El dogma de la infalibilidad papal


MITO: En 1870 el papa decidió que era infalible y su opinión irrefutable. Desde entonces los católicos creen que el papa nunca se equivoca. Si en algún tema el papa cambia de postura, entonces está demostrando por pura paradoja que su infalibilidad es pura ficción.

Probablemente ningún dogma sea tan controvertido y falseado dentro y fuera de la Iglesia católica como este, ni tan mal entendido incluso para muchos católicos. Vamos a dividir este artículo en tres partes, en la primera parte explicaremos por qué este dogma no es una invención moderna, sino la declaración oficial de una creencia de siempre; en la segunda veremos qué no es la infalibilidad papal y en la tercera vemos lo que realmente es y en qué casos se puede aplicar.

El artículo es largo, si tiene poco tiempo o paciencia puede saltar directamente a la parte 3 y ver en breve en qué consiste esto.

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PARTE 1

LA INFALIBILIDAD DE LA IGLESIA Y SU MANIFESTACIÓN A TRAVÉS DEL PAPA

La Iglesia, desde el principio, ha considerado que se pueden hacer declaraciones oficiales infalibles en asuntos de doctrina de dos maneras: mediante concilios católicos (=universales) y mediante declaraciones papales (preferentemente dentro de un concilio y arropado por él). Antes de abordar el tema de la infalibilidad del papa en concreto hay que entender por qué los católicos creemos que el papa es el cabeza de la Iglesia por institución divina.

¿De dónde sacamos que Jesús nombró a un sucesor y le dio poder para dirimir los conflictos? Pues del Nuevo Testamento. Creo que cualquiera que leyera este texto por primera vez no tendría ningún problema en ver claramente en este pasaje cómo Jesús instaura su Iglesia, pone a Pedro a su cabeza y le confiere el poder de la infalibilidad:

Bienaventurado eres, Simón Bar-Joná, porque no te ha revelado eso la carne y la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro [Petros], y que sobre esta piedra [petra] edificaré Mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti daré la llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares sobre la tierra, será también atado en los cielos; y todo lo que desatares sobre la tierra, será también desatado en los cielos. (Mateo 16:17-19)

En el original griego, “petra” es piedra, más exactamente «roca grande», y al igual que en castellano es sustantivo femenino. A Simón no le puede dar un nombre femenino así que lo masculiniza y le llama “Petros”, o sea, exactamente la misma palabra pero cambiada de género puesto que cambia el género de la cosa nombrada, algo de fácil comprensión para un hablante de español pero más difícil de captar para un hablante de lenguas germánicas (especialmente el inglés, que no usa género para las cosas y que además no muestra parecido entre Peter y rock). Pero aunque este pasaje se escribió originalmente en griego, las palabras dichas por Jesús fueron en arameo, y en ese idioma la palabra para piedra es “kepha” (por eso se le llama también Simón-Cefás) no varía, así que lo que Jesús dijo originalmente es “Tú eres Kepha y sobre esta kepha fundaré mi Iglesia”. Aún más claro. [Si desea profundizar más en esta cuestión puede consultar nuestro artículo: El Primado de Pedro]

Otro pasaje, palabras que Jesús le dijo a Pedro durante la Última Cena:

“Simón, Simón, mira que Satanás va tras de vosotros para zarandearos, como trigo: Más yo he rogado por ti a fin de que tu fe no perezca; y tú, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos” (Lucas 22:31-32)

Cuando Jesús resucitado se aparece a Pedro, perdona sus tres negaciones con otras tantas bendiciones que señalan su futura función:

“apacienta mis corderos… apacienta mis corderos… apacienta mis ovejas” (Juan 21:15-17)

Pedro es el pastor, los cristianos los corderos, la verdad el alimento que nos debe dar. Y que Jesús no tenía ninguna intención de dejar a su Iglesia abandonada a sus propios recursos, sino que pensaba sostenerla y ayudarla a conservar la fe por siempre, lo vemos en este otro pasaje:

“A mí se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Id pues, e instruid a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándolas a observar todas las cosas que yo os he mandado. Y estad ciertos que yo estaré siempre con vosotros, hasta la consumación de los siglos” (Mateo 28:18-20)

Esta guía doctrinal vendrá del Espíritu Santo:

“Y yo rogaré al Padre, y os daré otro Consolador, para que esté con vosotros eternamente, el Espíritu de Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve, ni le conoce; pero vosotros le conoceréis, porque morará con vosotros, y estará dentro de vosotros… Mas el Consolador, el Espíritu Santo, que mi Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo, y os recordará cuantas cosas os tengo dichas” (Juan 14:16-17,26).

Los protestantes interpretan este pasaje como que Dios nos concedió a todos la inspiración necesaria para entender e interpretar correctamente las Escrituras. En tal caso no hay más que mirar su situación para ver que no ha sido así: cada protestante tiene capacidad para variar la doctrina y crear su propia iglesia (por eso hay miles de ellas). Los católicos creemos que sólo el papa recibe esta ayuda cuando se trata de interpretar la doctrina, por eso nuestra Iglesia sigue siendo Una, Santa*, Católica (= universal) y Apostólica.

* lo de “santa” es por su carácter sagrado, por pertenecer a Dios, no porque sus miembros sean todos santos, o sea, la Iglesia es santa, sus miembros somos todos pecadores.

La infalibilidad que Jesús garantiza a su Iglesia (“os lo enseñará todo”) cristaliza en su cabeza visible, el papa, de forma que sólo hay una voz, sólo hay una fe, sólo hay una doctrina (sólo una libre de error, claro). Esta promesa se da, como vimos, “hasta la consumación de los siglos”, así que no se limita a Pedro, sino a todos sus sucesores.

Jesús promete enviar a su Iglesia el Espíritu Santo para que la mantenga libre de error; no para que no exista la herejía, sino para que la Iglesia sepa librase de ella y sobreviva. No dijo Jesús que las puertas del infierno no se acercarían a la Iglesia, sino que no “prevalecerían” contra ella, o sea, que en la lucha contra el mal y el error, la Iglesia saldría siempre victoriosa, intacta.

