Esta es la sección de apéndices del artículo EL DOMINGO EN LA IGLESIA PRIMITIVA, en donde se analizan las tesis adventistas que defienden que el verdadero día de adoración de los cristianos es el sábado y no el domingo. Leer solo estos apéndices puede resultar de utilidad, pero para entender mejor el tema global debería leer primero el mencionado artículo.
APÉNDICE 1
En qué consiste el descanso dominical católico
Desde que la Iglesia estableció el descanso dominical, se prohibieron en el domingo las actividades serviles (que requieran un claro esfuerzo físico), forenses (los relacionados con el foro o tribunales de justicia) y del mercado público (comprar y vender), ordenando evitar dichas actividades «siempre que sea posible», tal como se decidió en el concilio de Laodicea (año 363-4), y añadiendo toda una serie de excepciones (enterrar a los muertos, cuidar a los enfermos, recoger la cosecha, hacer obras de caridad, realizar trabajos públicos que se necesitan a diario, etc.). Nótese que mientras para legislar el sabbat se establece toda una lista de prohibiciones expresas (por parte de Yahvéh), para legislar el descanso dominical se estableció toda una lista de permisos expresos (por parte de la Iglesia, pues el sabbat quedó abolido con el Nuevo Pacto). Así mismo este antiguo concepto ha necesitado adaptarse a las muy diferentes circunstancias económicas y sociales del presente, donde la distinción entre trabajos manuales y trabajos intelectuales no es tan radical como antes y el modo de vida impide que muchas actividades puedan parar un día a la semana. También hay que ver que en la actualidad el descanso dominical es más una «conquista» laboral (en proceso de pérdida) que un asunto religioso. Para el cristianismo este descanso no era un fin en sí mismo (como sí lo era el sabbat para los judíos), sino un acto de humanidad y un medio para conseguir el fin más importante que es el de santificar el día dedicado al Señor, permitiendo fácilmente a la gente reunirse para celebrar juntos la eucaristía y otras posibles formas de adoración, y dejando también tiempo libre para cultivar las necesidades del espíritu y evitar así convertirse en una simple pieza del engranaje productivo. Cito un comentario al respecto escrito por A. Royo Marín:
Ante todo es conveniente recordar que en la ley de la santificación de las fiestas prepondera en primer lugar el aspecto positivo, o sea la obligación de cuidar de manera especial de las cosas que se refieren a los intereses de la propia alma, concretada, como un mínimo indispensable, en la ley de oír la Santa Misa. La abstención del trabajo no es más que un medio para alcanzar el fin, que es la santificación del día del Señor. Por tanto cualquier trabajo de cualquier especie que haga imposible la realización de este fin está prohibido. Si este trabajo es necesario e indispensable podrá constituir una causa excusante del cumplimiento del precepto; la ley entonces queda suspendida solamente, pero no anulada. Y si las suspensiones son tan frecuentes como para poner en peligro en el hombre la misma posibilidad de un recuerdo más profundo de Dios y del alma, la solución es dejarlo todo a un lado, a no ser que no se pueda en absoluto. De aquí se deduce que el precepto no hay que guardarlo con espíritu farisaico, sino con interpretación discreta y espiritual.
En concreto, lo que el derecho canónico de la Iglesia católica establece actualmente es esto:
Canon 1247: El domingo y las demás fiestas de precepto los fieles tienen obligación de participar en la Misa; y se abstendrán además de aquellos trabajos y actividades que impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría propia del día del Señor, o disfrutar del debido descanso de la mente y del cuerpo.
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APÉNDICE 2
Testimonios históricos ofrecidos por los adventistas a favor del sábado
Circula por internet una serie de citas que al parecer demuestran que lo normal en las comunidades cristianas primeras era la celebración del sabbat, y que solo la dura y paciente imposición de la Iglesia Católica logró erradicarlo y sustituirlo por el culto dominical. Para mostrar lo que estas citas pueden aportar, copiaremos aquí las más populares y las comentaremos.
«Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación». Génesis 2:1-3
Según los adventistas esta fue la institución del sábado (sabbat), y como tal se ofrece esta cita. Pero si realmente estuviera Dios aquí instituyendo el sabbat, ¿cómo es que nunca se menciona el sabbat en la Biblia hasta que Yahvéh entrega a Moisés la Ley? Tal como dicen los primeros cristianos, ni Adán, ni Noé, ni Abraham ni ningún otro antes de Moisés recibió instrucciones de guardar el sábado en ningún sentido. Por lo tanto el sabbat no es una ley divina-cósmica universal y eterna como pretenden los adventistas, sino una ley que se dirige a un pueblo determinado en un momento histórico determinado, y por tanto ni es eterna ni abarca a toda la humanidad.
«Y vino [Jesús] a Nazaret, donde había sido criado; y entró, conforme a su costumbre, el día del sábado en la sinagoga, y se levantó a leer» (Lucas 4:16)
Ciertamente, Jesús cumplía la Ley judía, guardaba el sabbat (más o menos), estaba circuncidado, acudía los sábados a la sinagoga y, si estaba en Jerusalén, acudía al templo. Pero esto no contradice para nada lo que los cristianos de ahora y del siglo primero afirmaban: que el sabbat (como otras leyes judías) quedó abolido tras la resurrección de Jesús, no antes. También suelen recordarnos que tras la muerte de Jesús los discípulos guardaron el sabbat y permanecieron encerrados. Pero es que el sabbat fue abolido por la resurrección, no por la muerte. Después de la resurrección ya no vemos en la Biblia más muestras de sabbat voluntario entre los cristianos. Esto nos vale igualmente para todas las citas bíblicas que se refieren a acontecimientos anteriores a la Resurrección, así que no pondremos ninguna más de ese tipo.
«Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos» (Mateos 19:16-17)
Lo que quieren decir al dar esta cita es que Jesús está reafirmando los 10 Mandamientos entregados a Moisés, y por tanto también el mandamiento de guardar el sabbat. Pero lo curioso es que siempre cortan la cita ahí, en el versículo 17. Si alargaran la cita dos versículos más, podríamos leer la continuación de la historia:
Dijo el joven: ¿Cuáles? Jesús le contestó: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre y ama al prójimo como a ti mismo. (Mateos 19:18-19)
Total, que cuando el joven rico le pide a Jesús que sea más específico sobre los mandamientos a los que se refiere, Jesús le menciona varios mandamientos, entre los que no se incluye el de guardar el sabbat. Por lo tanto la cita anterior queda invalidada para el propósito que los adventistas pretenden. Veamos sus otras citas.
«Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en sábado» (Mateos 24:20)
En este pasaje Jesús está hablando sobre la futura destrucción de Jerusalén, la cual ocurrió en el año 70. Advierte que si ocurre en sábado será especialmente desastroso porque los romanos pillarían a la gente con la ciudad totalmente desmovilizada y la huída sería más complicada. El razonamiento adventista es que aquí Jesús se dirige a sus discípulos, no al público en general; en el año 70 ya llevaríamos 40 años de cristianismo y sin embargo Jesús se refiere al sábado, no al domingo, como el día en el que estarían guardando el descanso. Pero si el problema es que el sábado la sociedad se desmoviliza, eso repercutirá igualmente en judíos, gentiles y cristianos. Si Jerusalén literalmente se para los sábados (porque casi toda su población es judía), ese será el peor día para evacuarla, seas judío o cristiano. Por tanto esta cita tampoco demuestra nada por sí misma.
Y saliendo ellos de la sinagoga de los judíos, los gentiles les rogaron que el sábado siguiente les hablasen estas palabras… Y el sábado siguiente se juntó casi toda la ciudad a oír la Palabra de Dios» (Hechos 13: 42, 44).
