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Orígenes de la eucaristía católica

Portada: orígenes de la eucaristía católica

Cuentan que tras la Ruptura Protestante en el s. XVI, cuando Europa se volvió loca y utilizó el nombre de Jesús para matarse unos a otros (maquiavélicamente azuzados por los intereses políticos), en algunas zonas protestantes desenmascaraban a los sospechosos de catolicismo mediante “un truco” muy sencillo y eficaz. Les ponían una hostia consagrada delante y les pedían que la profanaran (escupiendo sobre ella o algo por el estilo). Si era un protestante lo haría sin problema, pero si era católico ni las amenazas de muerte lograrían hacerle profanar lo que él consideraba sin duda alguna el cuerpo de Jesús. Obviamente no todos tendrían el coraje de preferir la muerte a la profanación, pero el recurso era lo suficientemente eficaz como para ser usado en ocasiones contra los católicos.

En este artículo de la serie “Constantino o la Iglesia Primitiva” empezaremos a ir aclarando el origen de algunos de los elementos más fundamentales de la Iglesia Católica que, en opinión de muchos protestantes, son corrupciones posteriores introducidas por el emperador Constantino. En concreto trataremos ahora sobre el origen de la creencia católica y ortodoxa de que el partir el pan no es simplemente un acto conmemorativo, sino que Jesús está real y verdaderamente presente en ese pan consagrado. ¿Nos ha llegado esta creencia de Constantino o ya estaba presente en la Iglesia Primitiva? Continuamos nuestra inmersión en la historia del cristianismo de los primeros siglos para descubrir las raíces de nuestra fe. Este es el índice de esta miniserie:

1- La presencia real de Jesús en la Eucaristía
2- La consideración de que la misa católica es un sacrificio
3- Jerarquización de la Iglesia
4- Refuerzo de la autoridad del obispo de Roma
5- Se da el nombre de “católica” a esta nueva iglesia que él fundó.
6- La veneración a la Virgen y a los santos
7- Divinización de Jesús
8- Celebración del día del Señor en domingo
9- Selección del canon bíblico
10- Creación del rito de la misa católica

Diferentes creencias sobre el acto de partir el pan

Postura católica

La Iglesia Católica afirma que el pan y el vino al ser consagrados se convierten en el cuerpo y sangre de Cristo, respectivamente, pese a que los dos elementos (pan y vino) conservan sus accidentes (color, olor, sabor, textura, etc). Esta conversión es llamada «transubstanciación» porque se definió según los conceptos filosófico-científicos aristotélicos del momento, aunque para nuestra mentalidad moderna sería probablemente más preciso un término como el de “transmutación”. Según los católicos esta creencia se remonta a los mismos orígenes de la Iglesia, recoge la tradición de la Iglesia Apostólica y es una revelación que proviene del propio Jesús cuando en la Última Cena profirió las siguientes palabras:

[

Tomad y comed, este es mi cuerpo, que será entregado por vosotros. Del mismo modo, tomó el cáliz y se lo dio a sus discípulos diciendo: Tomad y bebed todos de él, porque esta es mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía. (Cfr. Mateo 26:26-29; Marcos 14:22-25; Lucas 22:19-20; I Cor 11:23-26)
Eucaristía

La Iglesia cree que todo Cristo, vivo y entero, con su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad, está presente en ella, de una forma verdadera, real y sustancial. Ciertamente esto es mucho creer, por tanto no es de extrañar que muchos cristianos acabaran abandonando tal creencia y acusando a la Iglesia Católica (o al emperador Constantino) de haberse inventado semejante “barbaridad”. Pero lo cierto es que hasta el siglo XVI esta creencia no fue claramente contestada.

Posturas protestantes

Serán los protestantes, siglos después, quienes rechacen la transubstanciación alegando que ese concepto es una invención católica tardía fundamentada no en la Biblia, sino exclusivamente en la filosofía aristotélica y las nociones griegas de esencia y apariencia. Frente a esta creencia católica y ortodoxa los protestantes sí presentaron su propia innovación, basada en sus razonamientos y suposiciones, y ya desde el primer momento ofrecieron diversas creencias:

Lutero creía que durante la consagración Jesús se unía al pan y al vino, pero después esa presencia se retiraba otra vez, de forma que el pan y el vino se podían tirar a la basura sin ningún problema.

Calvino es aún más difuso, admite cierta presencia espiritual durante la celebración de la cena, pero más debido a la fe del creyente que al hecho de que Jesús bajase realmente al pan (de todas formas modificó sus opiniones sobre la eucaristía en varias ocasiones durante su vida).

Los anabaptistas creen que en la celebración de la Cena el pan y el vino son cuerpo y sangre de Cristo pero en el sentido de que toda la comunidad de cristianos es el cuerpo místico de Cristo, y al compartir todos la misma comida están compartiendo ese cuerpo místico que está formado por la comunidad entera.

Otros sectores apoyaban ya entonces la opinión que es hoy la mayoritaria entre las diferentes denominaciones protestantes y paraprotestantes: la celebración de la cena del Señor no es más que un acto de recuerdo de aquella Última Cena de Jesús antes de su muerte. No hay nada en el pan y el vino que les haga especial más allá de su poder de evocación mental, del mismo modo que una cruz evoca la muerte y/o la salvación de Jesús pero no tiene nada de especial por sí misma.

El antecedente de todas estas ideas protestantes habría que buscarlo en los cátaros medievales que habitaban sobre todo en el Languedoc francés (siglos X-XII). Los cátaros en esto, como en todo, no tenían un credo compacto, sino que tenían un conjunto de creencias diversas e incluso contradictorias cuyo principal elemento común y aglutinador era el oponerse a la ortodoxia de la Iglesia oficial. Algunos creían que el partir el pan era solo un memorial y algunos otros sí creían que Jesús convirtió el pan en su cuerpo y el vino en su sangre, tal como dicen sus palabras en el Nuevo Testamento, pero negaban que los sacerdotes tuvieran el poder de reproducir ese milagro, por lo tanto según ellos la transubstanciación solo se produjo una vez, durante la Última Cena, y a partir de entonces lo único que podemos hacer es recordar ese milagro, pero no reproducirlo.