Desde el principio, los cristianos estaban convencidos de que el Espíritu Santo velaba por su Iglesia y evitaba que las doctrinas erróneas (que enseguida proliferaron) pudieran triunfar y asentarse dentro. Para ello, desde el mismo inicio organizaron concilios donde discutir las diferencias que surgían, convencidos de que en esos concilios el Espíritu les ayudaría a establecer la verdad (véase en Hechos el Concilio de Jerusalén que organizaron los apóstoles). Pero junto a los concilios vemos desde el principio la autoridad mayor que muestra Pedro y luego sus sucesores.

Los protestantes señalan que en el Concilio de Jerusalén no fue Pedro el protagonista, sino Pablo, con lo cual cuestionan su papel de líder. Esto no es correcto, Pablo no fue el líder del concilio, sino quien planteó la cuestión que allí se trataba, o sea, quien llevó el problema buscando una solución. Quien presidió el concilio tampoco fue Pedro, sino Santiago, pues era él el jefe de la Iglesia de Jerusalén. Pero si leemos la descripción del concilio en Hechos 15 vemos que solo se recogen dos discursos, primero el de Pedro, que ofrece la solución que luego será aprobada, y luego el de Santiago, que comunica la decisión del concilio y la justifica haciendo referencia a Pedro y el razonamiento por él expuesto. Por tanto lo que vemos en el concilio es, más allá de las formas en sí, a Pedro liderando las decisiones y siendo el punto de referencia, aunque no el dictador que decide al margen de los demás. Con concilio o sin él, un papa debe estar arropado por la Iglesia, no actuar al margen de ella, y en ese sentido el Concilio de Jerusalén marcó el modelo a seguir.

Eso mismo lo vemos en posteriores concilios, donde el patriarca de Roma tiene un peso especial y su opinión es respetada por todos. La lapidaria frase “Pedro habló por boca de León” recoge un buen ejemplo temprano de esta primacía. El Concilio de Calcedonia (año 451) se reunió para decidir sobre el monofismo (la creencia de que Jesús era sólo Dios, no hombre) que se estaban extendiendo por oriente. Tras los debates, el patriarca romano, San León Magno, ratificó el credo de Nicea y declaró las nuevas ideas herejes. Tras su declaración, toda la asamblea (suponemos que excepto los herejes) dijo la famosa alocución: “Esta es la fe católica. Pedro habló por boca de León”. Las definiciones dogmáticas de este concilio han sido reconocidas desde entonces como infalibles tanto por la actual Iglesia Católica como por la actual Iglesia Ortodoxa (las dos ramas en que quedó dividida la Iglesia original).

En el ejemplo de Calcedonia, que no fue la excepción sino la norma, hablamos de 630 padres conciliares, de los cuales sólo cinco eran del patriarcado romano, y aún así, su autoridad fue por todos aceptada como la principal. También vemos que el papa no actuó imponiendo su voluntad en contra del sentir mayoritario, al contrario, recogió y dio forma sólida a ese sentir, y vemos también cómo la Iglesia en su conjunto consideraba infalible la doctrina que se aclaraba y fijaba (que no inventaba) en esos concilios.

Todos los dogmas de antes y ahora son declaraciones formales de algo que ya existía en la Iglesia, no ideas nuevas innovadoras que cambian la doctrina. Como vimos en el ejemplo anterior, la creencia en la infalibilidad de la Iglesia ya estaba establecida desde siempre, y el papel de Pedro y sus sucesores como cabezas de esa Iglesia también, aunque es cierto (y en esto las épocas pueden variar en uno u otro sentido) que a lo largo de los siglos el papel del papa fue adquiriendo cada vez más relevancia y focalización. Esto se puede considerar deseable o un exceso, pero no un error doctrinal o una ruptura con la tradición. Precisamente el tener una sola voz es una de las grandes bazas de nuestra Iglesia y la garantía de unidad.

Así pues, en contra del mito, El papa ni antes ni ahora actúa como un individuo dotado de poderes especiales que le sitúan por encima de la Iglesia, sino que está dotado para funcionar como catalizador, purificador y condensador de las ideas de esa Iglesia. El papa no es un dictador doctrinal que impone sus ideas, es la cabeza visible y única que asume y difunde con una sola voz la doctrina de toda la Iglesia. Si un papa se inventara una doctrina y pretendiera imponerla en contra del sentir general de la Iglesia, entonces tendríamos que admitir que “las puertas del infierno” han prevalecido contra la Iglesia, y eso todos los cristianos estamos de acuerdo en que no es posible.

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PARTE 2

¿QUÉ NO ES LA INFALIBILIDAD PAPAL?

(basado en explicaciones del forocatolico.wordpress.com)

NO ES INSPIRACIÓN DIVINA

Muy por el contrario de lo que piensan  muchas personas, la infalibilidad no significa que el Papa esté divinamente inspirado. Los Apóstoles y los Evangelistas recibieron este don, y sus escritos son aceptados como palabra inspirada por Dios. Más la Iglesia no afirma que el Papa esté inspirado, o que reciba alguna revelación divina, estrictamente hablando. Así, el Concilio Vaticano I (el mismo que proclamó este dogma)  declara:

Porque el Espíritu Santo no les fue prometido a los sucesores de Pedro, a fin de que ellos propaguen una nueva doctrina revelada, sino que, bajo la asistencia del Divino Espíritu, puedan preservar incólume, y explicar con toda fidelidad la revelación o depósito de la fe, trasmitido por los apóstoles”.

Por tanto el papa no puede (ni mediante declaración dogmática ni ninguna otra) poner, quitar o modificar doctrinas de fe. Su misión es sólo preservarla y transmitirla tal como nos llegó desde los apóstoles y mantenerla libre de error.