Esta cita, y muchas otras sobre Pablo, pretenden demostrar que Pablo seguía asistiendo a las asambleas de las sinagogas los sábados, en lugar de reunirse con los cristianos los domingos. Primero habría que aclarar que asistir a la sinagoga en sábado no implica necesariamente que esté guardando el sabbat, pues el sabbat es la sinagoga y sobre todo el descanso (cuando se instituyó el sabbat ni siquiera existían las sinagogas, solo el Templo). Pero sobre todo hay que decir que ni en Hechos ni en las cartas de San Pablo se nos dice en ningún momento que Pablo guardara el sabbat o pidiera a los demás que lo guardaran (sí aparece todo lo contrario). En todos los casos en los que vemos a Pablo (o a otros apóstoles o discípulos) asistir a una asamblea en la sinagoga no es simplemente para participar del culto como todos los demás, sino para predicar allí el evangelio. Puesto que los judíos de toda la zona se reunían cada sábado en la sinagoga, ¿dónde mejor sitio que allí para hablarles de que su mesías esperado había venido en la persona de Jesús? especialmente teniendo en cuenta que en la sinagoga cualquiera podía levantarse y hacer un discurso a la asamblea. En esta cita en concreto pareciera que Pablo asistía regularmente a la sinagoga en sábado, y también que los cristianos, como todo el mundo, se reunía el sábado a escuchar la palabra de Dios («Y el sábado siguiente se juntó casi toda la ciudad a oír la Palabra de Dios»). Pero esta percepción es engañosa. Si leemos toda la escena (Hechos 13:14-52) vemos que es muy diferente. Pablo está en su primer viaje apostólico y llega a la ciudad de Antioquía de Pisidia, donde al parecer no existe ni un solo cristiano, pero sí una importante comunidad de judíos y prosélitos (los llamados «temerosos de Dios», gentiles que abrazan el judaísmo pero no todas sus leyes). El sábado Pablo va a la sinagoga a predicarles a todos que Jesús es el mesías, y también a decirles que la Ley de Moisés no trae la salvación, sino Jesús («Por la ley de Moisés no teníais posibilidad alguna de recuperar la amistad divina; pero ahora, todo el que cree en él puede recuperar esa amistad.» Hechos 13:38-39). Así que al final se nos está contando lo contrario de lo que los adventistas quieren mostrar, pues la observancia del sabbat es parte de esa ley de Moisés que Pablo está aquí presentando como inútil. Los gentiles que se mencionan en esta cita no son los paganos politeístas, sino los «temerosos de Dios» mencionados, los cuales abrazaban el judaísmo y acudían a la sinagoga, por eso cuando estos gentiles quieren oír más de Pablo, le piden que regrese a la sinagoga el sábado siguiente, pues allí estarán todos. Sin duda se corrió la voz por la ciudad y al siguiente sábado aparecieron no solo los judíos y prosélitos sino también paganos atraídos por la curiosidad, y fueron allí el día y la hora en que Pablo había acordado predicar, el sábado en la sinagoga, aunque es de suponer que la multitud esperaba a Pablo en la calle, y no dentro (que ni podían entrar ni cabían). Por lo tanto el que todo ocurriera los sábados no tiene nada que ver con las costumbres de los cristianos, que allí no había, sino con las de los judíos. Otra cita que se revela totalmente fuera de lugar.
«Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor» (Apoc. 1:1) (Marcos 2:28, Isa. 58:13, Éxod. 20:10, claramente muestran que el sábado es el día del Señor)
Es curioso que usen esta cita como prueba del sábado, pues siempre se usa esta misma cita como prueba de todo lo contrario, pues «el día del Señor» en la cultura cristiana siempre ha sido el domingo. Ya hemos mostrado en este artículo varios textos cristianos no canónicos escritos en el siglo primero, alguno incluso antes de que se escribiera el Apocalipsis, y allí se utiliza ya la expresión «el día del Señor» refiriéndose al domingo. Por lo tanto no hay motivos para suponer que Juan, que se mueve por la comunidad cristiana, utiliza aquí esa misma expresión para referirse al sábado. Las citas bíblicas que se aportan entre paréntesis no demuestran nada. La de Marcos muestra a Jesús como Señor del sábado, lo que no significa automáticamente que el sábado sea el día del Señor, pues lo que Jesús intenta decir allí con ese título (como ya discutimos en nuestro artículo) es precisamente que como él es el señor del sabbat tiene potestad para respetarlo o no (de hecho en esa escena lo está quebrantando). La cita de Isaías habla de que el sábado es «el día santo del Señor», lo cual es cierto (el domingo no aparece como día del Señor hasta después de la Resurrección) y la de Éxodo dice que en el sabbat se descansa en honor al Señor. Pensar que una de esas citas o la combinación de las tres está mostrando «claramente» que el Apocalipsis está hablando del sábado es de todo menos «lógica pura», pues quien eso escribe es un autor cristiano a finales del siglo primero, y entre los cristianos de esa época la expresión «el día del Señor» se refiere claramente al domingo.