Origen de la doctrina

Ante la negación protestante, la Iglesia Católica reafirma la creencia en la presencia real de Jesús en la Eucaristía durante el Concilio de Trento en el siglo XVI:

[

Mas por cuanto dijo Jesucristo nuestro Redentor, que era verdaderamente su cuerpo lo que ofrecía bajo la especie de pan, ha creído por lo mismo perpetuamente la Iglesia de Dios, y lo mismo declara ahora de nuevo este mismo santo Concilio, que por la consagración del pan y del vino, se convierte toda la substancia del pan en la substancia del cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, y toda la substancia del vino en la substancia de su sangre, cuya conversión ha llamado oportuna y propiamente Transubstanciación la santa Iglesia católica. (Concilio de Trento. CAP. IV. De la Transubstanciación, 1640)

Quienes afirman que este dogma “se inventó” en Trento (s. XVII), o que fue una idea de Santo Tomás de Aquino (s. XIII) no pueden disculpar su ignorancia escudándose en su protestantismo o ateísmo sino simplemente en su falta de información. La Iglesia Ortodoxa se separó en el 1054 así que lo que dijera Trento o Santo Tomás no le afectó en absoluto pero creen, igual que nosotros, en la presencia real de Jesús.

Otros, un poquito más informados, afirman que tal idea surgió antes, en el Concilio de Letrán. Al menos aquí hay algo cierto, la transubstanciación fue declarada dogma en ese concilio:

[

El cuerpo y la sangre están contenidos verdaderamente en el sacramento del altar, bajo las formas del pan y el vino, el pan y el vino de haber sido transubstancian, por el poder de Dios, en su cuerpo y sangre. (IV Concilio de Letrán, 1215)

Pero esta declaración dogmática no supone ninguna innovación ni ruptura con la tradición común que también los ortodoxos conservaban, simplemente intenta atajar algunas disputas que surgían sobre si el pan y el vino realmente se transformaban en el cuerpo y la sangre de Cristo o simplemente el cuerpo de Jesús se unía de alguna forma a esas sustancias materiales. La declaración laterana lo que reafirma es la creencia tradicional heredada por la Iglesia.

Y así unos sitúan la supuesta invención de la doctrina de la transubstanciación en un momento o en otro, más ninguno se atreve a traspasar el lumbral de Nicea (año 325), pues la mayoría de los protestantes consideran que más allá de Nicea (y del emperador Constantino) está la verdadera Iglesia de Jesús, y esa iglesia cristiana no estaba aún contaminada por las herejías católicas. Por este motivo vamos a meternos ya de lleno en lo que creían los cristianos en los siglos anteriores a Nicea, lo que llamamos la Iglesia Primitiva. Si estos primeros cristianos creían en la presencia real de Jesús en la eucaristía, entonces no tiene sentido seguir diciendo que tal doctrina es una invención de la Iglesia Católica de la época de Constantino o de siglos posteriores.

San Cirilo de Jerusalen

En el siglo IV el obispo San Cirilo de Jerusalén ya recogía claramente esta creencia en la Transubstanciación en su catecismo para catecúmenos:

[

Lo que parece pan no es pan, aunque así sea sentido por el gusto, sino el cuerpo de Cristo, y lo que parece vino no es vino, aunque el gusto así lo quiera, sino le sangre de Cristo. (Catequesis XXII,9)

Pero San Cirilo nos dejó escrito esto poco después del Concilio de Nicea, así que tendremos que buscar indicios anteriores al siglo IV para poder traspasar “la barrera constantiniana” y ver en qué creía esa Iglesia original, por si acaso la creencia en la presencia real de Jesús en la eucaristía fuese también una manipulación de Constantino, que siempre aparece como último recurso para explicar cualquier creencia católica que no gusta a los demás. Retrocedamos hasta la época de la Iglesia de las persecuciones y busquemos pruebas sobre qué creencias tenían ellos en este asunto. Empecemos por el principio y acudamos a las fuentes bíblicas.

La transubstanciación en la Iglesia del siglo primero

Por el libro de Hechos sabemos que los cristianos se reunían a rezar y alabar a Dios. También vemos en la Biblia que los cristianos se caracterizan por “partir el pan”, lo cual es reconocido por los protestantes aunque ellos lo interpretan como alegoría, no como eucaristía. Los testimonios extrabíblicos del siglo I y II no dan lugar a opiniones diversas, su interpretación de esos pasajes bíblicos es literal, no alegórica, y celebran la eucaristía, no un recuerdo del pasado. Muchos pasajes del evangelio de Juan son tan claros que resulta difícil pensar que habla en alegorías, aunque eso no estaría totalmente descartado. El problema es que Juan está ya escribiendo eso al mismo tiempo que otros cristianos están celebrando la eucaristía como presencia real de Jesús. Si Juan no creyera en esa presencia real, en lugar de echar más leña al fuego de la confusión con los discursos de Jesús sobre comer su carne y beber su sangre, habría hecho todo lo contrario, aclarar que el pan no es carne de Jesús sino solo un símbolo de su recuerdo. Pero por el contrario, esto es lo que Juan escribe y es palabra de Dios:

Jesus leyendo en la sinagoga

[

Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo». Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?». Jesús les respondió: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron [el maná]. El que coma de este pan vivirá eternamente». Todo esto lo enseñó Jesús en la sinagoga de Cafarnaún. (Juan 6, 51-58)

Si lo que Juan realmente pretendía era dejar absolutamente claro la presencia real de Jesús en la eucaristía, no podría haberlo dicho mejor. Vemos a un Jesús que no solo nos dice que el pan es su carne y el vino es su sangre, como ha hecho en otras ocasiones, sino que enfáticamente explica y repite que esto es así, aunque parezca chocante, y además insiste en que la eucaristía es un instrumento fundamental para la salvación, no un mero símbolo de recuerdo. Y aún así, si no tienes nada más que este texto, no sería del todo imposible decir, como dicen, que Jesús hablaba de nuevo en parábolas, aunque tampoco podemos olvidar que no se trata de otro discurso “populista” de Jesús lleno de metáforas para impresionar a las masas, sino que estamos ante sus palabras “en la sinagoga de Cafarnaúm”.