NO ES IMPECABILIDAD

Es muy deseable que el papa, como cabeza más visible de la Iglesia, sea hombre de grandes virtudes y refleje en su vida los valores cristianos. Pero no es esa su función, su función es la de ser guardián de la fe, y si él como persona es un santo o un escandaloso pecador, eso tendrá consecuencias terribles para las relaciones públicas de la Iglesia, pero no para su integridad. Aún así, como es de esperar, la mayoría de los papas han sido poseedores de grandes virtudes:

De los 30 primeros papas, 29 murieron mártires por defender su fe (verdad es que los historiadores modernos ponen en duda algunos casos, pero ello seguiría dejando un porcentaje abrumador). De los 260 papas que ha habido, 69 han pasado a considerarse santos por sus grandes virtudes cristianas. Sólo 6 de ellos han sido de vida depravada (6 de 260!). Pero incluso algunos consideran que esos 6, o aunque fuese uno solo, son suficientes para no creer que los papas sean elegidos por inspiración del Espíritu Santo. A los que piensan así (católicos y no católicos) habría que recordarles que el mismo Jesús eligió directamente a sus 12 representantes y de ellos 1 fue Judas, que le traicionó (1 de 12). Con un poco de sana broma podríamos añadir que la Iglesia ha mejorado la proporción con mucho (pero mejor no lo decimos porque si alguien no capta la ironía del comentario podría considerarlo blasfemo). Y aún así, esas 6 ovejas negras del papado son un gran punto a nuestro favor, pues aunque hicieron mucho daño a la Iglesia en muchísimos aspectos, el Espíritu Santo, que les había elegido por alguna razón, hizo que a nivel doctrinal mantuvieran limpia y clara la fe de la Iglesia. Ni uno sólo de ellos causó el menor daño a la doctrina, incluso algunos lucharon eficazmente por limpiarla de algunas nuevas herejías. Esto prueba que el Espíritu se asegura de que el papa, en su misión de guardián de la doctrina, mantenga su infalibilidad, pero a nivel humano, cada papa tiene que luchar con sus propias tentaciones igual que los demás, no posee a ese nivel ningún privilegio que le haga las cosas más fáciles.

Y yendo mucho más atrás y atacando al mismo primer papa, Pedro, los hay que dicen que Pedro dio muestras de muy poca infalibilidad doctrinal cuando fue capaz de negar a Cristo tres veces. Ante esto podemos decir por un lado que lo que hizo Pedro en las negaciones no fue una declaración doctrinal, sino mentir por miedo a que le mataran (con lo que sería un asunto de impecabilidad, no de infalibilidad), y si esto no basta, hay que recordar que Pedro fue “nombrado papa” más tarde, cuando Jesús ya había resucitado, por tanto en esos momentos todavía no era papa ni había recibido del Espíritu Santo en Pentecostés la prometida infalibilidad.

Los protestantes a menudo mencionan también el famoso conflicto entre Pedro y Pablo mencionado por Pablo en su carta a los gálatas, conflicto que probablemente fue posterior al mencionado Concilio de Jerusalén. El concilio había decidido que los cristianos no necesitaban sujetarse a la Ley de Moisés. Pedro fue a Antioquía, donde estaba Pablo, y allí comía con los cristianos de origen pagano (algo considerado impuro por los judíos). Pero llegaron de Jerusalén unos cristianos judaizantes que no veían eso con buenos ojos, y por alguna razón (por evitar censuras o evitar conflictos) Pedro dejó de comer con los de origen pagano y muchos cristianos de origen judío le imitaron. Pablo, justamente, reprende a Pedro en público por su conducta acomodaticia. Pero esto no es una prueba de que Pedro cae en el error doctrinal, simplemente es un ejemplo de los defectos de todos los seres humanos, incluido el papa, incluido San Pedro (solo Jesús estuvo libre de defectos). El hecho de que Pablo reprendiera a Pedro públicamente tampoco significa un desprecio a su papel de líder y menos aún es la prueba de que Pedro no era líder de nada. Si Pedro o un papa son hallados en una conducta reprensible, hasta el más “insignificante” de los cristianos católicos tiene perfecto derecho a levantar su voz y reprenderlo, pues con ello no se pone en cuestión su papel vicario sino que simplemente se pone en evidencia su debilidad humana y su falta de cohesión.

En el Concilio de Jerusalén Pedro mostró las cualidades que debe mostrar un papa (sobre todo en asuntos doctrinales). Pablo no se inventó una doctrina nueva y le convenció de ella a Pedro, Pablo razonó y aclaró a Pedro que lo que él proponía (que los gentiles no necesitaban sujetarse a la ley de Moisés) se derivaba directamente del espíritu de la doctrina de Jesús, y razonó por qué. Sólo después de escuchar a Pablo y a los demás, tomó Pedro la decisión, también basándose en inferencias sobre las Escrituras, y tras su declaración, el asunto quedó zanjado, no por imposición de Pedro, sino porque su decisión fue reconocida correcta por todo el concilio (lo cual vemos por el discurso oficial de Santiago, el que presidía). Ahí tenemos a un papa, no a un dictador ni a un iluminado líder carismático.

EL PAPA SE CREE PERFECTO Y LOS CATÓLICOS ASÍ LE CONSIDERAN (por eso le llaman “su santidad)

El título de “su santidad”, independientemente de que nos guste ahora más o menos, es simplemente un título honorífico, no indica que sea realmente santo, de lo contrario todos los papas pasarían automáticamente a ser declarados santos tras su muerte, y la mayoría no lo son. La santidad depositada en el papa se refiere más bien al cargo que representa como vicario de Cristo, no a él como persona humana. Es la santidad del Espíritu Santo que protege su función y la santidad de Jesús, al que representa, lo que reconocemos al llamarle “su santidad”.

Pero tampoco tiene ningún fundamento quienes dicen que el papa (además de ser el anticristo) se cree, o intenta hacer creer, que es santo y perfecto. El Papa reconoce tener las mismas debilidades a que están sujetos todos los demás hombres. Todas las mañanas al principiar la Misa, dice humildemente al pie del altar: “Yo pecador me confieso a Dios todopoderoso… que pequé gravemente en pensamiento, palabra y obra”. Asimismo, al ofertorio de la Misa, ora: “Recibe Padre santo, Dios omnipotente y eterno, esta Hostia inmaculada, que yo indigno siervo tuyo, te ofrezco por mis innumerables pecados, ofensas y omisiones”. Definitivamente, no parecen estas palabras de una institución, el papado, que se considera libre de pecado.