«No existe ninguna ciudad griega, ni ninguna ciudad de los bárbaros, ni ninguna otra nación en lo absoluto, adonde nuestra costumbre de descansar el día sábado no haya llegado» (M’Clatchie, Notas y Consultas sobre China y Japón (editado por Dennys), Vol 4, Nums. 7, 8, pág. 100).
Si pensamos con buena fe tendríamos que preguntarnos qué sentido tiene mencionar aquí esta cita. Se trata de una cita del historiador judío-romano Josefo. Es un judío ensalzando el sábado, evidentemente de modo exagerado, pues la costumbre de descansar el sábado solo era seguida por los judíos, no por toda la gente, y los judíos estaban repartidos por muchas ciudades pero no por todas las ciudades y naciones del mundo. En cualquier caso lo que dice se referirá a las comunidades judías de todo el mundo, no a las cristianas o las budistas o las paganas; esto es un judío hablando del judaísmo, no nos dice nada del cristianismo.
Declara que el día sábado es un festival, no de esta o aquella ciudad, sino del universo entero. (Notas y Consultas, Vol. 4, 99).
Aquí podríamos comentar exactamente lo mismo que para la cita anterior. Estas palabras son del filósofo judío-helénico Filón de Alejandría, muestran una exageración idéntica a la de Flavio Josefo e igualmente se trata de un judío ensalzando el judaísmo, nada cristiano por ninguna parte.
Como es lógico, en estas citas extrabíblicas pro-sabáticas referidas al siglo primero no encontramos ninguna fuente cristiana, pues ninguna defiende el sábado y sin embargo sí tenemos varias defendiendo el domingo (como ya hemos visto). Y ya con referencia al siglo II empezamos a ver citas de difícil localización. Copiaré solo alguna.
«… El sábado se constituyó en un fuerte vínculo que los unía a la vida de toda la gente, y por guardar el santo sábado, ellos no sólo siguieron el ejemplo sino también el mandamiento de Jesús» (Geschichte des Sonntags, pp. 13, 14).
Esta cita es buen ejemplo de cómo son la mayoría de las citas que se ofrecen para el siglo II y siguientes. Aparece la cita, sin ningún tipo de explicación ni justificación. A veces se nos pone el autor, otras veces, como aquí, sólo el título de un libro extranjero. No son textos escritos por cristianos de la época, sino fragmentos de libros escritos por gente actual que supuestamente saben mucho sobre la historia de la Iglesia y que muy probablemente sean adventistas o al menos sabatistas. Es como si para demostrar que Jesús está presente en la Eucaristía en lugar de mostrar un texto bíblico o de la Iglesia primitiva presentáramos una cita de un libro escrito por el papa de Roma dando su opinión sobre el asunto. Para fortalecer a un católico podría servir, pero para convencer a un protestante sería absurdo. Pues eso mismo, todas esas citas de autores modernos y desconocidos solo sirven para impresionar a los incautos pero no tienen ninguna validez argumental. Otra cosa sería si pudiéramos ver en qué se basan esos autores para sacar esas conclusiones, pero sin más pruebas que sus palabras, se nos está exigiendo fe para creerles a ellos y no a la Iglesia. Mucha fe sería esa.
«A menos que hagas del sábado un verdadero sábado («sabatizar en el sábado», como se dice en griego), no verás al Padre«. The oxyrhynchus Papyri (Papiro de Oxirrinco), pt.1, pág.3, Logion 2, verso 4-11 (Sedes de Londres del Fondo de Exploración en Egipto, 1898).
