porque con su Redención reconcilió al hombre con Dios (que no es exactamente lo mismo que pedir por los demás). Pero tal como nos dice Pablo, también nosotros podemos cooperar en esa redención, contribuir a la salvación de los demás, y mucho más aún si se trata de alguien que se haya en el cielo viendo a Dios cara a cara, por lo tanto si nosotros, y sobre todo los santos (incluida María como el ser humano más santo) podemos cooperar con Jesús, podemos dibujar la intercesión como una pirámide en donde estamos abajo los cristianos vivos, en el medio los santos del cielo, con María a la cabeza, y en la cúspide Jesús, que a su vez es el único Mediador entre Dios y toda esa pirámide que sería lo que nosotros llamamos la Comunión de los Santos. Y al fin y al cabo, ¿no refleja esa pirámide exactamente a la Iglesia, con la Comunión entre los vivos, los glorificados y Jesús como su cabeza? Pues la Iglesia misma como conjunto también es un medio de intercesión y de cooperación con Jesús en la salvación. Para entender mejor esto y entender también mejor por qué los protestantes lo rechazan, debemos ir a lo que está en la raíz de todas nuestras diferencias: La doctrina de la Encarnación.
Por la otra parte, los protestantes creen que solo Jesús puede interceder por nosotros, pero también ellos usan de la oración de intercesión, rogando a Dios por sus hermanos. Eso sí es una contradicción, pues si solo Jesús intercede, ¿cómo es que ellos actúan también como intercesores? Esa es una pregunta que tendrán que responder ellos porque yo mismo no entiendo bien su lógica.
La intercesión de los santos del cielo

Sea como sea, todos los cristianos, protestantes incluidos, creen que podemos interceder por nuestros hermanos. La diferencia está en que los protestantes creen que solo los vivos pueden interceder entre sí, mientras que el resto pensamos que esa intercesión se da entre todos los cristianos, independientemente de si habitamos la tierra o el cielo.
En el Nuevo Testamento encontramos dos ejemplos de casos claros en los que la intercesión tiene también lugar en el cielo por los que aún están en la tierra. Un caso es el del Apocalipsis, que veremos en el siguiente apartado, y el otro caso es en la parábola de Lázaro y el rico Epulón (Lucas 16:19-31). En esa parábola Jesús nos cuenta que Lázaro va al cielo y el rico al infierno, y desde allí el rico suplica que Lázaro le alivie su sufrimiento, pero se le dice que no es posible porque entre el cielo y el infierno hay un abismo insalvable (no es posible interceder por las almas del infierno, así que cuando Judas Macabeo reza por los soldados pecadores muertos, supone que esas almas estarán en el purgatorio y por tanto aún es posible pedir a Dios por ellas). A continuación el rico suplica que Lázaro ayude a sus parientes que están aún vivos en la tierra, y Abraham también se lo niega, pero esta vez no le dice que esa intercesión sea imposible, sino que sus parientes ya tienen la ayuda de los profetas si quieren hacerles caso.
El mecanismo de la intercesión según el Apocalipsis
Casi toda la escasa información que la Biblia nos da sobre lo que ocurre en el cielo está en el Apocalipsis, así que no es de extrañar que sea también ahí donde encontramos reflejado todo el proceso de la intercesión celestial, desde que el creyente eleva a los santos su plegaria hasta que recibe de ellos la gracia concedida por Dios.
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En seguida, vi a los siete Ángeles que estaban delante de Dios, y ellos recibieron siete trompetas. Y vino otro Ángel que se ubicó junto al altar con un incensario de oro y recibió una gran cantidad de perfumes, para ofrecerlos junto con la oración de todos los santos, sobre el altar de oro que está delante del trono. Y el humo de los perfumes, junto con las oraciones de los santos, subió desde la mano del Ángel hasta la presencia de Dios. Después el Ángel tomó el incensario, lo llenó con el fuego del altar y lo arrojó sobre la tierra. Y hubo truenos, gritos, relámpagos y un temblor de tierra. Y los siete Ángeles que tenían las siete trompetas se dispusieron a tocarlas. (Apocalipsis 8:2-6)