LOS CATÓLICOS ADORAN AL PAPA

Los no católicos se escandalizan de que un ser humano pueda arrogarse el don de la infalibilidad, que sólo pertenece a Dios, y lo declaran blasfemia. Pero el asunto a veces queda englobado en algo mucho peor: en muchos blogs protestantes he leído repetidamente la acusación de que los católicos “adoran” al papa (y a la Virgen, y a los santos, incluso a las imágenes y reliquias) en lugar de adorar sólo a Dios, por lo que somos idólatras y en realidad no somos cristianos (!!). Esto es un grave error de apreciación, cualquier católico se escandalizaría si su parroquia organizara un acto para “adorar al papa”. Sólo se adora a Dios, punto. Lo que los protestantes no entienden (los ortodoxos sí) es lo que nosotros llamamos “venerar”. Venerar es mostrar un profundo respeto, amor y devoción por algo que nos acerca a Dios de una u otra forma. Una imagen nos puede ayudar a conectar psicológica y emocionalmente con lo sagrado, por eso se puede venerar, los santos (incluida la más santa de los santos: María) nos acercan a Dios con su ejemplo y su intercesión, por eso se pueden venerar. Pero la veneración es un acto tan religioso como humano. Una persona puede venerar a sus padres porque los ama y respecta profundamente, un patriota puede venerar a su país, y un enamorado puede sentir una total veneración por la foto de su amada que tiene puesta en el salón (no porque ame a la foto, sino porque al mirarla se siente más cerca de su amada, la siente más presente) y nadie les puede acusar de idólatras por ello. Cuando alguien nos acusa de idolatría por rezar y emocionarnos ante una imagen es como si alguien acusara de adulterio al marido que, estando su esposa ausente, se emociona y habla con su retrato al irse a dormir. Y volviendo al tema concreto del papa, los católicos, que le consideramos representante (vicario) de Cristo en la Iglesia, le veneramos y respetamos porque representa a Jesús, no por sus propios méritos.

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PARTE 3

 ¿QUÉ ES REALMENTE LA INFALIBILIDAD PAPAL Y CUÁNDO ES EL PAPA INFALIBLE?

En 1870 El Concilio Vaticano I (reunión de obispos, teólogos, etc) declaró el dogma de la Infalibilidad papal con las siguientes palabras: “El Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra [= con autoridad], esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas definiciones del Romano Pontífice son en sí mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia*, irreformables.” (Constitución dogmática Pastor Aeternus, Cap 4)

* «y no por el consentimiento de la Iglesia» significa que la autoridad del papa no proviene de un acuerdo adoptado por la Iglesia cediéndosela, sino que proviene de Dios.

O sea, no se declara que todo lo que dice el papa sea infalible, sólo cuando hace una declaración formal en ciertas condiciones. El propio Catecismo de la Iglesia (-891) nombra tres condiciones que deben reunirse para que una definición pontificia sea ex cathedra:

1– El Papa debe hablar «como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que confirma en la fe a sus hermanos». (o sea, debe dirigirse a y hablar en nombre de la Iglesia universal, no por cuenta propia expresando su opinión personal)

2– El Papa «proclama por un acto definitivo la doctrina». (Cuando el Papa claramente expresa que la doctrina es definitiva, no puede cambiar)

3– El Papa habla «en cuestiones de fe y moral» (por tanto no es infalible si habla de ciencia, política, economía, deportes o lo rico que está el repollo)

La misión de la Iglesia, y por tanto del papa, es la de preservar pura y sin contaminación la doctrina original cristiana tal como nos fue entregada por los apóstoles, y ninguna declaración ni dogma puede añadir o quitar nada a la doctrina original, sólo clarificarla y preservarla. El Papa no es el autor de la Revelación, sino su infalible intérprete y expositor. No tiene autoridad para quebrantar la ley divina o cambiar un solo ápice de la Escritura. Sus funciones se limitan a trasmitir incólume la fe a través de los siglos.

A esto se añade, en la práctica, que el papa se convierte en portavoz y árbitro de la voz de la Iglesia, pero no puede usar su infalibilidad para oponerse a ella. Dicho de otro modo, el papa puede “fijar” una doctrina que es aceptada por la mayoría, incluso tomar partido cuando hay conflicto de opiniones, pero si pretendiese imponer a la Iglesia algo nuevo, algo que la Iglesia no cree… bueno, ya lo comentamos anteriormente, las puertas del infierno no pueden prevalecer contra la Iglesia así que esta situación se considera imposible.

Total, que teniendo en cuenta todo lo que hay que tener para que una declaración papal se considere infalible, sólo se ha invocado oficialmente dicha infalibilidad en dos declaraciones papales, las declaraciones de los dos últimos dogmas marianos (la Inmaculada Concepción, 1854 y la Asunción, 1950), que son al fin y al cabo creencias aceptadas ya por la Iglesia primitiva (los mismos ortodoxos comparten estas creencias aunque las rechazan como dogmas porque no aceptan la autoridad del papa). Esto no quiere decir que con anterioridad no se considerasen infalibles declaraciones formales hechas por papas o concilios, pero vemos que estrictamente hablando, tras la declaración del dogma en 1870 sólo una vez el papa ha usado esta infalibilidad para afirmar como dogma algo que la Iglesia siempre había ya creído. Juan Pablo II, por poner un ejemplo, fue papa durante 27 y gobernó la Iglesia estupendamente bien sin necesidad de usar ni una sola vez la prerrogativa de infalibilidad.

Pero puede que la cuestión no sea tanto si la Iglesia (en concilio o en su cabeza, el papa) es infalible como si realmente era necesario y conveniente declararlo dogma. Al fin y al cabo, la Iglesia llevaba 19 siglos asumiendo que el Espíritu Santo la libraba de todo error, y nunca había sido necesario crear un nuevo dogma oficial en torno a ello. Francis Simons, obispo de Indore, escribió:

“En general los teólogos aceptan que sólo dos definiciones doctrinales de los papas reúnen con seguridad las condiciones requeridas para ser infalibles: las que se refieren a la inmaculada concepción de María y a su asunción en cuerpo y alma al cielo. Ambas definieron lo que ya era aceptado en la Iglesia de un modo general. Es, pues, difícil creer que realmente urgiesen o fuesen necesarias semejantes definiciones. Una prerrogativa que quizá sólo se ha usado dos veces en 1.900 años, y aún entonces únicamente para definir unas doctrinas que no precisaban con urgencia una definición infalible, difícilmente puede ser una prerrogativa necesaria.”