Esto se supone que es un fragmento de un papiro egipcio escrito a principios del siglo III, hallado en Oxirrinco. Allí se hallaron miles de fragmentos de libros y documentos de todo tipo pertenecientes a los siglos I-V. Nada se nos dice de quién escribió eso ni a qué obra perteneciese. Igual podría ser una copia de un texto judío de esa época o de siglos antes, nada nos dice que el texto sea cristiano y menos ortodoxo. Por lo tanto esta cita (como la mayoría de las que nos presentan) carece también de todo valor argumental.
El Canon 26 del consejo de Elvira revela que la Iglesia de España en ese tiempo guardaba el sábado, el séptimo día. «Respecto a ayunar cada sábado: Resolvió que el error de ayunar cada sábado sería corregido». Esta resolución del consejo se encuentra en directa oposición a la política de la Iglesia que había sido inaugurada en Roma, de ordenar al sábado como día de ayuno para así rebajarlo y hacerlo repugnante a la gente.
Se refieren al Concilio de Elvira del año 305, cerca de Granada. Si pensamos bien aceptaremos que se han confundido al transcribir dicho canon, pues el canon en realidad dice lo contrario de lo que aquí explican: «Los sábados se seguirá el ayuno de forma rigurosa. Esto corregirá un error de nuestra actual práctica«. Por lo tanto este canon sigue fielmente las instrucciones de Roma en lugar de contradecirlas como dicen esos adventistas. También es frecuente escuchar de ellos que este concilio demuestra que la práctica habitual en España era la de celebrar la Eucaristía en sábado. De nuevo la realidad es totalmente la contraria. En el Canon 21 de este concilio vemos que la celebración dominical se da por supuesta: «Si alguno de los habitantes de la ciudad no acudiese a la iglesia durante tres domingos, apártesele de la comunión durante algún tiempo para que aparezca reprendido.» (Canon XXI del Concilio de Elvira)
«A pesar de que casi todas las Iglesias de alrededor del mundo celebran los sagrados misterios, el sábado de cada semana, no así los cristianos de Alejandría y de Roma que se rehúsan a hacerlo, esto debido a alguna tradición antigua«. Sócrates, Historia Eclesiástica, Libro 5, Cap. 22, Pág. 289.
Explicaremos esta cita un poco más a fondo porque es una de las citas favoritas de los adventistas, pues de ser cierta demostraría que en el siglo IV casi todos los cristianos seguían celebrando la Eucaristía el sábado y no el domingo. Tras investigar el asunto largamente al final pudimos confirmar que la cita es correcta pero su significado no es el que aparenta. Explicamos todo en el apéndice 3 que encontrará un poquito más abajo. Así que esta cita también queda descalificada.
Y del siglo IV y V tenemos más citas del mismo estilo, algunas siguen siendo citas de autores más o menos modernos que dan su versión de la historia antigua, y otras son supuestamente de autores conocidos o no de aquella época, pero que dicen cosas que chocan frontalmente con los textos que conocemos, y que además no hemos podido comprobar, así que nos vemos obligados a mostrarnos muy escépticos sobre su veracidad o al menos su exactitud, especialmente con aquellas citas que pretenden dibujar un panorama global donde la norma es guardar el sabbat, pues tal imagen colisiona frontalmente con la ofrecida por las fuentes más fiables que poseemos.
Ya de siglos posteriores los adventistas siguen ofreciendo citas, pero ahora ya de grupos minoritarios de aquí y de allá, como los valdenses, grupo herético pre-protestante que entre otras peculiaridades guardaba el sábado. Pero eso ya no es muestra de la norma, sino de la infracción de la norma.
Ya no daremos más citas por no aburrir en demasía y porque ya hemos ofrecido modelos y rebates de la mayoría de los tipos de citas que circulan a favor del sábado, pero quien quiera más o al menos comprobar que este tipo de citas circulan por internet en serio, pueden consultar esta página o esta otra, recordando que tal como hemos mostrado, todas (o la mayoría) encierran una trampa de uno u otro tipo.
Para ver citas en el sentido contrario, demostrando que en los primeros siglos los cristianos celebraban el día del Señor el domingo y no guardaban el sabbat, lea el artículo del que este documento es apéndice.
