Toda la teología protestante se basa en una doctrina fundante: la Sola Scriptura. A partir de ahí se levanta todo su sistema de creencias. Veamos qué significa este concepto que empezó en la mente de Lutero y los Reformadores del XVI y cuál es el elemento equivalente en la teología católica.
1- Qué es la Sola Scriptura y qué variantes tiene
2- Dónde está eso en la Biblia
3- Qué es la Tradición apostólica
4- El fundamento de la Tradición
5- ¿Colapso de la Sola Scriptura?
6- Algo falla
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QUÉ ES LA SOLA SCRIPTURA Y QUÉ VARIANTES TIENE
“Sola scriptura” (en hablativo plural) significa en latín que alcanzamos la Verdad de Dios “sólo por las Escrituras”. Todo lo necesario para nuestra salvación está en ellas y sólo en ellas. No necesitamos a la Iglesia ni a los sacramentos ni ser buenos ni ninguna otra cosa, sólo la Biblia y fe en lo que ella enseña.
Cuando Lutero lanza esta doctrina en el siglo XVI, su principal reclamo no es tanto criticar a la Tradición como fuente de autoridad religiosa sino sobre todo criticar a la Tradición como principio de interpretación de las Escrituras. Para la Iglesia católica los textos bíblicos, como cualquier otro texto, admiten diversidad de interpretaciones de modo que ¿cómo sabemos qué interpretación es la correcta? la Tradición es la respuesta, pues preserva el sentido original.
Para Lutero, la Biblia se explica a sí misma. Es el llamado principio de claridad, según el cual los textos bíblicos son claros y no hay ambigüedad en ellos. Pero como el intelecto humano puede fallar incluso cuando le das textos claros, hay un sistema de seguridad que evita que esto ocurra: cualquier cristiano puede invocar la ayuda del Espíritu Santo para interpretar esos textos sin error, es el principio de la interpretación privada. Si los textos son claros y el Espíritu Santo te guía, ¿qué puede ir mal?
Esta doctrina llevada al extremo significa no sólo que en cuestiones de religión la verdad sólo está en la Biblia, sino que cualquier cosa que no se encuentre en la Biblia debe ser considerada antibíblica y reprobable. En el protestantismo popular este extremo es bastante frecuente y también es el fundamento habitual para rechazar y condenar algunas doctrinas católicas como la Asunción de María, por ejemplo.
En la actualidad un sector de los protestantes prefiere una versión más suave y práctica de la Sola Scriptura que dice que la verdad de fe sólo está en las Escrituras, pero que hay tradiciones e incluso innovaciones que pueden ser buenas y convenientes, aunque no sean necesarias. También suelen reconocer la utilidad (que no necesidad) de que los pastores y teólogos de su denominación ejerzan de maestros explicando la Biblia. Por si a pesar de todo alguien no la entiende bien.
Esta versión blanda es parecida a la que defienden los metodistas, que sostiene que también son fuentes de la teología cristiana la Sagrada Tradición, la Razón y la Experiencia, pero que están subordinadas a la Sagrada Escritura, que es la autoridad principal. Apropiadamente, ellos prefirieron el término de “prima scriptura” (primacía de las Escrituras) en vez de “sola scrpitura”.
Esta postura se acerca algo más a la Iglesia Católica (romana y ortodoxa), que no sólo acepta como fuente de verdad la Tradición apostólica, además de las Escrituras, sino que considera que la única manera de interpretar las Escrituras correctamente es acudiendo a la Tradición apostólica. Así que cuando un texto se puede interpretar de varias formas el buen católico no reza pidiendo inspiración para entender correctamente, sino que acepta la interpretación que le ofrece la Iglesia, la cual se basa en la manera en que los primeros cristianos lo entendía, es decir, se basa en la Tradición.
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¿DÓNDE ESTÁ ESO EN LA BIBLIA?