Un católico no puede negar la infalibilidad pero es una opinión respetable pensar, como este obispo, que no era necesario proclamarlo como dogma. Aún así, su afirmación de que esa prerrogativa “sólo se ha usado dos veces en 1.900 años” es ambigua y confusa. Si se interpreta como que la declaración de un papa sólo ha sido infalible en dos ocasiones, es falso. Como hemos visto anteriormente, desde el principio Pedro y sus sucesores han hablado con infalibilidad en numerosas ocasiones. Lo que ocurre es que al transcurrir de los siglos, la doctrina de la Iglesia ha ido siendo fijada y cada vez era menos necesario el uso de la infalibilidad. Lo que sí es cierto es que, tal como se definió el dogma de la infalibilidad y las condiciones para su cumplimiento, sólo se ha utilizado esta manera concreta de proclamar una doctrina infalible en dos ocasiones.

Muchos opinan que si esta verdad no se hubiera convertido en dogma, la reconciliación de las diferentes iglesias cristianas sería más fácil, otros opinan que sin proclamar alto y claro esta verdad, precisamente en estos nuevos tiempos de acercamiento y diálogo – y de relativismo- se correría el serio peligro de “negociar” verdades de fe para buscar un compromiso, y la verdad es innegociable. Se puede considerar que la declaración del dogma fue conveniente o inconveniente, pero no es correcto decir que esta verdad fue “inventada” en 1870, la creencia de que el Espíritu Santo mantenía a su Iglesia libre de error (a través del papa o de los concilios) la encontramos bien asentada desde el principio. Y en cuanto al enfoque puramente apologético, no podemos esperar que un no-católico acepte que el papa es infalible en ninguna de las circunstancias, pero al menos sí podemos intentar hacerle entender qué significa realmente esta creencia para que no sigan diciendo de buena fe la falsedad de que los católicos creen que el papa “nunca se equivoca” en nada de lo que dice.

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15 thoughts on “El dogma de la infalibilidad papal

  1. La Iglesia, desde el principio, ha considerado que se pueden hacer declaraciones oficiales infalibles en asuntos de doctrina de dos maneras: mediante concilios católicos (=universales) y mediante declaraciones papales (preferentemente dentro de un concilio y arropado por él).

    Pues es un poco raro porque las declaraciones infalibles de los Papas fuera de los concilios solo se hicieron en 1854 y 1950, así que eso que fue desde un principio no se ajusta a la realidad.

    Jesús instaura su Iglesia, pone a Pedro a su cabeza y le confiere el poder de la infalibilidad:
    “Bienaventurado eres, Simón Bar-Joná, porque no te ha revelado eso la carne y la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro [Petros], y que sobre esta piedra [petra] edificaré Mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti daré la llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares sobre la tierra, será también atado en los cielos; y todo lo que desatares sobre la tierra, será también desatado en los cielos”. (Mateo 16:17-19)

    Si atar y desatar implica infalibilidad entonces el poder de la infalibilidad no se la da en exclusiva a Pedro, sino a todos los discípulos:
    “Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo”. (Mateo 18:18)

    El poder de perdonar los pecados tampoco se lo da a Pedro exclusivamente, sino a todos los Apóstoles:
    “A quienes les perdonen sus pecados, les serán perdonados; a quienes no se los perdonen, no les serán perdonados”. (Juan 20:23)

    Ojo con Juan 14:26 “Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho”, les dice a todos los Apóstoles, no solo a Pedro, que el espíritu les enseñara todas las cosas. Entonces se colige que la infalibilidad recae en la Iglesia, no en una sola persona.
    En el concilio de Jerusalén Pedro propone la solución al problema planteado pero Santiago al estar de acuerdo con Pedro dice:
    “Por lo tanto, YO CONSIDERO que debemos dejar de ponerles trabas a los gentiles que se convierten a Dios. Más bien debemos escribirles que se abstengan de lo contaminado por los ídolos, de la inmoralidad sexual, de la carne de animales estrangulados y de sangre”, (Hechos 15:19). O sea Santiago tuvo la palabra final porque como bien dices él era el Jefe de la Iglesia de Jerusalén, pero hay más, poco después en la carta que envían del concilio a los creyentes gentiles dice esto:
    “Nos pareció bien al Espíritu Santo y A NOSOTROS no imponerles a ustedes ninguna carga aparte de los siguientes requisitos: abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de la carne de animales estrangulados y de la inmoralidad sexual. Bien harán ustedes si evitan estas cosas”. (Hechos 15:28-29)
    Si la infalibilidad recaía solo en Pedro hubiera sido suficiente lo que Pedro diga y asunto acabado, pero no, Santiago habla primero en singular (“Yo considero”) y luego en plural (“Nos pareció bien al Espíritu Santo y A NOSOTROS”), prueba que la infalibilidad recae en toda la Iglesia, por eso la importancia de los Concilios Ecuménicos, especialmente los 7 primeros que fueron Universales y desarrollaron prácticamente casi toda la doctrina católica.

    La frase “Pedro habló por boca de León” como bien dices se hizo en el Concilio de Calcedonia, el Papa habló al final como el primado de la Iglesia, o sea el papa hizo la declaración final pero como bien dices hubo debates y al final se llegó a un dictamen. Ese concilio es más bien un ejemplo de que es la Iglesia en Concilio la que es infalible, no el Papa. El Papa puede ser el que más autoridad tenga dentro de la Iglesia, así lo quiso Jesús, pero en cuestiones estrictamente doctrinales y en definiciones dogmáticas el Papa es vocero de TODA la Iglesia, como bien dices el Papa no es un dictador doctrinal, es por eso que la doctrina de la “infalibilidad Papal” falla según mi opinión personal, lo correcto sería hablar de la “infalibilidad de la Iglesia”.