En Apocalipsis 8:4 los ángeles presentan ante Dios las oraciones de los fieles en forma de humo, y en Apocalipsis 5:8 eran los santos del cielo quienes presentaban ante Dios las oraciones de los fieles en forma de perfume. También los mártires que están en el cielo claman a Dios para que ponga fin a la tribulación de los cristianos que están siendo perseguidos en la tierra (Apocalipsis 6:10). Por tanto, el proceso que se detalla aquí en el caso de los ángeles sería el mismo que en el caso de los santos del cielo.
Vemos cómo el ángel presenta ante el altar de Dios un incensario con las oraciones de los santos que están siendo perseguidos en la tierra (Apocalipsis 8:3-4), y a continuación ese mismo ángel toma de nuevo el incensario que estaba en el altar y lo arroja sobre la tierra (8:5). Es en ese momento cuando se inician sobre la tierra las destrucciones que finalmente pondrán fin a los que persiguen a los justos.
Esto es una clara alegoría de todo el proceso de intercesión. Los cristianos rezan a los santos pidiendo su ayuda, ellos presentan sus oraciones ante Dios junto con sus méritos (“Y el humo de los perfumes, junto con las oraciones de los santos [= los cristianos], subió desde la mano del Ángel hasta la presencia de Dios” 8-4). La petición de esos cristianos perseguidos era que Dios pusiese fin a su tribulación. Dios atiende sus peticiones y les concede lo que piden, de modo que es el ángel de nuevo quien recoge el incensario junto con el fuego del altar (el poder de Dios) y lo vierte sobre la tierra iniciando así el fin de la tribulación. La petición llegó a Dios a través del ángel, y la gracia de Dios es enviada al orante a través del ángel también, pero en todo el proceso es Dios el protagonista.
No se trata, como algunos protestantes desinformados piensan, de que los santos católicos actúan como dioses paganos, recibiendo adoración y concediendo favores por su propia voluntad. Ellos solo hacen de intermediarios y su intermediación es eficaz porque a nuestras plegarias suman sus muchos méritos y éstas quedan así reforzadas, siendo más gratas para el Señor, del mismo modo que el ángel del Apocalipsis presenta ante Dios las oraciones de los fieles añadiendo mucho incienso para que resultaran más gratas. De este modo, no es que el santo esté en todas partes escuchando a todo el mundo, sino que cuando dirigimos nuestras oraciones a un santo, el santo las recibe y las presenta ante Dios, y lo mismo puede recibir una que un millón, las oraciones no pesan ni ocupan lugar.
La intercesión en la Iglesia primitiva
Los cristianos de las catacumbas, aquellos que recibieron su fe de los apóstoles, creían que los santos del cielo (y los ángeles) podían interceder por los cristianos de la tierra. Veamos como ejemplo estas citas:
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Pero tú, habiendo sido fortalecido por el santo ángel [que viste] y habiendo obtenido de él su intercesión... (El Pastor de Hermas 3:5-4, año 80 siglo primero)

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Porque si los santos ven en esta vida sólo mediante espejo y en enigma pero en la futura verán cara a cara, es absurdo no sostener lo mismo, guardadas las debidas proporciones, acerca de las demás facultades y virtudes, y más teniendo en cuenta que allí en el cielo se perfeccionan las que se adquirieron en esta vida. Y una de las principales virtudes, según la mente divina, es la caridad con el prójimo, virtud que los que murieron santos se ha de pensar la tienen para con los que se debaten en esta vida en grado mayor que los que todavía se encuentran en humana debilidad pretendiendo apoyar la lucha de otros más débiles… [...] Pero no sólo el sumo sacerdote, [Jesucristo], ora por aquellos que oran sinceramente, sino también los ángeles… así como también las almas de los santos que ya se han dormido. (Orígenes, Tratado sobre la oración 9:2 y 11, año 233)
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Gentiano, creyente, en paz, que vivió veintiún años, ocho meses y dieciséis días, y en tus oraciones pide por nosotros, porque sabemos que estás en Cristo (Inscripción lápida cristiana nº 29, año 250)
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Debemos estar mutuamente conscientes uno del otro, oremos por cada uno, y si uno de nosotros, por la rapidez de la divina dignación, parte primero, que nuestro amor continúe en la presencia del Señor, que nuestra oración por nuestros hermanos y hermanas no cesen en la presencia de la misericordia del Padre. (carta de San Cipriano de Cartago al papa San Cornelio escrita en el año 252)
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Madre de Dios, atiende mis peticiones, no nos abandones a la adversidad y rescátanos del peligro. (Papiro de Rylands 470, año 300)
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Entonces [durante la oración eucarística] conmemoramos a aquellos que ya han dormido: primero a los patriarcas, a los profetas, apóstoles y mártires, para que a través de sus oraciones y suplicas, Dios reciba nuestras peticiones. (San Cirilo de Jerusalén. Lecturas catecumenales 23:9, año 350)
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Sí, yo estoy seguro de que su intercesión [de mi padre] es ahora más eficaz que su protección anterior, pues está más cerca de Dios ahora que se ha despojado de las ataduras del cuerpo y liberado su mente de la arcilla que la oscurecía, y mantiene conversación [con Dios] desnudo con la desnudez de la más pura alma primigenia. (San Gregorio Nacianceno. Oraciones 18:4, año 374)
Por lo tanto, si la Iglesia primitiva creía en la intercesión de los santos del cielo, no es posible pensar que ellos aprendieron de los apóstoles su fe de forma errónea y no fue hasta 1600 años después cuando algunas personas comenzaron a entender lo que los apóstoles habían querido realmente decir.
Conclusión