Pero si los protestantes construyen su teología sobre la base de que sólo pueden creer aquello que está escrito en la Biblia y de que la Biblia se interpreta a sí misma, el primer paso será validar esa doctrina buscando en la misma Biblia dónde se dice tal cosa.
Hay varias citas que suelen ofrecerse como muestra de que la Sola Scriptura es una doctrina bíblica:
- Tenemos también la firmísima palabra de los profetas, a la que haréis bien en atender como a lámpara que alumbra en la oscuridad hasta que despunte el día y el astro matinal amanezca en vuestros corazones. Sobre este punto, tened muy presente que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia, ya que ninguna profecía ha tenido su origen en la sola voluntad humana, sino que, impulsados por el Espíritu Santo, hubo quienes hablaron de parte de Dios. (2 Pedro 1:19,21)
- Por tu parte, permanece fiel a lo que aprendiste y aceptaste. Sabes quiénes fueron tus maestros,y que desde la cuna te han sido familiares las sagradas Escrituras como fuente de sabiduría en orden a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda Escritura está inspirada por Dios y es provechosa para enseñar, para argumentar, para corregir y para educar en la rectitud,a fin de que el creyente esté perfectamente equipado para hacer toda clase de bien. (2 Timoteo 3:14-17)
- Damos por ello gracias a Dios constantemente, pues al acoger el mensaje evangélico de Dios que os proclamamos, no fue un mensaje humano el que acogisteis sino, como es en verdad, un mensaje divino que sigue actuando en vosotros los creyentes. (1 Tesalonicenses. 2:13)
Como ven, estas citas hablan de la importancia, la veracidad y la utilidad de las Sagradas Escrituras, pero en ningún sitio nos dicen que ese valor se encuentre SÓLO en las Escrituras y no en la predicación oral. Además estas citas añaden notas que tienen más sabor católico que protestante. La cita 1 nos recuerda que las Escrituras no pueden interpretarse por cuenta propia, la 2 nos dice que la finalidad de las Escrituras es “hacer toda clase de bien”, es decir, buenas obras (contradiciendo a la sola fide). Y la cita 3 nos habla de una fe que ya ha sido proclamada (predicada) entre los lectores de esa carta, no una fe que van a aprender leyéndola. Y sin embargo, cuando los protestantes hablan de buscar la Sola Scriptura en la Biblia una y otra vez ofrecen estas tres citas (y a veces otras que tienen menos relación aún con el tema). Entonces ¿qué está ocurriendo aquí?
Según la Sola Scriptura, la verdad está entera y solamente en la Biblia, así que la doctrina de la Sola Scriptura, para ser verdad, tiene que estar en la Biblia. Y sin embargo en ningún sitio de la Biblia encontramos nada semejante. Según Scott Hahn, cuando era catedrático presbiteriano de teología un compañero teólogo le explicó: “En realidad no se puede demostrar la Sola Scriptura desde las Escrituras. La Biblia no declara expresamente que sea la única autoridad cristiana. En otras palabras, sola scriptura es, en esencia, la confesión histórica de los reformadores en contraste y oposición a la afirmación católica de que es la Escritura junto con la Iglesia y la Tradición. Para nosotros, por tanto, es una presuposición teológica, nuestro punto de partida, no una conclusión demostrada” (“Rome Sweet Home” p. 53). Y poco después, citando una conversación con otro teólogo protestante nos dice “Pregunté a otro teólogo —¿Para usted cuál es la columna y el fundamento de la verdad? Él respondió —¡La Biblia, por supuesto! —Entonces ¿por qué dice la Biblia en 1 Timoteo 3:15 que la Iglesia es la columna y el fundamento de la verdad? —Ahí me ha pillado usted, Scott —Soy yo el que se siente pillado. —Pero Scott, ¿de qué Iglesia estaríamos hablando? —¿Cuántos pretendientes hay para eso? Quiero decir, ¿hay alguna otra Iglesia que diga de sí misma que es la columna y el fundamento de la verdad? —¿Significa eso que se está usted volviendo católico romano? —Espero que no.” (Ibidem p. 53-54)
En efecto, tal como afirmó ese teólogo presbiteriano, la Biblia no afirma en ninguna parte que sea el único fundamento de la verdad. De hecho afirma explícitamente lo contrario:
Por si me retraso, quiero que sepas cómo debes comportarte en la casa de Dios, es decir, en la Iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad. (1 Timoteo 3:15)
Jesús no ordenó a sus discípulos sentarse a escribir el Evangelio, sino ir por el mundo y predicarlo. Los escritos posteriores se consideran un apoyo sólido a esa predicación. Es en la irrupción del protestantismo, que coincide con la imprenta y la extensión del acceso general a los libros, cuando surge en Centroeuropa una nueva manera de entender el cristianismo basada en los textos bíblicos en exclusividad.