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APÉNDICE 3
El testimonio estrella: Sócrates Escolástico
Los adventistas defienden la idea de que los cristianos de los primeros siglos guardaban el sabbat igual que los judíos, y que celebraban en ese día sagrado sus reuniones sagradas, si no todos, al menos la mayoría, y solo posteriormente, por intervención del papa de Roma, se persiguió dicha práctica hasta acabar con ella y pasar la celebración al domingo. Ya hemos comentado en el apéndice 2 (anterior a este) algunas de las citas típicas que suelen ofrecer para apoyar esta visión de la historia, pero hay una cita estrella que parece hecha a su medida, y por su importancia merece un apéndice aparte:
«A pesar de que casi todas las Iglesias de alrededor del mundo celebran los sagrados misterios el sábado de cada semana, no así los cristianos de Alejandría y de Roma que se rehúsan a hacerlo, esto debido a alguna tradición antigua«. (Sócrates Escolástico, Historia Eclesiástica, Libro V, Cap. 22, c. año 439)
Lo que esta cita nos dice, o al menos eso esperan los adventistas, es que por todo el mundo casi todos los cristianos guardan el sabbat en lugar de celebrar el domingo. Y estamos ya en el siglo V, así que esta sería la prueba más clara y definitiva en apoyo de sus tesis. El problema es que esta afirmación entra en contradicción con lo que dicen los demás textos históricos (incluidos bíblicos), los cuales afirman que los cristianos celebraban el día del Señor el domingo.
La primera tentación fue suponer que esta cita era una invención o estaba mal traducida, no tanto por desconfiar como por considerar imposible tal afirmación, pues solo pudimos encontrar el texto original en fuentes adventistas y en inglés. Finalmente dimos con otras versiones de la obra y comprobamos que la cita era correcta, así que la siguiente tentación fue suponer que puesto que Sócrates decía lo contrario que todo el mundo, esto podría ser una errata o simplemente un error de Sócrates. El problema es que este autor tiene fama de serio y riguroso, y aquí nos está hablando de lo que ocurría en su propia época, así que sería muy extraño que en algo tan elemental pudiera meter la pata.
Por otro lado ya vimos en nuestro artículo que los primeros cristianos no solo celebraban la Eucaristía los domingos sino que a menudo se veía con malos ojos a los cristianos judaizantes que seguían celebrando el sabbat judío, pues al igual que la circuncisión, ya desde Pablo y el Concilio de Jerusalén (Hechos 15) se declararon esas leyes abolidas. Entonces, ¿cómo podemos encontrarnos a un historiador cristiano de primer orden que afirma que en su época casi todas las comunidades guardan el sabbat? ¿Y cómo puede él mismo afirmar que desconoce por qué causa Roma y Alejandría no lo hacen?
Para empezar hemos de señalar algo evidente pero que puede pasar inadvertido cuando los adventistas lo utilizan dentro de un contexto de defensa del sabbat: Sócrates no nos está hablando de guardar el sabbat (el descanso bíblico), sino de «celebrar los santos misterios» en sábado, que es muy diferente. O sea, lo que nos dice es que casi todos los cristianos celebran misa el sábado. El mismo Sócrates nos deja claro en ese mismo capítulo 22, un poco más arriba, que el sabbat ya había quedado abolido. Nos habla de los cristianos judaizantes que mantienen ciertas celebraciones judías y dice al respecto:
No se dan cuenta del hecho de que cuando el judaísmo cambió al cristianismo, la obligación de observar la Ley Mosaica y los tipos de ceremonial cesaron. Y la prueba del asunto es clara, pues ninguna ley de Cristo permite a los cristianos imitar a los judíos. Por el contrario, los apóstoles expresamente lo prohíben, no solo rechazando la circuncisión sino también desaprobando esos debates sobre los días de fiesta. (Sócrates, Historia Eclesiástica, Libro V, cap. 22)
Y en apoyo a esa afirmación da varias citas bíblicas, entre ellas la que ya mencionamos sobre Colosenses 2:16-17 donde expresamente Pablo rechaza la obligatoriedad de guardar el sábado («Por eso, que nadie los critique por cuestiones de alimento y de bebida, o de días festivos, de novilunios y de sábados…»).