Ese es el problema de la doctrina protestante de la “sola scriptura”, que como la Biblia no puede explicarse a sí misma siempre queda algún margen para interpretarlo como te parezca y es imposible escapar de este razonamiento circular. Pero la Iglesia Católica tiene otra fuente de conocimiento con la que podemos contrastar si esa interpretación es o no la correcta: la Tradición. Si los cristianos primitivos tomaban esas palabras en sentido literal, entonces es que los apóstoles se lo habían enseñado así. No es creíble que los apóstoles prediquen que el partir el pan es una mera fórmula de recuerdo y enseguida veamos que por toda la cristiandad (no solo en alguna zona hereje) los cristianos lo están haciendo convencidos de que se trata de una presencia real.

Aunque muchos protestantes creen que la apostasía católica se produjo en tiempos de Constantino, no faltan tampoco quienes creen que la Iglesia ya empezó a apostatar y volverse herética durante la propia vida de los apóstoles. Si eso fuera así habría que aceptar que Pentecostés fue un fracaso y que el Espíritu Santo se tomó la molestia de iluminar a los apóstoles para nada, pues al parecer su predicación lo único que consiguió fue crear un engendro herético totalmente alejado del mensaje de Jesús. Si creemos que la Iglesia se echó a perder ya incluso en vida de los apóstoles, entonces está claro que habría sido mejor dejar a los apóstoles en Jerusalén sentaditos en casa y esperarse 15 o 20 siglos a que el Espíritu Santo, esta vez sí, iluminara de verdad a algún hombre que lograse transmitir el verdadero mensaje con un éxito que ensombrece totalmente al logrado por los apóstoles. ¿Para qué tantas molestias hasta llegar incluso al martirio si al parecer todos malinterpretaron su mensaje? Tal panorama resulta absurdo si realmente creemos en el Espíritu Santo y en lo que nos cuenta la Biblia, pero al parecer parte de los protestantes y la mayoría de los paraprotestantes piensan que eso fue precisamente lo que ocurrió. Cada uno cree que su fundador particular fue quien consiguió lo que los apóstoles iluminados por el Espíritu Santo no lograron en el siglo primero: interpretar la doctrina de Jesús de forma correcta y transmitírsela a un grupo de seguidores que sí fueron capaces de entenderla bien y conservarla pura.

San Juan Evangelista
San Juan Evangelista

Pero frente a esta visión de que las primeras comunidades cristianas ya eran heréticas tenemos el testimonio del evangelio de San Juan, palabra de Dios según los católicos y también según los protestantes. Según nos explica san Juan, lo que ocurrió después con los protestantes es lo mismo que ocurrió ya en tiempos de Jesús. Nos lo cuenta en su evangelio justo tras narrarnos el anterior discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm explicando que su carne es la verdadera comida y su sangre es la verdadera bebida. Dice Juan que “Al oír esto, muchos de los que seguían a Jesús dijeron: – Esta enseñanza es inadmisible. ¿Quién puede aceptarla?” (Juan 6:60-61) A lo que Jesús replica “Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Pero algunos de vosotros no creen.” (Juan 6:63-64), y sigue Juan diciendo “Desde entonces, muchos discípulos suyos se volvieron atrás y ya no andaban con él.” (Juan 6:66).

Los discípulos de Jesús entendían perfectamente el lenguaje que Jesús empleaba pues compartían el mismo idioma y la misma cultura, sin los problemas de matices y traducciones que podríamos tener hoy en día, y para ellos no había ninguna ambigüedad: Jesús había dicho que quien comiera su cuerpo tendría vida eterna, y por eso se escandalizaron. Pero no vemos que Jesús se apresurara a tranquilizarles diciendo, “habéis entendido mal, yo estaba hablando metafóricamente”. No, esos discípulos se escandalizaron, no quisieron aceptarlo y abandonaron a Jesús, y Jesús no pudo impedirlo porque lo que les había escandalizado era precisamente la verdad, no un desgraciado malentendido. Jesús ni aclaró ni rectificó, porque durante todo su discurso se había esforzado mucho en dejar bien claro que eso era literalmente así, y no una metáfora como ahora opinan los protestantes. Cuando uno lo deja todo para seguir a su Maestro, no lo abandona solo porque no le ha gustado un discurso, sino porque se ve incapaz de seguir aceptando sus enseñanzas. No estamos ante un problema lingüístico o estilístico sino ante un problema doctrinal.

Frente a quienes insisten en que Jesús estaba hablando aquí en sentido metafórico y por tanto el escándalo de esos discípulos era infundado, habría que recordarles otros momentos en los que Jesús sí habló en sentido metafórico y fue malinterpretado por sus oyentes, pero en esas ocasiones sí que vemos a Jesús corregirles en su error y explicarles el sentido simbólico de sus palabras:

[

Jesús les advirtió:
 — Mirad, tened cuidado con la levadura de los fariseos y de los saduceos.
 Los discípulos comentaban entre ellos: “Esto lo dice porque no hemos traído pan”.
 Pero Jesús, dándose cuenta de ello, les dijo:
 — ¿Por qué estáis comentando entre vosotros que os falta pan? ¡Lo que os falta es fe! ¿Aún no sois capaces de entender? ¿Ya no recordáis los cinco panes repartidos entre los cinco mil hombres y cuántos cestos recogisteis? ¿Ni los siete panes repartidos entre los cuatro mil y cuántas espuertas recogisteis? ¿Cómo es que no entendéis que yo no me refería al pan cuando os decía: “Tened cuidado con la levadura de los fariseos y de los saduceos”?
 Entonces los discípulos cayeron en la cuenta de que Jesús no les prevenía contra la levadura del pan, sino contra las enseñanzas de los fariseos y de los saduceos. (Mateo 16:6-12)

O este otro pasaje:

[

Y [Jesús] añadió:
 — Nuestro amigo Lázaro se ha dormido, pero yo voy a despertarlo.
 Los discípulos comentaron:
 — Señor, si se ha dormido, quiere decir que se recuperará.
 Creían ellos que Jesús se refería al sueño natural, pero él hablaba de la muerte de Lázaro. Entonces Jesús se expresó claramente:
 — Lázaro ha muerto. (Juan 11:11-14)

Y aquí es el propio Juan el que explica la metáfora usada por Jesús para aclarar lo que realmente quiere decir:

[

Jesús les contestó:
 — Destruid este Templo, y en tres días yo lo levantaré de nuevo.
 Los judíos le replicaron:
 — Cuarenta y seis años costó construir este Templo, ¿y tú piensas reconstruirlo en tres días?
 Pero el templo de que hablaba Jesús era su propio cuerpo. (Juan 2:19:21)

Y sin embargo en todas las menciones bíblicas a que el pan es el cuerpo de Jesús, en ningún momento vemos a Jesús o a un evangelista aclarando la situación para que nadie malinterprete su supuesta metáfora.

Está claro que el concepto de la eucaristía no es fácil de asimilar si no es por medio de la fe. Ya en vida de Jesús, como vimos antes en Juan 6:51-66, muchos de sus propios discípulos le abandonaron cuando dejó bien claro que el pan y el vino no son meros símbolos, sino su carne y su sangre. ¿Nos extraña entonces que siglos después muchos otros reaccionaran de la misma manera y se alejaran de sus enseñanzas en parte por el mismo motivo?

Pero no es solo Juan, citando a Jesús, quien defiende la transubstanciación como algo no solo real, sino fundamental. Otros pasajes parecen explicar también que se trata de una presencia real, como por ejemplo la amonestación que Pablo dirige a la Iglesia de Corinto por dos motivos, porque no celebran la eucaristía con la debida frecuencia y porque no se la toman en serio; dos quejas que podría dirigir igualmente a muchas denominaciones protestantes de hoy en día. Lo podemos leer en Corintios 1, 11:17-34. Una de sus frases es la siguiente:

San Pablo

[

Por lo mismo, quien come del pan o bebe de la copa del Señor de manera indigna, se hará culpable de haber profanado el cuerpo y la sangre del Señor. (1 Corintios, 11:27)

Noten que Pablo no dice que se hará culpable de haber profanado “la memoria del Señor”, sino de haber profanado “el cuerpo y la sangre del Señor”. No habla del pan y el vino como una alegoría, sino como el mismísimo cuerpo y sangre de Jesús. Que Jesús pudiera hablar en metáforas es una cosa, pero en este pasaje no puede decirse que Pablo estaba predicando “en parábolas”. No estaba predicando, estaba dando instrucciones muy claras y con un lenguaje totalmente práctico y claro. Pero es que a continuación añade:

[

Porque si come y bebe sin discernir el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación. (1 Corintios, 11:29)

Si Juan nos dice que comer el cuerpo de Cristo nos da la Vida, Pablo nos repite lo mismo pero en negativo, quien lo come sin ser consciente de lo que está comiendo a sí mismo se está condenando. Palabras que si las dijera hoy el papa levantaría una indignada oleada de protestas por parte de los protestantes, pero no las dice el papa, las dice San Pablo en la misma Biblia.

Las iglesias católica, ortodoxa, orientales, en parte la luterana y, en cierto modo, la anglicana y la episcopaliana (estas dos lo dejan a elección del feligrés!), afirman que en la eucaristía la presencia de Jesús es real, no alegórica, y por tanto la ceremonia no es simplemente un recuerdo, sino un sacramento y un instrumento necesario para nuestra salvación. Eso mismo parece estarnos diciendo San Pablo. Si el partir el pan fuera solamente una ceremonia de recuerdo, nadie podría condenarse solo por no tomársela suficientemente en serio. Podría ser severamente amonestado por no mostrar el debido respeto a Jesús, pero decir que eso le va a condenar parecería claramente excesivo. Pero eso es lo que dice Pablo: porque si come y bebe sin discernir el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación. “Discernir” algo es ser capaz de reconocerlo. Pablo no dice que se condenará quien no discierna el memorial, dice que se condenará quien no discierna “el Cuerpo del Señor”. Así pues en ese pan y ese vino no tenemos el recuerdo del Señor, sino su cuerpo: quien no sea capaz de ver lo que realmente significa el pan se está condenando. Lo dice Pablo.

La transubstanciación y la Iglesia Primitiva

Si los primeros cristianos hubieran celebrado la partición del pan como simple acto recordatorio, como símbolo, entonces no tendrían ningún sentido las malinterpretaciones que de su creencia hacen los paganos, quienes les acusan repetidamente de canibalismo y de hacer sacrificios humanos. Los cristianos creían realmente estar comiendo el cuerpo de Cristo. No comían el pan y bebían el vino para recordar el sacrificio de Jesús, sino que realmente, tal como hoy los católicos, se unían al sacrificio único y eterno de Jesús en la eucaristía y comían su cuerpo y bebían su sangre. Procuraban no comentar esta creencia con los no cristianos para evitar problemas, pero inevitablemente habría filtraciones, trozos de conversación escuchadas inoportunamente, de ahí las acusaciones basadas en una realidad deformada. La idea de la eucaristía escandaliza hoy a muchos protestantes y divierte a muchos ateos. También ocurría así por aquel entonces. Si algunos se escandalizan hoy de las constantes críticas que se hacen a los católicos que miren las que les hacían en los primeros siglos:

[

Los delitos ocultos con los cuales nos calumnian son: Que en la congregación nocturna sacrificamos y nos comemos un niño. Que en la sangre del niño degollado mojamos el pan, y empapado en la sangre comemos un pedazo cada uno. Que unos perros que están atados a los candeleros los derriban corriendo para alcanzar el pan que les arrojamos bañado en sangre. Que en las tinieblas que ocasiona el forcejeo de los perros, encubridores de la torpeza, nos mezclamos impíamente con las hermanas o las madres. (Tertuliano 197 d.C.)