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QUÉ ES LA TRADICIÓN APOSTÓLICA
La revelación que trajo Mahoma venía en forma de libro. Allah supuestamente le dicta el Corán y los musulmanes recibieron esa fe a través de ese libro. La revelación del Dios cristiano no llega en forma de libro, sino en forma de relación personal. Dios no dicta el Antiguo Testamento a Moisés y fin del asunto, Dios llama a Abraham para formar un Pueblo Elegido, y es a través de ese pueblo donde Dios se va revelando poco a poco, por medio de patriarcas y profetas que van educando a su pueblo, con la palabra oral y también con escritos. Cuando llega Jesús la revelación da un salto, pero de nuevo Dios continúa con su Pueblo, ahora llamado Iglesia. Es dentro de ella donde la revelación, ya finalizada, se transmite, primero de forma oral, luego también escrita. Los musulmanes son gente del Libro y no necesitan nada más, los cristianos somos gente de la Palabra Viva, somos el Pueblo de Dios.
Jesús primero y los apóstoles y sus discípulos después, extienden el cristianismo mediante la predicación oral (Rom 10:17, Hch 8:25, Mc 16:15, Rom 10:14-15). Durante los primeros 20 años parece que ni siquiera existían aún ninguno de los escritos del Nuevo Testamento, y sin embargo fue en esos primeros 20 años cuando la Iglesia se estableció por buena parte del Imperio. Ese es el principio de lo que llamamos la tradición apostólica, también llamada la Sagrada Tradición o simplemente la Tradición, con mayúsculas. Son enseñanzas que los apóstoles predicaron oralmente y que se fueron transmitiendo de generación en generación hasta el día de hoy. No confundir con las tradiciones humanas, con minúsculas, que pueden o no ser de utilidad pero que no son regla de fe ni fundamento de la verdad.
Con el correr de los años esa Iglesia cristiana empieza a generar escritos. Al terminar el siglo primero ya tenemos un corpus de textos cristianos entre los que conservamos varias cartas de los apóstoles, una del papa Clemente I, varias biografías sobre Jesús, un primer catecismo y libro de liturgia, un relato apocalíptico y un libro piadoso. De esas obras con el tiempo la Iglesia reconoció la inspiración infalible de Dios en algunas de ellas (evangelio de San Mateo, Apocalipsis de San Juan, epístola de Santiago, etc.), y otras fueron consideradas obras humanas (el Pastor de Hermas, la Didaché, etc.).