Pero aún así, sigue entrando en contradicción con todos los textos (también los bíblicos y los paganos) que afirman que los cristianos se reunían para partir el pan los domingos. Y además desde el siglo primero se nos dice una y otra vez que lo hacían el domingo porque ese era el día en el que resucitó el Señor, así que no se entiende por qué Sócrates no sabe por qué Roma y Alejandría celebran la misa el domingo y no el sábado. Esta Historia Eclesiástica de Sócrates nació como continuación de la que dejó escrita Eusebio de Cesarea un siglo antes, y allí el mismo Eusebio, hablando de los herejes ebonitas, explica por qué los cristianos celebran la Eucaristía el domingo:
«Guardaban el sábado y toda la conducta judaica, pero el domingo observaban prácticas parecidas a las nuestras en memoria de la resurrección del Salvador«. (Historia de la Iglesia, Eusebio de Cesárea, ca. año 324)
Así que la afirmación de Sócrates de que casi todo el mundo celebraba la misa el sábado en vez del domingo y él no sabía por qué, suena a disparate mayúsculo, pero dicho por alguien muy de fiar (por eso los adventistas le utilizan como argumento de gran peso).
Ya casi habíamos tirado la toalla y declarado que extrañamente Sócrates había patinado aquí o que los copistas posteriores habían alterado su obra por algún error. Pero entonces encontramos la pieza clave de este enigma, lo que por fin salvó la reputación de Sócrates, eliminó las contradicciones y le dio sentido a todo. Se trata de otro historiador cristiano que escribe otra «Historia Eclesiástica» pocos años más tarde: Sozomeno.
Sozomeno escribe su historia de la Iglesia utilizando fuentes de otros autores, y en algunos pasajes utiliza el material de Sócrates, en concreto el capítulo 22 lo utiliza casi tal cual, pero cambiando algunas cosas cuando considera que se puede explicar mejor. Y ahí está la respuesta a nuestro enigma, porque cuando Sozomeno trascribe lo que nos dijo Sócrates, introduce una pequeña aclaración para evitar la ambigüedad que el texto original tenía. Sozomeno y Sócrates vivieron en la misma época y en la misma ciudad, Constantinopla, así que Sozomeno sabía perfectamente lo que Sócrates quería decir cuando dijo lo que dijo. Veamos cómo transcribe las palabras de Sócrates (en negrita el fragmento que Sozomeno añadió):
Las asambleas no se celebran en todas las iglesias en el mismo tiempo y modo. La gente de Constantinopla, y de casi todas partes, se reúne el sábado, y también el primer día de la semana, costumbre que nunca se observa en Roma o Alejandría. (Sozomeno, Historia Eclesiástica, Libro VII cap. 19)
Asunto aclarado. Ya no parece que la misa se celebre en todas partes en sábado, excepto en Roma y Alejandría que se celebraba en domingo, sino que vemos con claridad que en todas partes se celebra la misa el domingo, lo que concuerda con todos los demás datos que poseemos. Sócrates está hablando en ese pasaje de la controversia en torno a la fijación de la fecha de la Pascua cristiana y en esos momentos está discutiendo sobre la celebración del sábado, por eso comenta solo las divergencias sobre el sábado sin mencionar para nada el domingo, que no venía a cuento. Acertadamente Sozomeno pensó, como historiador que era, que en el futuro ese pasaje podría resultar ambiguo y, afortunadamente, lo matizó.
La novedad de esta información es que nos aclara que en todas partes (excepto Roma y Alejandría) se celebraba misa también el sábado, por eso es comprensible que Sócrates no supiera por qué esas dos ciudades no seguían la norma general. Pero esto no sirve en absoluto para apoyar las tesis adventistas de que los cristianos celebraban el sabbat. Celebrar misa no es celebrar el sabbat. De hecho lo que este pasaje nos revela es todo lo contrario, que la Iglesia Católica sigue la tradición, pues la misa dominical hoy en día se celebra cada semana por duplicado, el sábado y el domingo (por eso si se comulga el sábado no se puede comulgar otra vez el domingo siguiente, pues se trata de la misma misa). Así que los católicos actuales hacemos lo mismo que los cristianos de entonces, celebramos la Eucaristía el sábado y de nuevo el domingo. Son los adventistas quienes difieren, pues celebran su servicio religioso solo el sábado, y se niegan a santificar el domingo, observando también un sabbat judío que el propio San Pablo declaró abolido.