Sin duda el ambiente de igualdad y hermandad que reinaba entre todos los cristianos, independientemente de su sexo, les hizo sospechosos de todo tipo de promiscuidad sexual, mezclado con el incesto por la costumbre de llamarse todos “hermanos” y darse la paz con un beso. No es que los paganos de entonces fuesen puritanos que se escandalizaran de la liberalidad en el trato entre hombres y mujeres, sino que ellos solo entendían ese trato desde una perspectiva sexual, no de amor fraternal. Veamos también en el siglo II otra protesta por la frecuente acusación de canibalismo:

[

Los cristianos no son culpables de canibalismo. Les está prohibido matar a nadie. Más aún, ni siquiera miran cuando se está perpetrando un asesinato, al paso que los paganos encuentran en ello un placer especial, como lo demuestran los espectáculos de gladiadores. Los cristianos tienen mucho más respeto por la vida humana que los paganos. Por ello, condenan la costumbre de abandonar* a los niños recién nacidos. (Atenágoras 175 d.C.)
* Esta costumbre no consistía en abandonarles en manos de otras personas o instituciones, sino abandonarles en el campo para dejarles morir, algo bastante frecuente por entonces y considerado perfectamente normal, como pueda ser hoy el aborto para muchos.

Y no se trata de molestos rumores, estas acusaciones estaban desatando oleadas de persecuciones contra los cristianos y muchos morían por su causa. Si los primeros cristianos hubieran considerado desde el principio que el pan y el vino eran simplemente pan y vino, nadie habría acusado a los cristianos de canibalismo por comer pan y beber vino conmemorando antiguas hazañas de Jesús, pues tal comportamiento era de lo más normal en el mundo pagano. Lo que hizo que todos los dedos acusadores convergieran sobre los cristianos era la creencia que estos tenían de que en sus celebraciones estaban real y verdaderamente comiendo el cuerpo y la sangre de Jesús, aunque esta creencia fuera luego deformada y sacada de contexto por los paganos.

La eucaristía no era un simple acto de recuerdo, era un elemento central en la Iglesia cristiana ya desde su mismo nacimiento en Pentecostés. Cuando tras el discurso de Pedro se convierten los primeros 3.000 cristianos le preguntan a Pedro qué deben hacer ahora que creen. Pedro no les dice, al modo protestante, que con su fe basta y ya están salvos sino que les pidió que se bautizaran y les exhortó a cambiar de vida, “a que se pusieran a salvo de esta generación perversa” (Hechos 2:40), y a continuación nos cuentan lo que hizo desde entonces esa primera comunidad cristiana:

[

Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. (Hechos 2:42)

No tenemos fieles creyentes, tenemos cristianos que buscan servir a Dios en comunidad, y además de escuchar a los apóstoles, rezar y amarse los unos a los otros se nos menciona un cuarto rasgo central: “participar en la fracción del pan”.

Jesus -docetismo

Con la excepción de algunas herejías minoritarias, como el docetismo y el ya comentado catarismo del siglo X, la fe en la presencia real de Jesús en la eucaristía no se puso en duda hasta la llegada del protestantismo. A veces se escucha a algún protestante decir que los docetas no eran los herejes, sino los cristianos verdaderos (a pesar de ser una ínfima minoría) y por eso no creían que el pan era literalmente el cuerpo de Cristo, pero quien eso afirma está claro que no conoce nada de los docetas. Los docetas eran un grupo de herejes que surgió a finales del siglo I bajo la influencia de la filosofía platónica. No creían que el pan fuera el cuerpo de Jesús sencillamente porque decían que Jesús no tuvo cuerpo físico, sino que bajó a la tierra como un espíritu y su cuerpo era mera apariencia. Según ellos Jesús era un fantasma, tal cual, y por tanto su muerte en la cruz fue igualmente una apariencia (quien no tiene cuerpo no puede ser muerto ni crucificado). Para explicar cómo pudo Jesús transportar la cruz hasta el Calvario recurren con facilidad al Cireneo (Marcos 15:21:22): fue él quien transportó la cruz, pues Jesús, siendo un fantasma, no podía transportar nada. Si algún protestante vuelve a afirmar que los docetas eran los cristianos que conservaban la verdadera doctrina de Jesús que se lo piense dos veces. El mismo San Juan combatió indirectamente esta herejía en varias ocasiones enfatizando que Jesús tenía un cuerpo sólido y real, como en la introducción a su primera carta (1 Juan 1:1-4).

Dentro del siglo primero, además de los escritos de San Juan y otros bíblicos, tenemos la Didaché, que ya nos muestra una oración litúrgica sobre el pan y el vino, algo muy católico y totalmente ajeno a lo que dieciséis siglos más tarde será el protestantismo:

Didache

En lo que toca a la acción de gracias, la haréis de esta manera: Primero sobre el cáliz: Te damos gracias, Padre nuestro, por la santa viña de David tu siervo, la que nos diste a conocer a nosotros por medio de Jesús, tu siervo. A ti la gloria por los siglos.

Luego sobre el trozo (de pan): Te damos gracias, Padre nuestro, por la vida y el conocimiento, que nos diste a conocer por medio de Jesús tu siervo. A ti la gloria por los siglos. Como este fragmento estaba disperso sobre los montes, y reunido se hizo uno, así sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino. Porque tuya es la gloria y el poder, por Jesucristo, por los siglos.

Que nadie coma ni beba de vuestra comida de acción de gracias, sino los bautizados en el nombre del Señor, pues sobre esto dijo el Señor: No deis lo santo a los perros. Después de saciaros, daréis gracias así: Te damos gracias, Padre santo, por tu santo nombre que hiciste morar en nuestros corazones, y por el conocimiento, la fe y la inmortalidad que nos has dado a conocer por medio de Jesús, tu siervo. A ti la gloria por los siglos.

Tú, Señor omnipotente, creaste todas las cosas por causa de tu nombre, y diste a los hombres alimento y bebida para su disfrute, para que te dieran gracias. Mas a nosotros nos hiciste el don de un alimento y una bebida espiritual y de la vida eterna por medio de tu Siervo. Ante todo te damos gracias porque eres poderoso. A ti la gloria por los siglos.