En el siglo II tenemos ya muchos autores cristianos que escriben sobre la fe, o que defienden las doctrinas cristianas de las herejías que empiezan a surgir (cartas de San Policarpo, “Contra los Herejes” de San Ireneo, la Apologética de Tertuliano, etc.) Estos autores son llamados Padres Apostólicos porque fueron discípulos directos de los apóstoles (como Policarpo, discípulo de Juan, o Clemente, discípulo de Pedro y Pablo, etc.) o fueron discípulos de esos discípulos (como San Ireneo, discípulo de Policarpo que había sido discípulo de Juan). Estos padres apostólicos conocen las doctrinas católicas de primera mano y también conocen ya los escritos del Nuevo Testamento, de manera que si tenían cualquier duda podían preguntar a sus maestros igual que éstos pudieron preguntar a los mismísimos apóstoles. Es por eso que su interpretación de las Escrituras tiene Autoridad, pues no es una opinión personal, sino que procede de los apóstoles y sus discípulos y está en sintonía con lo que todos creían. En los pocos casos en los que vemos una opinión que no es aceptada por los demás, esa opinión quedaría automáticamente desautorizada porque se saldría de la regla de oro de “lo que ha sido creído por todos siempre y en todas partes”, que a nivel teológico se llama el “sensus fidelium” (el sentido [doctrinal] de los fieles). Esta era la regla de oro que usaba la Iglesia primitiva para discernir si una doctrina era auténtica, venía de los apóstoles, o era una innovación y por tanto una herejía que había que rechazar.
Y por último tenemos los escritos cristianos de hasta San Agustín (s. IV), aún cerca de las fuentes y con acceso a multitud de cartas y otras obras de los primeros cristianos que hoy están perdidas pero que les sirvieron para redactar sus recopilaciones, historias del cristianismo, catecismos, liturgias, etc. etc. A estos otros escritores se les conoce como los Padres de la Iglesia (que engloban también a los apostólicos). Todos estos escritos de los siglos I al IV o incluso el V son considerados fuentes privilegiadas para conocer el cristianismo tal como lo predicaron Jesús y los apóstoles.
Después de la Edad Media la regla de oro que acabamos de citar se volvió en la práctica inservible porque el mundo cristiano se llenó de herejías, pero para entonces tampoco era ya necesaria; el cristianismo quedó fijado y rematado alrededor del siglo V, y aunque posterior a esa fecha aparecerán aún varios dogmas, no se trata de doctrinas nuevas, sino de creencias que ya eran comunes en la Iglesia de los primeros siglos. Por eso la regla de oro pasó en la práctica a ser esta otra: son doctrinas verdaderas aquellas en las que creían los cristianos de los primeros siglos, es decir, la Tradición más primitiva funciona hoy para los católicos lo mismo que la Sola Scriptura para los protestantes, es la regla de oro para discernir.
Visto así podemos decir que las Escrituras son parte de la Tradición católica, en ella surgieron y en ella se entienden. Pero por motivos prácticos ahora dividimos las fuentes del cristianismo en dos partes, las Escrituras y la Tradición. La Tradición comienza con las predicaciones de Jesús y dura hasta hoy (traditio significa “lo que se transmite”). Unos 25 años más tarde empiezan a aparecer textos escritos, de modo que la Tradición pasa a tener una parte oral y una parte escrita. De esa parte escrita una pequeña parte (Jn 21:25) se considerará inspirada por Dios y se llamarán Escrituras, y el resto, sea por transmisión oral o por escrito, se seguirá llamando Tradición. Poco a poco todas esas doctrinas, ideas y vivencias que conforman la Tradición oral irán siendo reflejadas en textos escritos, sobre todo hasta el siglo V, y así llegamos al presente, donde las enseñanzas apostólicas perviven en la Iglesia católica por estas vías:
Escrituras y Tradición nos traen la verdad de las predicaciones apostólicas de dos maneras diferentes.
- Las Escrituras son inspiradas por Dios en su redacción, y por tanto infalibles… siempre que sean correctamente interpretadas. Para asegurarnos de que hacemos la interpretación correcta tenemos que mirar en la Tradición a ver cómo lo interpretaban los primeros cristianos.
- La Tradición, oral o escrita, no es infalible, por eso se necesitó una regla para saber localizar posibles errores: el sensus fidelium (respaldado por las promesas de Jesús a su Iglesia).
- CONCLUSIÓN: Como las Escrituras son infalibles, ninguna doctrina de la Tradición podría ser verdadera si contradice a las Escrituras, pero sí puede ser verdadera aunque no esté en las Escrituras.