    Luego pones lo que el concilio Vaticano I declara:
    “Porque el Espíritu Santo no les fue prometido a los sucesores de Pedro, a fin de que ellos propaguen una nueva doctrina revelada, sino que, bajo la asistencia del Divino Espíritu, puedan preservar incólume, y explicar con toda fidelidad la revelación o depósito de la fe, trasmitido por los apóstoles”.
    Como hemos visto, el Espíritu Santo les fue prometido a todos los apóstoles, no solo a Pedro, así que la declaración del Concilio Vaticano I parece estar incompleta. Finalmente decirte que a mí el dogma de la infalibilidad papal siempre me resultó difícil de aceptar, incluso después de tu explicación me lo sigue pareciendo, por eso te he mencionado mis objeciones. Un saludo.

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    • Hola Jorge, intento contestarte.

      «Pues es un poco raro porque las declaraciones infalibles de los Papas fuera de los concilios solo se hicieron en 1854 y 1950, así que eso que fue desde un principio no se ajusta a la realidad.»

      Los dogmas no crean doctrinas, sino que defienden una doctrina del peligro cuando ésta se ve atacada. El concilio Vaticano I declara dogma la doctrina de la infalibilidad papal cuando el papado pierde los Estados de la Iglesia por el peligro que supone que el papa pueda perder autoridad ahora que no tiene territorio, y porque se estaban levantando muchas voces (sobre todo en Alemania) criticando esa doctrina. Se declara el dogma y se establecen unas circunstancias muy concretas en las que se puede hablar sin duda de infalibilidad, y es por eso que decimos que esas circunstancias sólo han sido invocadas por el papa en 1854 y 1950, pero es que en realidad las circunstancias que prescribe Vaticano I están pensadas para que en el futuro no haya sombra de duda si el papa desea declarar un dogma apelando a su infalibilidad, no está pensado para juzgar si una declaración papal del pasado es o no es infalible. Muchas son las veces a lo largo de la historia en las que un papa ha hecho una declaración y ha sido aceptada como verdad indiscutible por todo el mundo. Desde el principio de la Iglesia el papa ejerció de árbitro en las disputas doctrinales tan frecuentes en Oriente en los primeros siglos (de hecho ya le vemos ejerciendo de árbitro para Antioquía en el mismo siglo primero, el papa Clemente), y ese papel se le reconocía por encima de obispos y patriarcas porque daban por sentado que el papa era el custodio de la Verdad, o dicho con palabras modernas, era infalible de un modo superior al de los demás obispos y patriarcas. Por eso la Iglesia hacía concilios para aclarar la doctrina, pero un concilio no era válido si era rechazado por el papa, así que el papa está por encima incluso de los concilios. Tenemos casos de concilios que se celebraron, declararon dogmas, y luego quedaron invalidados porque el papa no los refrendó, como por ejemplo el Concilio de Hieria del año 745, que prohibió el uso de imágenes de culto. Es cierto que la primacía romana a veces molestaba en Oriente, pero eso mismo es prueba de que la primacía romana era un hecho y se ejercía, pues en Roma jamás le molestó a nadie la primacía de Antioquía o de Alejandría, ni ningún obispo o patriarca oriental se metió en los asuntos de la Iglesia romana a opinar o hacer de árbitro, porque ellos no tenían ninguna jurisdicción sobre el patriarcado latino, pero Roma sí tenía jurisdicción sobre todos, y cuando la iglesia de Antioquía a finales del siglo primero tiene un conflicto, no acude a los obispos de allí, ni siquiera al apóstol San Juan, que aún vive cerca de ellos en Éfeso, sino que acuden a Roma y el obispo de Roma se disculpa por tenerles esperando (a causa de las persecuciones) y les da instrucciones de cómo resolver el asunto.

      Creo que estos otros artículos te pueden ayudar a aclarar mejor el asunto de la primacía de Pedro:
      https://apologia21.com/2012/11/01/el-primado-de-pedro/
      https://apologia21.com/2012/11/06/es-el-primado-de-pedro-hereditario/
      https://apologia21.com/2012/11/18/son-los-papas-autenticos-sucesores-de-pedro/

      «Si atar y desatar implica infalibilidad entonces el poder de la infalibilidad no se la da en exclusiva a Pedro, sino a todos los discípulos».
      Atar y desatar no es la infalibilidad, la infalibilidad es atar y desatar teniendo las llaves del Reino. En el segundo artículo de los anteriores verás cuál es el significado claro de las llaves del Reino. Ministros puede haber muchos, pero Primer Ministro sólo hay uno, y es el único que no sólo puede actuar, sino que puede decidir en representación del rey, y ese sólo es Pedro. (Isaías 22)

      «El poder de perdonar los pecados tampoco se lo da a Pedro exclusivamente, sino a todos los Apóstoles»
      Efectivamente, no sólo a todos los apóstoles sino incluso a todos los sacerdotes, por eso nos podemos confesar con un cura cualquiera.

      Las referencias que Jesús hace a que la Iglesia es la depositaria de la Verdad (incluida la promesa de que las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella), no quita para que la infalibilidad la tenga Pedro y sus sucesores solamente. La Iglesia es infalible en su conjunto, pero la causa de su infalibilidad está en el papa, que es capaz de zanjar dudas doctrinales con o sin la ayuda de un concilio. En realidad cuando un papa declara magisterio extraordinario lo suele hacer consultando a los obispos, como en el último dogma declarado, pero en última instancia es su declaración (o la aceptación de lo que ha declarado un concilio) lo que nos garantiza que no puede tener error.

      Fuera de estas declaraciones un error es improbable pero no imposible, lo que ocurre es que aunque un papa meta la pata (y de eso estamos viendo de sobra), la Verdad prevalecerá, así que antes o después esos errores se corregirán, pero de nuevo tendrá que ser un papa el que depure esos errores. La promesa de Jesús no es que el diablo jamás entrará en la Iglesia, sino que «No prevalecerá sobre ella», así que puede ganar batallitas temporales, pero al final la Iglesia siempre prevalece.