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, para librarla de todo mal y hacerla perfecta en tu caridad, y congrégala desde los cuatro vientos, santificada, en tu reino que le has preparado. Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos.

Venga la gracia y pase este mundo. Hosanna al Dios de David. El que sea santo, que se acerque. El que no lo es, que se arrepienta. «Maranathá»* Amén […]

Al que viniendo a vosotros os enseñare todo lo dicho, aceptadle. Pero si el mismo maestro, extraviado, os enseña otra doctrina para vuestra disgregación, no le prestéis oído; si, en cambio, os enseña para aumentar vuestra justicia y conocimiento del Señor, recibidle como al mismo Señor. (La Didaché o Doctrina de los doce apóstoles 9:1-11:2)

* maranathá es palabra aramea que significa: “el Señor ha venido”, o en otras ocasiones también puede significar: “ven Señor [Jesús]”.

No olvidemos que la Didaché (pronunciado “didajé”) se escribió en la segunda mitad del siglo primero mientras seguía abierta la época de la Revelación. Esta mezcla de manual de instrucciones y catecismo primitivo se compuso antes incluso que algunos libros del Nuevo Testamento, y ciertamente antes que el evangelio de San Juan. Basta ver el fragmento anterior para darse cuenta de su intensa catolicidad, pero igualmente vemos reflejada la doctrina y los modos católicos por todas sus páginas. Los protestantes, que pretenden ser mucho más fieles a la Iglesia Primitiva que los católicos, sin duda esperarían encontrar en sus hojas relatos de asambleas al estilo de las celebraciones evangélicas de hoy en día, pero lo que nos encontramos allí, ya en años tan tempranos y dentro de la era apostólica, es algo muy muy parecido a la liturgia de la misa católica: formulas rituales para recitar, consagraciones, descripción de los sacramentos, y en cuanto a la eucaristía podríamos preguntarnos que para qué prescriben un ritual de bendición sobre el pan y el vino si lo único que estaban haciendo era “partir el pan en memoria de Jesús”. Los evangélicos y la mayoría de los protestantes en general consideran que las recitaciones y fórmulas rituales católicas son elementos paganos, pero eso es exactamente lo que estamos viendo en este “manual de instrucciones” del siglo primero: una liturgia.

En realidad, en plena era apostólica, nos encontramos ya a los cristianos actuando con los rasgos que tanto critican actualmente de los católicos. ¿Eran los cristianos de la era apostólica un banda de apóstatas paganizados? De ser así la predicación apostólica habría sido un absoluto fracaso y el Espíritu Santo en poco habría ayudado, por no mencionar que el mismísimo San Juan habría sido paganizado y habría dejado su hereje rastro pagano por todo su evangelio y Apocalipsis. ¿También deberíamos culpar a Constantino de haber paganizado a San Juan y a la Iglesia apostólica incluso dos siglos antes de nacer él?

Ciertamente la Didaché no nos pone una nota aclaratoria que diga: “por si en el futuro lejano alguien lo pone en duda, dejo constancia de que con esta oración se está produciendo la transubstanciación de ambas especies en el cuerpo y sangre real de Jesús”, pero para los muy escépticos nos bastará con avanzar solo dos o tres décadas más, hasta el cambio de siglo, para ver un texto que ya es verdaderamente indiscutible. San Ignacio de Antioquía (echado a los leones entre el año 98 y 117) se expresa así en una de las cartas que escribió a las comunidades cristianas rumbo a su martirio:

[

Ellos [los docetas] no reconocen la Eucaristía como la carne de Jesucristo, nuestro Salvador, que ha sufrido por nuestros pecados y a quien el Padre benignísimamente ha resucitado. Procurad serviros provechosamente de la única Eucaristía: una es, en efecto, la carne de nuestro Señor Jesucristo y uno el cáliz para la unidad de su sangre.

En ese mismo viaje a Roma San Ignacio escribe otra carta, esta vez a la Iglesia de Filadelfia, diciendo:

[

Esforzaos, por lo tanto, por usar de una sola Eucaristía; pues una sola es la carne de Nuestro Señor Jesucristo y uno sólo es el cáliz para unirnos con su sangre, un solo altar, como un solo Obispo junto con el Presbiterio y con los diáconos co-siervos míos; a fin de que cuando hagáis, todo lo hagáis según Dios. (Carta a los Filadelfios IV)

En la teología presentada por San Ireneo en la segunda mitad del siglo segundo, muestra la certeza de que el pan y vino consagrados son cuerpo y sangre de Cristo. No puede ser más claro cuando afirma que “el cáliz es su propia Sangre” y “el pan ya no es pan ordinario sino Eucaristía constituida por dos elementos terreno y celestial”.

San Justino Mártir, año 160 en su Apología Primera nos dice (capítulos 66 y ss):

San Justino Martir

[

Este alimento se llama entre nosotros Eucaristía, del cual a ningún otro es lícito participar, sino al que cree que nuestra doctrina es verdadera, y que ha sido purificado con el bautismo para perdón de pecados y para regeneración, y que vive como Cristo enseñó. Porque estas cosas no  las tomamos como pan ordinario ni bebida ordinaria, sino que, así como por el Verbo de Dios, habiéndose encarnado Jesucristo nuestro Salvador, tuvo carne y sangre para nuestra salvación, así también se nos ha enseñado que el alimento eucaristizado mediante la palabra (verbo) de oración procedente de Él – alimento del que nuestra sangre y nuestra carne se nutren con arreglo a nuestra transformación – es la carne y la sangre de aquel Jesús que se encarnó. Pues los apóstoles, en los comentarios por ellos compuestos, llamados evangelios, nos transmitieron lo que así les había sido transmitido.