Ahora veamos los efectos prácticos que tiene todo esto.
Problema:
Jesús dice “Tomad y comed porque esto es mi cuerpo… haced esto en memoria mía”. ¿Cómo hay que entender esto, de forma literal o alegórica?
Solución protestante:
Aplicando la Sola Scriptura el protestante toma su Biblia y tiene que discernir allí lo que Jesús realmente quería decir. Finalmente decide que, a pesar del principio de claridad, Jesús no está ahí diciendo lo que dice, sino que hablaba de forma alegórica, así que está bien tomar pan y vino de vez en cuando para acordarnos de Jesús, pero el pan sólo es pan y el vino sólo es vino, es sólo un gesto simbólico de recuerdo. Tan simbólico que muchos protestantes no lo hacen jamás.
Solución católica:
Los católicos llevamos 2000 años haciendo eso que Jesús nos mandó hacer, para nosotros no es un problema nuevo al que enfrentarse, es parte fundamental de la Tradición, así que ningún católico necesita investigar qué significa ese versículo porque la Iglesia siempre lo ha sabido (transmisión ininterrumpida de una enseñanza de Jesús desde el siglo I hasta hoy). De todas formas, si por algún motivo hubiera dudas, la solución católica consiste en preguntarse qué es lo que los primeros cristianos creían acerca de ello. Por ejemplo encontramos la Didaché, del siglo primero, donde se nos describe el ritual de consagración de la eucaristía y se nos dice que el pan y el vino son “un alimento y una bebida espiritual y de la vida eterna” (no un mero símbolo). Y también tenemos a San Ignacio, nombrado obispo de Antioquía dos o tres años después de la muerte de Pedro y Pablo, y que criticando las herejías de los docetas les acusa de que “no reconocen la eucaristía como la carne de Jesucristo”. Es decir, un obispo del siglo primero, que probablemente conoció al menos a los apóstoles Bernabé y Pablo y sobre todo a Juan, nos dice claramente que negar que la eucaristía sea verdaderamente el cuerpo de Cristo es una herejía.
No tiene sentido que un cristiano del siglo XXI, meditando sobre un versículo bíblico, llegue a una conclusión opuesta a la de San Ignacio, discípulo de los apóstoles, y aun así crea que él tiene razón y San Ignacio se equivoca. Igual de absurdo es pensar que su pastor o Lutero en persona pueden entender mejor la Biblia que aquellos que, siglos antes, aprendieron esas doctrinas directamente de Jesús o sus apóstoles. Los escritos cristianos de los siglos I y II muestran que la Iglesia original era claramente católica, ese es un motivo más que suficiente para que los protestantes rechacen la Tradición y la ignoren.
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EL FUNDAMENTO DE LA TRADICIÓN
Todo el argumentario protestante se basa claramente en la Sola Scriptura, como hemos estado viendo. También hemos visto cómo esa premisa hay que aceptarla sin más, por fe, pues aunque ellos creen que todas las doctrinas tienen que fundamentarse en las Escrituras, precisamente esta doctrina fundante no tiene fundamento bíblico.