      En cuanto al Concilio de Jerusalén Santiago es el líder del concilio y actúa como tal. Raramente hemos visto a un papa actuar como líder de un concilio, la mayoría de las veces ni siquiera ha estado presente, así que no tiene nada de raro ver a Santiago actuar como el «maestro de ceremonias». Pero yo no sacaría la conclusión de que Santiago tiene la última palabra, eso sería tanto como decir que Santiago era el jefe de los apóstoles. Más bien diría que Pedro tuvo la primera palabra y lo que hacen los demás es sencillamente mostrar su acuerdo con lo que Pedro ha dicho al principio. Una cosa es que la infalibilidad recaiga sobre Pedro o un papa, y otra cosa es que Pedro o los papas actúen de por libre sin contar con nadie, no es así cómo han actuado los papas, ni siquiera Pedro. Si fuera así los concilios no serían necesarios, bastaría con que el papa escriba un documento y asunto finalizado, pero la Iglesia prefiere que el papa actúe en armonía con los obispos, aunque quien aporta garantías de infalibilidad es él. Si hay 100 obispos y el papa, puede que algunos obispos piensen distinto, no importa, la mayoría gana, pero si en esa mayoría no está el papa entonces no hay verdad.

      Cuando un concilio llega a una conclusión y el papa valida el concilio, no podemos decir que la validación del papa es sólo una especie de comparsa decorativa. Verdaderamente si el papa no valida la resolución del concilio esa resolución queda invalidada. El concilio puede discutir, argumentar y arrojar luz sobre un asunto, y eso está bien, pero una vez llega a una conclusión, es el papa el que tiene que decidir si esa conclusión es verdadera, y para ello le asiste el Espíritu Santo. Tampoco se trata de que el trabajo del concilio sea superfluo, pues el papa no está en este caso arrojando luz sobre algo, sino que el concilio arroja la luz y el papa ve el resultado y ratifica si es correcto o no, no por sí mismo sino por inspiración divina.

      Lo vimos por ejemplo con el conflicto arriano, llegó un momento en que la gran mayoría de los obispos eran arrianos, incluso se desterraron a algunos que no lo eran, pero el papa nunca aceptó el arrianismo y con el tiempo terminó desapareciendo, así que digamos que en esa ocasión el infierno ganó una gran batalla hasta el punto de que casi parecía haber derrotado a la Iglesia, pero finalmente la Iglesia prevaleció y la ortodoxia se restableció, gracias a San Atanasio, que luchó contra la herejía, pero porque el papa estaba de su parte, si el papa hubiera aceptado la doctrina arriana San Atanasio no habría tenido argumentos para contradecir al sucesor de Pedro.

      «Como hemos visto, el Espíritu Santo les fue prometido a todos los apóstoles, no solo a Pedro»
      Pues sí, y no sólo a todos los apóstoles, sino a todos los cristianos. Cuando nos bautizamos, y luego especialmente cuando nos confirmamos, el Espíritu Santo desciende sobre nosotros, así que eso no es exclusiva del papa ni de los obispos, sino de todos. Pero eso no significa que todos tengamos el don de la infalibilidad. La infalibilidad se basa pues en las llaves de Pedro. Espero que los artículos de arriba, especialmente el segundo, te ayude a ver más claro que las promesas de Jesús a Pedro son diferentes de las promesas que reciben todos los apóstoles en general.

      Un saludo Jorge, y que Dios te ilumine. Aunque no podamos ser infalibles siempre es bueno pedir al Espíritu Santo discernimiento para comprender mejor las cosas.

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  2. Hola .
    Solo un comentario y consulta a la ves . Yo también tengo entendido que la fe católica ortodoxa cree como nosotros en la inmaculada concepción , pero me lleve una gran sorpresa hace unos meses , al leer en una pagina ,que ellos tienen un concepto muy distinto del asunto .
    Pensé , o bien es un mal entendido o se les ha enseñado algo falso para dividir, y me tome la libertad de escribirles , nunca me respondieron a la corrección que les hice .
    Ellos plantean que nosotros creemos que la virgen fue concebida de la misma manera milagrosa que Jesús y dan todo un rodeo explicando nuestro error .

    http://iglesiaortodoxa.org.mx/informacion/2013/05/diferencias-entre-la-iglesia-catolica-ortodoxa-y-la-iglesia-catolica-romana/

    Mi consulta es , si esto es una creencia generalizada en la fe ortodoxa o es un mal entendido en esa pagina ??

    Tienen algún articulo donde se hable de la iglesia ortodoxa y las diferencias que tenemos ??

    Como siempre un saludo cordial .

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    • Ambas iglesias creemos que María era inmaculada, pero es cierto que diferimos en cuanto a en qué momento se hizo inmaculada. Personalmente no me parece que esta diferencia sea demasiado importante, pues si se declaró inmaculada no es tanto por méritos de ella como por el hecho de que iba a ser madre de Jesús, así que lo realmente importante para los cristianos es que Jesús nació de un cuerpo virgen y un alma inmaculada. Según los ortodoxos esa purificación de María ocurrió cuando iba a concebir a Jesús, según nosotros ocurrió desde su nacimiento. Como te digo, no creo que tenga importancia el asunto, pues ambos coincidimos en que cuando María concibió por obra del Espíritu Santo, su alma era pura, y eso es lo que realmente cuenta.

      Eso no tiene nada que ver con la forma en que Jesús fue concebido. Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo dentro del seno de María, mujer de cuerpo virgen y alma pura; María fue concebida por obra de su padre y de su madre, como todo el mundo, y lo fue dentro del seno de su madre, que ni era virgen ni era pura. Jesús era puro por su propia naturaleza, María fue purificada por Dios como preparación para ser el recipiente de su encarnación. Yo no veo en absoluto que ambos casos sean equiparables.

      Pensar que María fue purificada en el momento de aceptar, del fiat, me parece teológicamente «correcto» a efectos prácticos, y lógico a efectos humanos. Pensar que fue purificada desde su concepción como preparación para su futuro podría parecer predestinación (como Dios la tenía preparada ya desde niña, entonces María no fue libre para decidir si quería o no ser madre de Jesús) pero no lo es. Como en otros casos, la explicación es que Dios sabía que María iba a decir que sí porque Dios conoce el futuro, y no que María estaba «forzada por el destino» a decir que sí, pues ya había sido preparada.