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APÉNDICE 4
Los adventistas del séptimo día (quiénes son)
Tal como hemos visto en nuestro artículo, la Biblia ya nos muestra la aparición del domingo como día sagrado y la Iglesia desde el primer momento celebró en domingo su Día del Señor, también con abundantes testimonios extrabíblicos que arrancan desde mediados del siglo primero. Durante casi 2000 años el cristianismo, en todas sus variantes, siempre celebró el domingo en lugar del sábado. Entonces ¿por qué los adventistas consideran un grave pecado el celebrar el día sagrado cristiano en domingo en lugar del sábado?
El adventismo es una evolución del protestantismo anabaptista y surgió en 1863 como parte del Movimiento Millerista americano (seguidores de William Miller, gente que esperaba la Segunda Venida de Cristo el 22 de octubre de 1844). Como todos sabemos, Jesucristo no volvió en esa fecha y se produjo el conocido como «El Gran Chasco» (The Great Disappointment). La mayoría de los milleristas abandonaron el movimiento pero entre los que perseveraron en la idea de que la Parusía era inminente se encontraba dos personas que luego se casarían: James y Ellen White, los más destacados cofundadores de la Iglesia Adventista del Séptimo Día junto con Miller. Ellos formaban parte de un grupo de milleristas que en lugar de asumir lo equivocado de su profecía, llegaron a la conclusión de que el error no estaba en la fecha, sino en lo que ocurrió en esa fecha. Decidieron que ese 22 de octubre no era cuando Jesús debía haber bajado a la tierra de entre las nubes (tal como se nos cuenta literalmente en Mateo) a purificar la Iglesia, sino que en ese día Jesús había entrado en el Sancta Sanctorum del santuario celestial y había comenzado un «juicio investigador» del mundo. Este cuidadoso proceso de investigación le permitirá a Jesús averiguar qué cristianos merecen los beneficios de su expiación y cuáles no. No está claro si investigar todas las fichas de todos los cristianos le llevará a Jesús meses, años o muchas décadas (por lo pronto ya ha pasado más de un siglo desde que empezó), pero los adventistas creen que cuando esa investigación termine, entonces es cuando Jesús bajará a la tierra. Pero para no repetir un suceso como el del Gran Chasco, los adventistas ya nunca hacen cálculos de cuándo será ese día, y para ello argumentan con el verso bíblico que dice que «el día y la hora nadie sabe» (Mateo 24:36), algo que al parecer W. Miller ignoró por completo. Por tanto ellos consideran que sí era posible averiguar el día en el que Jesús entraría a los archivos celestiales a comenzar su investigación, pero no es posible averiguar el día en el que Jesús terminará dicha investigación y bajará a comunicarnos su veredicto durante el Juicio Final.
Al mismo tiempo que los seguidores del movimiento estudiaban el santuario, surgió la problemática del día bíblico de descanso y adoración. El primer defensor en guardar el Sábado como día de reposo entre este grupo que permaneció fiel al millerismo fue el capitán Joseph Bates. Bates llegó a conocer la doctrina del Sábado gracias a un folleto escrito por un predicador millerista llamado Thomas M. Preble, quien a su vez había sido influenciado por una joven Bautista, Rachel Oakes Preston. Influida por Bates, Ellen G. White asumió y difundió a su alrededor la creencia de que el día de adoración debía ser el sábado y no el domingo. Durante unos 20 años estas dos creencias (que el proceso de la Parusía ya estaba en marcha y que el día de adoración debía ser el sábado) fueron las que dieron forma al grupo diferenciado que terminarían por denominarse «adventistas del séptimo día». En 1863 Ellen G. White conseguiría crear formalmente la nueva denominación adventista, que no es considerada cristiana por el resto de las denominaciones por apartarse en exceso del Nuevo Testamento y apegarse en exceso al Antiguo.
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