Ya hemos visto que los católicos, por el contrario, se basan en la Tradición (incluyendo las Escrituras). Vamos ahora a razonar un poco más sobre el fundamento católico de que las doctrinas cristianas fuero recogidas no sólo en la Biblia sino también en la Tradición, que la Tradición es la herramienta para poder interpretar correctamente las Escrituras. Ya en el siglo I y II los cristianos defendían claramente y con contundencia la postura católica en este asunto:
Junto con las interpretaciones [de los evangelios], no vacilaré en añadir todo lo que aprendí y recordé cuidadosamente de los ancianos, porque estoy seguro de la veracidad de ello. A diferencia de la mayoría, no me deleité en aquellos que decían mucho, sino en los que enseñan la verdad; no en los que recitan los mandamientos de otros, sino en los que repetían los mandamientos dados por el Señor. Y siempre que alguien venía que había sido un seguidor de los ancianos, les preguntaba por sus palabras: qué habían dicho Andrés o Pedro, o Felipe, o Tomás, o Santiago, o Juan, o Mateo o cualquiera otro de los discípulos del Señor, y lo que Aristión y el anciano Juan, discípulos del Señor, estaban aún diciendo, porque no creía que la información de libros pudiera ayudarme tanto como la palabra de una voz viva, sobreviviente (Papías de Hierapolis, discípulo de San Juan, año 100, citado por Eusebio de Cesarea en su obra Historia eclesiástica III, 39)
Porque al usar las Escrituras para argumentar, la convierten en fiscal de las Escrituras mismas, acusándolas o de no decir las cosas rectamente o de no tener autoridad, y de narrar las cosas de diversos modos: no se puede en ellas descubrir la verdad si no se conoce la Tradición […] Y terminan por no estar de acuerdo ni con la Tradición ni con las Escrituras. (San Ireneo de Lyon, discípulo de San Policarpo, que era discípulo de San Juan. Contra las Herejias. III 2, 1-2. Año 130)
Para verlo más claro estamos ignorando el Antiguo Testamento y centrándonos en el Nuevo. Fíjese que en el Nuevo Testamento cuando se habla de las Escrituras siempre se refiere a los escritos del Antiguo Testamento:
Porque todo lo que fue escrito en tiempos pasados, para nuestra enseñanza se escribió, a fin de que por medio de la paciencia y del consuelo de las Escrituras tengamos esperanza. (Romanos 15:4)
Sólo en un caso se hace referencia incuestionable a escritos del Nuevo Testamento como parte de las Escrituras, en concreto a epístolas de Pablo:
y considerad la paciencia de nuestro Señor como salvación, tal como os escribió también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le fue dada. Asimismo en todas sus cartas habla en ellas de esto; en las cuales hay algunas cosas difíciles de entender, que los ignorantes e inestables tuercen—como también tuercen el resto de las Escrituras—para su propia perdición. (2 Pedro 3:15-16).
Pero incluso aquí, para validar que ciertas cartas de Pablo sean Escritura habría primero que suponer que esta carta de Pedro es Escritura, y eso la Biblia no lo dice en ninguna parte.
Esto hay que tenerlo en cuenta, pues salvo esta cita, todas las citas que presentan los protestantes hablando de las Escrituras tienen que interpretarse como que se refieren al Antiguo Testamento, no al Nuevo, es decir, no sirven para demostrar su doctrina de la Sola Scriptura. Es más, si sólo creemos lo que dice la Biblia, entonces los únicos textos inspirados por Dios y por tanto parte de las Escrituras (según la propia Biblia actual) serían las epístolas de Pablo, y ni siquiera sabemos si ahí se refiere a todas las que tenemos hoy o sólo a todas las que Pablo había escrito hasta el momento de escribir eso Pedro (dando por hecho, claro, que esa carta de Pedro es parte de las Escrituras).
Por lo tanto tenemos la paradoja de que los protestantes fundan todas sus doctrinas en unas Escrituras cuya única autoridad proviene del criterio de una Iglesia Católica que ellos consideran pagana y llena de errores. Decir que no, que la Iglesia ha acertado con los libros inspirados por pura casualidad, pero que la base del canon no es la decisión de la Iglesia sino la inspiración irresistible del Espíritu Santo…. de acuerdo, y esa idea de que fue el Espíritu Santo quien reveló el canon a una iglesia corrompida, ¿dónde está? ¿encontramos esa idea en las Escrituras? ¿Nos lista el Espíritu Santo en algún sitio qué escritos son Escrituras y cuáles no? ¿Ah no? El único libro del Nuevo Testamento que afirma tener la inspiración divina es el Apocalipsis, precisamente el que más siglos tardó en ser aceptado como parte indiscutible del canon. Entonces ¿el canon no se puede justificar mediante la “sola scriptura”? Pues igualmente el edificio entero se derrumba por su propia base.