Y toda esta aclaración de San Justino fue escrita siglo y medio antes de que naciera Constantino, el supuesto inventor de la Transubstanciación según algunos. Aunque el mismo San Pablo ya lo dejó escrito:

[

La copa bendita que bendecimos, ¿no nos hace participar de la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no nos hace compartir el cuerpo de Cristo? Porque al haber un solo pan del que todos participamos, nosotros, que somos muchos, formamos un solo cuerpo. (1 Corintios 10:16-17)

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En paralelo a esta miniserie está la serie ¿Fundó Constantino la Iglesia Católica? en donde aclaramos el papel que tuvo Constantino y el Concilio de Nicea en la Iglesia Católica:

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Fin

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Comentarios

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41 respuestas a “Orígenes de la eucaristía católica”

  1. Avatar de
    Anónimo

    Muchas bendiciones a los de apologia por instruirnos!!!

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  2. Avatar de Carmelo

    Debemos interpretar las declaraciones de los padres de la iglesia dentro de su contexto histórico.

    Tal es especialmente cierto en lo que respecta a las citas hechas de Ignacio e Ireneo. Durante su ministerio, ambos hombres se vieron contendiendo con el error teológico del docetismo (un componente de la enseñanza gnóstica), que enseñó que toda la materia era mala. En consecuencia, el docetismo niega que Jesús poseía un cuerpo físico real. Fue contra esta falsa enseñanza que el apóstol Juan declaró: “Porque muchos engañadores han salido por el mundo, quienes no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Este es el engañador y el anticristo” (2 Juan 7).

    A fin de combatir los falsos conceptos del docetismo, Ignacio e Ireneo hicieron eco del lenguaje de Cristo utilizado en la Última Cena (parafraseando sus palabras, “Este es mi cuerpo” y “Esta es mi sangre”). Esto proporciona un argumento muy eficaz contra las herejías del docetismo, ya que las palabras de nuestro Señor, subrayan el hecho de que poseía un cuerpo físico real.

    Una generación después de Ireneo, Tertuliano (160-225) utiliza los mismos argumentos contra el hereje gnóstico Marción. Sin embargo, Tertuliano proporciona más información sobre cómo los elementos eucarísticas deben entenderse. Tertuliano escribió:

    “Después de haber tomado el pan y darlo a Sus discípulos, Jesús lo hizo Su propio cuerpo, diciendo: ‘Este es mi cuerpo,’ es decir, el símbolo de mi cuerpo. No pudo haber sido un símbolo, sin embargo, a menos que haya primero un verdadero cuerpo. Una cosa vacía o fantasma es incapaz de un símbolo. Igualmente, cuando se habla de la copa y hacer que el nuevo pacto se selle ‘en su sangre,’ afirma la realidad de su cuerpo. Porque ninguna sangre puede pertenecer a un cuerpo que no es un cuerpo de carne” (Contra Marción, 4,40).

    La explicación de Tertuliano no puede ser más clara.

    También en el Didache, escrita a finales del primero o principios del siglo II, se refirió a los elementos de la mesa del Señor como “comida y bebida espiritual” (La Didajé, 9). El largo pasaje que detalla la mesa del Señor en este documento cristiano primitivo no da ningún indicio de la transubstanciación en absoluto.

    Carmelo , un cristiano que ama la verdad de Cristo y aborrece la mentira del hombre , se este protestante o católico.

    Que Dios bendiga a todos los que aman a Cristo.

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    1. Avatar de Christian M. Valparaíso

      Hola Carmelo. Por alguna razón no he visto tu comentario hasta ahora así que me permitiré darte una respuesta.

      Veo que no niegas que Ignacio (del siglo I) e Ireneo (del siglo II) hablen de que el pan y el vino son el cuerpo y la sangre de Jesús literalmente, lo que haces es explicar esa enseñanza como una reacción exagerada frente a quienes negaban que Jesús hubiera tenido un cuerpo real, y en eso incluyes también a los pasajes del evangelio de San Juan sobre el tema. En tal caso habría que suponer que Ignacio, Ireneo y la misma Biblia de puro exagerar han caído en el error, o al menos parecen decir lo que en realidad no quieren decir. Eso me parece a mí forzar la situación en exceso, máxime cuando no estamos ante unas ideas aisladas sino en armonía con lo expresado por toda la Iglesia primitiva. También los gnósticos por entonces afirmaban que Jesús no era Dios y no por ello nos encontramos a San Juan ni a los primeros padres de la Iglesia diciendo por exageración que Jesús no era un hombre, sino sólo Dios. Pero no ofreceré más citas de San Juan ni de Ireneo ni de Ignacio porque las explicarías igualmente como intentos excesivos de defenderse ante los docetas, aunque en el fondo eso implicaría asumir que la Biblia puede caer por exceso en el error.

      Como tu principal prueba citas a Tertuliano, se supone que como autoridad indiscutible para demostrar que la Iglesia primitiva creía que la eucaristía era sólo un símbolo. En este caso ocurre justo lo contrario, hay muchos historiadores que explican que cuando Tertuliano afirma que la eucaristía es “un símbolo” lo que hacía era explicar las cosas con lenguaje de la filosofía griega, según el cual cuando Jesús dijo “esto es mi cuerpo”, teniendo presente el suyo propio, podemos decir que el pan era el símbolo del otro cuerpo de Jesús, pero sin por ello negar que también fuera su cuerpo verdadero. A decirte verdad, en esas explicaciones me pierdo y como no lo veo claro no digo que no, pero tampoco me lo acabo de creer. Puede que tengan razón o puede que sea todo más sencillo. Tertuliano en este asunto sigue los pasos de Orígenes, pero lo que ambos dicen no puede considerarse la creencia común de la Iglesia, sino todo lo contrario. Por algo son ellos los únicos Padres de la Iglesia primitiva que no han sido canonizados, porque algunas de sus ideas son heréticas. Especialmente Tertuliano, que acabó pasándose a la herejía del montanismo, así que ofrecer su testimonio como prueba justo en un asunto en donde el resto le contradice, no sirve para demostrar nada más que su falta de ortodoxia en algunos puntos. Resulta un tanto curioso que utilizando fuentes de varios Padres de la Iglesia de los siglos primeros, digas que quienes defienden la presencia real habían caído en el error o al menos en la exageración, mientras que justo aquél que aparentemente no la defiende es el que tenía la verdad. ¿Tal vez piensas que cuando poco después se hizo montanista seguía teniendo la verdad? Nadie dice que los Padres de la Iglesia fueran infalibles, pero menos aún de uno que terminó por hacerse hereje.