      En realidad es más simple y más completo al mismo tiempo, puesto que Dios vive en una dimensión sin espacio ni tiempo, no es que Dios conozca el futuro (futuro implica tiempo), sino que para Dios, presente, pasado y futuro es todo como si fuera un eterno presente. Igual que los hombres podemos conocer el presente pero también el pasado, Dios además de conocer el pasado igualmente conoce el futuro tal como si hubiera ya ocurrido. Sabiendo pues que María iba a aceptar su propuesta, y habiendo por tanto decidido que la iba a purificar, no hay ninguna razón teológica o científica para que Dios tuviera que esperarse a escuchar de María el fiat, bien pudo hacer que fuera pura desde el mismo instante de su concepción, total, ¿para qué esperar? Si Dios quería que su madre humana fuera pura, ¿no tiene más sentido hacerla pura desde el principio? Si yo fuera Dios, con perdón, y pudiera hacerle a mi madre el regalo de la pureza, no le daría el futuro, le daría también el regalo de un pasado puro, en cierto modo podemos pensar (en términos humanos, claro), que es un poco egoísta preocuparte del estado espiritual de tu madre sólo a partir de que tú llegas y eso te afecta, y despreocuparte de su alma en el tiempo anterior, un alma generosa le haría el regalo entero, no sólo de la parte que a mí me toca. Supongo que me entiendes (pregunta si no).

      Así que objetivamente puede parecer que ambas opiniones, aunque muy parecidas, son igualmente posibles, aunque como te digo la católica parece más propia de un Dios bueno y generoso. Pero ¿cómo sabemos cuál de las dos es la exacta? Pues sencillamente, porque los católicos creemos que en el Espíritu Santo ilumina a su iglesia y muy especialmente al papa cuando habla ex cathedra y declara un dogma. Así que aunque ambas posibilidades pudieran parecer factibles, la declaración papal ha despejado las dudas y a través de él Dios nos ha dicho que el matiz católico es el correcto. Los ortodoxos, herederos de nuestra misma Tradición, comparten casi todas nuestras doctrinas por igual, pero no cuentan con la ventaja de obedecer al papa, así que a veces caen en el error sin saberlo. Aunque casi siempre sean errores pequeños.

      Como curiosidad, te pongo una cita de Lutero en la que defiende la Inmaculada Concepción de María: «Es dulce y piadoso creer que la infusión del alma de María se efectuó sin pecado original, de modo que en la mismísima infusión de su alma ella fue también purificada del pecado original y adornada con los dones de Dios, recibiendo un alma pura infundida por Dios; de modo que, desde el primer momento que ella comenzó a vivir fue libre de todo pecado.»

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  3. Pingback: IMPACTANTE ENTREVISTA DE CHRIS MATTHEWS AL CARDENAL ¿Verdad O Mentira? | Estados Unidos de TODA America

  4. hola , está mala la cita donde dice «simon simon mira que(…) y tu confirma a tus hermanos» ahi dice que es Mateo 16,18 pero es Lucas 22,31,32 Dios los bendiga

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  5. Si, me adhiero al comentario de Joshe. Realmente me parece una explicación completísima y la forma en la que moderaste ante el comentario de Diana me pareció de lo más acertada y afable. Gracias por la información y por el empeño en esclarecer estos puntos que muchas veces ni siquiera los católicos tenemos muy en claro. Un saludo en Cristo.

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    • Diana, no estamos hablando de que el papa ni nadie sea infalible, estamos hablando de que en ciertas circunstancias muy concretas el Espíritu Santo hace que el papa tome una decisión infalible, que es muy diferente. Si eres cristiana pensarás que el Espíritu Santo sí es infalible, y también pensarás que el Espíritu Santo puede iluminar a las personas para que comprendan de manera correcta y no caigan en el error. En ese sentido, los católicos defienden que ese fenómeno solo se da con el papa y en cierta situación muy muy concreta, los protestantes defienden que ese fenómeno se da continuamente con cualquier persona, por eso cada individuo invoca la iluminación del Espíritu Santo antes de leer la Biblia, para poder interpretarla correctamente. Se puede estar de acuerdo con la primera postura o con la segunda pero tachar a una de «disparate total» y defender la otra es un contrasentido. Solo si eres atea y no crees en el Espíritu Santo podrías afirmar que la infalibilidad es sencillamente inexistente y absurda, pero para eso hay primero que negar a Dios. (para ti y para cualquiera que quiera hacer comentarios, por favor, defended vuestras ideas sin agresividad)

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    • Aprovecho para informarte de que he mandado a la papelera tu segundo comentario, no se aceptan insultos aquí, tendrás que moderar tus modales si quieres participar. Ciertamente espero que seas atea, si me dijeras que eres cristiana sentiría cierta vergüenza por la parte que me toca.

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  6. Gracias Joshe, un error tonto pero de gran trascendencia 🙂
    Ya está corregido
    Y en tu otro comentario, sí, tienes razón. La infalibilidad no es un lujo que se pueda usar a capricho sino una enorme responsabilidad al servicio de Dios. Y añadiendo mi opinión personal (quizá en futuros concilios se defina aún mejor este dogma), creo que siempre es mejor que las posibles declaraciones infalibles que pudieran hacerse en el futuro se hagan dentro de y con un concilio (a ser posible en común con la Iglesia Ortodoxa), eso eliminaría cualquier suspicacia y sería fiel a la tradición.

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  7. Siempre creí que este dogma «obliga» al Papa más que a los cristianos en el sentido de que no significa que se haya de aceptar «cualquier ocurrencia papal» o cosa así, sino que el Papa debe tener coherencia permanente con la doctrina de Cristo.
    Gracias por la espléndida explicación.

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  8. Una correción: 3- El Papa habla “en cuestiones de fe y moral” (por tanto NO es infalible si habla de ciencia, política, economía, deportes o lo rico que está el repollo)
    saludos

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