Hay otra ocasión en la que de nuevo se nos habla de que las cartas de Pablo transmiten la Verdad:
Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra. (2 Tesalonicenses 2:15)
Vea que Pablo no testifica sobre la sacralidad (ni siquiera sobre la existencia) de ningún texto autorizado excepto sus propias cartas (que seguimos sin saber exactamente cuáles son). Y en esta única cita, junto con la otra de Pedro, donde la Biblia testifica de la existencia de textos cristianos verdaderos, el protestante no tiene más remedio que aceptar que Pablo está poniendo a la Tradición oral en igualdad de condiciones que la escrita: “la doctrina que habéis aprendido… por palabra” + “o por carta nuestra”.
Todos estamos de acuerdo en que los textos bíblicos recogen muchas cosas de las que enseñó Jesús por sí mismo o por medio de los apóstoles, pero el resto de la predicación apostólica no cayó en el olvido, sino que se mantuvo vivo en la Tradición de la Iglesia (2 Tes 2:15, 1 Co 11:2, 2 Tim 2:2) hasta hoy.
Hoy en día, quizá por el hecho novedoso de pertenecer a una civilización basada en los textos y no en las tradiciones orales, incluso los mismos católicos suelen conceder más fiabilidad a lo que dice la Biblia que lo que se recoge en la Tradición, pero esto es más bien deformación cultural, no era así, como hemos visto, para los primeros cristianos. A los dos pilares de la fe católica, Escrituras y Tradición, hemos de añadir un tercer elemento, el Magisterio, que es la capacidad de la Iglesia para enseñar la Verdad. Ya hemos visto que la verdad de las Escrituras se extrae aplicando la Tradición, y la verdad de la Tradición se extrae aplicando el sensus fidelium de la época, pero además de esas estrategias humanas tenemos mucho más, una garantía divina de que el Magisterio no puede meter la pata y enseñar doctrinas falsas: las promesas de Nuestro Señor Jesucristo de que, según recoge la Tradición y según recogen también las Escrituras, nunca abandonará a su Iglesia ni la dejará caer en el error: (Mt 16:18, 18:18, Jn 14:26, 16:13, Lc 22:31-32).
En la práctica, cuando católicos y protestantes discuten sobre la verdad o falsedad de una doctrina suelen recurrir sobre todo a las Escrituras, pues es el terreno común que ambas partes reconocen como verdadero. Pero para un católico es inadmisible aceptar las reglas de juego protestante que dicen que si algo no está en las Escrituras entonces es falso (Sola Scriptura), porque esa doctrina es una novedad protestante. Igualmente es inadmisible para un protestante aceptar que la Tradición apostólica de la Iglesia Católica nos viene de los apóstoles, porque eso les obligaría a aceptar todas las doctrinas católicas.
Sin embargo sí es posible una zona en donde ambos puedan argumentar en igualdad de condiciones sin renunciar a las bases de su fe. Si una doctrina protestante no está claramente en las Escrituras entonces el católico puede demostrar que es falsa (la discusión sería sobre si la interpretación protestante de cierto pasaje escrito tiene sentido o no). Igualmente si una doctrina católica entra en contradicción con algo que está claramente en las Escrituras, entonces el protestante puede demostrar que es falsa (la discusión de nuevo sería sobre la correcta interpretación de ese pasaje escrito que supuestamente la contradice).
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EL FRACASO DE LA SOLA SCRIPTURA
Como hemos visto, los católicos consideran que la única forma correcta de interpretar las Escrituras sin miedo a errar es manteniéndose siempre dentro de los márgenes que marca la Tradición, de modo que si una interpretación nos lleva a contradecir las creencias de los cristianos de los primeros siglos entonces esa interpretación es claramente incorrecta (esto sirve también como advertencia para tantos teólogos que hoy en día se autodenominan católicos pero no respetan este principio fundamental, guiándose por su propio criterio en vez de buscar la luz de la Iglesia bimilenaria). Además hemos visto que la Tradición apostólica, nuestras doctrinas y la autoridad del Magisterio nos viene directamente de Jesús en una cadena ininterrumpida desde él hasta la Iglesia actual.