      Luego afirmas que la Didaché (siglo I) en ningún sitio nos da a entender que el pan y el vino fuesen el cuerpo y la sangre de Jesús. Esto tampoco es cierto, en la Didaché (catecismo del siglo primero) se habla de la Eucaristía en varios pasajes y se dicen cosas como estas:

      “Que nadie, empero, coma ni beba de vuestra Acción de gracias, sino los bautizados en el nombre del Señor … Después de saciaros, daréis gracias así: … Tú, Señor omnipotente, creaste todas estas cosas por causa de tu nombre y diste a los hombres comida y bebida para su disfrute, mas a nosotros nos hiciste gracia de comida y bebida espiritual y de vida eterna por tu siervo” (Didaché IX y X)

      Está claro que no hablan del pan y del vino como si fuesen simplemente pan y vino usados como un símbolo, pues lo que hacen es diferenciar entre la comida y la bebida disponible a todos los hombres, y la “comida y bebida espiritual y de vina eterna” ofrecida por Jesús solamente a “los bautizados en el nombre del Señor”. Están hablando del pan y del vino del que acaban de saciarse, y sin embargo se dice que ese pan y ese vino son al mismo tiempo comida espiritual y de vida eterna “por tu siervo”. “Siervo” es como a menudo se llama a Jesús en la Didaché (siervo de Dios). Nada en esas palabras indica que tratan al pan y al vino como un símbolo, pues en tal caso no serían comida espiritual sino puramente física, y menos aún nos podrían traer vida eterna si comerlos fuese simplemente un acto de recuerdo. Pero hay otro pasaje aún más claro. De nuevo hablando de la Eucaristía se dice casi al final del libro:

      “Reunidos cada día del Señor, romped el pan y dad gracias … para que vuestro sacrificio sea puro, porque éste es el sacrificio del que dijo el Señor: En todo lugar y en todo tiempo se me ofrece un sacrificio puro porque yo soy rey grande… (Malaquías 1:11-14)” (Didaché XVI)

      Aquí está la clave de todo, se dice que el pan y el vino son “un sacrificio puro”, y a continuación se cita a Malaquías. Precisamente lo que los protestantes niegan es que la Eucaristía sea un sacrificio, porque la Biblia deja claro que con la muerte de Jesús, el sacrificio definitivo, se acabaron todos los sacrificios. Así que si la Didaché, como todos nosotros, afirma que la Eucaristía es un sacrificio, sólo cabe una explicación, que es Jesús el que se está de nuevo ofreciendo como sacrificio único y perpetuo a Dios, no muriendo una vez más, sino actualizando y reconectándonos a todos con ese único y definitivo sacrificio suyo que fue hace 2000 años en el Gólgota. Sólo Jesús puede ser ese sacrificio puro que el profeta Malaquías anunció que en el futuro se ofrecería en todo tiempo y lugar. Por lo tanto, al calificar a la Eucaristía como sacrificio, la Didaché está declarando que ese pan y ese vino son el cuerpo y la sangre de Jesús, ofrecidos de nuevo a Dios como sacrificio (o más bien como actualización de aquél sacrificio). Un símbolo o un recuerdo no pueden ser nunca calificados como sacrificio y menos aún proclamados como el cumplimiento de la profecía de Malaquías, pues si el sacrificio fuera simplemente pan y vino, entonces entraría en contradicción con la Biblia que nos dice que el sacrificio de Jesús, último y definitivo, puso fin al sistema sacrificial del Templo. Tras la muerte de Jesús el único sacrificio que podemos ofrecer a Dios es el cuerpo y la sangre de Jesús, no una simple hogaza de pan y un simple vaso de vino.

      Sobre esto, más información en nuestro artículo:

      Orígenes de la misa como sacrificio

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  3. Avatar de JOSE LUIS MORA "EL CATEQUISTO"
    JOSE LUIS MORA «EL CATEQUISTO»

    Muy agradecido por esta enseñanza, únicamente les comento hermanos que existen muchos milagos eucarísticos que han sido estudiados por científicos, médicos, especialistas, como el de Lanciano Italia y últimamente en el Estado de Guerrero,donde la hostia consagrada se ha convertido en carne y sangre, carne humana del corazón y sangre tipo AB, pueden escuchar y ver en videos de you tube, (Esto será útil para los incrédulos), saludos.

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  4. Avatar de Juan Andres Mendez

    Tremenda la forma como utilizan el método critico y analítico. En realidad no sabia nada acerca de esta Iglesia primitiva; es tan Católica!!

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  5. Avatar de jaime lopez
    jaime lopez

    hola, esta bueno el articulo, pero no fue lo que esperaba, deja te explico: esperaba un estudio de argumentos y analisis de pasajes biblicos como juan 6 en el texto original griego y los argumentos protestantes. aparte de eso esta bueno!

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    1. Avatar de Christian

      gracias Jaime. No era esa la finalidad del artículo, recuerda que nos encontramos dentro de la serie «Constantino o la Iglesia Primitiva». La finalidad es aquí demostrar que la creencia en la presencia real de Jesús en la eucaristía ni viene de Constantino, ni de Nicea ni de ningún momento posterior, sino de los mismísimos apóstoles.

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      1. Avatar de jaime lopez
        jaime lopez

        aja tienes razon, pero la otra perspectiva te queda pendiente : ) gracias por el articulo

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      2. Avatar de Christian

        sí, pendiente 😉

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  6. Avatar de Jorge Barrera
    Jorge Barrera

    me podrían indicar en donde obtengo la colección de ustedes, gracias

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    1. Avatar de Christian

      Hola Jorge, todo lo vamos publicando aquí:
      http://www.apologia21.com
      No hay libros ni nada para vender.

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  7. Avatar de toniolo58

    Me parece que hay que continuar aprendiendo cada día más, sobre Jesús. Este articulo es increiblemente aleccionador y profundo.

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