Hemos visto que la Biblia no sólo no niega la intercesión entre los cristianos sino que la alienta y da numerosas muestras de su acción. Hemos visto así mismo que hay muestras en el Nuevo Testamento de que esa intercesión puede tener también lugar entre los santos del cielo y los pecadores de la tierra. Hemos visto que la Iglesia primitiva creía también en el poder de la intercesión entre los cristianos de este mundo y los que gozan de Dios en el cielo. Hemos visto que la idea que la mayoría de los protestantes tienen sobre la doctrina católica de la intercesión es equivocada, lo que les lleva a considerarla injustamente idólatra. Por lo tanto es una verdadera lástima que nuestros hermanos protestantes se pierdan uno de los tesoros de la Iglesia de Jesús y no puedan beneficiarse de la ayuda de los santos, que es mucho más poderosa que la ayuda que sus hermanos de aquí, pecadores también igual que todos, pueden sin duda ofrecer.
Y como despedida, nos parece interesante copiar aquí este fragmento de una página católica que defiende que la clave de la intercesión está en la comunión de los santos, que todos formamos parte del cuerpo místico de Jesús y somos uno con él, lo mismo en el más acá que en el más allá:
Aunque parezca mentira, tantos cristianos piensan que un creyente, mientras estaba vivo, podía orar al Padre por otro hermano, pero una vez que muere y está con el Señor (cf. Fil 1:23; 2 Cor 5:8) ... ¡ya no puede orar más! Dios, que es un Dios de vivos, no de muertos, y para el cual todos viven, ¿no permitirá que el amor continúe a interceder por la persona amada? ¿Es siquiera pensable algo semejante? ¿Acaso la muerte nos puede separar de Cristo? La solución de fondo con respecto a este asunto está en la indisoluble unión entre el creyente y Cristo, que la Iglesia Católica ha comprendido, vivido y desarrollado durante su ya larga historia, y que una mentalidad fundamentalista no puede comprender. Cuando Jesús se acerca a “su hora” y habla con el corazón en la mano, se oyen palabras como estas, una y otra vez: “Yo en vosotros, vosotros en mí” (ver Juan 13-17). “Ya no soy yo, es Cristo que vive en mí”, dirá Pablo. ¿Qué Cristo vive en Pablo? El Cristo Hijo, el Cristo fundamento, el Cristo mediador, el Cristo sacerdote, el Cristo pastor, el Cristo maestro, etc. EN CRISTO y POR CRISTO Pablo y el creyente son también fundamento, hijos, mediadores, sacerdotes, pastores, maestros, padres, luz, etc. Para Pablo esto era algo que había experimentado desde su primer contacto con el Señor, cuando en el camino a Damasco “y al caer a tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿porqué me persigues?; y él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y Él respondió: Yo soy Jesús a quien tú persigues” (Hechos 9:4-5). ¿Pablo perseguía a Jesús? ¡Pero si Jesús estaba muerto, y Pablo no creía en la resurrección! ¿Por qué dice Jesús “ME” persigues? ¿Por qué no dice: “persigues a la Iglesia” o “persigues a mis discípulos”? ¿No será tal vez porque Cristo ya no es más separable de su Cuerpo, la Iglesia? (Apologetica.org)

Si desea aprender más sobre el culto a los santos en la Iglesia primitiva lea nuestro artículo:
El culto a los santos en la Iglesia primitiva
Y este otro artículo también profundiza en el tema:
¿Cómo pueden los santos escucharnos si dice la Biblia que duermen?
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