Por otro lado hemos visto que los protestantes creen que ellos no pueden caer en errores de interpretación, aunque les separen 15 siglos de esos textos, por dos motivos: por el principio de claridad (la Biblia es autoevidente) y por el principio de interpretación privada (el Espíritu Santo guía a cada lector). Pero si una postura así de optimista pudo tal vez ser creíble en los primeros años de la Ruptura protestante, el paso del tiempo y la realidad, que es tozuda, dejaron claro que las cosas no funcionan así. La mejor prueba de que esos principios de interpretación que claman los protestantes no funciona es que quienes así pensaban han ido dando paso a múltiples divisiones que siguen creciendo sin cesar, pero ni siquiera fue necesario esperar siglos para ver esos efectos, el propio Lutero en vida ya fue testigo de lo falso de esas convicciones y, lamentándose amargamente, tuvo que admitir:
Hay tantas sectas y creencias como cabezas. Aquel miembro no quiere tener nada que ver con el bautismo; otro niega el Sacramento; un tercero cree que hay otro mundo entre este y el Último Día. Algunos enseñan que Cristo no es Dios; unos dicen esto, otros aquello. Si un rústico, por rudo que sea, sueña o se imagina alguna cosa, ya se cree que ha oído el susurro del Espíritu Santo, y se cree que él mismo es un profeta (Grisar, Lutero IV, 386ss).
Y en una carta escrita al Reformador Zuinglio igualmente le confesó:
Si dura mucho el mundo, será de nuevo necesario, a causa de las varias interpretaciones de la Escritura que ahora circulan, para conservar la unidad de la fe, aceptar los decretos de los concilios y refugiarnos en ellos.
Pero los protestantes no volvieron a aceptar los decretos y concilios católicos de modo que fue imposible mantener la unidad de la fe, ni siquiera entre ellos y ellos. Bueno hubiera sido para los protestantes si el lamento de Lutero hubiera bastado para anular la doctrina de la Sola Scriptura, pero todo siguió igual y hoy en día la Iglesia Católica sigue en sintonía con la Iglesia del siglo primero, nuestra fe es en esencia la misma que la de los discípulos de Jesús (si bien más desarrollada y mejor comprendida), mientras que los protestantes se han dividido en miles y miles de denominaciones diferentes que se contradicen entre sí y que les han ido alejando cada vez más de los orígenes.
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ALGO FALLA
Si la Verdad sólo puede ser una y la mentira puede cambiar y ofrecer caras infinitas, está claro que la Sola Scriptura es la herramienta de la falsedad y las doctrinas que se basan en ella no tienen ninguna garantía de ser verdaderas. Sólo en los casos puntuales en los que un protestante coincide con un católico puede afirmar que esa creencia es la misma que tenían los cristianos que forjaron su fe escuchando a los apóstoles. Entonces, ¿cómo es que tantos y tantos iberoamericanos se han dejado seducir por esta doctrina con el desastroso y simplista (populista) argumento de que si no lo pone claro en la Biblia no hay que creerlo? Tal parece que la Iglesia Católica ha abandonado hace décadas la formación de sus fieles y se ha dedicado a otros menesteres, dejando al rebaño desprotegido ante los lobos. De tanto mirar al suelo parece que tuviera poco que ofrecer a los que necesitan buscar el cielo.
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En este otro artículo puede ver una crítica a la Sola Scriptura desde argumentos de la lógica:
todo esto es muy claro, evidentemente los hermanos evangelicos tienen un çangulo ciego+. Pero vamos hacia una sola Iglesia universal:
Bendiciones!!!
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